¿Sabías que Caudete es «el Gibraltar valenciano»?

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Caudete (Capdet, en valenciano) es un pueblo valenciano que Castilla nos robó hace siglos y que aún no hemos recuperado. Caudete pasó a ser propiedad del rey de Aragón Jaime I el Conquistador en 1238, en el contexto de la Reconquista de la Península Ibérica en la que Aragón y Castilla iban arrebatando territorios a los musulmanes y recuperándolos para la cristiandad. Como tanto castellanos como aragoneses se internaban mutuamente en el territorio del otro, el rey Jaime I y el infante Alfonso de Castilla -futuro rey Alfonso X el Sabio– se reunieron para fijar de una vez las fronteras. En el Tratado de Almizra (1250), ambos líderes acuerdan, entre otras cosas, que la valenciana Caudete pase a manos castellanas. Este acuerdo fue hecho en contra de la voluntad expresa de los caudetanos, que se sentían valencianos y que eran considerados como extranjeros por los castellanos.

En 1304 se produce un nuevo amojonamiento del Reino de Valencia al que asisten Juan, hijo de Alfonso X el Sabio y el rey de Valencia Jaume II el Just; Caudete se reintegra en el Reino de Valencia, en el que permanece hasta 1429. Durante todo este tiempo, los distintos reyes valencianos le concedieron diversos fueros, títulos y privilegios. En 1429 vuelven las tensiones fronterizas entre los reinos de Castilla y de Valencia y Caudete es conquistado a la fuerza por Castilla. En 1436 pasa definitivamente, con las paces de Toledo, al Reino de Valencia, en el que permanece hasta 1707. El 25 de Abril de este mismo año se produce la funesta Batalla de Almansa, en el marco de la Guerra de Sucesión (1701-1715). A partir de la derrota valenciana en Almansa, los fueros del Reino de Valencia iban a ser sustituidos por las leyes de Castilla. Las consecuencias en Caudete serían aún peores.

El 14 de septiembre de 1707 por mandato del rey Felipe V de Castilla, Caudete pierde todos sus fueros, títulos y privilegios. No sólo eso; sino que una vez más es anexionado por el Reino de Castilla. En 1717 se prohíbe a los caudetanos bajo pena de cuatro ducados y un mes de cárcel pesar, medir y pagar con medidas y moneda valenciana.  En 1726 Caudete pide a Felipe V que revise su caso y sean restituidos sus derechos, entre los que se encuentra ser una villa real de Valencia, ya que Caudete se considera incluido en el Capítulo 9º de las Paces concertadas entre Felipe V y el Archiduque Carlos III. En 1737, Felipe V le restituye todos sus títulos, fueros y privilegios pero, en el colmo de la desfachatez, la incorpora a Murcia y no a Valencia. ¿De qué le iban a servir a los caudetanos regirse por las leyes y costumbres valencianas si les negaban serlo? ¡Caudete humillada una vez más!

Los caudetanos recuperan las costumbres propias «como cuando esta villa era del Reino de Valencia», como repiten insistentemente. Caudete se convirtió así en una isla valenciana dentro del Reino de Murcia y aunque perdieron la lengua valenciana fruto de tantas persecuciones siempre conservaron un profundo sentimiento de valencianía y el anhelo de volver a reincorporarse al Reino de Valencia. Si España perdió Gibraltar a manos del Reino Unido, Valencia perdió Caudete a manos de Castilla; Caudete es el Gibraltar valenciano. Con la división provincial de 1833 de Javier de Burgos que dividió España en provincias, Caudete pasó a pertenecer a la provincia de Albacete. En 1861 los caudetanos solicitaron su incorporación a la provincia de Alicante, por compartir con ella su cultura valenciana así como por proximidad geográfica, pero el Gobierno dijo que no.

Tras más de un siglo de formar parte de Albacete, parecía que por fin se vislumbró la oportunidad de volver a casa, es decir, de volver a ser valencianos otra vez. Y es que con el fin del franquismo y la llegada de la transición en 1975, se configura el Estado de las autonomías. Una vez más se redibujó el mapa de España, en este caso con la creación de las comunidades autónomas. En los años 70 y 80 del pasado siglo XX hubo un fuerte movimiento social encabezado por el cronista Andreu Bañón que no fructificó, en gran medida por la indiferencia de los gobernantes valencianos, que no presionaron para recuperar Caudete. Y hasta aquí llega, de momento, la historia de este hermoso pueblo, en el que sus vecinos ondean la Real Señera y celebran Moros y Cristianos, y pese a ello pertenecen a Castilla-La Mancha. ¿Recuperaremos algún día nuestro peñón de Gibraltar particular?

 

Bibliografía consultada:

-Bañón, Andreu. [1707-2007] Capdet: la joya furtada. Gom Llibres. 2007.

-Bañón, Andreu. Capdet: un robo historic (Raons de sa Valencianitat). Gom Llibres. 2007.

¿Sabías que Azorín describió Albacete como «el Nueva York de la Mancha»?

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El literato valenciano de Monóvar (Vinalopó) Josep Martínez Ruiz, más conocido como Azorín, siempre fue un enamorado de Castilla-La Mancha. Albacete fue descrita por Azorín como «el Nueva York de la Mancha» cuando la urbe aún no contaba con 100.000 habitantes (170.000 a día de hoy). Por entonces Nueva York ya superaba los 7.500.000 de almas (8.200.000 actualmente). Los manchegos se sienten profundamente orgullosos del calificativo que recibió su ciudad. Sin embargo, y a juzgar por sus vastas diferencias poblacionales, Azorín conocía Albacete pero nunca debió visitar Nueva York.

Castilla: la nostalgia del pasado imperial.

El Reino de Castilla nació en el siglo IX y en la Edad Media fue el principal actor de la Reconquista y aniquilamiento de Al-Andalus. En el siglo XV Isabel de Castilla se casó con Fernando de Aragón, lo que supuso unir las coronas, pese a que la fusión de reinos no se produjo hasta la Guerra de Sucesión en el siglo XVIII.

Muchos hitos y personajes que hoy consideramos españoles fueron en realidad castellanos. Desde el descubrimiento de América por Cristobal Colón hasta el siglo de oro de las letras hispanas pasando por Miguel de Cervantes o el Cid. Castilla es la columna vertebral que sostiene a España y a veces se confunde con ella.

Castilla ha hecho España y Castilla la ha deshecho. Por siglos España se configuró como una Castilla ampliada; un estado centralista y uniformizador donde se persiguieron todas las lenguas distintas de la cervantina. Castilla y España eran sinónimos hasta el punto de que todo aquel que hablara otro idioma era un mal español.

Pero a la vez Castilla ha hecho España y España ha deshecho Castilla. Aquella antigua patria era enorme, por eso fue fragmentada en Castilla y León, Castilla La Mancha, La Rioja y Madrid. El nacionalismo pancastellanista aspira a unirlas, niega su identidad a León y exige anexionar Cantabria y el interior del Reino de Valencia.

El país logró un imperio colonial donde nunca se ponía el sol y aún hoy presume de haber dado al mundo una lengua hablada por más de 400 millones. Pero las sempiternas guerras contra Francia e Inglaterra, la corrupción y la mentalidad del castellanohablante, renuente al cambio y contraria al progreso, trajeron la ruina.

Las viejas glorias pasaron y hoy Castilla es una tierra desértica y tercermundista, una desolada llanura llena de matojos donde los niños nacen con la maleta bajo el brazo. Pero sus nativos -orgullosos por naturaleza- viven en el pasado y se siguen comportando con la altanería de quien cree que aún conserva un imperio colonial.

España: la Yugoslavia ibérica.

España es el estado heredero de aquel Reino de Castilla que una vez fue la más poderosa nación sobre la faz de la Tierra. Por centurias,  dispuso de un imperio colonial donde nunca se ponía el sol pero una decadencia de doscientos años de dictaduras, golpes militares y gobiernos corruptos la catapultaron al Tercer Mundo.

Hoy España es una nación moderna y desarrollada pero muy alejada de su papel de superpotencia de antaño. Todavía persiste en el pueblo español un cierto complejo de inferioridad al saberse incapaz de recuperar Gibraltar o de competir con Francia, Reino Unido, Alemania o Italia. La envidia es el gran pecado nacional.

España es un país artificial, y por tanto tiende a la desintegración: cinco guerras civiles en tres siglos es un signo evidente de anormalidad. Por centurias fue un estado centralista y uniformizador, donde sólo lo castellano tenía cabida. Las distintas lenguas y culturas locales sufrieron un etnocidio que casi les lleva al abismo.

Ahora esta Castilla ampliada recoge los frutos en forma de balcanización: el independentismo crece en Euskadi , Cataluña, Galicia y Canarias. España actúa como cárcel de naciones y les niega el derecho de autodeterminación pues si una sola de sus regiones se separase el efecto dominó reventaría el estado como a una piñata.

En pocos años, el país ha pasado de ser agrario a vivir del turismo y los servicios. Es una nación de católicos no practicantes con un patrimonio arquitectónico, histórico y cultural abrumador.  Patria de fútbol y de toros. Tierra de genios como Francisco de Goya, Pablo Picasso, Luis Buñuel,  Federico García Lorca

España se desangra entre las fuerzas centrípetas del centralismo mesetario y las centrífugas de la periferia separatista. Cada día más vive de espaldas a Latinoamérica y de cara a la Unión Europea (UE). Es una de las diez primeras potencias del globo pero a la vez una patria dividida y un estado frágil como el cristal.

Cataluña: de pueblo oprimido a pueblo opresor.

De la fusión de una docena de condados nació Cataluña, históricamente vinculada al Reino de Aragón. Tras la Guerra de Sucesión (1701-1715), una Cataluña derrotada fue sometida a un feroz proceso centralista y castellanizador. Los regímenes autoritarios posteriores intentaron acabar con su identidad sin éxito.

A finales del siglo XIX, Europa era una caldera de nacionalismos y de aquella época nace el actual catalanismo como reacción a la opresión castellana. La República Catalana fue proclamada en 1640, 1873, 1931 y en 1934 pero tuvo una vida efímera ya que en todos los casos fue sofocada de inmediato por el Estado Español.

En el Congreso de la Lengua Catalana de 1906 nació el catalán como idioma independiente del lemosín. Ese año el ideólogo Enric Prat de la Riba estableció que el pancatalanismo debía ser un movimiento imperialista. En 1917 otro ideólogo, Antoni Rovira i Virgili, apuntó a la anexión lingüística previa a la territorial.

El nacionalismo expansionista catalán recuerda en voracidad a la Gran Serbia y la Gran Alemania. Cataluña reclama como suyas las tierras vecinas que hablen catalán o alguna lengua parecida (Rosellón, Andorra, Arán, Aragón Oriental, Valencia y Baleares) y las somete a un etnocidio que desata la ira de la población local.

La cultura catalana eclosionó en el siglo XX con cantantes como Joan Manuel Serrat, Montserrat Caballé o Josep Carreras, artistas como Salvador Dalí o Antoni Gaudí, o literatos como Josep Carner o Josep Pla. Pero el gran tesoro cultural, elemento diferenciador y símbolo de identidad nacional es la lengua.

El catalán es un pueblo trabajador y de hábiles negociantes que goza de una economía poderosa fruto de su tesón. Tiene una fuerte consciencia nacional y está llamado a independizarse. Pero también es un pueblo que ha pasado de oprimido a opresor, y que le hace a sus vecinos lo mismo que critica que España le hace a  él.

Aragón: un gran reino venido a menos.

El Reino de Aragón nació en 1035 por la unión de los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza en la figura del rey Ramiro I. Durante la Edad Media fue potencia en el Mediterráneo y en el siglo XIII el rey Jaime I libertó naciones del yugo del islam. Aragón forjó estados soberanos que tenían en el rey su nexo de unión.

Así, el rey de Aragón, también lo era de Valencia, Mallorca, Sicilia, Córcega, Cerdeña y Nápoles, señor de Montpellier, conde de Barcelona, Berga, Besalú, Cerdaña, Conflent, Ampurias, Gerona, Manresa, Osona, Pallars, Ribagorza, Rosellón y Urgel y duque de Atenas y Neopatria, entre otros. Unidad en la diversidad.

En el siglo XV Fernando II de Aragón se casó con Isabel de Castilla, lo que supuso la unión de coronas (no de territorios). Desde entonces la hegemonía castellana fue a más hasta que, en virtud de los Decretos de Nueva Planta, Aragón desapareció como país independiente para integrarse en el Reino de España en 1707.

Hoy es una región empobrecida y marginada por el Estado. El 50% de su población vive en la ciudad de Zaragoza, ya que fuera casi no hay empleo. Tiene dos lenguas propias, el altoaragonés y el aragonés oriental (este último en peligro de anexión por el catalán). El catalanismo se quiere apropiar de su legendaria historia.

Aragón ha sido generoso con el mundo, tanto como colectivo como por su rico acerbo de individualidades. Escritores como María Moliner, pintores como Francisco de Goya, cineastas como Luis Buñuel, científicos como Miguel Servet o Santiago Ramón y Cajal o patriotas como Agustina de Aragón son prueba.

Aragón siente una obsesión identitaria con el río Ebro hasta el punto de negarse a compartir sus excedentes con nadie. Los aragoneses son un pueblo valiente, bravo, muy suyo. Han salido perjudicados al juntarse con castellanos y catalanes pero siguen atesorando casta, coraje y pundonor suficientes para reeditar viejas glorias.

Canarias: la colonia más antigua del mundo.


Canarias es, posiblemente, la colonia más antigua del mundo. Desde que Castilla la conquistó en el siglo XV. Sus ancestrales raíces guanches, la posterior influencia caribeña y europea, el silbo gomero, su insularidad y la distancia respecto a la Península son hechos diferenciales que refuerzan un sentimiento identitario acusado.

Las Islas Canarias luchan por ser nación. El canario es un nacionalismo tapado, del que nunca se habla, pero que cuenta con todo el potencial del mundo. Los canarios ya tuvieron un papel clave en la independencia de Venezuela y ahora cada vez más gente demanda un estado libre asociado a España o incluso uno propio.

Los nacionalistas aducen que así se dispondría de aguas marítimas propias, que las empresas instaladas allí que ahora tributan en Madrid tendrían que hacerlo en las islas y sobre todo que se pondría fin al sistema colonial español. Y añaden que no por tener un estado pequeño deberían ser invadidos y ponen como ejemplo a Malta.

Las Canarias son las islas afortunadas; paraíso natural de singular belleza, una tierra de carnavales, mujeres hermosas y perenne buen clima, un crisol de culturas fruto mestizo de la tradición guanche, castellana y americana. País de ilustres: Aldredo Kraus, César Manrique, Benito Pérez Galdós o Juan Negrín.

Esta patria es un paradisíaco enclave y una potencia turística pero también un territorio menudo y superpoblado desbordado por la inmigracion española y africana. La avalancha migratoria está devorando los limitados recursos del Estado del bienestar y provocando graves problemas de paro y hasta de espacio físico.

En el siglo XV el líder aborigen Tenesor Semidán trató de negociar con los Reyes Católicos un reino canario. No le escucharon. Hoy el 60% de la población se siente más canaria que española. Y quién sabe qué puda ocurrir en una futura España donde ya no estarán catalanes ni vascos. Quizás Semidán vea cumplido su sueño.

Premio Cervantes: historia de un disparate.

Decía el escritor catalán Josep Pla que los premios son una chorrada. Yo estoy plenamente de acuerdo. No sirven para nada, más allá de dar una publicidad momentánea. No son importantes, ni siquiera el famosísimo Nobel. La prueba es que el dramaturgo José Echegaray fue el primer español en ganar un Premio Nobel y hoy en España no lo conoce ni la madre que lo parió. Sin embargo todo el mundo conoce al literato Jorge Luis Borges, que curiosamente no lo ganó nunca.

Posiblemente el más grotesco de todos los premios literarios sea el Premio Miguel de Cervantes. Este título, considerado el Nobel de las letras hispánicas, es absurdo porque insiste año tras año en conceder el trofeo atendiendo más a la nacionalidad del premiado que a su talento. Existe una ley no escrita que dice que en una edición debe recibir el laurel un autor español y en la siguiente un americano, cumpliendo un disparatado sistema de turnos que recuerda al de la Restauración.

Esto significa ni más ni menos que el 50% de los galardonados son españoles y la otra mitad americanos. Y yo podría estar de acuerdo si efectivamente éste fuera el peso literario real, es decir, si efectivamente España tuviese tantos escritores geniales como tota Hispanoamérica. Pero esto es radicalmente falso. Hoy el 90% de los hispanohablantes del mundo vive en América y desde la irrupción del boom latinoamericano, el centro orbital de la literatura hispánica se ha trasladado a América.

El castellano nació en Castilla pero renació en América. Y digo renació porque a principios del siglo XX, era prácticamente imposible encontrar autores españoles en librerías inglesas, holandesas o francesas. Tanto es así que el propio literato Eugeni d’Ors recomendaba a los escritores catalanes que escribieran en catalán, porque ya que ni siquiera escribiendo en español iban a ser traducidos, leídos y conocidos en el extranjero, al menos que escribieran en la lengua vernácula del país.

Pero si hoy el español vuelve a tener una cierta fuerza literaria en el mundo (digo literaria, porque en casi ninguna otra cosa destacable tiene fuerza) es gracias al realismo mágico de Hispanoamérica. Asumámoslo; por primera vez en la historia los mejores libros en lengua española no se escriben en Europa. ¿Qué clase de jurado es el que condecora a Francisco Umbral antes que a Gabriel García Márquez? Los premios literarios deben atender a los méritos del autor, no a su pasaporte.

León: el reino olvidado.

Castilla y León es una autonomía singular y no sólo por su vasta extensión territorial (comparable a Portugal o Bulgaria) ni tan siquiera por haber devenido en la madre -y madrastra- de España, sino por encarnar la fusión de dos viejos reinos de taifas que antaño combatieron contra Al-Andalus: el de Castilla y el de León.

La creación de las autonomías en España en los años 70 fue una locura: se fusionaron León y Castilla, se negó la condición de nacionalidad histórica a tierras que lo son (Navarra, Valencia…) y se concedió a otras sin serlo (País Vasco, Cataluña…) y de la noche a la mañana se crearon territorios nunca vistos, como Madrid.

León clama por la autonomía. El regionalismo leonés pugna por unificar Salamanca, Zamora y León para constituir un País Leonés independiente de Castilla pero no de España. Es justo. León fue un histórico reino por centurias y merece mejor suerte que la de acabar como un triste apéndice de la centralista Castilla.

El país está relacionado en historia, tradición y cultura con otros pueblos peninsulares pues conserva una lengua propia -el leonés-, emparentada con el bable, el cántabro, el castúo y el mirandés. El leonés -al borde la extinción por la presión castellana- es un precioso tesoro cultural que merece preservarse a toda costa.

Las fronteras del País Leonés son motivo de controversia. En Salamanca y Zamora existen recelos para unirse a León. Además, el antiguo reino leonés fue anexionado por Castilla  (aunque también Navarra y hoy dispone de autonomía propia) y tierras como Galicia o Asturias pertenecieron en su momento al histórico León.

Aunque no se mantengan las  fronteras históricas de los antiguos reinos es justo crear el País Leonés. Castilla, Aragón, Navarra, Valencia, Baleares… Todos los antiguos reinos se han dotado de un marco geopolítico propio. Todos excepto León. Por historia, tradición, identidad y cultura el Reino de León debe volver a la vida.

Tallar el transvàs d’euros cap a Castella-La Mancha.

Cada dia estic més convençut de que Espanya és un mal negoci per als valencians. Els espanyols només mos volen que per a aprofitar-se de mosatros; mos veuen com una vaca a la que esprémer tota la llet. Només tenim inconvenients per ser espanyols i cap de ventaja. Molt s’està parlant en estos dies del nou Estatut d’Autonomia que prepara Castella-La Mancha, que pretén blindar el riu Tajo -el més llarc de tot l’Estat- per a aixina forçar la data de caducitat del transvàs d’aigua al deficitari riu Segura.

O siga, que durant décades hem estat donant treball a manchecs que venien al Regne de Valéncia absolutament morts de fam, en una mà davant i una atra darrere, perque tan inútils són que s’han mostrat manifestament incapaços de fer prosperar una planície enorme, que és, per definició, el terreny més favorable a l’hora de poder construir infraestructures o de sembrar els camps. Els hem donat treball perque venen d’una terra que, desgraciadament, pareix un solar eixit d’una película futurista de postguerra nuclear.

Durant decenis hem estat prestant tot tipo de servicis que no mos pertocava prestar… Perque són molts els ancians manchecs que viuen en la frontera que, quan estan malalts, se desplacen a hospitals valencians. I els atenem. Durant segles hem estat subvencionant a una colla d’inútils i malfaeners en La Mancha i en tota Espanya que mos costa un ull de la cara. Únicament en l’any 2005 ser espanyols mos costà als valencians que el 6,32% del nostre Producte Interior Brut (PIB) se n’anara fòra de lo Regne.

I ara, que per primera i única volta en tota l’història els valencians necessitem algo dels manchecs (els excedents d’aigua) mos diuen que no, que ni una gota d’aigua per a mosatros, que s’ha de tallar el transvàs Tajo-Segura. Açò és Espanya, senyors: problemes, problemes i problemes. La solidaritat deu ser bidireccional i quan no ho és, quan només és una part la que s’aprofita de l’atra, en eixe cas no estem parlant de solidaritat sino de parasitisme. I els manchecs s’estan comportant com a paràsits.

Si volen acabar en el transvàs d’aigua, estan en el seu dret. Pero acabem en tots els transvasos. També en els de diners. Perque ya estarà be de que els valencians hajam de transvassar millons  d’euros tots els anys, frut del nostre treball i de la suor de la nostra front, a unes sangoneres que sols volen chuplar-mos la sanc. Mos diuen que els valencians necessitem una nova cultura de l’aigua. I yo dic que els espanyols necessiten una nova cultura de la financiació. Acabem en els transvassos d’euros cap a Espanya.

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