El caso de Hong Kong es fascinante. Pertenece a China desde el siglo III A.C. pero durante el siglo XIX y XX fue una colonia británica (ocupada por Japón entre 1941 y 1945). Los británicos forjaron la actual identidad hongkonesa, fuertemente basada en la democracia, el capitalismo, el total respeto a la propiedad privada y el liberalismo económico.
En el año 1997 Reino Unido devolvió Hong Kong a China, que trató de ganarse su favor con la política de «un país, dos sistemas». Así Pekín se encargaría de la defensa y la política exterior, mientras que Hong Kong mantiene su propio sistema legal, fuerza de seguridad pública, sistema monetario, política aduanera y política de inmigración entre otras.
El autogobierno de la Región Administrativa Especial de Hong Kong es muy grande. Por ejemplo, los hongkoneses tienen su propio pasaporte diferente del chino, su selección participa en los Juegos Olímpicos separada de la de China, incluso tiene su propia liga de fútbol, donde los jugadores hongkoneses y chinos participan con nacionalidades distintas.
Los hongkoneses, no obstante, se sienten agraviados ya que viven bajo la dictadura china. Aunque hay elecciones, en la práctica el gobernador local es un títere puesto a dedo desde Pekín. Cada vez más jóvenes universitarios protestan en las calles en favor de una democracia real, y la negativa china hace que el independentismo crezca en la región.
El pueblo sufre además un grave problema de sustitución lingüística ya que habla el idioma cantonés pero las autoridades chinas lo consideran un simple dialecto del mandarín y quieren hacerlo desaparecer. Frente a la política atea de Pekín, en Hong Kong hay libertad religiosa y sus ciudadanos practican el confucianismo, el cristianismo, el islam…
Hong Kong está masificado con siete millones de habitantes. Sus rascacielos, sobre todo por la noche, son de película. Si se independizara pasaría a ser uno de los estados más ricos del mundo (es la capital económica de China y la segunda bolsa de Asia, tras Tokio), pero también uno de los más superpoblados de la Tierra. Hong Kong tiene sed de libertad.
El primer estado unificado en el actual territorio de Myanmar fue el Reino de Pagan, allá por el siglo IX. La actual Myanmar (también conocida como Birmania) nació como la unificación de una serie de pequeños reinos y principados. Pero tras tres guerras anglobirmanas (1824-26; 1852-53 y 1885) el Imperio Británico se anexionó el país.
Tras una breve ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, Myanmar se independizó de Londres en 1948. La República duró poco porque en 1962 el general Ne Win derrocó del poder al presidente U Nu mediante un golpe de estado. Estableció una dictadura comunista controlada por los militares que persiste aún hasta el día de hoy.
En 1989 la Junta militar rebautizó Birmania como Unión de Myanmar. Debido a las multitudinarias manifestaciones que reclaman libertad -destacan las de 1988 y 2007- el Gobierno ha virado de una dictadura tradicional a las elecciones amañadas. La Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, hija del héroe nacional Aung San, es un icono de la democracia.
Myanmar es una auténtica macedonia cultural con más de un centenar largo de etnias. Los burma son la mayoría que ostenta el poder y margina al resto de pueblos de la unión. Desde 1948 el Estado está en pie de guerra contra las minorías étnicas (karen, kachin, shan, arakan, rohingya, rakhine, lahu…) en una guerra civil que no se acaba nunca.
El otro gran foco de resistencia es el budismo theravada. Históricamente este país siempre fue un bastión del budismo (sus templos son espectaculares). Los monjes promueven una resistencia pacífica contra un Estado claramente hostil con la religión. La cultura es una mezcla de influencias birmanas, tailandesas, camboyanas, indias y chinas.
Y hasta aquí llega de momento la historia de Birmania o Myanmar: un país secuestrado por su ejército. Es el choque entre un pueblo llano sediento de libertad y un Estado totalitario que promueve la más dura represión, intolerancia y violación de los derechos humanos contra todo aquel ciudadano que se atreva a cuestionar el sistema establecido.
Julian Assange. El 28 de noviembre de 2010 la web Wikileaks destapó más de 250.000 cables diplomáticos del Gobierno de Estados Unidos. Sólo unos pocos días después, este informático australiano -editor de la web- era detenido por la policía londinense, acusado de cometer violación y abusos sexuales en Suecia. Assange dice que la acusación es falsa, una maniobra de la CIA por haber publicado tantos secretos turbios (hoy ya superan de largo el millón). Gracias a él sabemos por ejemplo que el mayor servicio de espionaje del mundo se llama Google. Desde 2012 está asilado en la Embajada de Ecuador en Londres. Dos años encerrado ya porque en el preciso instante en que salga a la calle será detenido. Un hombre inocente acusado injustamente. Assange es el Caso Dreyfus del siglo XXI.
Bradley Manning. En el año 2010 este soldado y analista de inteligencia estadounidense filtró a Wikileaks más de 250.000 cables diplomáticos, así como medio millón de documentos clasificados sobre la Guerra de Irak y la Guerra de Afganistán, en los cuales se daba fe del asesinato de numerosos civiles así como de otros crímenes de guerra. Assange los iría publicando poco a poco a través de su web y de la prensa internacional. Célebre es, por ejemplo, el vídeo titulado Asesinato Colateral en que se ve cómo un helicóptero estadounidense mata a un grupo de civiles en Irak, entre ellos dos periodistas de Reuters. En mayo de 2010 Manning fue detenido, pasó tres años en prisión provisional y finalmente en 2013 fue condenado a 35 años de cárcel y a la expulsión con deshonor del Ejército.
Edward Snowden. En junio de 2013 The Washington Post y The Guardian revelan dos programas de espionaje secretos: uno que registra datos de llamadas en Estados Unidos y otro que permite a la inteligencia estadounidense acceder a servidores de las principales compañías de internet. Poco después, un informático americano que había trabajado para la CIA y que estaba en Hong Kong, Edward Snowden, se declara responsable de las filtraciones. Snowden explicó que Washington realiza un espionaje masivo a sus ciudadanos, contraviniendo los principios de la Constitución, y a las naciones aliadas. Renunció a una vida cómoda, a un sueldo de 200.000 dólares anuales, a su familia y a su novia en Hawai por defender la libertad. Desde julio de 2013 es un refugiado político en Rusia.
Mientras tanto, el negro de la Casa Blanca -ese lobo con piel de cordero, ese demonio con máscara- hace todo lo posible por convertir el mundo entero en una dictadura. La Ley de Autorización de Defensa Nacional, las Leyes SOPA y PIPA, la Ley CISPA o el Tratado Transatlántico para el Comercio y la Inversión parecen sacados del programa electoral de Benito Mussolini. Yo no quiero que el Gran Hermano que imaginó George Orwell se acabe convirtiendo en realidad. Puede que Assange sea culpable de sacar a la luz muchos secretos oscuros, pero no lo es de violación. Puede que Manning y Snowden traicionaran al Gobierno americano, pero no al pueblo americano. Porque cualquiera capaz de sacrificar su vida por combatir la tiranía y defender la libertad es un héroe. Y estos tres hombres son héroes.
El cantante valenciano Nino Bravo (Ayelo de Malferit 1944-Villarrubio 1973) falleció en un trágico accidente de tráfico a la edad de 28 años pero nos legó himnos maravillosos que lo han convertido en inmortal (América, Mi tierra, Noelia, Un beso y una flor…). Uno de ellos es Libre, que tiene que ver con una curiosa y triste historia relacionada con el Muro de Berlín.
La Guerra Fría (1945-1991) dividió al mundo en dos bloques enfrentados: el capitalista liderado por Estados Unidos y el comunista dirigido por la Unión Soviética. Uno de los episodios más célebres fue la división de Alemania en dos partes: la comunista República Democrática Alemana (RDA) y la República Federal Alemana (RFA) libre. Berlín fue igualmente repartida entre estos dos estados.
En agosto de 1961 se levantó en la RDA el Muro de Berlín, para que no pudieran pasar alemanes de la zona oriental a la occidental. Hasta la caída del Muro de la vergüenza en noviembre de 1989, murieron 270 personas en su intento de escapar del infierno comunista. La primera víctima se produjo el 17 de agosto de 1962: Peter Fechter, un joven de 18 años. Nino Bravo le homenajeó con su tema Libre.
Fechter y su amigo Helmut Kulbeik trataron de atravesar el Muro pero sufrieron distinta fortuna. Cuando estaban muy cerca de lograrlo, a punto de saltar al lado occidental, los guardias fronterizos de la RDA les dieron el “alto” y dispararon: Helmut logró cruzar la frontera mas Peter cayó malherido por varios disparos en el espacio que separaba los dos muros que formaban el Muro de Berlín.
Quedó tendido en el suelo desangrándose, muriéndose a la vista de los soldados de ambos lados, sin que ninguno hiciera nada para impedirlo por miedo a que les ocurriera lo mismo. Durante 50 minutos el muchacho permaneció agonizando, pidiendo auxilio, pero sólo consiguió que los soldados americanos le tiraran un botiquín. Fueron 50 minutos de lenta agonía hasta que perdió el conocimiento y murió.
Si los militares fronterizos no hicieron nada por salvar la vida del joven, menos aún pudieron hacer los civiles de ambos lados que, indignados, presenciaron el luctuoso incidente. Al final, los soldados de la Alemania comunista se acercaron a recoger el cuerpo sin vida de Peter entre gritos de «¡¡¡asesinos, asesinos!!!» El suceso provocó un escándalo internacional y pasó a formar parte de los libros de historia.
En los días que siguieron al asesinato, se convocaron en la Alemania Occidental multitud de manifestaciones y actos de protesta. Para los ciudadanos de la Alemania Oriental fue una advertencia de lo que podría ocurrir si alguien lo intentaba de nuevo: los suyos dispararían y, además, no tendrían ayuda de los de enfrente. Aún así 270 personas murieron en el intento y otras muchas fueron a la cárcel.
En el lugar donde murió Fechter, se erigió un monumento en 1990. En 1997 dos antiguos soldados de la RDA fueron juzgados y admitieron haber disparado contra el joven. Fueron condenados a un año de cárcel. Libre es el particular homenaje de Nino a aquella víctima inocente. El tema fue compuesto en 1972 por José Luis Armenteros y Pablo Herreros e incluido en el álbum Mi Tierra (1972).
LIBRE.
Tiene casi veinte años y ya está
cansado de soñar
pero tras la frontera está su hogar,
su mundo y su ciudad.
Piensa que la alambrada sólo es
un trozo de metal,
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.
Libre
como el sol cuando amanece
yo soy libre
como el mar.
Libre
como el ave que escapó de su prisión
y puede al fin volar.
Libre
como el viento que recoge
mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar,
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin la libertad.
Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción,
marchaba tan feliz que no escuchó
la voz que le llamó
y tendido en el suelo se quedó,
sonriendo y sin hablar,
sobre su pecho flores carmesí
brotaban sin cesar.
Libre
como el sol cuando amanece
yo soy libre
como el mar.
Libre
como el ave que escapó de su prisión
y puede al fin volar.
Libre
como el viento que recoge
mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar,
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin la libertad.
Libre
como el sol cuando amanece
yo soy libre
como el mar.
Libre
como el ave que escapó de su prisión
y puede al fin volar.
Libre
como el viento que recoge
mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar,
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin la libertad.
Hubo una época en la que en España nunca se ponía el sol. El Imperio Español fue el primero de la historia en tener dimensiones planetarias. Sin embargo, su desintegración comenzó en la ciudad de Valencia. Pero no en la Valencia europea, sino en la venezolana. Tras la independencia de Estados Unidos (1776) y Haití (1804) le llegó el turno a Venezuela, que hizo su declaración formal de independencia en 1811. Esta declaración en un principio fue más teórica que otra cosa ya que las tropas venezolanas apenas contaban con medios efectivos para derrotar a las tropas realistas, que en la práctica aún mantenían el control de la colonia.
Pero el 28 de mayo de 1814 sucedió algo que iba a trastocar para siempre el transcurso de la historia. En las llanuras de Valencia se disputó un gran choque: la Batalla de Carabobo. En ella las tropas españolas fueron masacradas por los independentistas y el Ejército español quedó tan sumamente diezmado que ya no pudo retrasar por más tiempo lo inevitable. Aquella victoria supuso el nacimiento de una nación. Tanto es así que hoy es muy común oír en los venezolanos: «Valencia, donde nació Venezuela». Valencia es actualmente la capital del industrial Estado Carabobo y también lo fue de la República de Venezuela en el pasado.
Aquella histórica batalla fue la primera ficha en caer de un gran dominó que acabaría dinamitando el Imperio Español. De hecho, tras liberar Venezuela, el libertador Simón Bolívar hizo lo propio con los actuales Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Las cadenas de la opresión se rompían una tras otra, las puertas de la libertad se abrían para Hispanoamérica, la historia estaba a punto de cambiar. Y todo empezó en Valencia. Allí, en sus afueras, se puede visitar hoy Campo de Carabobo, un impresionante monumento a aquella legendaria conflagración erigido en honor a los caídos de ambos bandos que hará las delicias de cualquier turista.
La colonización de Togo comienza con los acuerdos de los jefes locales con Alemania en 1884. Tras la derrota germana en la Primera Guerra Mundial, el país fue repartido entre Francia y Reino Unido. La parte británica se incorporó a Ghana en 1956. En la parte francesa se creó la República Autónoma de Togo en 1957.
Pero en 1960 el país conocido como «La costa de los esclavos» se declaraba independiente. Parecía que la libertad estaba al alcance de la mano pero fue sólo un espejismo. Tras siete años de gobierno civil de Sylvanus Olympio, el coronel Etienne Eyadema derrocaba el gobierno con un golpe y se hacía con todo el poder.
Eyadema instauró un régimen de partido único, asesinó a sus adversarios políticos y controló sucesivos intentos de golpe de estado. Su autocracia comenzó en 1967 y acabó con su muerte en 2005 y fue la más larga de África hasta hoy: 38 años. Los togoleses seguían siendo esclavos. El negrero, ahora, era de dentro, de casa.
El caudillo antes de morir dejó el país en manos de su hijo Faure Gnassingbe, que tomó el mando con el apoyo de los militares y las fronteras y aeropuertos fueron cerrados. La comunidad internacional rechazó el cambio, así que Faure anunció elecciones. Ahora Faure sigue gobernando legitimado por comicios farsa.
Las cifras en Togo son dramáticas: el 39% de las niñas en edad escolar no está matriculado o ha abandonado la escuela. El 38,7% de la población vive bajo la línea internacional de la pobreza de 1,25 dólares por día y el 69,3% bajo la línea de 2 dólares por día. Pobreza, analfabetismo, sufrimiento y falta de identidad nacional.
El idioma oficial es el francés, aunque se hablan otros como kotocoli, kabiye o gbe. Practica el islam, el animismo y el vudú. Tiene una agricultura de subsistencia. Togo no es independiente realmente. Incluso para organizar las elecciones necesita ayuda de la exmetrópolis. La costa de los esclavos sigue soñando con ser libre.
Occidente está en decadencia. Cada día que pasa civilizaciones antioccidentales -como China o el islam- tienen un peso mayor en el escenario global. Para evitar la derrota del mundo libre, la Organización del Tratado del Atántico Norte (OTAN) debe plantearse extender su alianza a regiones a las que nunca antes llegó.
En Latinoamérica, Chile podría ser un aliado estupendo. Es el país más serio de la región, un estado fiable que cumple con sus compromisos y que podría ayudar a vigilar mucho más de cerca el auge de gobiernos antioccidentales como los de Venezuela, Ecuador o Bolivia. Chile podría ser el primero de varios socios en la zona.
En Europa la frontera de la OTAN debe ir desplazándose poco a poco hacia su parte oriental. Austria, Suecia o los Balcanes entran dentro del área de influencia de Occidente y podrían ser el paso previo a incorporar a Finlandia, Ucrania y Georgia, aunque desde luego esto tensaría mucho la cuerda con la Federación Rusa.
En el Oriente Próximo, Israel sería la primera muralla de defensa de la OTAN frente al islamismo. No obstante, no sé si esto pueda entrar en los planes de Dios. Israel está acostumbrado a depender de Yahvé para ganar todas sus guerras y entrar en la alianza podría llevarle a creer (erróneamente) que gana por mano del hombre.
En el Pacífico es necesaria una política de contención hacia amenazas como Indonesia o China. Australia, Nueva Zelanda y Japón podrían ser tres excelentes socios. También Taiwan -aunque eso supondría cruzar la línea roja con China- y Corea del Sur -aunque quizás esto incrementase las ansias nucleares de Corea del Norte-.
La OTAN es la única fuerza capaz de vencer a enemigos como el comunismo, el terrorismo o el islamofascismo. Con los tiranos no valen las concesiones -que entienden como un gesto de debilidad-; el único argumento que comprenden es la fuerza. Y con un Occidente que decae la alianza necesita hacerse mucho más grande.
Por los artículos que escribo, a menudo recibo acusaciones de «fascista», «racista», «xenófobo», «ultraderechista» y cosas por el estilo. Y lo entiendo, porque hoy en día nadar contracorriente, atacar lo hipócritamente correcto conlleva que te cuelguen de forma automática el sambenito de «facha». El problema es que el vocablo «fascista» ha sido desprovisto de su significado original y hoy en día sirve para acusar a todo aquel que no te dé la razón o para definir todo aquello que a uno no le gusta, así que me importa un bledo si me lo llaman. A mí, con todo, me divierte mucho, pues provengo de una familia republicana y socialista y encima mi esposa es negra. Así que cuando dicen que soy de extrema derecha me da la risa.
Algunos lectores me acusan de «chovinista» porque casi siempre escribo acerca de Europa. Esto también me resulta divertido porque es como decir que el literato Gabriel García Márquez es chovinista porque ambienta sus novelas en Latinoamérica. Cojonudo por él. Cada uno escribe de lo que le rota. Yo vivo en Europa y me gusta Europa. Supongo que si viviera en África escribiría cosas de aquel lugar pero ya que vivo en el Viejo Continente, pues hablo acerca de mi entorno más próximo. ¿Que Europa ha escrito las páginas más brillantes de la historia? Pues sí señor. Y las más sangrientas también. ¿Que las naciones europeas tienen una historia impresionante? Pues sí señor. ¿O acaso no ha ido usted a la escuela?
¿Que en Europa se vive mejor que en cualquier otra parte del mundo? Pues sí señor. Y si no, pregúntele a un turco por qué prefiere emigrar a Alemania antes que a Arabia Saudita. O a un marroquí por qué prefiere ir a España antes que a Argelia. A ver qué contestan. En Europa tenemos un alto nivel de vida y de bienestar (no sé si lo tendremos por mucho más tiempo, que pienso que no, pero todavía lo tenemos). En la actualidad en Europa se vive mucho mejor que en cualquier otro continente. Quien no quiera ver la realidad o es idiota o está ciego. Y por más que se empeñen algunos, no todas las culturas son igual de valiosas. Pretender comparar Islandia con Pakistán, como si ambas fueran iguales, es de locos.
Con todo, diré que yo más que «europeo» me siento «occidental». ¿Qué es Occidente? Es una idea. No es un lugar en el mundo, no son unas coordenadas geográficas, es una comunidad de valores. Los valores judeocristianos, grecolatinos y la Revolución Francesa. Eso es Occidente. Yo me siento identificado con eso. Y en consecuencia me siento mil veces más próximo ideológicamente a Canadá o Nueva Zelanda que a Turquía o Bielorrusia, por muy europeas que sean. Y me siento mil veces más cercano a un iraní con mentalidad occidental que a un valenciano que odia ser lo que es. Porque no se trata de nacionalidades. Ni de colores de piel. Se trata de ideas. Y las ideas son el motor que hace mover el mundo.
La civilización occidental nació en Europa, es cierto, pero no es patrimonio exclusivo del Viejo Continente. Ahí están los Estados Unidos de América por ejemplo. O Australia. O cada día más Corea del Sur. Cualquier nación del mundo puede ser occidental, así esté en el Oriente del planeta. Porque ser occidental no tiene nada que ver con ser europeo, ni de raza blanca ni con vivir en el Oeste del mundo. Tiene que ver con una mentalidad. Tiene que ver con la defensa de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Con dar el poder al pueblo. Con el legado de Atenas, Roma, Israel y Francia. Yo animo a todos los pueblos del mundo a que abracen la cultura occidental porque no existe ninguna otra que sea mejor.
Puede que el fascismo, el nazismo o el comunismo nacieran en el Occidente geográfico, pero desde luego eran radicalmente antiooccidentales porque chocaban de lleno con el espíritu libertario de la Revolución Francesa. Yo no voy a negar que en Occidente se han escrito muchas páginas bochornosas de la historia. O que nuestro estilo de vida adolezca de fallas dignas de sonrojo. Pero aún así, la civilización occidental es, con todos sus defectos, que los tiene y muchos, la mejor del mundo. Pero con muchísima diferencia. Yo no creo en razas superiores pero sí en civilizaciones superiores. Y desde luego una nación donde una mujer puede conducir un coche es mejor que una donde si comete adulterio la lapidan hasta morir.
Sin ánimo de menosprecio, y aún reconociendo que todas las culturas son fascinantes y que de todas ellas sin excepción se puede aprender algo valioso (aun de la más atrasada), yo no me escondo: creo en la incontestable y aplastante superioridad de la civilización occidental. Como mentalidad, como comunidad de valores. Es mejor que cualquier otra. Y si alguien no se lo cree, pues que compare la nómina de Premios Nobel de los países occidentales con la de los que no lo son. La mentalidad occidental es la que mejor funciona en el mundo, la que ha traído más progreso, más prosperidad y más libertad. Lástima que hayan tantos occidentales a los que les han lavado el cerebro para odiarse a sí mismos y a lo que son.
Acto: Conferencia «La lepra catalanista en los reinos de la antigua Corona de Aragón».
Día: 8 de octubre de 2011 a las 17:00 horas.
Lugar: Grup d’Acció Valencianista en C\ Pintor Gisbert 17 baix. Valencia (Reino de Valencia).
Entrada: gratuita.
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En 1945 nació Corea del Norte de la mano del dictador comunista Kim Il Sung, considerado padre de la nación y presidente eterno del país. A su muerte en 1994, le sucedió en el cargo su hijo, Kim Jong-Il, otro kafkiano autócrata que exige ser venerado como un dios y que juega con su pueblo como si de marionetas se tratase.
En la escuela a los niños se les educa como a autómatas para adorar al querido líder. La verdad oficial dice que Kim Jong-Il ha escrito 18.000 libros, diseñado ciudades, construído sistemas hidráulicos, inventado programas informáticos y logrado la bomba atómica, entre otros prodigios. Y ¡ay de quién lo ponga en duda!
La Guerra de Corea es el trauma nacional: en 1950 los norcoreanos atacaron a sus vecinos del sur, y estos apoyados por Estados Unidos iniciaron una contraofensiva que llegó a conquistar 9/10 partes del país. Pero China entró en juego con dos millones de soldados y forzó a Corea del Sur a volver a las fronteras de antes de la guerra.
En 1953 se firmó un armisticio (por lo que ambos ejércitos siguen en guerra, al menos en teoría). La televisión es alienante, el país vive en un estado de excepción permanente, siempre en lucha frente a un enemigo invisible. Se inocula a la población la paranoia de una invasión inminente. Todo está orientado a la defensa.
Corea del Norte posee el cuarto ejército del mundo en número de efectivos y es el primero en relación al PIB (destina el 25% del presupuesto nacional). Tiene un potente arsenal nuclear. Mientras, la población vive con cortes de luz y falta de agua caliente suficiente y hasta ha sufrido hambrunas que costaron millones de vidas.
Es el país del mundo que más duramente persigue a los cristianos. Orar dentro de tu casa es motivo suficiente para ser fusilado tú y tu familia. La gente camina por la calle con una mirada triste. Cualquiera puede ser denunciado por su vecino, y eso comporta trabajos forzados en el gulag. Es la última frontera de la Guerra Fría.
Soy rojo. Vengo de una familia de izquierdas. Mi abuelo, Salvador Ferrer Esteve, combatió en la Guerra Civil (1936-1939) en el bando republicano. Él era un buen hombre que luchó en defensa de la libertad. Sé bien que la izquierda ejecutó a muchas personas inocentes. Pero mi abuelo no era de los de gatillo fácil. De hecho, salvó a mucha gente de derechas de ser fusilada a manos del ejército rojo.
Uno de ellos era un rico hombre de negocios de Alzira. Tenía una empresa de camiones de transporte. Los republicanos querían matarlo por ser de derechas, pero mi abuelo les dijo que no lo hicieran, porque al fin y al cabo daba empleo a muchos trabajadores. Gracias a mi abuelo, aquel empresario salvó el cuello. Pero un tiempo después se giró la tortilla y el ejército fascista acabó venciendo la guerra.
Al acabar la contienda la familia recomendó a mi abuelo que se fugara a Alicante o a Argentina para evitar represalias. Pero él se negó a hacerlo porque la radio repetía sin cesar que quienes no tuviesen las manos manchadas de sangre inocente no tenían que temer. Y él tenía la conciencia muy tranquila de todo cuanto hizo. Incluso había salvado la vida de varios fachas. Así que ¿quién querría matarle?
Pero mi abuelo estaba afiliado a la CNT. No era activista ni participaba en política ni nada. Sólo tenía un carné de afiliado. Eso es todo. Así es que fueron a por él y lo detuvieron. Mi abuela fue a suplicar a aquel empresario que hablara con el gobierno para que salvara al hombre que antes le había salvado a él. Pero no quiso. Se limitó a decir que nada podía hacer y ni siquiera lo intentó. No movió un dedo.
Ferrer fue encarcelado, torturado, le arrancaron la piel a tiras, fue fusilado y arrojado a una fosa común. Y todo por un carné. Tenía 33 años. Los fascistas enviaron por correo a la viuda un paquete con los restos de su camisa hecha harapos manchada de sangre y de piel. Aquel empresario no sólo no ayudó a mi abuelo. Tampoco auxilió a su viuda e hijos, aunque hacía mucho dinero con el estraperlo.
No cuento todo esto para hacerme la víctima. He perdonado a aquel hombre. Si yo, que soy de izquierdas, no quiero para mí ni para los míos semejante injusticia ¿por qué debería desear el sufrimiento que padeció mi abuelo a los disidentes cubanos o chinos? No tengo inconveniente en condenar la dictadura de Cuba, Venezuela o China. Porque soy demócrata. Y porque soy cristiano por encima de todo.
Confieso que me gustaría mucho que hubiera más gente de derechas que fuese capaz de condenar el franquismo o el pinochetismo. Pero cada uno es dueño de sus silencios. Todo el mundo tiene derecho a tener la ideología que guste. Pero si piensa que una persona merece ser torturada y asesinada sólo por no tener sus mismas ideas políticas entonces ¿que diferencia hay entre un terrorista de ETA y usted?
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