Sicilia: la isla mafiosa.

Junto a la bota italiana, y bañada por las aguas de tres mares -el Tirreno, el Jónico y el Mediterráneo- encontramos la hermosa isla de Sicilia. Por aquí han pasado mil y un pueblos: griegos, cartagineses, romanos, árabes, bizantinos, normandos, aragoneses, angevinos, españoles… Es una joya muy cotizada que pertenece a Italia desde el año 1861.

Los sicilianos viven de espaldas al mar. Se replegaron hacia el interior huyendo de los invasores y se volvieron hoscos. En Sicilia, como en Cerdeña o Nápoles, surgieron clanes para regular la vida diaria frente a una administración siempre extranjera. Con el tiempo estos clanes devinieron en organizaciones criminales que controlan la droga y el juego.

La mafia está absolutamente incrustada en la sociedad siciliana y nadie ha podido acabar con ella en siglos. Los capos forman parte de la alta sociedad y los jueces que no son sobornados suelen acabar muertos. La Cosa Nostra nació aquí y, a través de la emigración, extendió sus ramificaciones a Estados Unidos, como vemos en El Padrino.

Sicilia es la mayor isla del Mediterráneo. También es la región más grande de Italia y una de las más pobladas, con cinco millones de almas. Y pese a ello es una de las más marginadas por el Estado: es una tierra pobre donde los jóvenes no tienen otra que emigrar. Pese a ello sufre una presión migratoria procedente de África absolutamente brutal.

La lengua siciliana fue denigrada en el pasado a la condición de vulgar dialecto del italiano. Pero desde 2011 se vuelve a enseñar en las escuelas la lengua propia, muy estigmatizada incluso por los propios sicilianos. Algunos hijos ilustres de esta tierra son los autores Luigi Pirandello y Salvatore Quasimodo o el arquitecto Giovanni Battista Vaccarini.

El volcán Etna es el mayor de Europa y de vez en cuando da algún que otro disgusto. Pero si el fuego trae muerte, también puede albergar vida. Junto al volcán mismo vemos naranjos, limoneros, almendros, olivos, viñedos y huertas. Retratada en los films de Visconti y Rossellini, Sicilia es una isla de gran belleza donde el tiempo transcurre lento.

Cerdeña: la isla de las seis lenguas.

La historia de Cerdeña es la de una isla preciosa que ha ido pasando de mano en mano con el paso de los siglos. Tras la desintegración del Imperio Romano una legión de pueblos la han ocupado: vándalos, godos, bizantinos, sarracenos, genoveses, pisanos, pontificios, aragoneses, españoles, austríacos y finalmente los italianos desde el año 1861.

Las constantes invasiones han forjado una particular idiosincrasia sarda. Primero, la población se ha refugiado en el interior y alejado de la costa (para evitar ataques piratas). Y segundo, el sardo, como el siciliano, tiende a desconfiar del Estado -siempre una potencia extranjera- y a autorregular la convivencia mediante acuerdos entre las familias.

Cerdeña es la tercera región más grande de Italia y a la vez la tercera menos densamente poblada. La economía es bastante pobre, basada sobre todo en servicios y agricultura, y el abandono se nota en la falta de infraestructuras de una tierra dejada de la mano del Estado. Escasea el empleo, los viejos se quedan, los jóvenes emigran y el nacionalismo crece.

Cerdeña es la isla de las seis lenguas. El sardo se habla en casi toda la ínsula; es una lengua muy conservadora, la más parecida al latín. Históricamente fue menospreciada hasta considerarla un mero dialecto del italiano, que goza de todos los privilegios en Cerdeña. Pero recientemente ha sido reconocida como lengua propia y se busca su promoción.

Los otros cuatro idiomas se hablan en zonas muy concretas y son testimonio del papel de Cerdeña como encrucijada de caminos en la historia. Al norte el sasarés y el gallurés, ambos emparentados con el corso. En L’Alguer, el alguerés (que se parece bastante al catalán). Y finalmente el ligur tabarquino, en las diminutas islas de Sant’Antiòccu y San Pé.

Parece que el tiempo se hubiera detenido en aquella tierra. Todo allí tiene sabor añejo. Hasta su curiosa bandera: una cruz de San Jorge con las cabezas de cuatro reyes moros muertos en la Batalla de Alcoraz, en 1096, cerca de Huesca, que acabó con victoria cristiana. Esta flámula fue otorgada a la isla por la Corona de Aragón, a la que perteneció por siglos.

Carelia: la Cachemira europea.

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Carelia es un área geográfica repartida entre Finlandia (regiones de Carelia del Norte y Carelia del Sur) y Rusia (República de Carelia (donde se encuentra, con mucha diferencia, la mayor parte de esta patria) y Oblast de Leningrado). Es una de las tierras más disputadas de todo el mundo. Algo así como la Cachemira europea.

Su historia es un continuo mover de fronteras. Suecia y la República de Nóvgorod lucharon por Carelia y por Ingria en el siglo XIII. El Tratado de Nöteborg en 1323 dividió Carelia entre las dos potencias. En el Tratado de Stolbovo de 1617 Suecia se hizo con la mayor parte de la Carelia rusa y miles de carelianos emigraron a Rusia.

El Tratado de Nystad de 1721 entre Rusia y Suecia concedió la mayor parte de Carelia a Rusia. En la Guerra de los Sombreros (1741-1743) los rusos se hicieron con casi toda Carelia. Tras la Guerra de Finlandia (1808-1809), Rusia le arrebató a Suecia Finlandia y luego incorporó la Carelia a Finlandia, que era territorio ruso.

En 1917 Finlandia se independizó de Rusia y la frontera se confirmó mediante el Tratado de Tartu de 1920. Tras el final de la Guerra Civil Rusa (1917-1923) y el establecimiento de la Unión Soviética en 1922, la Carelia oriental se convirtió en la República Autónoma Carelia en 1923 dentro de Rusia, que era parte de la Unión Soviética.

Tras la Guerra de Invierno (1939-1940), la Unión Soviética se anexionó casi toda la Carelia finesa. 400.000 huyeron. Finlandia recuperó la Carelia rusa por tres años (1941-1944) en la Guerra de Continuación. Al acabar la Segunda Guerra Mundial en 1945, casi toda Carelia era soviética. Desde 1991 es de la Federación Rusa.

Políticamente hablando los carelianos son rusos y culturalmente fineses. De hecho, el idioma careliano es similar al finés. Además de los dos citados, hablan también ruso y sueco. Moscú y Helsinki se lo disputan pero al pueblo careliano le haría feliz reunificar sus tierras y gozar de un estado independiente donde vivir en paz.

Finlandia: la buena educación.

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Hace menos de cien años era uno de los países más atrasados de Europa. Hoy Finlandia es uno de los líderes mundiales en competitividad, innovación, democracia, transparencia, poca corrupción, derechos sociales, renta per cápita y bienestar. Todo gracias a la apuesta que hizo por la educación en la década de 1960.

Su sistema educativo está considerado el mejor del mundo. Existe una enseñanza pública (99% de centros lo es), gratuita y de calidad hasta la Universidad. Los profesores están altamente preparados y su profesión es muy respetada por la sociedad. Se fomentan los idiomas, se enseña a los alumnos no a memorizar sino a pensar.

Finlandia era sólo un conglomerado de tribus cuando ya existía el Estado Sueco. Fue dominada por Suecia del siglo XIII a 1809, año en que pasó a manos rusas hasta su independencia en 1917. Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) alemanes y soviéticos la atacaron. Finlandia cedió parte de Carelia a la Unión Soviética.

En 1863 el finés fue oficializado junto al sueco. Durante siglos, la administración de justicia y la escuela empleaban lenguas extranjeras. El finés es un idioma muy extraño, emparentado con estonio, húngaro y demás lenguas ugrofinesas (careliano, lapón…). Abundan las palabras muy largas, con muchas diéresis y vocales.

A menudo, Finlandia es considerada parte de Escandinavia. Esto es un error, nada tiene que ver con su cultura (el finés y el sueco por ejemplo son tan distintos como el español y el ruso). Su rico folclore está experimentando un renacimiento en los últimos años. Es una tierra de grandes deportistas, como el atleta Paavo Nurmi.

Suomi o Finlandia quiere decir «el país de los lagos». Gracias a sus 205.000 lagos, el clima es frío pero menos severo que en Suecia o Rusia. Es un país casi virgen, con un 70% de su territorio cubierto por bosques. El 90% de la pequeña población de la república finesa es luterana. Es una nación feliz, todo un ejemplo para el mundo.

Åland: un archipiélago singular.

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Åland es un pequeño archipiélago finés  en el Mar Báltico, justo en la frontera con Suecia. Estas islas fueron pobladas en la Edad Media por los vikingos suecos. Formaron parte de ese país por siglos (en un tiempo en el que también Finlandia pertenecía al reino sueco). Es por ello que su población es de lengua y cultura sueca.

Åland, junto con Finlandia, fue anexionada por Rusia. Una vez independizada Finlandia de Rusia (1917), los alandeses pidieron ser anexionados a Suecia, que invadió las islas pero las abandonó a loas dos semanas. Entonces las invadió Alemania hasta 1919, año en que se produce la definitiva ocupación por parte finesa.

En 1920 Finlandia garantizó la autonomía pero no la secesión. La Sociedad de Naciones reconoció la soberanía finesa sobre Åland siempre y cuando Finlandia mantuviera su caracter desmilitarizado y de libre comercio (desde 1854, por la Guerra de Crimea (1853-56)) y garantizase autonomía política, lingüística y cultural.

Así, Åland tiene su propio gobierno y parlamento, competencias totales en políticas internas, emite sellos, tiene su dominio de internet .ax y es una sociedad muy próspera. Además, necesitas vivir cinco años allí y dominar el sueco si quieres tener bienes muebles, inmuebles, negocios o prestar servicios sin restricción alguna.

Tiene un jugoso régimen fiscal que no paga IVA ni aplica la política fiscal europea. No pocos suecos, fineses y estonios se suben a un barco para ir a Åland y comprar alcohol libre de impuestos. La libre circulación de mercancias propia de la Unión Europea (UE) no se aplica allí, al ser incompatible con sus privilegios fiscales.

El único idioma oficial es el sueco, hablado como lengua materna por el 93,5 % de la población, unos 27.000 habitantes, de los cuales el 90 % vive en Fasta Åland, la ínsula principal de los 6.700 islas, islotes y escollos que conforman el país. Algunos locales quisieran ser suecos, otros independientes y otros están satisfechos como están.

https://www.youtube.com/watch?v=iQpDuCcKc08

Suecia: el Estado del bienestar.

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En el corazón mismo de la fría Escandinavia encontramos a Suecia; una patria casi tan grande como España pero con menos población que Portugal. Es una sociedad progresista, próspera, pacífica, culta e igualitaria, uno de los países más avanzados del mundo y el paradigma nórdico: gente muy blanca, rubia y de ojos azules.

La Suecia vikinga se unifica en torno al año 1000. Esta nación se fusionó con Dinamarca y Noruega en la Unión de Kalmar (1397-1523) pero los nobles suecos promovieron la secesión. Luego Suecia le arrebató tierras a Dinamarca, en 1809 Suecia entregó a Rusia Finlandia y Åland y en 1905 Noruega se independizó de Suecia.

Suecia pasó de la miseria y la emigración en el siglo XIX a ser riquísima en el XX. Es además el máximo exponente del modelo escandinavo: una sociedad que soporta a gusto la mayor presión fiscal del mundo -junto con Dinamarca- gracias a lo cual se garantiza un generoso estado del bienestar, así como los derechos sociales.

Iglesia y Corona van de la mano. Olaf Skötkonung fue el primer rey cristiano allá por el siglo X. Hoy el monarca es jefe de la Iglesia Luterana. El 85% de suecos son luteranos nominales y sólo un 4% asiste a los cultos.  Alfred Nobel, Ingmar Bergman, Carl Von Linné o Anders Celsius son ejemplos de la cultura nacional.

Además del sueco se hablan otras lenguas locales. La principal minoría étnica es el pueblo saami o lapón, que ha sufrido expolio de tierras, matrimonio interracial, prohibición de la lengua propia y anulación de la cultura tradicional. El Estado Sueco, en su política eugenésica, esterilizó a unos 230.000 saami entre 1934 y 1996.

En los últimos años Suecia se ha adaptado a los extranjeros en lugar de exigir lo contrario y promovido el feminismo. El resultado: guettos de inadaptados y un 75% de matrimonios que se separa antes de cuatro años. Son los frutos morales de tantísimas décadas de buenismo y multiculturalidad. Es el suicidio de una gran nación.

Dinamarca: el imperio escandinavo.

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A orillas del frío Báltico, en la península de Jutlandia, se encuentra el más poderoso de los estados escandinavos: Dinamarca. Es una nación pequeña y olvidada pero con una gran historia, una superpotencia medieval hoy venida a menos, una sociedad muy celosa de su autogobierno, una especie de catalanes del norte.

En 960 el pueblo danés se convirtió al cristianismo de la mano del rey Harald. Dinamarca es hoy una monarquía parlamentaria y el rey debe ser miembro de la Iglesia Luterana. El 90% de daneses es luterano, al menos nominalmente. La economía nacional es muy productiva y diversificada y goza de una alta renta per cápita.

En 1397 la reina Margarita I de Dinamarca impulsó la Unión de Kalmar: una fusión de tres reinos, Dinamarca, Noruega y Suecia, que en aquella época incluían Groenlandia, Islandia y Feroe (pertenecientes a Noruega) y Finlandia (Suecia). En 1523 Suecia se separó de Dinamarca dando inicio a 300 años de guerras entre ambos.

En 1720 hubo una unión danesa-noruega pero en 1815 Suecia le quitó Noruega. En el siglo XIX Prusia le arrebató a los daneses la mitad de Schleswig y todo Holstein (hoy son de Alemania). Actualmente, Copenhague aún dispone de dos colonias -Islas Feroe y Groenlandia-, pero lo más probable es que las pierda en el futuro.

El idioma nacional es el danés, aunque también se habla el bornholmo (en la isla de Bornholm), el feroés (en Feroe) y el kalaallisut (en Groenlandia). Danés, bornholmo, feroés, islandés, noruego y sueco pertenecen a una misma familia de lenguas, por lo cual sus hablantes se entienden sin problemas los unos con los otros.

El país posee una rica cultura y un gran patrimonio con intelectuales como Niels Bohr, Hans Christian Andersen o Søren Kierkegaard. Los daneses son patriotas, amantes de su cultura y tradiciones y orgullosos de su historia. Este reino es uno de los pueblos más avanzados, felices y menos corruptos del mundo entero.

Malta: la perla del Mediterráneo.

© CE/EC Flag of Malta 6/12/2003

Malta es la perla del Mediterráneo. Seis pequeñas islas, de las cuales sólo tres habitadas (Malta, Gozo y Comino). 316 km2 y 400.000 almas, un paraíso en medio de aguas cristalinas que atrae cada año un turismo de calidad y selectivo. No tiene ríos, lagos o montañas, así que los malteses deben potabilizar el agua marina.

Imperios han ido y venido, pero Malta ha permanecido. El pueblo maltés es una mezcla étnica de fenicios, árabes, italianos e ingleses, colonos todos ellos que han dejado su impronta en las islas. Esta nación es pequeña en tamaño pero grande en historia, debido a su valiosa situación estratégica a medio camino entre Italia y Libia.

Inglés y maltés son idiomas oficiales y la población es bilingüe. El pueblo combina la cultura inglesa con el carácter mediterráneo. La lengua propia es el maltés,  idioma semita derivado del árabe con muchos préstamos italianos e ingleses. Es una lengua literaria desde el siglo XIX puesto que antes aún era eminentemente oral.

El 98% de los malteses es católico. La Constitución destaca la importancia del catolicismo en este estado confesional aunque se garantiza la libertad religiosa. La Iglesia Catóĺica es la dueña del 50% de propiedades agrícolas del país, donde por cierto no existe el divorcio.  Es también la nación con más templos por m2 del mundo.

La nación da nombre a una orden militar y religiosa que en la Edad Media cuidaba de los enfermos que iban a combatir a las Cruzadas. La Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, más conocida como Orden de Malta, es el único estado soberano del mundo sin suelo patrio.

En 1798 la Orden de Malta se rindió ante el emperador francés Napoleón Bonaparte sin ofrecer resistencia. El dominio galo duró dos años. En 1814 Reino Unido se apoderó de las islas y su colonialismo duró por más de 150 años, hasta que la república se independizó en 1974. Ingresó en la Unión Europea (UE) en 2004.

República Turca del Norte de Chipre: una ocupación vergonzante.

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La isla de Chipre es muy pequeña pero está dividida en dos mitades: al norte, la República Turca del Norte de Chipre, y al sur, la República de Chipre. La primera es un estado de facto reconocido únicamente por Turquía. La segunda  reivindica como propia esa mitad septentrional, y denuncia una ocupación militar ilegal turca.

El año 1974 es clave en el conflicto. Grecia propició un golpe de estado en Chipre contra el presidente Makarios y Turquía usó este pretexto para mandar 40.000 soldados y consolidar una administración provisional turca en Chipre, que ya había sido establecida en 1967. Los turcos conquistaron el 37% del territorio de la isla.

Ankara trajo consigo 10.000 colonos procedentes de Anatolia que se sumaban a los 100.000 turcochipriotas locales. La Junta Militar griega cayó a los pocos días pero Turquía siguió allá y su presencia temporal pasó a ser permanente. Turquía contravino todos los acuerdos internacionales y las resoluciones de Naciones Unidas.

Hoy no llega a mil grecochipriotas en el norte (antes de 1974 eran más de 200.000). Les quitaron las casas y se las dieron a sus colonos. El objetivo es que haya dos turcos por cada griego en la isla. Los grecochipriotas sufren racismo en el norte, donde ya hay más colonos turcos que turcochipriotas autóctonos de la región.

Se está borrando el patrimonio cultural grecochipriota para que no quede nada. Las iglesias han sufrido pillajes o convertidas en establos o mezquitas. Los colonos trajeron usos y costumbres extrañas. A nivel lingüístico, la lengua turcochipriota tiene muchas incorporaciones grecochipriotas pero es sustituida por turco puro y duro.

En 2004 se celebró un referéndum sobre la unificación de la isla. La parte turca lo aceptó pero la griega lo rechazó porque no garantizada el retorno de los 200.000 desplazados grecochipriotas, ni el desalojo de los colonos y se reducía, pero no acababa, con la presencia militar turca. La República Unificada Chipriota deberá esperar.

Chipre: una isla dividida.

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Agradecimientos a Pau Garriga (Vinaròs).

Desde 1974 la pequeña isla de Chipre está dividida en dos mitades: al norte, la República Turca del Norte de Chipre y al sur, la República de Chipre. En la mitad septentrional -ocupada militarmente por Turquía- hay musulmanes suníes turcoparlantes y en el sur -la parte libre- cristianos ortodoxos de lengua y cultura griega.

Esta isla mediterránea es pequeña en tamaño pero crucial para la historia de la humanidad. Por allí han pasado fenicios, asirios, persas, macedonios, bizantinos, ingleses,  venecianos, turcos… Pese a tantos invasores, ha conservado sus raíces helenas. Es una encrucijada de culturas, a medio camino entre Europa, Asia y África.

En 1925 Chipre fue colonizado por los británicos que usaron a los turcochipriotas como un obstáculo para la autodeterminación de Chipre (antes había tolerancia religiosa y vivían unidos). En 1960 el país se independizó del Reino Unido. Desde hace centurias y hasta hoy, Grecia y Turquía miden sus fuerzas por controlar la isla.

La Constitución prohíbe la unión con otro país o la partición de la isla, pero lo segundo es un hecho desde 1974 porque un 37% del país está bajo ocupación militar turca, una especie el Muro de Berlín del Sur. Así, la República de Chipre -la parte meridional libre- abarca toda la ínsula en teoría pero sólo la mitad en la práctica.

El grecochipriota se considera el más puro y antiguo de los dialectos del griego (casi ininteligible para un ateniense, por cierto). Algunos sueñan con la enosis o anexión a Grecia, pero en el norte miran a Ankara. Los sureños reivindican unir la ínsula y acabar con la ilegal ocupación turca y con las bases militares inglesas del sur.

La reunificación es cuestión de tiempo. Sobre todo desde que la parte sur ingresó en 2004 en la Unión Europea (UE) y desde que se ha descubierto en aguas del Mediterráneo, entre Chipre e Israel, un gigantesco yacimiento de petróleo y gas que podría convertir a ambos estados en dos de los mayores exportadores del mundo.

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