Castilla: la nostalgia del pasado imperial.

El Reino de Castilla nació en el siglo IX y en la Edad Media fue el principal actor de la Reconquista y aniquilamiento de Al-Andalus. En el siglo XV Isabel de Castilla se casó con Fernando de Aragón, lo que supuso unir las coronas, pese a que la fusión de reinos no se produjo hasta la Guerra de Sucesión en el siglo XVIII.

Muchos hitos y personajes que hoy consideramos españoles fueron en realidad castellanos. Desde el descubrimiento de América por Cristobal Colón hasta el siglo de oro de las letras hispanas pasando por Miguel de Cervantes o el Cid. Castilla es la columna vertebral que sostiene a España y a veces se confunde con ella.

Castilla ha hecho España y Castilla la ha deshecho. Por siglos España se configuró como una Castilla ampliada; un estado centralista y uniformizador donde se persiguieron todas las lenguas distintas de la cervantina. Castilla y España eran sinónimos hasta el punto de que todo aquel que hablara otro idioma era un mal español.

Pero a la vez Castilla ha hecho España y España ha deshecho Castilla. Aquella antigua patria era enorme, por eso fue fragmentada en Castilla y León, Castilla La Mancha, La Rioja y Madrid. El nacionalismo pancastellanista aspira a unirlas, niega su identidad a León y exige anexionar Cantabria y el interior del Reino de Valencia.

El país logró un imperio colonial donde nunca se ponía el sol y aún hoy presume de haber dado al mundo una lengua hablada por más de 400 millones. Pero las sempiternas guerras contra Francia e Inglaterra, la corrupción y la mentalidad del castellanohablante, renuente al cambio y contraria al progreso, trajeron la ruina.

Las viejas glorias pasaron y hoy Castilla es una tierra desértica y tercermundista, una desolada llanura llena de matojos donde los niños nacen con la maleta bajo el brazo. Pero sus nativos -orgullosos por naturaleza- viven en el pasado y se siguen comportando con la altanería de quien cree que aún conserva un imperio colonial.

ETA muda de piel.

La banda terrorista ETA ha anunciado hace unos días el fin definitivo de la lucha armada y sin contrapartidas (al menos que sepamos). Después de 40 años de terrorismo y más de 1000 asesinatos, todos soñábamos con el día en que esto ocurriera. Pero no se ha celebrado con alegría sino que la noticia se ha recibido con un profundo escepticismo. No es para menos. Ya estamos acostumbrados a que ETA nos engañe, a que declare treguas unilaterales que nunca son tales. Parece que esta vez es la buena, habida cuenta del circo mediático que han montado con los mediadores internacionales. ¿Es el fin de ETA? Ojalá, pero lo cierto es que todavía ni se ha disuelto ni ha entregado las armas ni ha pedido perdón.

El otro día estaba viendo un reportaje sobre el mundo de la prostitución. La periodista le preguntaba a la meretriz si no le gustaría dedicarse a otra cosa. La respuesta fue buenísima: «Si es ganando lo mismo, sí». Los etarras han tenido en los últimos años un elevado tren de vida. Cuesta creer que de la noche a la mañana se vayan a conformar con un empleo mileurista en una tienda de electrodomésticos. ETA no va a desaparecer, simplemente se va a reconvertir en mafia organizada dedicada al tráfico de armas y de drogas. Exactamente igual que pasó con el IRA en Irlanda. Otro ejemplo es la UÇK: todos los ex-terroristas kosovares los tenemos ahora en España asaltando chalets con una violencia extrema.

La serpiente muda de piel. Los etarras hace tiempo que controlan la cocaína en Euskadi; era una fuente de financiación para la lucha armada y a partir de ahora su nueva ocupación.  Adiós al menos al terrorismo, a los coches bomba y los tiros en la nuca. Alegrémonos por la parte que nos toca. Adiós también al eslabón que conectaba a la ultraderecha española y la ultraizquierda vasca; esos extremistas que abominan los crímenes de ETA pero se niegan a condenar los crímenes del franquismo y viceversa. No me extraña que la caverna españolista esté disgustada: ahora que la banda asesina deja de existir como tal ¿cuál será la excusa que invente esta vez para negar el universal derecho de autodeterminación al pueblo vasco?

Valéncia o Espanya.


Valéncia o Espanya. Fèrtils terres d’arrossars i tarongers o una estèril planura plena de matolls treta de Mad Max. Un païsage replet de vida i esperança o un digne d’un holocaust atòmic. Mamprendre una empresa o viure dels subsidis. Currar prop de casa o nàixer en la maleta baix del braç. Parlar castellà, valencià i anglés o a mí me habla usted en cristiano. Jaume I el Conquistador o Felip V Cremar Falles o torturar bous. Els Moros i Cristians o la Feria de Abril. Treballar o fer palmes en un bar. Francesc de Vinatea o Zapatero. Decidir el nostre propi destí o que el decidixquen per mosatros des de Madrit i Barcelona. La RACV o la AVL. Valéncia C.F. o Real Madrit. El Palleter o Rita Barberà. Acollir al foraster o ni una gota d’aigua per als valencians. Valencià en les escoles o països catalans. El segle XV o un país de caspa i pandereta.  Ofrenar noves glòries a Valéncia o l’espoli fiscal. Un poema d’Ausias March o el soroll d’escopir quan pronuncies la jota. Cultura o analfabetisme. Civilisació o barbàrie. Primer Món o Tercer. Un Estat Valencià o una comunitat autònoma. Ser lliures o ser esclaus.

¿Els valencians tenim pobles germans?

¿Quins són els germans del poble valencià? Si és que tenim algun. Primer, potser, deuriem definir qué és un poble germà; per a mi no es tracta d’un poble que compartix una història, tradició, llengua o cultura comunes sino un poble que quan el necessites t’ajuda i no et deixa en l’estacada i viceversa. El Regne de Valéncia deuria sopesar moltíssim en qui pot confiar per a aliar-se i en qui no.

A l’hora de buscar aliances se solen fer per tres tipos de criteris: el cultural (és dir, si els valencians som llatins hauriem d’aliar-nos en uns atres països llatins), el geogràfic (és dir, com que som europeus hauríem de mirar fonamentalment a Europa i no a uns atres continents) i el d’interés (pel qual un país pacta en qui més li convinga en cada moment; encara que apenes tinguen cap cosa en comú).

Yo soc partidari d’est últim model. Perque desgraciadament Valéncia no té germans; és filla única. Ni Espanya ni Catalunya són un eixemple de germanor: al contrari, si poden fer alguna cosa per a fastidiar-nos als valencians no dubten ni un segon en fer-ho. Sempre que algú mos ha propost germanors ha segut per a aprofitar-se de mosatros. Guiem-nos per l’interés més cru i mos anirà molt millor.

Loca racista en el metro de Valencia.

Estas últimas semanas circula por internet el vídeo bochornoso de una mujer racista en el metro de Valencia que se dedica a insultar a negros y a extranjeros por el solo hecho de serlo. La muy impresentable, que en todo momento se define como «española» e invita a los foráneos a marcharse, bien podría seguir su propio consejo, emigrar a Albacete y dejarnos a todos los valencianos en paz.

Yo no me caracterizo por ser buenista, multicultural o progre de salón. Estoy 100% en contra de la inmigración ilegal. Dicho de otro modo; creo que los ilegales deben ser expulsados del país y que no deberían beneficiarse de ayudas sociales (con la excepción de que sea una cuestión sanitaria de extrema urgencia; tampoco es cuestión de dejar morir a nadie en medio de la calle por no tener papeles).

Ahora bien, una cosa es estar contra la inmigración ilegal y otra muy distinta es odiar a la gente por ser de fuera o por su color de piel. «Negros de mierda», «Vete a tu puta tierra», «Sois asesinos», etc… Por sus insultos, la loca del metro tiene toda la pinta de simpatizar con España 2000. Porque todo esto no tiene que ver con la inmigración ilegal y sí mucho con el racismo más puro y duro.

Y eso mismo ofrece España 2000: racismo. Envuelto con muy buenas palabras pero racismo al fin. Yo he ido por curiosidad a algunas manifas de E2000 y he salido horrorizado; parecía aquello una concentración de nazis. Cabezas rapadas, botas militares, cinturones y camisetas con el White Power, cánticos de «Moros no, España no es un zoo», etc, etc. Y no, no eran cuatro. Eran casi todos.

Una cosa es la inmigración ilegal; que rechazarla es de sentido común. Y otra muy distinta es el racismo y la xenofobia. Estas últimas hay que rechazarlas siempre. Todas las personas somos creación del Señor e iguales en dignidad. Quien se crea mejor que otra persona por el solo hecho de tener un color de piel o por haber nacido aquí o allá, es que en la cabeza, en vez de neuronas, tiene serrín.

25 de Abril: Ofrendar nuevas glorias a quien nos niega la lengua y el agua.

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¿Se imagina que un alemán judío se sintiera orgulloso de pertenecer a la Alemania nazi? ¿A un sudafricano negro defendiendo la bandera de la Sudáfrica del apartheid? Muy tonto debe ser alguien para amar a un país que le odia por el solo hecho de existir. Lo que en otros nos llamaría la atención no lo hace sin embargo en nosotros mismos. Los valencianos estamos muy orgullosos de ofrendar nuevas glorias a esta España que nos niega la lengua, que no nos da ni una gota de agua y que poco a poco nos está transformando en catalanes del Sur.

A ver si abrimos un poco los ojos. Porque el catalanismo no viene de Barcelona, sino de Madrid. Ahí van unos cuantos ejemplos de lo que podríamos denominar “catalanoespañolismo”, es decir, catalanismo puro y duro que viene de una España que se está destacando por su irredenta antivalencianía. La Real Academia Española (española sí, no catalana no, española), define el término “valenciano” como “variedad del catalán, que se usa en gran parte del antiguo reino de Valencia y se siente allí comúnmente como lengua propia”. Eso la admirada RAE.

El Partido Popular (que tanto ama a España) y el Partido Socialista Obrero Español (no catalán no, español) han creado la Academia Valenciana de la Lengua Catalana que dice que el valenciano no existe. Precisamente gracias a esta academia creada por partidos españoles (no catalanes no, españoles), el Tribunal Supremo (con sede no en Barcelona no, sino en Madrid, la capital de España) ha restablecido la convalidación de los títulos de valenciano y catalán, lo que implica que para este tribunal (español) se trata de una única lengua y no de dos.

Y el rey que con su firma ha autorizado un Estatuto de Autonomía que convierte el valenciano en catalán es Juan Carlos I, el rey de España (no rey de Cataluña no, rey de España). Ese mismo rey de España al que nunca en 30 años de reinado hemos escuchado hablar a favor de la independencia de la Lengua Valenciana (no digamos ya decir unas palabras en valenciano). Y cuando no, tenemos a manchegos y aragoneses (que no son catalanes sino españoles) con su “ni una gota de agua para los valencianos”. Una españolada detrás de otra.

¿Pero cómo puede alguien que se haga llamar valencianista y que ame a su tierra amar a esta España? ¿Ofrendar nuevas glorias a esta España? ¿Es que nos hemos vuelto locos o qué, señores? España nos está transformando poco a poco en catalanes del Sur y nosotros orgullosos de nuestra españolidad. ¡Ver para creer! Hombre, es que ya estará bien, coño. Aquí nos están dando por el culo desde Madrid todos los días y nosotros ofrendando nuevas glorias a quien nos niega la lengua y hasta el agua. ¿Es que no nos espabilaremos nunca o qué?

No es incompatible que un negro ame Sudáfrica. Pero sí que un negro antirracista ame la Sudáfrica del apartheid. No es incompatible que un judío alemán ame Alemania. Pero sí que un judío sionista ame a la Alemania nazi. No es incompatible que un valenciano ame a España. Pero sí que lo es que un valencianista ame a esta España que se caracteriza por ser catalanista y antivalenciana. Y por amar a España, por votar a partidos españoles, por querer ser más españoles que nadie los valencianos acabaremos siendo catalanes del Sur.

Ojo, que nadie se equivoque: en ningún momento he defendido en este artículo una tesis independentista. Quien así lo crea que lo relea y verá que no he afirmado nada de eso. Lo único que digo es que una cosa es ser español y otra español a toda costa, incluso al precio de dejar de ser valenciano. Que una cosa es ser español y otra ser gilipollas. Si no queremos ser la quinta provincia de Cataluña tendremos que ofrendar más glorias a Valencia y menos a España. De lo contrario, Valencia acabará siendo una mierda catalana pinchada en un palo.

 

FONT: Llengua Valenciana Blogspot. 25-4-2006.

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