¿Tuvo hermanos Jesús?

Agradecimientos a Efraín Augusto Parra, de Bogotá D.C. (Colombia).

¿Tuvo hermanos Jesús? Esta polémica y controvertida pregunta ha provocado que salten chispas en no pocas ocasiones. La Biblia no es excesivamente prolija en este punto. No existen muchos pasajes que hablen sobre tan espinoso asunto por lo que el tema no está del todo claro, existen teorías para todos los gustos y, consecuentemente el debate permanece vivo; sin embargo los pocos textos que se refieren a la familia más próxima de Jesús parecen confirmar que Jesucristo sí tenía varios hermanos de sangre.

Un primer fragmento de la Palabra nos relata: “Vinieron después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle. Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan. Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (Marcos 3: 31-35).

Que los hermanos de Jesús eran incrédulos y no creían que fuese el mesías lo corrobora Juan. Dice así: “Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos; y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Porque ni aun sus hermanos creían en él”. (Juan 7:2-5). Según parece, Cristo tenía hermanos aunque tampoco ellos creyeron en Él.

En otro versículo de la Palabra, se hila aún más fino al mencionar el nombre de los hermanos varones además de afirmar que Cristo tenía hermanas (aunque desconocemos cómo se llamaban). Dice así:  “¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su tierra, y entre sus parientes, y en su casa” (Marcos 6:3-4).

Para entender mejor si el mesías tuvo o no hermanos, podemos recurrir al pasaje de Lucas 2:7, que describe el parto de María: «Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón». Obsérvese la palabra primogénito, este término se utiliza para decir que es el primer hijo, si Jesús hubiera sido el único hijo de María, Lucas hubiera escrito: “a su hijo unigénito”. ¿Por qué escribir primogénito si no tenía hermanos? No tiene sentido.

Algunas voces -defensoras de la virginidad perpetua de María- piensan que cuando en la Biblia se menciona a la madre y los hermanos de Jesús en realidad puede que se trate de hermanos en un sentido «metafórico» (algo así como “hermanos en la fe”) o en un sentido «amplio» (con lo que dichos hermanos serían en realidad primos) y otros creen que pudiera tratarse de «hermanastros» (es decir, hijos que José el carpintero habría tenido con alguna esposa anterior a su casamiento con la Virgen María).

La negación de que Jesús tuviera hermanos fue establecida por los católicos siglos después de escribirse la Biblia. Lo hicieron de manera forzosa por carecer de argumentos, indicando que “hermanos” en el Nuevo Testamento quiere decir primos o parientes. Pero el Nuevo Testamento fue escrito en griego, donde hay clara diferencia entre estos dos términos. ¿Por qué no dice que Isabel era “hermana” de María, o Juan el Bautista era “hermano” de Jesús; si bien es sabido que eran primos respectivamente? Dicen que eran primos (‘a‧ne‧psi‧ós’ en griego).

En Lucas 21:16 dice: “Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros”. Aquí la palabra hermanos (‘a‧del‧fós’ en griego) se usa de manera clara y distinta a la palabra parientes. (‘syg‧gue‧nṓn’ en griego). De haber sido las dos palabras sinónimas no hubiera sido necesario decir “parientes”, pues sería redundar. Es evidente que en lengua griega no hay  posibilidad de confundir hermanos, primos o parientes porque existen palabras distintas para referirse a ellos.

Ninguna de las hipótesis católicas, no obstante, se asienta sobre base bíblica alguna, con lo que lo más lógico es pensar que sí eran hermanos carnales de Jesús. Sólo hay un hecho claro; que los cuatro evangelistas se expresan en un mismo sentido: Jesús tenía hermanos y hermanas (conocemos el nombre de los varones), no creían en Él como hijo de Dios y consecuentemente Cristo consideraba sus hermanos a quienes hacen la voluntad de Dios. A partir de ahí, cada uno que extraiga sus propias conclusiones y teorías.

¿La Virgen María fue virgen durante toda su vida?

Agradecimientos a Luis Alberto Saavedra, de Lima (Perú).

El tema que a continuación vamos a abordar es para mí uno de los más difíciles pues a menudo provoca amargas controversias. Advierto que mi intención no es en absoluto polemizar u ofender a nadie. Antes al contrario: me dispongo a escribir este artículo desde el mayor de los respetos y consideraciones que  me merece la que sin lugar a dudas ha sido la mujer más extraordinaria que haya pisado este planeta en toda la historia de la humanidad. Me refiero, como no podía ser de ninguna otra manera, a la Virgen María.

La Biblia cuenta que el ángel Gabriel se apareció a María, una doncella desposada con José, para anunciarle que iba a traer al mundo a Jesús, quien sería llamado Hijo de Dios. María era virgen así que la concepción sería milagrosa. También relata la Palabra que un ángel se apareció en sueños a José, que pretendía abandonarla, para convencerlo de que no lo hiciese pues el hijo engendrado era del Espíritu Santo (Lucas 1:26-38) y (Mateo 1:18-25). Esto es lo que dice la Biblia. Veamos ahora qué dicen los hombres.

Existen dos grandes interpretaciones sobre la virginidad de María: la católica y la protestante. Comencemos por la primera. El Estado Vaticano sostiene la tesis de la virginidad perpetua de María. Es decir que María no sólo era virgen en el momento en el que se quedó embarazada de Jesús por obra del Espíritu Santo sino que siguió siendo virgen durante toda su vida, incluso después del nacimiento de Cristo e incluso a pesar de que, recordemos, era una mujer que estaba casada con el carpintero José.

Esto puede provocar a priori extrañeza (¿qué clase de esposa es la que no se acuesta con su propio marido y la que permanece virgen aun estando casada?). A menudo la explicación más recurrente por parte de la Iglesia Católica es la de que José debía ser un hombre anciano, y por lo tanto sexualmente impotente, lo cual explicaría que no mantuviese relaciones con María. No existe no obstante ni siquiera un solo texto bíblico que pueda sostener esa tesis, por lo queda en el campo de la especulación de los hombres.

La cosa se complica todavía más si vemos que el eclesiástico Tribunal de la Rota -dependiente del Vaticano- considera nulo un matrimonio donde no haya existido la consumación (es decir, que el marido y la mujer se hayan acostado juntos por lo menos una vez). En este sentido, el Tribunal de la Rota puede declarar nulo un matrimonio canónico «si se da impotencia para el acto conyugal tanto por parte del hombre como de la mujer». Y según la tesis católica, José era impotente y  no se acostaba con su mujer.

La Rota también lo juzga nulo «si teniendo suficiente discreción de juicio para entender las obligaciones esenciales del matrimonio y aún queriéndolas cumplir, es incapaz de cumplirlas por una causa de naturaleza psíquica (por ejemplo, es incapaz de guardar la fidelidad, de vivir unido de por vida, de llevar una vida sexual normal, de educar y alimentar a sus hijos, etc)».  No hay ninguna duda de que un matrimonio donde los cónyuges no se acuestan el uno con el otro dista mucho de llevar una vida sexual normal.

Así pues, según la tesis católica María fue virgen durante toda su vida porque su marido era anciano y supuestamente impotente (aunque no exista ningún texto bíblico que lo corrobore). Sin embargo, la propia Iglesia Católica declara nulo de pleno derecho un matrimonio donde no se practique el sexo, por lo que si aplicáramos las propias normas católicas a la pareja que nos ocupa tendríamos que declarar nulo este matrimonio y en consecuencia llegar a la conclusión de que María fue una madre soltera.

La visión protestante del asunto es, en mi humilde opinión, más racional, menos complicada y no contradictoria: María era virgen en el momento de quedarse embarazada de Jesús (es el Espíritu Santo y no un varón quien la preña), pero en el momento de casarse con José ya pasó a practicar una vida sexual normal con su marido (algo que además no sólo no es pecado sino bueno a los ojos de Dios). Esto no invalida el milagro de la concepción virginal de Cristo ni tampoco el matrimonio de María con su esposo.

María no sólo habría tenido una vida marital normal sino que además habría tenido más hijos (y esta vez concebidos de forma natural con su marido y no de forma milagrosa como con Cristo). ¿Pero acaso hay pasajes de la Biblia que sustenten esta teoría? Sí, los hay. Los cuatro evangelistas sostienen en varias ocasiones que Jesús tuvo hermanos y hermanas (Marcos 3:31-35), que éstos no creían en Él como mesías (Juan 7:2-5), e incluso sabemos el nombre de los hermanos varones de nuestro Señor (Marcos 6:3-4).

Lucas 1:34 dice:  “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón”. En otras palabras, María afirma que no ha tenido relación sexual con hombre alguno. En Mateo 1:25 leemos:  “Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús”. Aquí la Biblia resalta que José no tuvo relaciones sexuales con María hasta que nació Jesús. O sea que después del nacimiento, sí tuvo sexo. Además se refiere a Jesús como «primogénito», esto es, el hijo mayor. De ser hijo único habría dicho «unigénito».

Yo, personalmente, me inclino más por la visión protestante, la cual considero más sensata, no contradictoria y con base bíblica. En cualquier caso, tanto los cristianos que defienden la virginidad perpetua de María como los que apoyamos la tesis de su virginidad temporal, coincidimos en dos cosas: que la concepción de Jesús fue un fenómeno milagroso al ser María doncella, y que es sin duda una mujer tan pura, tan maravillosa y extraordinaria que fue elegida por el mismísimo Dios para engendrarse en su vientre.

La superioridad de la mentalidad anglosajona.

Se mire por donde se mire, éste es un mundo dominado por hombres blancos, anglosajones y protestantes. En el aspecto político, comercial, económico, financiero, científico, tecnológico, cultural, audiovisual… son los anglosajones los que controlan el sistema. Es más; ellos son el sistema. La cuestión es ¿por qué?  ¿Qué les diferencia del resto? ¿Por qué tienen éxito donde otros no?

No creo en la superioridad de unas razas frente a otras, pero sí en el de unas civilizaciones frente a otras. Es mentira que todas las culturas sean igual de valiosas porque si así fuera tendrían todas un idéntico nivel de desarrollo. Los anglosajones dominan el mundo entero porque son un pueblo con una mentalidad victoriosa orientada al éxito. Su pensamiento se basa en cuatro pilares.

1) Democracia. Mientras que en Europa y Latinoamérica la gente estaba entusiasmada con la idea de una dictadura, en las naciones angloparlantes siempre ha imperado una fuerte tradición democrática. Dictadores como Francisco Franco o Fidel Castro jamás hubiesen podido tener éxito en Canadá o Nueva Zelanda porque en un país anglosajón habrían carecido de apoyo social.

En la actualidad, es fácil comprobar que todos los países que son dictaduras del signo que sea, todos sin excepción, son estados del Tercer Mundo. Por contra, las naciones más avanzadas de la Tierra son democracias sólidas y saneadas. A mayor nivel de democracia, de libertad en definitiva, más prosperidad, más desarrollo. Y los anglosajones creen en ello de forma sumamente firme.

2) Liberalismo. En el mundo anglosajón existe un gran respeto por los derechos individuales y la propiedad privada. Se entiende que los ciudadanos son titulares de derechos inalienables que el Estado deberá respetar. Por contra, en otras culturas se entiende que es el Estado el que graciosamente otorga derechos a la gente. Lógicamente, los abusos del poder son mucho mayores en un país así.

En una patria angloparlante la soberanía recae en el pueblo. No en el Estado, ni en la Corona ni en la República. No, en el pueblo. Y por lo tanto todas las instituciones jurídicas y estatales deben ir dirigidas a respetar la soberanía popular. Existe una fuerte tradición liberal de respeto a la ciudadanía que ningún gobernante se atreve a cuestionar porque allí la libertad no se negocia.

3) Protestantismo. A partir de la Reforma protestante y la Contrarreforma católica del siglo XVI se dibujaron un norte de Europa protestante  y rico frente a un sur católico y pobre. En América ocurre igual. El protestantismo es más democrático y liberal, no apoya dictaduras como hace el catolicismo y respeta más al ciudadano. En consecuencia, forma un país más avanzado y rico.

El protestantismo ofrece una visión de la vida radicalmente distinta del catolicismo. Por ejemplo, frente al problema de la pobreza el catolicismo promueve dar de comer al hambriento mientras que el protestantismo defiende más que dar un pescado dar una caña al pobre y enseñarle a pescar. Es una mentalidad mucho más autónoma, más individualista, menos dependiente del poder.

4) Capitalismo. No es por casualidad que el comunismo haya sido un fracaso absoluto en las naciones anglosajones. Inglaterra fue la inventora del capitalismo moderno. Desde entonces los pueblos angloparlantes se han caracterizado por tener una mentalidad capitalista, orientada a la creación de riqueza, avalada por el derecho anglosajón y por unos estados con instituciones serias y fiables.

En Estados Unidos la mentalidad de un universitario es la de formar una empresa, trabajar para sí mismo y  hacerse rico. En España ese universitario se conforma con ser un trabajador asalariado o como mucho opositar. Mientras en Extremadura o Andalucía se fomenta la mentalidad limosnera de vivir de subvenciones, en Ohio o Arkansas uno lo que quiere es hacerse rico.

Conclusión. No es por casualidad que sea un conjunto de cinco naciones blancas, anglosajonas y protestantes (Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda) el que lidere el mundo. Todas ellas son potencias en sus respectivos continentes, a excepción de los Estados Unidos, que es la superpotencia mundial. Todas tienen una mentalidad victoriosa orientada al triunfo.

Ciertamente habrá quien diga que el inglés también se habla en numerosas naciones subdesarrolladas (fundamentalmente en África y  Asia), pero lo cierto es que generalmente se trata de un idioma inglés corrupto (criollo) que  además en la mayoría de casos ni siquiera es usado por los hablantes locales como lengua materna. Es por ello que no les puedo considerar anglosajones de verdad.

Falacia atea: Ateísmo = desarrollo.

«Me aburren los ateos: siempre están hablando de Dios.» Heinrich Böll.

Una de las mayores falacias ateas que existe es la de pensar que el cristianismo es una rémora del pasado, una suerte de atávica superstición unida a la ignorancia mientras que el ateísmo constituye un signo de progreso, de modernidad. A menudo los ateos argumentan en favor de esta idea que las naciones más modernas y desarrolladas del mundo (las del centro y norte de Europa, fundamentalmente) cuentan curiosamente con muchos ateos.

Y no se puede negar que es verdad. Pero el argumento es equivocado… No es que por el hecho de que había un gran porcentaje de ateos en un territorio es que se consiguió una nación próspera. No, no, no… ¡Es justo al revés! Es precisamente porque se logró una nación rica donde la gente vive bien y tiene de todo es que parte de su población, históricamente cristiana, pasó a ser atea. Es la comodidad la que trajo el ateísmo, no al revés.

Sucede a veces que cuando una persona tiene su casa, su coche, su buen sueldo, sus vacaciones, su televisión de plasma y carece de grandes problemas en la vida se vuelve ateo… Porque desde la mentalidad humana lo fácil es pensar : «Si tengo todo lo que necesito… ¿para qué quiero a Dios? Para nada». Cuando hace décadas en Europa se pasaba hambre, todos creíamos en el Señor… pero ahora que somos ricos lo apartamos de nuestras vidas.

Sin embargo, en los países donde abunda la injusticia y el sufrimiento, la gente se ampara más al Señor, no porque sea inculta sino porque sufre. El literato Víctor Hugo escribió: «los ojos no pueden ver bien a Dios, sino a través de las lágrimas». Y la prueba es que cuando un ateo pasa por una situación límite (un cáncer, la prisión, la ruina…) en no pocas ocasiones se siente desesperado y acude al único capaz de ayudarle en ese instante: Dios.

Es un error común pensar que la gente con cultura debe necesariamente ser atea y la gente sin estudios ser creyente. Es absurdo porque existen sobradas muestras de científicos y catedráticos creyentes y de ateos que son analfabetos funcionales que al final del año no han leído ni un solo libro.  Y viceversa. No, no son los estudios ni la cultura… Es el dolor… Porque mucha gente sólo se acuerda de nuestro Señor cuando sufre y necesita su ayuda.

El ateísmo nunca en toda la historia ha aportado una pizca de desarrollo a una sociedad. Al contrario: allí donde ha imperado el ateísmo de estado, como en Unión Soviética, Cuba o China, ha reinado la miseria, el hambre  y la desolación, así como las persecuciones por motivos ideológicos y las masacres. Porque en el fondo el ateísmo es un movimiento intolerante  y fanático; es la otra cara de la moneda de esas siniestras teocracias de la Edad Media.

Por contra, las naciones del centro y norte de Europa -ésas que tan a menudo algunos ponen como ejemplo de progreso ateo- lograron alcanzar su  prosperidad de la mano de una sociedad abrumadoramente cristiana protestante. Fueron los protestantes (y no los ateos)  los que hicieron rica a Dinamarca, Suecia, Alemania, Islandia…  Y una vez se convirtieron en naciones ricas, es que la gente, por exceso de comodidad, pasó de cristiana a atea.

Buscar la prosperidad material de una patria y el bienestar de su gente es algo bueno y deseable y no resulta incompatible con buscar una prosperidad espiritual. Ahora bien, pobre de aquella sociedad que le dé la espalda a su Creador porque si Él no nos importa, menos aún nuestros semejantes. El día en que los seres humanos desechemos definitivamente al Señor estaremos al fin preparados para subir a las ramas de un árbol y quedarnos a vivir allí.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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¿Debemos pagar el diezmo los cristianos?

¿Qué es el diezmo? Es el 10% del total de nuestros ingresos que libremente decidimos entregar a la iglesia para financiar la obra de Dios. Es una forma de devolverle al Señor una pequeña parte de lo muchísimo que Él nos da todos los días (empleo, dinero, salud, amor, protección…). El diezmo se emplea para pagar el sueldo de los pastores, pagar los gastos corrientes de un templo (alquiler, luz, agua…), enviar misioneros a las naciones, comprar materiales para enseñar su Palabra (Biblias, libros, pupitres…), financiar todo tipo de obras de caridad (dar comida a la gente pobre, construir comedores sociales, residencias, guarderías…), etc.

La Iglesia Católica no pide diezmo ya que tiene un acuerdo con el Estado para que le financie. Sin embargo, las Iglesias Evangélicas rechazan todo tipo de subvención, apuestan por la radical separación iglesia-estado y quieren sustentarse únicamente con las aportaciones de sus fieles, lo cual garantiza una mayor independencia con respecto al poder político. Por eso resulta tan de suma importancia poder colaborar económicamente en el sustento de la iglesia, con nuestros diezmos y ofrendas, ya que si no fuera de este modo la iglesia no podría disponer de recursos económicos para tratar de expandir el Reino de Dios aquí en la Tierra.

Dios mismo acusa de fraude, de robo, a aquellos creyentes que no sustentan a la iglesia: «¿Acaso es justo que una persona defraude al Señor como vosotros me estáis defraudando? De nuevo replicáis: «¿En qué te hemos defraudado?». ¡En los diezmos y en las ofrendas! Por eso estáis amenazados de maldición, porque todos vosotros, la nación entera, no cesáis de defraudarme. Traed los diezmos íntegros a los almacenes del Templo para que no falten víveres en él; ponedme a prueba procediendo así -dice el Señor del universo- y veréis cómo abro las ventanas del cielo para derramar sobre vosotros bendiciones a raudales» (Malaquías 3:8-10).

Este versículo es impresionante. A lo largo de toda la Biblia se repite hasta la saciedad una misma idea: no tentar a Dios, no desafiarle, no ponerle a prueba… El Señor tiene una gran paciencia pero cuando se le acaba, su ira es temible. Y su paciencia suele agotarse cuando ve que el pueblo le desobedece sistemáticamente o le desafía. Sin embargo, a pesar de que tenemos el mandato expreso de no tentar al Señor, existe una sola excepción, una sola en toda la Biblia, y hace referencia a los diezmos. Dios promete  derramar bendiciones a raudales sobre los que diezmen. Y nos lanza un desafío: «Ponedme a prueba» -dice-.

Dios cumple su Palabra y, paradójicamente, enriquece a las personas que diezman. Alguien puede pensar: «Si ya cuesta bastante llegar a final de mes con el 100% del sueldo ¿cómo lo voy a lograr con el 90%?». Muy sencillo, porque si diezmas, al cabo de un tiempo Dios te ofrece un mejor empleo que no te esperabas, una nueva fuente  de ingresos con la que no habías contado, etc. Jehová desafía las matemáticas… He conocido en mi vida varias personas muy  pobres que diezmaban lo poco que  tenían  y  que han pasado con los años de la mendicidad a ser de clase alta, con sus negocios propios. Es la justa recompensa a su fe.

¿Pero acaso un ser omnipotente necesita de nuestro bolsillo? En absoluto. Simplemente es como una prueba de fe a la que nos somete, para ver si confiamos más en Él o en nuestros cálculos y lógica humanos. Pero el diezmo no sirve absolutamente de nada si nuestro corazón está sucio y actuamos mal. Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, maestros de la fe y  fariseos hipócritas, que ofrecéis a Dios el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero no os preocupáis de lo más importante de la ley, que es la justicia, la misericordia y la fe! Esto último es lo que deberíais hacer, aunque sin dejar de cumplir también lo otro» (Mateo 23:23 y Lucas 11:42).

Pero ¿es necesario seguir diezmando hoy en día? El diezmo era una costumbre arraigada en el Antiguo Testamento. Sin embargo, en el Nuevo Testamento no hay un mandato claro de que se deba diezmar sino que se hace un llamamiento a que cada uno dé dinero en función de sus posibilidades monetarias: «Dé cada uno según le dicte su conciencia, pero no a regañadientes o por compromiso, pues Dios ama a quien da con alegría. Dios por su parte, tiene poder para colmaros  de bendiciones de modo que, siempre y en cualquier circunstancia, tengáis lo necesario y hasta os sobre para que podáis hacer toda clase de buenas obras» (2 Corintios 7-8).

¿Entonces debemos diezmar o no? Desde que estamos en el Nuevo Testamento, no existe el imperativo de diezmar. No es obligatorio. Sin embargo, yo lo considero aconsejable por tres razones. La primera, porque con nuestro dinero ayudamos a extender la obra de la iglesia. La segunda, porque, si diezmas con alegría, el Señor te recompensa y aumenta tus riquezas. Y la tercera, porque hemos de aprender a depositar toda nuestra fe en el Creador y no en nada ni nadie más (y eso significa otorgarle el control de todas las áreas de nuestra vida, finanzas incluidas).  En mi opinión, diezmar es bueno, positivo y agradable a los ojos de Dios.

     

     

Si Lutero levantase la cabeza.

«Si Satanás puede pervertir y cambiar el sentido de  las Escrituras ¿qué no hará con mis palabras o las de los demás?»

Martín Lutero.

Los tiempos que vivimos son muy difíciles para la Iglesia Evangélica. Afloran por doquier falsos profetas y doctrinas equivocadas que llevan a camino de perdición, quizás como si de un signo de los últimos tiempos se tratase. Quién sabe. Lo cierto es que en el siglo XVI el sacerdote Martín Lutero inició la reforma protestante contra la teología corrupta y desviada de la Iglesia Católica de Roma.

Protestaba fundamentalmente por la venta de indulgencias y bulas papales que permitían vivir en pecado si pagabas un dinero; contra la idolatría; contra la afirmación de que existe un lugar llamado purgatorio (que casualmente no se menciona ni una sola vez en toda la Biblia) y contra la idea de que la salvación se halla en una religión o en una iglesia concretas y no en la obra redentora de Cristo.

Pero ¿y si hoy levantase la cabeza Lutero? ¿Qué pasaría? Por supuesto, vería que la mayoría de cosas contra las que protestaba siguen vigentes en la Iglesia Católica. Pero… y ahí viene lo más sangrante… se horrorizaría al ver la enorme cantidad de falsos profetas y falsas doctrinas que muy sibilinamente se han ido aposentando en las iglesias evangélicas. Del susto, Lutero se volvía a morir.

Hablo por ejemplo de la ordenación de obispos homosexuales en la Iglesia Luterana. O de las llamadas iglesias arco iris que ofician matrimonios entre personas del mismo sexo. Todo obedece a esta corriente relativista que dice que la iglesia tiene que “adaptarse a los nuevos tiempos”. Curiosamente las iglesias que han dado el paso han perdido el apoyo de sus fieles hasta quedarse vacías.

También hablo de algunos cristianos que son liberales en lo económico y que parece que idolatran al mercado, lo adoran como si de un nuevo dios se tratase. O de la aberrante y anticristiana teología de la prosperidad, impulsada por estafadores, que presupone que Dios puede ser sobornado con dinero y de este modo cumplirá nuestros deseos como si de un genio de la lámpara maravillosa se tratase.

También los hay que introducen falsas doctrinas no por mala fe sino por equivocación como la de, y admito que yo mismo podría estar equivocado, el rapto pretribulacional. Dicha tesis suena con mucha fuerza desde hace sólo cien años. Históricamente siempre se ha hablado de dos venidas de Cristo al mundo (no de tres) y de que el arrebatamiento de la iglesia sería tras la Gran Tribulación en los postreros días.

La Palabra de Dios es eterna y vale para todos los tiempos. No es la iglesia la que se tiene que adaptar al mundo sino al revés. De lo contrario estamos creando un falso cristianismo hecho a nuestro gusto, como si de un menú de restaurante se tratase. Hoy abundan los falsos profetas y las falsas doctrinas que llevan a los justos a condenación. Hace falta una escoba para barrer toda la basura.

Tercer Mundo espiritual.

Hace unos años viajé a Venezuela con la convicción de que iba a visitar el Tercer Mundo. Y la verdad sea dicha vi pobreza, desigualdades, la falta de agua potable, un pésimo servicio de recogida de basuras y otras cuestiones que ahora no viene al caso comentar. Pero también me impresionó sobremanera el enorme avivamiento espiritual que experimenta no sólo ese país sino toda América Latina. Una vez más allí donde hay abundante injusticia y dolor, la población se encomienda más a Dios.

Una auténtica explosión de iglesias evangélicas ha surgido en América en las últimas décadas. Hay una en cada barrio y su expansión es imparable: por ejemplo una iglesia puede pasar de 50 miembros a 250 en sólo dos años. Por el contrario, aquí en el Reino de Valencia el número de fieles permanece estancado desde hace años. La iglesia más grande de Venezuela es Maranatha (en Valencia, Carabobo) con más de 5.000 fieles. Por contra, aquí ninguna iglesia alcanza el millar de ovejas.

Allí vi cosas que en mi país nunca había visto. Vi cómo en cada culto había varias personas que daban un paso al frente y aceptaban a Jesucristo (jamás he visto esto en mi tierra). Vi que hacen bautizos cada 15 días (aquí a duras penas se reúne gente para hacer un bautizo anual). En Colombia se han llegado a hacer bautizos masivos de 3.000 personas en un solo día. Y lo que más me llamó la atención: allí los cristianos van a la plaza mayor del pueblo y pregonan el Evangelio en voz alta a la gente.

Todo esto ha producido un innegable beneficio social: por cada persona que se congrega en una iglesia evangélica y que conoce al Señor hay en la calle una prostituta menos, un drogadicto menos, un borracho menos. Allí los cristianos son muy perseverantes en su fe y su proselitismo, son grandes conocedores de la Biblia, ayudan económicamente a las personas más necesitadas y fomentan en la sociedad una costumbre tan sana como la de bendecir los alimentos a la hora de comer.

En cuanto a mi país: aborto libre, experimentación con embriones, eutanasia, matrimonio gay, ateísmo, islam, iglesias que agonizan… Cuando me marché de la República de Venezuela me di cuenta de que soy yo el que vive en el Tercer Mundo. Porque el Reino de Valencia (y Europa en general) es el Tercer Mundo espiritual. Tan sólo le pido a Dios que tenga misericordia de este rincón del orbe y que la bendición del Evangelio nuevamente sea derramada con fuerza si es que es su voluntad.

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