Robar a los pobres para dárselo a los ricos.

El presidente de España, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero ha impulsado un plan de austeridad que conlleva los mayores recortes sociales desde la postguerra. Bajar el sueldo a los funcionarios un 5% de media, eliminar el cheque bebé que fomentaba la maternidad, congelar las pensiones de nuestros mayores, elevar el IVA de 16% a 18% o subir los impuestos son medidas equivocadas, no sólo por injustas sino por ineficientes. Subir los impuestos nunca es una buena solución pues retrae el consumo y ahuyenta los capitales, y minar el poder adquisitivo de la clase media tan sólo postergará nuestra salida de la temida crisis.

Lo más increíble es que, puestos a recortar, hay tantos gastos supérfluos que si se suprimieran no sólo acabaríamos con el déficit sino que tendríamos un superávit que nos saldría por las orejas. Sin ánimo de ser exhaustivo, veamos unos ejemplos de ello:

-De nada sirve recortar el salario un 15% a diputados, senadores, alcaldes y concejales si cada vez que llegan las elecciones éstos pueden subirse el sueldo a placer, en ocasiones hasta un 300%. Debe existir una limitación real en los emolumentos de nuestros políticos.

-En España hay más de 7.000 Ayuntamientos, el 60% de los cuales tiene menos de 1000 habitantes. Alemania, con el doble de población, tiene 3000. Toca fusionar  localidades limítrofes y eliminar administraciones innecesarias que sólo nos generan gasto.

-¿Por qué no se suprimen las Diputaciones? No sirven para nada. Son una rémora del pasado, la más inútil,  provinciana y absurda administración. Sus competencias se solapan con las de comunidades autónomas y ayuntamientos y sólo disparan los costes.

-¿Y qué hacemos con los más de 30.000 coches oficiales, más que los que tiene todo Estados Unidos, cuyo Producto Interior Bruto (PIB) es 11 veces mayor que el español? Sólo en la Comunidad de Valencia hay 700 coches oficiales. ¿Para qué tantos si sólo hay 12 consellers?

-¿Y qué de los más de 35.000 asesores de confianza -casi todos familiares, amantes y amigos de políticos- que cobran por no hacer nada? ¿O la infinitud de parques temáticos y radios y televisiones públicas, que nadie pide pero que proliferan como setas?

-¿Y por qué no se recorta las jugosas subvenciones a todo tipo de chupópteros? Sindicatos, organizaciones empresariales, partidos políticos, ONG, confesiones religiosas, SGAE, Eliseu Climent, Pedro Almodóvar, grupos pseudoculturales, asociaciones de gays…

-¿Y qué hacemos con el 20% de absentismo que existe en el funcionariado español (frente al 1% de Alemania)? Se crean inútiles cargos fantasma mientras que faltan profesores, médicos, enfermeras, policías, militares, funcionarios de penitenciaría o jueces.

-Y la Corona. ¿Cómo es posible que el Rey de España cobre más de 12 millones de euros por dar la Copa una vez al año y por leer el discurso de Navidad? La monarquía es un gasto superfluo que convendría suprimir o cuanto menos reducir a su mínima expresión.

Por tanto, no puedo sino estar en contra de esta sucia política de recortes sociales y del expolio brutal que padecemos los currantes para mantener a una cueva de ladrones y me manifiesto a favor de cualquier huelga, concentración o acto en defensa del pueblo.

¿Debemos pagar el diezmo los cristianos?

¿Qué es el diezmo? Es el 10% del total de nuestros ingresos que libremente decidimos entregar a la iglesia para financiar la obra de Dios. Es una forma de devolverle al Señor una pequeña parte de lo muchísimo que Él nos da todos los días (empleo, dinero, salud, amor, protección…). El diezmo se emplea para pagar el sueldo de los pastores, pagar los gastos corrientes de un templo (alquiler, luz, agua…), enviar misioneros a las naciones, comprar materiales para enseñar su Palabra (Biblias, libros, pupitres…), financiar todo tipo de obras de caridad (dar comida a la gente pobre, construir comedores sociales, residencias, guarderías…), etc.

La Iglesia Católica no pide diezmo ya que tiene un acuerdo con el Estado para que le financie. Sin embargo, las Iglesias Evangélicas rechazan todo tipo de subvención, apuestan por la radical separación iglesia-estado y quieren sustentarse únicamente con las aportaciones de sus fieles, lo cual garantiza una mayor independencia con respecto al poder político. Por eso resulta tan de suma importancia poder colaborar económicamente en el sustento de la iglesia, con nuestros diezmos y ofrendas, ya que si no fuera de este modo la iglesia no podría disponer de recursos económicos para tratar de expandir el Reino de Dios aquí en la Tierra.

Dios mismo acusa de fraude, de robo, a aquellos creyentes que no sustentan a la iglesia: «¿Acaso es justo que una persona defraude al Señor como vosotros me estáis defraudando? De nuevo replicáis: «¿En qué te hemos defraudado?». ¡En los diezmos y en las ofrendas! Por eso estáis amenazados de maldición, porque todos vosotros, la nación entera, no cesáis de defraudarme. Traed los diezmos íntegros a los almacenes del Templo para que no falten víveres en él; ponedme a prueba procediendo así -dice el Señor del universo- y veréis cómo abro las ventanas del cielo para derramar sobre vosotros bendiciones a raudales» (Malaquías 3:8-10).

Este versículo es impresionante. A lo largo de toda la Biblia se repite hasta la saciedad una misma idea: no tentar a Dios, no desafiarle, no ponerle a prueba… El Señor tiene una gran paciencia pero cuando se le acaba, su ira es temible. Y su paciencia suele agotarse cuando ve que el pueblo le desobedece sistemáticamente o le desafía. Sin embargo, a pesar de que tenemos el mandato expreso de no tentar al Señor, existe una sola excepción, una sola en toda la Biblia, y hace referencia a los diezmos. Dios promete  derramar bendiciones a raudales sobre los que diezmen. Y nos lanza un desafío: «Ponedme a prueba» -dice-.

Dios cumple su Palabra y, paradójicamente, enriquece a las personas que diezman. Alguien puede pensar: «Si ya cuesta bastante llegar a final de mes con el 100% del sueldo ¿cómo lo voy a lograr con el 90%?». Muy sencillo, porque si diezmas, al cabo de un tiempo Dios te ofrece un mejor empleo que no te esperabas, una nueva fuente  de ingresos con la que no habías contado, etc. Jehová desafía las matemáticas… He conocido en mi vida varias personas muy  pobres que diezmaban lo poco que  tenían  y  que han pasado con los años de la mendicidad a ser de clase alta, con sus negocios propios. Es la justa recompensa a su fe.

¿Pero acaso un ser omnipotente necesita de nuestro bolsillo? En absoluto. Simplemente es como una prueba de fe a la que nos somete, para ver si confiamos más en Él o en nuestros cálculos y lógica humanos. Pero el diezmo no sirve absolutamente de nada si nuestro corazón está sucio y actuamos mal. Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, maestros de la fe y  fariseos hipócritas, que ofrecéis a Dios el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero no os preocupáis de lo más importante de la ley, que es la justicia, la misericordia y la fe! Esto último es lo que deberíais hacer, aunque sin dejar de cumplir también lo otro» (Mateo 23:23 y Lucas 11:42).

Pero ¿es necesario seguir diezmando hoy en día? El diezmo era una costumbre arraigada en el Antiguo Testamento. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no hay un mandato claro de que se deba diezmar sino que se hace un llamamiento a que cada uno dé dinero en función de sus posibilidades monetarias: «Dé cada uno según le dicte su conciencia, pero no a regañadientes o por compromiso, pues Dios ama a quien da con alegría. Dios por su parte, tiene poder para colmaros  de bendiciones de modo que, siempre y en cualquier circunstancia, tengáis lo necesario y hasta os sobre para que podáis hacer toda clase de buenas obras» (2 Corintios 7-8).

¿Entonces debemos diezmar o no? Desde que estamos en el Nuevo Testamento, no existe el imperativo de diezmar. No es obligatorio. Sin embargo, yo lo considero aconsejable por tres razones. La primera, porque con nuestro dinero ayudamos a extender la obra de la iglesia. La segunda, porque, si diezmas con alegría, el Señor te recompensa y aumenta tus riquezas. Y la tercera, porque hemos de aprender a depositar toda nuestra fe en el Creador y no en nada ni nadie más (y eso significa otorgarle el control de todas las áreas de nuestra vida, finanzas incluidas).  En mi opinión, diezmar es bueno, positivo y agradable a los ojos de Dios.

     

     

A favor d’enderrocar El Cabanyal i d’ampliar l’Avinguda Blasco Ibáñez.

Els primers enderrocs del barri d’El Cabanyal de Valéncia que s’han produït estos dies han acabat en una virulenta batalla campal entre policia i manifestants. Vaja per davant que soc partidari del dret d’autodeterminació, fins al punt de creure que les coses d’un barri deuen ser decidides fonamentalment  per les persones que viuen en ell. Yo no soc veí ni persona directament afectada, per lo qual la meua opinió deu llegir-se en distància i cautela.

Ara be, vist l’assunt des de fòra, yo personalment estic a favor dels enderrocs d’El Cabanyal i de l’ampliació de l’Avinguda Blasco Ibáñez fins a la mar. El progrés deu obrir-se pas i és preferible una bona avinguda d’edificis moderns i avantguardistes que un barri destartalat i fet pols. És una bona oportunitat empresarial i econòmica i no només això: aporta un benefici colectiu superior al que supondria restaurar un barri moribunt com ho és El Cabanyal.

L’esquerra fa molta demagògia. Quan governaven els socialistes volien ampliar Blasco Ibáñez, ara que estan en l’oposició estan en contra. Tot es una qüestió de vots. Fart estic de vore cóm plataformes de veïns de l’estil de Salvem s’organisen per a protestar per l’instalació de per eixemple un camp  de golf en un poble a on governa un alcalde popular mentres que si l’alcalde és socialiste, en eixe cas cap plataforma clama contra el camp de golf.

No és dir cap mentira que des de que el món és món una vivenda sempre s’ha construït sobre  les ruïnes d’una atra vivenda o sobre un territori verge. Si cada volta que volem fer un barri, haguérem d’atendre al supost interés històric d’un barri més antic o al supost interés ecològic d’una planície plena de matolls, encara viuriem en l’Edat de Pedra. Això ho entenen be els cabanyalers com demostra que la majoria de manifestants siguen de fòra del barri.

Yo he passat per una situació pareguda. Quan era menut, recorde que mon pare tenia un garaig impressionant. El més gran que ha tingut mai. Tant que es fea servir també com a Casal Faller. L’Ajuntament d’Alzira determinà que per allí s’havia de construir una carretera i que calia enderrocar el garaig, perque un cantó del mateix -només un chicotet cantó-  afectava al traçat. Mon pare no s’ho prengué malament  puix sabia que allò era per al be comú del poble.

El Cabanyal no és Florència ni Venècia ni Roma. Crec que alguns s’escuden de l’excusa de la cultura per la senzilla raó de que no volen perdre la seua vivenda. Estan en el seu dret. Ara be, els seus arguments no em convencen i opine que ampliar Blasco Ibáñez beneficia a la majoria de valencians. Pero a mi no m’afecta directament el tema.  Soc un simple espectador crític. Qui realment deuen decidir són els veïns del barri, que són els que viuen allí.

Tallar el transvàs d’euros cap a Castella-La Mancha.

Cada dia estic més convençut de que Espanya és un mal negoci per als valencians. Els espanyols només mos volen que per a aprofitar-se de mosatros; mos veuen com una vaca a la que esprémer tota la llet. Només tenim inconvenients per ser espanyols i cap de ventaja. Molt s’està parlant en estos dies del nou Estatut d’Autonomia que prepara Castella-La Mancha, que pretén blindar el riu Tajo -el més llarc de tot l’Estat- per a aixina forçar la data de caducitat del transvàs d’aigua al deficitari riu Segura.

O siga, que durant décades hem estat donant treball a manchecs que venien al Regne de Valéncia absolutament morts de fam, en una mà davant i una atra darrere, perque tan inútils són que s’han mostrat manifestament incapaços de fer prosperar una planície enorme, que és, per definició, el terreny més favorable a l’hora de poder construir infraestructures o de sembrar els camps. Els hem donat treball perque venen d’una terra que, desgraciadament, pareix un solar eixit d’una película futurista de postguerra nuclear.

Durant decenis hem estat prestant tot tipo de servicis que no mos pertocava prestar… Perque són molts els ancians manchecs que viuen en la frontera que, quan estan malalts, se desplacen a hospitals valencians. I els atenem. Durant segles hem estat subvencionant a una colla d’inútils i malfaeners en La Mancha i en tota Espanya que mos costa un ull de la cara. Únicament en l’any 2005 ser espanyols mos costà als valencians que el 6,32% del nostre Producte Interior Brut (PIB) se n’anara fòra de lo Regne.

I ara, que per primera i única volta en tota l’història els valencians necessitem algo dels manchecs (els excedents d’aigua) mos diuen que no, que ni una gota d’aigua per a mosatros, que s’ha de tallar el transvàs Tajo-Segura. Açò és Espanya, senyors: problemes, problemes i problemes. La solidaritat deu ser bidireccional i quan no ho és, quan només és una part la que s’aprofita de l’atra, en eixe cas no estem parlant de solidaritat sino de parasitisme. I els manchecs s’estan comportant com a paràsits.

Si volen acabar en el transvàs d’aigua, estan en el seu dret. Pero acabem en tots els transvasos. També en els de diners. Perque ya estarà be de que els valencians hajam de transvassar millons  d’euros tots els anys, frut del nostre treball i de la suor de la nostra front, a unes sangoneres que sols volen chuplar-mos la sanc. Mos diuen que els valencians necessitem una nova cultura de l’aigua. I yo dic que els espanyols necessiten una nova cultura de la financiació. Acabem en els transvassos d’euros cap a Espanya.

Neoliberalismo económico: una doctrina satánica.

«¿Qué es el neoliberalismo? El neoliberalismo es cuando un lobo hambriento se acerca a un rebaño de ovejas y le pide al pastor que se ponga a un lado, que no intervenga, porque así se resuelven las cosas de manera mucho más eficiente» (Josué Ferrer).

Cada día estoy más convencido de que el llamado neoliberalismo es una doctrina de corte satánico. Y cuando hablo de liberalismo no me refiero a una política que favorece la iniciativa privada, la libertad económica o el comercio. Todas esas cosas son muy buenas y deseables ya que generan riqueza en una sociedad. Yo a lo que me refiero es a esa ideología que predomina en nuestros días y que exige a los estados que no intervengan o que miren a otro lado mientras los poderosos hacen y deshacen a su antojo en nombre del mercado y sin que les pueda controlar absolutamente nadie.

Todos sabemos que en una sociedad hay fuertes y hay débiles, hay ricos y hay pobres, hay empresarios y hay trabajadores. Siempre ha sido así y siempre lo será. Que se le exija al Estado que no intervenga, que no proteja a la parte débil de los abusos de la fuerte, todo en pro de un supuesta libertad mercantil, es tanto como si el lobo que ronda hambriento a una oveja le pide al pastor que no intervenga cuando se acerque a ella. Todos sabemos de sobra qué ocurrirá si el pastor incurre en una dejación de funciones. Hasta hoy, nunca una oveja se comió un lobo.

A los gurús del liberalismo no les basta con ser archimillonarios. A ellos lo que les da morbo, lo que se la pone dura, es la idea de oprimir al pobre. No les basta con tener un yate, una mansión o un helicóptero privado. No. Ellos no van a parar hasta poder robarle al mendigo el mendrugo de pan que tiene en la boca. ¿Cómo si no se explica que multinacionales que podrían pagar buenos sueldos contraten a esclavos en el Tercer Mundo? ¿O que haya supuestos cristianos que aboguen por la privatización de la sanidad y la educación y el recorte de los derechos sociales de la gente?

Las sectas luciferinas, ésas que hacen orgías a la luz de la luna, son todas de la alta sociedad. No es de extrañar que sea este tipo de gente la que haya empujado al mundo a una crisis económica sin precedentes. La crisis ha sido motivada por valores satánicos como la avaricia, la codicia, el egoísmo o la injusticia. Es la gente que habla de «el mercado» con la misma veneración con la que los idólatras en tiempo de Moisés adoraban al becerro de oro. Hasta las iglesias se han visto contaminadas con la teología de la prosperidad. Necios; no os podréis llevar un solo euro al otro mundo.

De la (verdadera) riqueza.

Uno de los alumnos del gran pensador Sócrates fue Anístenes, quien fundó la escuela filosófica de los cínicos. Ellos creían que la verdadera felicidad no depende de cosas externas como el lujo, el poder político o incluso la salud. Más o menos venían a pensar eso de que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. Hay una anécdota sobre Diógenes de Sínope, quien fue el más famoso de todos los cínicos. Vivía dentro de un tonel y según decían no tenía más posesiones materiales que una capa, un bastón y una bolsa de pan. Una vez, tomando el sol delante de un tonel, recibió la visita inesperada del emperador Alejandro Magno quien le dijo que si deseaba algo él se lo concedería. Diógenes respondió: «Quiero que te apartes pues me estás tapando el sol». El sabio le demostró así que él era más rico y más feliz que el emperador con todo su poder. El emperador de Macedonia se quedó impresionado: «Si no fuera Alejandro Magno, me gustaría ser Diógenes» dijo él.

En otra ocasión cuentan que Diógenes caminaba por toda Atenas a plena luz del mediodía con una lámpara encendida pues buscaba un hombre honesto y decía que encontraba ninguno. Considero a Diógenes uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos, aunque nunca escribiera ningún libro y apostara por una sabiduría práctica como Sócrates. Me gustan esos filósofos que como Sócrates, Luis Vives o Diógenes son capaces de acercar algo en principio tan lejano y abstracto como la filosofía a las pequeñas cosas caseras del día a día. Me gustan esos seres capaces de dar una lección de humildad incluso a los más poderosos. Me gustan las personas que piensan que la auténtica riqueza es la del corazón y no se dejan deslumbrar por la fiebre del oro. Decía mi profesor de Literatura, Miguel Herráez, que lo único verdaderamente importante en la vida, lo único que cuenta de verdad es ser feliz. Las cosas importantes de la vida no se compran con dinero. Diógenes sabía eso.

La supercaixa valenciana.

conjunta

Les caixes d’aforros suponen un pilar fonamental del sistema financer valencià. De fet, es calcula que el 50% del capital dels valencians està ingressat en caixes d’esta naturalea. I com a resposta a la crisis global de 2008 potser ha arribat l’hora de la fusió d’entitats, be absorbint les d’unes atres autonomies pero mantenint el centre de decisió ací o be fusionant totes les caixes valencianes per a crear una supercaixa sòlida, puixant i forta. En estos dies es parla molt d’una fusió entre Bancaixa, CAM i Caixa Ontinyent. A mi no em desagrada l’idea (inclús pense que deuria sumar-se també Ruralcaixa) puix l’unió constituiria una de les entitats financeres més poderoses i solvents de tota Europa.

Ara be, existixen profunts rezels en la CAM a on no volen ni sentir parlar d’una fusió en Bancaixa. Res nou baix del Sol; el típic sentiment provincià de la ciutat d’Alacant. I això a pesar de que inclús s’ha oferit que la sèu central s’ubique en eixa localitat o que la marca CAM aparega en el nom final. Els alacantins deurien reflexionar: la fusió de les dos caixes podria donar suficient força com per a absorbir les d’unes atres autonomies (com ara Caja Murcia) mentres que si CAM o Bancaixa fan la seua particular guerra cadascú pel seu costat corren el risc d’acabar sent absorbides per Caja Madrid o La Caixa. I sempre será més natural que Alacant sume forces ab Valéncia que ab Barcelona o Madrit.

Pero per damunt de tot lo que més em preocupa és el servici públic al poble valencià. En els últims anys les caixes s’han alluntat notablement dels seus principis fundacionals, destinant els beneficis al finançament de parcs temàtics i fútils obres faraòniques. Han de tornar a dirigir els guanys a l’obra social (fer hospitals, vivenda barata, residències…) i a evitar l’exclusió financera d’amples capes de la nostra societat puix molts ciutadans busquen en les caixes l’oportunitat que els és negada pels bancs. Les caixes deuen donar soport al I + D i als mamprenedors, protegir la cultura valenciana i la família i combatre l’exclusió social. Resulta vital promoure la despolitisació de les caixes d’aforros.

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