Quinientos años de Reforma Protestante.

Hace cinco siglos un monje llamado Martín Lutero clavó en la puerta de la Iglesia de Wittenberg 95 tesis que iban a causar un auténtico terremoto teológico. En esencia se rechazaba la venta de indulgencias; se entendía que la cristiandad no necesitaba de una institución; que los bienes de la Iglesia deben repartirse entre los fieles; que la salvación es por fe y no por obras; se aceptaban tres sacramentos: bautismo, comunión y penitencia; los hombres de fe podían leer e interpretar los Evangelios sin intermediarios humanos y la verdadera autoridad en la fe estaba en las Sagradas Escrituras. Las cinco solas (sola scriptura; sola fide; sola gratia; solus Christus y Soli Deo gloria) resumen las creencias fundamentales de los reformadores frente a la doctrina católica.

La Reforma Protestante supuso volver al cristianismo primitivo de la Iglesia original, al que practicaban Jesucristo y los apóstoles. Volver a guiarse por lo que dice la Palabra de Dios, que es la Santa Biblia, y no por dudosas tradiciones humanas; a adorar en espíritu y en verdad en lugar de rendir culto a las estatuas; a bautizar a los creyentes adultos -siguiendo el ejemplo de Jesús- y no a bebés sin ningún uso de razón; a traducir las Escrituras en lugar de quemarlas en las hogueras; a hacer el culto en la lengua del pueblo llano en lugar de oficiar la misa en latín; a promover principios y valores en vez de ceremonias y rituales; a tener a Cristo como cabeza visible de la Iglesia y no al Papa; a entender por fin que la única Iglesia verdadera es la que realmente obedece a Nuestro Señor.

El legado de la Reforma va más allá de lo religioso. El énfasis en que la población pudiera leer la Biblia favoreció su alfabetización; el interés por la investigación y por la ciencia surgió a partir de leer los textos sacros; el considerar el robo y la mentira como pecados muy graves y no como meros pecados veniales atajó la corrupción; se fomentó la ética en el trabajo y el derecho de la propiedad privada, la democracia liberal, el capitalismo, la separación de iglesia y estado, la libertad religiosa y el imperio de la ley por el que todos somos considerados iguales. La Revolución Americana -que dio inicio al mundo moderno- estuvo claramente inspirada por los valores puritanos y las naciones protestantes se convirtieron en ejemplo admirable de progreso, prosperidad y libertad.

La Reforma iba a causar un cisma que dividiría el Occidente en protestantes y católicos aunque la verdadera intención de Lutero nunca fue la de crear una nueva iglesia sino la de reformar la que ya existía. Pero la rotunda negativa de los papas lo hizo imposible. Y mientras que la Reforma triunfó en América y Europa del Norte, la Contrarreforma abanderada por el emperador Felipe II y la Inquisición española apagó prematuramente la luz del Evangelio e hizo que nos quedáramos en esa mitad del mundo condenada a la dictadura, la pobreza y el atraso. Hoy vivimos la mayor Reforma religiosa de los últimos siglos: la del ateísmo. Ante una juventud que vive sin Dios, debemos volver a nuestras raíces y predicar la sanadoctrina. Reevangelizar Europa resulta hoy más urgente que nunca.

¿Qué es el bautismo del Espíritu Santo y cómo se recibe?

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La palabra «bautizo» viene de la palabra griega «baptizo» que significa inmersión. Así, el «bautizo en Espiritu Santo» es la sumersión o inmersión bajo el poder del Espiritu Santo. Éste es uno de los temas que más controversia suscita en la Iglesia. Existen básicamente dos posiciones. La primera es que somos bautizados por el Espíritu Santo al convertirnos a Cristo (generalmente en ese preciso instante aunque pudiera ser en algún momento posterior), que todos los cristianos hemos sido bautizados por el Espíritu  Santo y que a lo largo de nuestras vidas, en ocasiones, podemos llegar a llenarnos del Espíritu, que nos confiere un especial poder.

La segunda la defienden muchos pentecostales y carismáticos, que entienden que el «bautismo del Espíritu Santo» es una experiencia distinta a la salvación inicial que recibimos en el momento de convertirnos a Jesucristo. Sería una segunda experiencia que daría a una persona un mayor poder espiritual y que esto va acompañado de una señal que es el don de lenguas. Creen que el bautismo por el Espíritu Santo y la llenura del Espíritu Santo es lo mismo. Algunos llegan incluso a sostener que todo cristiano debe hablar en lenguas y que si esto no ocurre es porque no fue bautizado por el Espíritu Santo. Esta última afirmación no es bíblica.

Para empezar diremos que la Biblia en ningún momento menciona tal cosa como el «bautismo del Espíritu Santo», sino que más bien habla de ser bautizado por el Espíritu Santo o con el Espíritu Santo. No se trata de un mero matiz lingüístico. Hablar de «bautismo del Espíritu Santo» tiene una connotación equivocada: la de que existe un bautismo aparte, distinto, especial, que sólo algunos cristianos reciben. Éstos serían más espirituales y santos que el resto. Pero, en realidad, hay un solo Espíritu y un solo bautismo (Efesios 4:4-5) y todos aquellos que son cristianos ya han sido bautizados por o con el Espíritu Santo, como podremos  ver.

¿Pero qué dice la Biblia? Juan el Bautista anunció que Jesús vendría y bautizaría con el Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33). En Hechos 1:5, Jesús les recordó las palabras de Juan y dijo a sus discípulos que serían bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días. Los acontecimientos sobrenaturales del día de Pentecostés son el cumplimiento de sus palabras (Hechos 2). Ese día los discípulos fueron llenos del Espíritu (Hechos 2:4). La única otra mención expresa en Hechos (11:16) se refiere a Pentecostés, explicando que Cornelio, el primer convertido gentil, tuvo una experiencia similar.

No obstante, la explicación más clara del bautismo aparece en 1 Corintios 12:13. En este capítulo Pablo está tratando con una situación en la que la Iglesia de Corinto -que era profundamente inmadura y carnal- se estaba dividiendo en camarillas por un debate sobre los dones espirituales. Unos creyentes competían con otros por poseer los mejores dones. El apóstol les instó a no buscar divisiones porque todos eran uno. Para probarlo, Pablo les dijo: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios  12:13).

La palabra clave es «todos». Todos los creyentes han sido bautizados por un mismo Espíritu (no sólo los que que hablan en lenguas). Si todos hemos sido bautizados por el Espíritu, esto debería ocurrir al convertimos a Cristo. Si eres un cristiano nacido de nuevo, ya has nacido del Espíritu Santo (Juan 3:1-8), y el Espíritu Santo te ha sellado (Efesios 1:13-14), lo has recibido (1 Corintios 2:12), mora dentro de ti (1 Corintios 3:16), te ha ungido (1 Juan 2:27), te ha bautizado (1 Corintios 12:13) y ya te ha otorgado uno o varios dones (no necesariamente el de lenguas) que descubrirás cuando crezcas espiritualmente y madures como cristiano.

En resumen, todos los cristianos (cristianos verdaderos, ojo, no cristianos de boquilla) hemos sido bautizados por el Espíritu Santo. El bautismo precisamente lo que hace es que pasamos a formar parte del cuerpo de Cristo, de la Iglesia. ¿Cómo se recibe? Se recibe al convertirnos a Cristo; es decir, cuando creemos genuinamente que Jesús es el Hijo de Dios, que vino al mundo para salvarnos de nuestros pecados, que murió y resucitó al tercer día y lo recibimos como el Señor y Salvador de nuestras vidas. En palabras más sencillas: si eres cristiano entonces has sido bautizado por el Espíritu Santo y si no lo has sido es porque no eres cristiano.

¿Por qué los protestantes rechazan la presencia literal del cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía?

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Pregunta de Josep Lluís Ruano.

Ibi, Reino de Valencia. España.

«26 Mientras comían, tomó Jesús el pan, lo bendijo, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo:

-Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo:

-Bebed de ella todos, 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados. 29 Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre» (Mateo 26:26-29).

La transubstanciación es, según la doctrina católica, el acto sagrado que se produce espiritualmente durante la consagración eucarística de la misa, donde el pan (la oblea) y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo por intercesión divina. Todo ello se basa en los versículos anteriores, que, dicho sea de paso, sirven también a las iglesias ortodoxas para defender «la presencia real» de Cristo en el pan y el vino. Los protestantes, en cambio, entendemos esto de forma figurada.

Si interpretamos de forma literal las palabras de Cristo, entonces debemos aceptar también que, cada vez que participan de la eucaristía, los católicos y ortodoxos se convierten literalmente en caníbales y vampiros y nadie puede decir con la Biblia en la mano que tales prácticas sean agradables a los ojos de Dios. Puestos a ser literalistas, en 1 Corintios 11:25 Cristo dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre». Así pues ¿cuál de las dos es? ¿La copa que es el pacto o el vino que es la sangre?

La transubstanciación parte de una interpretación equivocada de la Santa Biblia. Las palabras de Jesús «esto es mi cuerpo» y «esto es mi sangre» deben ser tomadas simbólicamente. De igual modo que cuando Jesús dijo: «Yo soy el pan» (Juan 6:41), «Yo soy la vid» (Juan 15:5), «Yo soy la puerta»  (Juan 10:7,9), «Yo soy el camino»(Juan 14:6), «Yo soy el buen pastor» (Juan 10:11-12), «Vosotros sois la sal de la tierra» (Mateo 5:13), «Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5:14), etc, etc.

Si hay presencia literal del cuerpo y la sangre de Cristo en la comunión, desde luego el apóstol Pablo no se enteró. En 1 Corintios 11.26 Pablo -después de que haya ocurrido la supuesta metamorfosis- dice: «todas las veces que comáis de este pan y bebáis de esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga». En Corintios 11:26-28 habla por tres veces de «comer el pan» y «beber de la copa». En ningún momento menciona nada de «comer de esta carne» o «beber de esta sangre».

¿Entonces quién tiene la razón? Dejemos que Cristo, quien es Dios, nos desvele el misterio. En Mateo 26:29 después de que Jesús hubiese dicho «esto es mi sangre» se refiere a los contenidos como «fruto de la vid». Si la transubstanciación del vino en la sangre hubiera ocurrido -ya que tanto la Iglesia Católica Romana como las iglesias ortodoxas afirman que ocurrió en ese preciso momento- entonces Jesús nunca se hubiera referido a ella como «fruto de la vid» sino más bien como la «sangre».

Estados Unidos, China y el rey Saúl.

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Siempre me ha llamado la atención la nula presencia del cristianismo en Asia. El cristianismo es, en sus distintas variantes, la fe predominante en América, Europa, África, Oceanía y Antártida. Sin embargo, la huella del Evangelio es realmente marginal en Asia, donde curiosamente se concentra el 55% de la población mundial. De hecho, solamente India y China juntas ya suman más población que todo el resto de continentes juntos, a excepción de Asia. Sin embargo, sabemos que el Evangelio se ha de predicar en todo el mundo y entonces llegará del fin (Mateo 24:14). Asia es la última frontera, el único continente que queda por tomar.

No cabe duda de que Estados Unidos de América es una gran nación y que en los últimos cien años ha hecho más por la expansión del Evangelio que cualquier otra patria: ha enviado misioneros a mil sitios, ha levantado iglesias, ha usado la tecnología para propagar el mensaje de Cristo vía TV satelital… Pero no es menos cierto que en los últimos años se ha ido secularizando más y más, que ha ido tomando decisiones, aprobando leyes y enseñando falsas doctrinas que son un desafío a Yahvé. El antaño temeroso de Dios pueblo norteamericano abandona ahora sus raíces cristianas para vivir la vida a su manera, para darle la espalda al Señor.

El camino contrario lo está andando China. En 1970 había 1.500.000 cristianos en China. Hoy hay 90 millones de creyentes, 60 millones de les cuales son protestantes y el resto católicos. Hoy un tercio de los universitarios chinos cree en Jesús; un tercio de los futuros líderes del país será cristiano. Se calcula que habrá 250 millones de cristianos en China en 2030. Si esto es así, en el futuro China se convertirá en la nación con más cristianos del mundo. En medio del dolor que trae el comunismo, el ateísmo de estado y el neoliberalismo, un pueblo con hambre de Dios que siempre vivió de espaldas a su Creador ahora se vuelve hacia Él.

Yo creo que Yahvé tiene grandes planes para China. Una China cristiana y democrática puede ser la gran herramienta para expandir el Evangelio en el último continente por tomar. Washington y Pekín andan como locos trazando sus estrategias políticas, económicas y militares para ser la gran superpotencia del siglo XXI y no se dan cuenta de que es el Señor quien concede y retira bendiciones. Si Estados Unidos persiste en su desobediencia, Dios lo desechará como hizo en su día con el rey Saúl y utilizará a otros pueblos. Quien sabe si en futuro podamos llegar a decir: «América evangelizó a sus miles y China a sus diez miles».

 

Falacia atea: Todas las experiencias religiosas son falsas.

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Cuando me preguntan por qué creo en Dios, se me viene a la cabeza una catarata de buenos motivos por los que hacerlo. Pero la principal razón es que lo he sentido en mi vida. Sé bien que esto es una experiencia subjetiva, y por tanto discutible. A menudo los ateos dudan acerca de si esa experiencia religiosa es real y aducen que hay testigos de Jehová, mormones o budistas que afirman lo mismo de sus respectivas experiencias. Puede ser, pero yo sólo puedo hablar de lo que yo he sentido.

«¿Cómo puedes saber que esa experiencia que has sentido es real? ¿No puede ser una imaginación o que estés loco?» -me preguntan-. Bueno, considerar que un cristiano nacido de nuevo está loco «por creer en la existencia de seres imaginarios» es insultar la inteligencia de millones de personas en todo el mundo, algunas de ellas de deslumbrante intelecto como el escritor Josh McDowell, el filósofo William Lane Craig o el genetista Francis Collins, entre muchos otros.

Otros ateos, como el autor Richard Dawkins, apelan a la falacia genética; esto es, que si soy cristiano es porque nací en un país cristiano pero si hubiese nacido en India sería hindú. Esto es falso. Yo soy una prueba viva de que no es así porque he nacido en un país católico y crecido en una familia católica y soy protestante. Lo mismo podría haberme ocurrido en India o Pakistán por ejemplo. De hecho, hay pastores evangélicos que se han criado en una familia musulmana o una hindú.

He de aclarar que para mí lo realmente importante no es ser católico, protestante, ortodoxo, judío mesiánico o de alguna otra denominación. Para mí eso son nomenclaturas, apellidos. Lo importante es ser cristiano y ser cristiano es ser discípulo de Cristo, tener la Santa Biblia como la Palabra de Dios y tratar de caminar en la vida rectamente, de acuerdo a lo en ella establecido, aunque en ocasiones sucumbamos a la tentación porque todos somos pecadores, yo el primero.

El Dios de la Biblia es un Dios vivo que ha cambiado radicalmente la vida de millones de personas a lo largo de la historia. Como el apóstol Pablo, que pasó de perseguidor de la iglesia a predicar el Evangelio. Como la hija del dictador Josip Stalin, Svetlana Alilúyeva, quien pese a crecer en un hogar comunista, ateo y anticlerical creía en el Señor. O como yo mismo, un antiguo ateísta que trataba de destruir la fe de los creyentes y que ahora clama al mundo entero que Jesús es el mesías.  

Cuando era ateo el odio era el motor de mi vida y ahora es el amor. Antes discutía mucho con mi madre y ahora mis relaciones familiares están restablecidas. Pensaba en el suicidio y ahora quiero vivir. Miraba a la gente por encima del hombro y ahora he aprendido a ser más humilde. Y cuando llegan los problemas no me desespero pues los pongo en manos de Jesús. Me siento amado y soy feliz. No digo que a todos los ateos les pase igual. Sólo cuento mi experiencia. Ni más ni menos.

Jesús ha transformado mi vida por completo. No lo cambiaría ni por todo el oro del mundo. Hay ateos que tienen curiosidad y pretenden saber qué se siente. Pero es algo inenarrable. Es como subir al Everest. Por más que te expliquen lo que se siente allá arriba, nunca podrás saberlo salvo que lo escales. No exijas pruebas ni demandes milagros porque si tú realmente buscas al Padre Él se va a manifestar en tu vida, se revelará a ti. Cuando Jesús llame a tu puerta, no endurezcas tu corazón.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: Nuestros antepasados aceptaban los milagros por ignorancia.

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Muchos ateos dicen que nuestros antepasados, que daban por supuesto lo sobrenatural y estaban ansiosos de milagros, atribuían carácter milagroso a sucesos que no lo eran realmente. Así, por ejemplo la lluvia o el trueno no eran vistos como fenómenos naturales sino como milagros de los dioses. Cierto. Pero de igual modo en la actualidad -apunta el autor C.S. Lewis– hay predisposición a excluir lo sobrenatural, a considerar que los milagros simplemente no pueden suceder.

Muchos ateos exigen ver para creer. Pero ver no significa necesariamente creer. De hecho, aunque seas testigo de primera mano de un milagro, siempre podrás negarlo diciendo que no ha ocurrido realmente, que ha sido una alucinación o un sueño. O buscar mil explicaciones alternativas, aunque sean disparatadas o risibles. Así, cuando se asiste a una curación literalmente milagrosa se descarta al Señor y se busca cualquier otra interpretación, aunque ésta sea de chiste. Se llama prejuicio.

Muchos ateos afirman que nuestros antepasados creían en los milagros por la ignorancia. Pero como apunta C.S.Lewis, San José sabía bastante biología como para tener claro que una mujer no puede quedarse embarazada sola, por eso repudia a la Virgen María en primera instancia. Y los apóstoles sabían bastante física como para asustarse al ver a Jesús caminar por encima de las aguas. Sin embargo creyeron, no por ignorancia, sino por ser testigos de un milagro del Dios vivo.

Muchos ateos se cierran en banda a lo sobrenatural. «El hombre moderno siente una aversión casi estética por los milagros. Aun admitiendo que Dios pudiera hacerlos, duda que quisiera. […] En segundo lugar, mucha gente confunde las leyes de la naturaleza con las leyes del pensamiento y cree que anularlas o suspenderlas sería una contradicción en los términos, como si la resurrección de entre los muertos fuera del mismo género que dos y dos son cuatro» -concluye Lewis-.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: Jesús nunca afirmó ser Dios.

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¿Afirmó realmente Jesús ser Dios? ¿No podría ser más bien que hayamos confundido, malinterpretado o tergiversado sus palabras hasta convertirlo en alguien que en realidad Él nunca pretendió ser? Ésta es una duda muy común que tienen no sólo escépticos, quienes lo considerarían o un simple profeta o un impostor, sino también algunas sectas como los Testigos de Jehová, quienes consideran que Jesús es el ángel Miguel. Teniendo en cuenta que la Sociedad Watchtower profetizó el Armagedón para 1914 y que un siglo después aquí seguimos yo no haría mucho caso de lo que diga esta gente pero en cualquier caso siempre es bueno ofrecer respuestas a quienes dudan de la divinidad de Jesús.

Jesús tiene atributos que solamente el Señor puede poseer: es eterno (Isaías 9:11), es santo (Hebreos 7:26, 1 Juan 3:5), omnipotente (Mateo 28:18; Hebreos 1:3), omnisciente (Juan 2:24-25; Colosenses 2:2-3) y hasta omnipresente, pues aún cuando estaba de cuerpo presente en la Tierra, estaba también en el cielo (Juan 3:13).

Jesús ejerce funciones que solamente el Altísimo puede ejercer: es llamado Creador y Sustentador del Universo (Juan 1:3; Colosenses 1:16-17), perdona el pecado (Lucas 1:77), tiene el poder de dar vida (Juan 5.21,26), resucitar muertos (Juan 6:39-40; Juan 11:26), dar vida espiritual a quienes lo reciben como su salvador (Juan 5:24) y ha de ser el juez de todos los hombres (Juan 5.22; 2 Timoteo 4:1).

El Nazareno recibe honores que pertenecen solamente a Dios pues debe recibir la misma honra y adoración que el Padre (Mateo 4:10; Mateo 14:33; Lucas 24:52; Juan 5:22-23).

El Carpintero fue llamado Dios por Juan (Juan 1:1-2), por Pablo (Romanos 9:5), por Tomás (Juan 20:28), por Dios mismo (Hebreos 1:8). Es llamado Hijo de Dios cuarenta veces en las Escrituras (Mateo 8:28-29; Mateo 16:26). También es llamado el Santo (Hechos 3:14) y el Señor de gloria (1 Corintios 2:8). 1 Juan 5:7 dice: «Tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno».

Jesús dijo ser el Señor del sábado (Marcos 2:28), se llamó a sí mismo «YO SOY» (Marcos 14:62 y Lucas 22:66-71), que es el nombre que Yahvé usó para sí mismo en Éxodo 3:14. Jesús dijo que era Él quien enviaba profetas a Israel (Mateo 23:34), se refirió a sí mismo como el cumplimiento de la Escritura (Lucas 14:21; Juan 5:39), y afirmó que rechazarlo era morir en pecado (Juan 8:24).

En Juan 8:51 Jesús dijo que aquellos que guardaran sus palabras nunca verían la  muerte y unos versículos más adelante (Juan 8:58) Él afirmó su propia eternidad. En Juan 10:30 declaró tener la misma naturaleza que el Padre. Él afirmó ser el Señor (Juan 13:13) y el único camino hacia Dios (Juan 14:6). En Juan 14:9, el Galileo dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre».

Jesús también se refirió sí mismo más de ochenta veces como el «Hijo del Hombre» en clara referencia a Daniel 7:13-14 donde habla de alguien de aspecto humano que estaba junto al «Anciano de días» y tenía poder, gloria, reino y dominio eterno. En Marcos 14:60-64, cuando el sumo sacerdote judío interroga a Jesús, éste último confiesa ser ese Hijo de Hombre sentado a la derecha de Dios que vendrá en las nubes del cielo.

Sus discípulos entendieron que Jesús era Dios. Pasajes como Salmos 110:1 se interpretaron a la luz de la ascensión y exaltación de Cristo. En los cultos y fórmulas bautismales se aplicaron a Jesús expresiones veterotestamentarias reservadas para Yahvé. Le rindieron culto y se les reveló que, sin dejar de ser monoteístas, podían atribuir a Jesús la misma majestad y gloria del Padre. Los autores sagrados hablan también de su preexistencia y de que fue mediador de la creación.

Pero es más; sus enemigos también entendieron que Jesús mismo afirmaba ser Dios. Lo entendieron tan claramente que de hecho lo acusaron de blasfemia y lo crucificaron. Hay que recordar que los judíos de su época tenían una intensa cultura religiosa (a diferencia de los occidentales de nuestro tiempo, cuya ignorancia en esta materia es asombrosa) y por lo tanto no hay lugar a confusión.

Hemos probado aquí con algunos versículos bíblicos que Jesús sí afirmó con sus palabras y acciones ser el Todopoderoso. Existen docenas de versículos más que podríamos añadir, pero lo creemos innecesario. Así pues, la idea de que Jesús nunca afirmó ser Dios y que quizás se confundieron, malinterpretaron o tergiversaron sus palabras obedece a un prejuicio de nuestro tiempo, no a la realidad histórica, nacional, social, religiosa y cultural que al Nazareno le tocó vivir.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: Jesús tuvo una oscura vida secreta que nos han ocultado.

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En los tiempos que corren cada vez hay más escépticos que abrigan la idea de que la historia que nos ha llegado de Jesús es falsa. Para ellos el de Belén no habría sido Dios encarnado ni tan siquiera un profeta al uso al estilo de Moisés, Jeremías o cualquier otro. No. Cristo debió tener una oscura vida secreta que nos han ocultado por algún motivo inconfesable. Ésta es una estúpida leyenda urbana que va al alza, muy en la línea de otras conspiranoias tipo el hombre nunca llegó a la Luna, Walt Disney está congelado o Elvis Presley aún sigue vivo.

En los últimos tiempos ha habido toda una avalancha de intelectuales de salón, pseudoinvestigadores y charlatanes varios que han inventado las más disparatadas biografías del Nazareno. Ellos han producido todo un alud de material (libros, revistas, reportajes…) que no sólo ha confundido a muchas personas poco religiosas sino que ha hecho dudar incluso a algunos cristianos poco informados. No hay tertulia radiofónica ni superventas literario que se precie que no hable mal de Cristo. Todos vienen a contarnos la verdadera historia de Jesús.

Para unos Jesús se casó con María Magdalena y tuvieron hijos. Para otros Jesús era gay y el apóstol Juan su novio. Algunos ven en Él al primer comunista de la historia, un revolucionario premarxista. Otros a un extraterrestre procedente de la constelación de Orión que vino con un platillo volante a traer un mensaje de amor de otro mundo. Un día alguien rizará el rizo y dirá: “¡Conozca la verdadera historia de Jesús: el extraterrestre homosexual y comunista que tuvo hijos con María Magdalena!”. Por supuesto todos tienen razón y documentos que lo prueban.

¿Hay algo de cierto en estas historias y otras similares? No. Son todas más falsas que una moneda de tres euros. No hay pruebas ni hay nada. ¿Por qué entonces se hace esto? Porque la figura de Cristo mueve mucha plata y hay muchos escritores y periodistas mediocres que han encontrado una forma rápida de ganar fama y dinero: inventar una historia ficticia de Jesús con morbo y polémica. Lo único que de verdad hay en todo este tipo de literatura basura que tanto se prodiga hoy es que es una blasfemia que sólo sirve para limpiarse el culo en una noche de diarrea.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: La historia de Jesús es el plagio de la de un mítico dios pagano.

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Una de las preguntas más frecuentes que me hacen los lectores es: «¿Es la historia de Cristo un plagio de la de los antiguos dioses paganos?» Hay muchos cristianos que me han escrito alarmados y confundidos, sobre todo a partir del visionado de la película Zeitgeist, un documental independiente de Peter Joseph, muy popular en internet. Si algo debemos aprender los cristianos es que no debemos creer lo primero que nos digan, no sin antes contrastar la información en fuentes fiables para descubrir si aquello que nos cuentan es verdad o una tomadura de pelo.

Este documental afirma que Jesús es un plagio de dioses paganos anteriores. Así, esta bella historia cristiana de un dios hecho hombre nacido de una virgen rodeado de doce discípulos que muere y resucita al tercer día sería un burdo plagio de la de viejos mitos paganos. Jesús sería en realidad una personificación del dios sol y su biografía un cuento astrológico. El filme menciona una larga lista de divinidades y figuras religiosas, todas ellas supuestos redentores de la humanidad con quienes Jesús de Nazareth tendría sospechosamente mucho en común.

¿Qué hay de verdad en lo que dice esta película? Casi todo es falso. Más falso que un billete de tres euros. Más falso que el beso de Judas Iscariote.  Saca cosas de contexto hasta convertirlas en pretextos, maximiza las semejanzas pero oculta las diferencias y hasta se inventa cosas. No voy a entrar en gran profusión de detalles porque basta con consultar cualquier libro de mitología para destapar que todo es mentira. Pero aún así, y para ilustrar lo que digo, no me resisto a citar unos pocos detalles de este pseudodocumental dignos de ser incluidos en la antología del chiste.

De Horus por ejemplo se dice que nació un 25 de diciembre cuando el mes de diciembre no existe en el calendario egipcio. De Attis que «nació de una virgen», pero la madre de Attis, Nana, quedó embarazada tras ponerse en el pecho el pene cortado de Agdistis, el cual cayó de un árbol. De Krishna se dice que murió y resucitó cuando en realidad era una reencarnación del dios Vishnu. De Dionisio se dice que era «el hijo único de Dios» cuando el dios Zeus tuvo decenas de hijos. De Mitra que tenía doce discípulos, lo cual es mentira. Y así, todo lo demás.

El pseudodocumental trata de forzar similitudes entre Jesús y una larga lista de figuras religiosas:  Buda, Quetzacoatl, Prometeo, Odín, Thor, etc. ¿Pero Quetzacoatl, una serpiente emplumada, fue crucificada? ¿Puede ser Buda el «Hijo de Dios» cuando el budismo es una religión sin dioses? ¿Thor, el dios del trueno que empuñaba un martillo de guerra, se parece a Jesús? La delirante lista menciona como salvadores de la humanidad a Balí, un rey cuya cabeza acabó en el infierno hindú o al demonio Baal. O sea, mentiras, medias verdades y muchos delirios.

La realidad es que:

a) Los supuestos paralelismos entre Jesucristo y los dioses paganos han sido grandemente exagerados, no sólo en este filme sino en muchas versiones descritas por pseudohistoriadores, intelectuales de salón y charlatanes. Decir que Jesús es un plagio de un mítico dios pagano por tener algún mínimo parecido con él es tanto como decir que, ya que Cristo pensaba que 2+2=4, exactamente igual que lo pensaba el dictador Adolf Hitler, esto convierte a Cristo en nazi. ¿Un disparate, verdad? Pues lo del plagio de un mito pagano es una barbaridad mucho mayor aún.

b) Los eruditos a menudo describen ritos paganos con lenguaje que tomaron prestado del cristianismo. En este sentido términos tan clamorosamente cristianos como «bautismo» y «resurrección» a menudo se aplican a los actos de las deidades paganas, incluso aunque tengan muy poco en común con Jesús. De este modo se crea la confusión de pensar que el cristianismo ha plagiado conceptos propios del paganismo, cuando realmente se trata de eruditos modernos que aplican un lenguaje cristiano actual a unos rituales que no manejaban esta terminología en absoluto.

c) La cronología no respalda un plagio cristiano de las religiones místicas. A pesar de que estos dioses paganos son anteriores a Cristo, no lo son los documentos que nos hablan de ellos y que han llegado a nuestros días. Así, la mayoría de eruditos considera que las fuentes disponibles de las deidades paganas datan desde los siglos II, III y IV DC, es decir años después de la finalización del canon del Nuevo Testamento. Por contra, disponemos de manuscritos de los Evangelios de hace aproximadamente 2000 años. Y de copias del Antiguo Testamento más viejas aún.

d) Es altamente  improbable que el apóstol Pablo -con sus estrictas raíces monoteístas y judías- hubiese tomado prestado elementos de las religiones paganas. De hecho, él mismo advirtió a las comunidades cristianas en contra de tales cosas. Lo mismo podemos decir del resto de discípulos, cuya teología de un Dios único y verdadero desafiaba el panteón politeísta romano. Y si leemos a un filósofo y teólogo como San Agustín, veremos que él mismo rechazaba vehemente a los dioses paganos romanos, a los cuales tildaba abiertamente de demonios.

e) La muerte y resurrección de Jesucristo se llevó a cabo dentro de un marco histórico concreto, en un tiempo y lugar específicos. Por el contrario las religiones místicas esencialmente no tenían un carácter histórico. No hablaban de una nación, de una ciudad, de una fecha verificables… En realidad se trata de eternas representaciones universales de acontecimientos anuales en la naturaleza (el día y la noche, los solsticios de invierno y de verano…), no de sucesos históricos propiamente dichos con fecha específica que se hubieran llevado a cabo en un país.

f) Los genuinos paralelismos que permanecen después de haber explicado las exageraciones pueden reflejar una influencia cristiana sobre las religiones paganas y no lo contrario. Así, los autores paganos tomaron elementos cristianos para enriquecer sus historias y no al revés. En conclusión, la historia de Cristo no sólo no constituye plagio alguno de la de los míticos dioses paganos sino que si existe algún ligero parecido entre ambos relatos o bien es meramente accidental o bien fueron los autores paganos quienes plagiaron parcialmente la vida del Señor Jesús.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: Jesucristo triunfó por la credulidad de sus contemporáneos.

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Jesús fue solamente un hombre pero como sus contemporáneos eran unos crédulos ignorantes se tragaron el cuento chino de que era Dios. Eso dicen los escépticos. El periodista italiano Vittorio Messori, que pasó de ateo a católico, destaca que los judíos no fueron un pueblo en absoluto crédulo. Y es que si se hubiese querido fabricar un dios a partir de una mentira entonces Jesús debería aparecer retratado en la Santa Biblia como un héroe mítico, al estilo de los inalcanzables dioses romanos del momento ya que no hay mitología ni epopeya alguna que no se haya preocupado por describir con sumo esmero el físico de su héroe.

Sin embargo en la Biblia no hay descripción física alguna de Jesús e incluso se mencionan los momentos de ira, angustia o miedo que atravesó durante su vida. Incluso en su genealogía, redactada por el evangelista Mateo, aparecen, además del de María, cuatro nombres femeninos (algo escandaloso para la época pues la mujer era considerada un cero a la izquierda, un ser impuro). Pero aún peor: si examinas la vida de esas cuatro señoras encontramos incesto, prostitución, adulterio y asesinato. Los evangelistas no se apartaron ni un ápice de la verdad pues muchos judíos conocían a Jesús y fácilmente habrían desenmascarado una mentira.

Para Messori divinizar a una persona era posible en el Imperio Romano pero totalmente imposible entre los judíos. Ellos adoraban a Yahvé, el Dios único cuyo nombre ni siquiera podía pronunciarse. Asociar a Yahvé un hombre era considerado un sacrilegio abominable. Pensar que un galileo haya podido equipararse a Dios y ser adorado como tal pocos años después de su muerte es no conocer en absoluto el mundo hebreo. Los judíos acataban la autoridad del emperador romano pero preferirían dejarse lapidar antes que considerarlo divino. De hecho, el discípulo Esteban fue lapidado por proclamar la divinidad de Jesús.

El periodista ex-ateo Vittorio Messori concluye que para admitir que la divinidad de Cristo es fruto de la credulidad de sus contemporáneos, entonces deberíamos pasar por alto que los judíos prefirieron el martirio colectivo y la destrucción total del país antes que aceptar una sola pintura del emperador divinizado en Jerusalén. Es más, Mahoma y el islam representan la rebelión de esa misma sangre semita contra la incomprensible pretensión cristiana de igualar a un hombre con Dios, lo cual es una blasfemia tanto para musulmanes como para judíos. Jesucristo triunfó pese a la incredulidad de los hebreos y no gracias a ella.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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