El caso de Hong Kong es fascinante. Pertenece a China desde el siglo III A.C. pero durante el siglo XIX y XX fue una colonia británica (ocupada por Japón entre 1941 y 1945). Los británicos forjaron la actual identidad hongkonesa, fuertemente basada en la democracia, el capitalismo, el total respeto a la propiedad privada y el liberalismo económico.
En el año 1997 Reino Unido devolvió Hong Kong a China, que trató de ganarse su favor con la política de «un país, dos sistemas». Así Pekín se encargaría de la defensa y la política exterior, mientras que Hong Kong mantiene su propio sistema legal, fuerza de seguridad pública, sistema monetario, política aduanera y política de inmigración entre otras.
El autogobierno de la Región Administrativa Especial de Hong Kong es muy grande. Por ejemplo, los hongkoneses tienen su propio pasaporte diferente del chino, su selección participa en los Juegos Olímpicos separada de la de China, incluso tiene su propia liga de fútbol, donde los jugadores hongkoneses y chinos participan con nacionalidades distintas.
Los hongkoneses, no obstante, se sienten agraviados ya que viven bajo la dictadura china. Aunque hay elecciones, en la práctica el gobernador local es un títere puesto a dedo desde Pekín. Cada vez más jóvenes universitarios protestan en las calles en favor de una democracia real, y la negativa china hace que el independentismo crezca en la región.
El pueblo sufre además un grave problema de sustitución lingüística ya que habla el idioma cantonés pero las autoridades chinas lo consideran un simple dialecto del mandarín y quieren hacerlo desaparecer. Frente a la política atea de Pekín, en Hong Kong hay libertad religiosa y sus ciudadanos practican el confucianismo, el cristianismo, el islam…
Hong Kong está masificado con siete millones de habitantes. Sus rascacielos, sobre todo por la noche, son de película. Si se independizara pasaría a ser uno de los estados más ricos del mundo (es la capital económica de China y la segunda bolsa de Asia, tras Tokio), pero también uno de los más superpoblados de la Tierra. Hong Kong tiene sed de libertad.
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