¿Sabías que el mejor poeta de Al-Andalus era de Alzira?

jardin

Nuestra tierra valenciana ha dado al mundo grandes literatos en lengua valenciana, como Joanot Martorell; en castellano, como Vicent Blasco Ibáñez y hasta en latín, como Joan Lluís Vives. Sin embargo, pocos se acuerdan de que Valencia fue árabe y musulmana durante muchos siglos y que en aquella época también hubo grandes escritores cuya obra debemos reivindicar todos.

Abu Ishaq Ibrahim Ibn Jafaya fue un poeta árabe nacido en Alzira (La Ribera) en 1058 y fallecido en 1138. Como era rico, tenía tiempo libre y lo usaba para escribir poesía.  La prosa y poesía de Ibn Jafaya destaca por su naturalidad, sensualidad y sofisticación, resultando de interés la descripción de los paisajes, río, jardines y casas de su ciudad natal de Alzira, que consideraba la flor de Al-Andalus.

Ibn Jafaya disfrutó de la fama en vida y sus versos fueron rápidamente reproducidos por los arabófonos. Fue considerado «el poeta andalusí por excelencia» según Al-Maqqari de Tremecén, uno de los más famosos historiadores del mundo árabe, que proclamó su admiración por él y lo comparó con otro famoso poeta, As-Sanawbarí, también gran cantor y amante de los jardines.

Su obra está presente en antologías poéticas y libros de texto del mundo árabe, lo que lo convierte en uno de los grandes poetas en ese idioma de todos los tiempos. Además, según el historiador alzireño Alfons Rovira, Ibn Jafaya fue «el mejor glosador del río Xúquer» (Júcar en castellano), que en árabe significa «devastador», así llamado por el gran caudal que arrasatraba en tiempos de Al-Andalus.

León: el reino olvidado.

Castilla y León es una autonomía singular y no sólo por su vasta extensión territorial (comparable a Portugal o Bulgaria) ni tan siquiera por haber devenido en la madre -y madrastra- de España, sino por encarnar la fusión de dos viejos reinos de taifas que antaño combatieron contra Al-Andalus: el de Castilla y el de León.

La creación de las autonomías en España en los años 70 fue una locura: se fusionaron León y Castilla, se negó la condición de nacionalidad histórica a tierras que lo son (Navarra, Valencia…) y se concedió a otras sin serlo (País Vasco, Cataluña…) y de la noche a la mañana se crearon territorios nunca vistos, como Madrid.

León clama por la autonomía. El regionalismo leonés pugna por unificar Salamanca, Zamora y León para constituir un País Leonés independiente de Castilla pero no de España. Es justo. León fue un histórico reino por centurias y merece mejor suerte que la de acabar como un triste apéndice de la centralista Castilla.

El país está relacionado en historia, tradición y cultura con otros pueblos peninsulares pues conserva una lengua propia -el leonés-, emparentada con el bable, el cántabro, el castúo y el mirandés. El leonés -al borde la extinción por la presión castellana- es un precioso tesoro cultural que merece preservarse a toda costa.

Las fronteras del País Leonés son motivo de controversia. En Salamanca y Zamora existen recelos para unirse a León. Además, el antiguo reino leonés fue anexionado por Castilla  (aunque también Navarra y hoy dispone de autonomía propia) y tierras como Galicia o Asturias pertenecieron en su momento al histórico León.

Aunque no se mantengan las  fronteras históricas de los antiguos reinos es justo crear el País Leonés. Castilla, Aragón, Navarra, Valencia, Baleares… Todos los antiguos reinos se han dotado de un marco geopolítico propio. Todos excepto León. Por historia, tradición, identidad y cultura el Reino de León debe volver a la vida.

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