Dinamarca: el imperio escandinavo.

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A orillas del frío Báltico, en la península de Jutlandia, se encuentra el más poderoso de los estados escandinavos: Dinamarca. Es una nación pequeña y olvidada pero con una gran historia, una superpotencia medieval hoy venida a menos, una sociedad muy celosa de su autogobierno, una especie de catalanes del norte.

En 960 el pueblo danés se convirtió al cristianismo de la mano del rey Harald. Dinamarca es hoy una monarquía parlamentaria y el rey debe ser miembro de la Iglesia Luterana. El 90% de daneses es luterano, al menos nominalmente. La economía nacional es muy productiva y diversificada y goza de una alta renta per cápita.

En 1397 la reina Margarita I de Dinamarca impulsó la Unión de Kalmar: una fusión de tres reinos, Dinamarca, Noruega y Suecia, que en aquella época incluían Groenlandia, Islandia y Feroe (pertenecientes a Noruega) y Finlandia (Suecia). En 1523 Suecia se separó de Dinamarca dando inicio a 300 años de guerras entre ambos.

En 1720 hubo una unión danesa-noruega pero en 1815 Suecia le quitó Noruega. En el siglo XIX Prusia le arrebató a los daneses la mitad de Schleswig y todo Holstein (hoy son de Alemania). Actualmente, Copenhague aún dispone de dos colonias -Islas Feroe y Groenlandia-, pero lo más probable es que las pierda en el futuro.

El idioma nacional es el danés, aunque también se habla el bornholmo (en la isla de Bornholm), el feroés (en Feroe) y el kalaallisut (en Groenlandia). Danés, bornholmo, feroés, islandés, noruego y sueco pertenecen a una misma familia de lenguas, por lo cual sus hablantes se entienden sin problemas los unos con los otros.

El país posee una rica cultura y un gran patrimonio con intelectuales como Niels Bohr, Hans Christian Andersen o Søren Kierkegaard. Los daneses son patriotas, amantes de su cultura y tradiciones y orgullosos de su historia. Este reino es uno de los pueblos más avanzados, felices y menos corruptos del mundo entero.

Noruega: el Primer Mundo del Primer Mundo.

Noruega perteneció primero a Dinamarca y luego a Suecia durante demasiado tiempo. Los noruegos eran el eslabón más débil de la cadena, por lo que, irritados, decidieron independizarse de ambos reinos y la jugada no les ha podido salir mejor. En el último medio siglo, la economía nacional se ha disparado como un misil.

Su riqueza no para de crecer. Ya es el segundo país del mundo en renta per cápita y el primero en índice de desarrollo humano. Es también el tercer mayor exportador de petróleo del globo. El dinero que obtiene del oro negro se destina al ahorro para garantizar las pensiones y el futuro de la nación en tiempo de vacas flacas.

Noruega es un ejemplo de que se vive mejor fuera de la Unión Europea (UE) que dentro. Su estado del bienestar es envidiable, precisamente porque sus intereses no están teledirigidos desde Bruselas. Los impuestos son altísimos pero a cambio la ciudadanía goza de una gran protección social. Es el Primer Mundo del Primer Mundo.

Se trata de un país de bosques nevados y fiordos de ensueño repleto de recursos y poblado por sólo cinco millones. La gente es tan educada que nunca interrumpe a su interlocutor en una conversación y espera a que finalice antes de contestar. Es el país más pacífico y seguro de la Tierra, la gran superpotencia olímpica de invierno.

El idioma noruego tiene dos normativas escritas oficiales: el noruego bookmal y el ninorsk. El primero es un lenguaje artificial plagado de danesismos que deriva de la época en que Dinamarca gobernaba el país con la complicidad de una burguesía colaboracionista. El segundo coincide con el habla natural del pueblo llano.

Pero no es oro todo lo que reluce. Noruega es famosa, junto con Japón, por cazar ballenas en peligro de extinción con la excusa de la ciencia. Y el clima es de frío polar. Pese a todo, es una gran nación. Algunos de sus hijos más ilustres son el escritor Henrik Ibsen, el explorador Roald Amundsen o el pintor Edvard Munch.

Feroe: la independencia jamás reconocida.

Feroe es otro caso de colonialismo en pleno siglo XXI. Antigua posesión noruega, Feroe pertenece a Dinamarca desde hace siglos. En 1946 los feroeses votaron en referéndum a favor de la independencia. Copenhague jamás aceptó el resultado y disolvió el parlamento. En 1948 concedió un estatuto de autonomía al pequeño país.

Desde entonces ha tratado de contentar a las 18 diminutas islas con autonomía política y dinero. Es su forma de comprar voluntades. Pero la gente desea reducir progresivamente su dependencia económica de Copenhague de cara a una futura secesión. Como con Groenlandia, la independencia feroesa es sólo cuestión de tiempo.

El feroés es la lengua nacional de un país de 50.000 almas. Goza de buena salud: editoriales, periódicos, revistas, libros, programas de radio y televisión… Es la prueba viva de que no se necesita un gran mercado editorial para salvaguardar el futuro de una cultura; basta con la voluntad de los hablantes en conservar su idioma.

La política lingüística feroesa es purista; prohíbe los extranjerismos y crea voces a partir de casticismos ya existentes. Tiene estatus de lengua independiente y se parece mucho al danés (con el que convive), al islandés, al noruego y al sueco. De hecho, los usuarios de estas cinco lenguas se entienden a la perfección unos con otros.

La economía feroesa se basa en la pesca. De hecho, Feroe no acompañó a Dinamarca en su ingreso en la Comunidad Europea en 1973 para proteger sus intereses pesqueros. Cada primavera, los hombres perpetran salvajes matanzas de ballenas que inundan las playas de sangre. Lo hacen sin pudor, frente a jóvenes y niños.

El país tiene lengua y cultura propias. Son famosos sus platos a base de cordero (Feroe significa «islas de corderos»). Y tiene selecciones nacionales propias que disputan torneos oficiales aunque en los Juegos Olímpicos participa bajo bandera danesa. Feroe camina con paso firme hacia la soberanía plena y Dinamarca tiembla.

Groenlandia: el futuro estado inuit.

Una de las mayores islas del planeta, poblada por apenas 60.000 almas, está llamada a ser estado soberano en los próximos años. En 2008 el 75% del pueblo groenlandés votó a favor de un estatuto de autogobierno que incluye el derecho de autodeterminación. Dinamarca reconoce así el derecho a la secesión de su colonia.

No es el único referéndum celebrado por los groenlandeses. Así, en 1982 votaron abandonar la Comunidad Europea, en la que se integraron en 1972 debido a su vinculación con Dinamarca. Tras un periodo de transición, abandonaron la Comunidad Económica Europea en 1985 aunque siguen siendo miembros de la OTAN.

Groenlandia poco tiene que ver con Dinamarca. Se trata de una isla situada en América y su población de origen inuit tiene más en común con otros pueblos inuit de Canadá, Alaska y Siberia. El 95% de nativos habla el kalaallisut pero la lengua administrativa es el danés. Los groenlandeses son famosos por la caza de focas.

La economía ha sido hasta la fecha el gran impedimento para la independencia. La mitad del presupuesto de Groenlandia depende de los subsidios daneses, lo cual ha traído un elevado nivel de bienestar pero también dependencia de  la metrópoli. Por otra parte, existen altas tasas de alcoholismo, violencia doméstica y suicidios.

El cambio climático puede convertir  a Groenlandia en una potencia en recursos minerales, ya que el debilitamiento de la capa de hielo en algunas zonas de la isla ha permitido que yacimientos de petróleo y cinc sean rentables. Los recursos, gestionados por el Gobierno de Nuuk, darán alas al nacionalismo inuit en el futuro.

Pocos dudan de que la independencia de Groenlandia es sólo cuestión de tiempo. Además, por primera vez en la historia un estado miembro de la Unión Europea, Dinamarca, reconoce el derecho de autodeterminación para una de sus regiones. El precedente jurídico puede actuar como efecto dominó para otras naciones sin estado.

Falacia atea: Ateísmo = desarrollo.

«Me aburren los ateos: siempre están hablando de Dios.» Heinrich Böll.

Una de las mayores falacias ateas que existe es la de pensar que el cristianismo es una rémora del pasado, una suerte de atávica superstición unida a la ignorancia mientras que el ateísmo constituye un signo de progreso, de modernidad. A menudo los ateos argumentan en favor de esta idea que las naciones más modernas y desarrolladas del mundo (las del centro y norte de Europa, fundamentalmente) cuentan curiosamente con muchos ateos.

Y no se puede negar que es verdad. Pero el argumento es equivocado… No es que por el hecho de que había un gran porcentaje de ateos en un territorio es que se consiguió una nación próspera. No, no, no… ¡Es justo al revés! Es precisamente porque se logró una nación rica donde la gente vive bien y tiene de todo es que parte de su población, históricamente cristiana, pasó a ser atea. Es la comodidad la que trajo el ateísmo, no al revés.

Sucede a veces que cuando una persona tiene su casa, su coche, su buen sueldo, sus vacaciones, su televisión de plasma y carece de grandes problemas en la vida se vuelve ateo… Porque desde la mentalidad humana lo fácil es pensar : «Si tengo todo lo que necesito… ¿para qué quiero a Dios? Para nada». Cuando hace décadas en Europa se pasaba hambre, todos creíamos en el Señor… pero ahora que somos ricos lo apartamos de nuestras vidas.

Sin embargo, en los países donde abunda la injusticia y el sufrimiento, la gente se ampara más al Señor, no porque sea inculta sino porque sufre. El literato Víctor Hugo escribió: «los ojos no pueden ver bien a Dios, sino a través de las lágrimas». Y la prueba es que cuando un ateo pasa por una situación límite (un cáncer, la prisión, la ruina…) en no pocas ocasiones se siente desesperado y acude al único capaz de ayudarle en ese instante: Dios.

Es un error común pensar que la gente con cultura debe necesariamente ser atea y la gente sin estudios ser creyente. Es absurdo porque existen sobradas muestras de científicos y catedráticos creyentes y de ateos que son analfabetos funcionales que al final del año no han leído ni un solo libro.  Y viceversa. No, no son los estudios ni la cultura… Es el dolor… Porque mucha gente sólo se acuerda de nuestro Señor cuando sufre y necesita su ayuda.

El ateísmo nunca en toda la historia ha aportado una pizca de desarrollo a una sociedad. Al contrario: allí donde ha imperado el ateísmo de estado, como en Unión Soviética, Cuba o China, ha reinado la miseria, el hambre  y la desolación, así como las persecuciones por motivos ideológicos y las masacres. Porque en el fondo el ateísmo es un movimiento intolerante  y fanático; es la otra cara de la moneda de esas siniestras teocracias de la Edad Media.

Por contra, las naciones del centro y norte de Europa -ésas que tan a menudo algunos ponen como ejemplo de progreso ateo- lograron alcanzar su  prosperidad de la mano de una sociedad abrumadoramente cristiana protestante. Fueron los protestantes (y no los ateos)  los que hicieron rica a Dinamarca, Suecia, Alemania, Islandia…  Y una vez se convirtieron en naciones ricas, es que la gente, por exceso de comodidad, pasó de cristiana a atea.

Buscar la prosperidad material de una patria y el bienestar de su gente es algo bueno y deseable y no resulta incompatible con buscar una prosperidad espiritual. Ahora bien, pobre de aquella sociedad que le dé la espalda a su Creador porque si Él no nos importa, menos aún nuestros semejantes. El día en que los seres humanos desechemos definitivamente al Señor estaremos al fin preparados para subir a las ramas de un árbol y quedarnos a vivir allí.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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