Lo confieso: soy culpable.

Una de las cosas que hace diferente a la Palabra de Dios de otros libros llamados sagrados es que en la Biblia no se esconden las debilidades y flaquezas humanas de sus personajes. Incluso los más devotos creyentes aparecen retratados con el estigma del pecado, lo cual les hace, naturalmente, mucho más creíbles y humanos.

Cuando leo la Santa Biblia me siento identificado con muchos de sus personajes, aunque no siempre sea para bien. Me siento muy cercano a Pablo porque, como él, pasé de perseguir a Cristo a seguirle y amarle. También a Tomás, quien tenía una fe tan pequeña, que en ocasiones necesitaba ver para creer.

Admiro mucho a Mateo, quien escribió, para mi gusto personal, el más completo y apasionante de los cuatro Evangelios. Admiro su obra y el día que vaya al Cielo pienso pedirle un autógrafo. También me siento bastante próximo al apóstol Pedro, que era un cobarde pero que al mismo tiempo amaba grandemente a Jesús.

Me siento cercano a Jonás, quien era duro de corazón. Y a Jeremías, un aguafiestas que anunciaba verdades horribles que nadie quería oir. También al publicano, que imploraba a Dios que le perdonara por sus pecados. No me gustaría parecerme al fariseo que se creía mejor que los demás o a Judas Iscariote.

¿Qué podemos aprender de los personajes  bíblicos? Que Dios no busca superhéroes, sino personas normales y corrientes que, incluso con sus defectos y miserias, estén dispuestos a seguirle, a arrepentirse de sus pecados y dar un giro de 180 grados en sus vidas para caminar por el camino recto que nos marca el Señor.

En estos días de Pascua, en que rememoramos que Jesús murió en la cruz para salvarnos de nuestros pecados, no me queda más remedio que pedir perdón a Dios. Porque soy pecador, y porque mis rebeliones son los clavos que atravesaron sus manos  y pies, y la lanza que hirió su costado. ¡Perdóname, Señor mío y Dios mío!

¿Por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado imperdonable?

Pregunta de Isabel Sánchez.

Pamplona, Navarra. España.

Entendemos por blasfemia el decir cualquier barbaridad o irreverencia contra Dios. Sin embargo, la blasfemia contra el Espíritu Santo, el famoso pecado imperdonable, es más complejo que todo eso. El término viene mencionado en Marcos 3:20-30, Mateo 12: 22-32 y Lucas 11:14-23 y 12:10. Para entender bien en qué consiste dicha blasfemia primero debemos estudiar el contexto en el que se produce.

En estos pasajes Jesucristo había curado a un endemoniado que se encontraba ciego y mudo. La gente se quedó atónita pero los fariseos, que eran la cúpula religiosa del momento, despreciaron el milagro y afirmaron que Jesús echaba fuera los demonios no por el poder de Dios sino por el de Belcebú. Esto provocó la seria advertencia de Jesucristo acerca del único pecado que no recibirá el perdón.

Jesús respondió: «Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado en este siglo ni en el venidero. (Mateo 31-32). Ahora bien ¿qué quiso decir con todo esto?

La inmensa mayoría de teólogos está de acuerdo en que la blasfemia contra el Espíritu Santo era, no tanto decir una barbaridad, como más bien rechazar a Dios. Esto es, los fariseos eran testigos del poder de Dios y sin embargo su incredulidad era más fuerte, por lo que lo rechazaban hasta el punto de decir que su poder se lo había otorgado Belcebú. Rechazaban a Cristo, luego rechazaban ser salvos.

Éste es el pecado imperdonable; rechazar la salvación que ofrece Cristo. Dios te puede perdonar el ser borracho, asesino, adúltero, ladrón, etc. Pero no incrédulo. Porque si Él mismo te ofrece la salvación a través de su hijo, y tú libremente decides no creer en Él, entonces libremente decides rechazar la salvación. Es como si te estás ahogando, te ofrecen lanzarte un salvavidas y tú dices que no te hace falta.

Ten en cuenta que el propio Cristo dijo que el que no está con Él, está contra Él (Mateo 12: 30) y Juan 3:16 afirma: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Cristo es el mesías. El que crea en Él se salvará. Pero ¿qué ocurrirá si rechazas a tu salvador? Pues que entonces estarás rechazando ser salvo.

Esto es plenamente coherente con el resto de la Biblia… Dios es misericordioso… si te arrepientes de tus pecados, te perdona las veces que sea. Pero la salvación es por fe. Si no tienes fe en tu salvador, entonces no puedes salvarte. Es imposible. Por eso, la incredulidad, el rechazar a Cristo, es el único pecado que no se puede perdonar. Porque tú mismo, con plena libertad, has escogido condenarte y no ser salvo.

Fuente: Biblia de referencia Thompson Edición Milenio.

¿Qué dice la Biblia acerca del infierno?

En los últimos años cada vez se habla menos del infierno. Hoy es casi un tema tabú. En siglos pasados se abusó de este recurso para aterrorizar a la gente y así hacerla creer. Sin embargo, el descrédito creciente de la Iglesia, así como la incredulidad y secularismo imperantes hacen pensar erróneamente que el infierno no es un lugar tan grave, que irá muy poca gente a él o que incluso no existe. Sin embargo, hay más de 160 advertencias sobre el infierno solamente en el Nuevo Testamento. Más de 70 de las cuales fueron pronunciadas por Cristo. Ninguna describe con detalle cómo es aquel terrorífico lugar pero una y otra vez se advierte sobre cuatro de sus características: tiene fuego, es oscuro, hay tormento y es eterno:

¿CÓMO DESCRIBE JESUCRISTO EL INFIERNO?
«Fuego» Mateo 7:19, 13:40
«Fuego eterno» Mateo 18:8, 25:41
«Pecado eterno» Marcos 3:29
«Juicio del infierno» Mateo 5:22
«Fuego del infierno» Mateo 18:9
«Arrojado al infierno» Marcos 9:45 y 47
«Severidad» Mateo 23:14,
«Peor castigo» Marcos 12:40, Lucas 20:47
«Será condenado» Marcos 16:16
«Condenación del infierno» Mateo 23:33
«Resucitarán para ser juzgados» Juan 5:29
«Horno encendido» Mateo 13:42, 50
«Donde el fuego nunca se apaga» Marcos 9:43, 44, 46, 48
«Donde el gusano de ellos no muere» Marcos 9:44, 46, 48
«Lloro y rechinar de dientes» Mateo 8:12, 13:42, 13:50, 22:13, 25:30
«Tormentos» Lucas 16:23
«Sufriendo en este fuego» Lucas 16:24
«Lugar de tormento» Lucas 16:28
«Oscuridad de afuera» Mateo 8:12, 22:13, 25:30
«Castigo eterno» Mateo 25:46

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Existe otro pasaje impagable que describe el infierno. Dice así: «Había un hombre rico que se vestía lujosamentey daba espléndidos banquetes todos los días.A la puerta de su casa se tendía un mendigo llamado Lázaro, que estaba cubierto de llagas y que hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico. Hasta los perros se acercaban y le lamían las llagas. Resulta que murió el mendigo, y los ángeles se lo llevaron para que estuviera al lado de Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron.En el infierno, en medio de sus tormentos, el rico levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.Así que alzó la voz y lo llamó: «Padre Abraham, ten compasión de mí y manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego.»  Pero Abraham le contestó: «Hijo, recuerda que durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí, y a ti, sufrir terriblemente.Además de eso, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco pueden los de allá para acá». Él respondió: «Entonces te ruego, padre, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre, para que advierta a mis cinco hermanos y no vengan ellos también a este lugar de tormento». Pero Abraham le contestó: «Ya tienen a Moisés y a los profetas; ¡que les hagan caso a ellos!»  «No les harán caso, padre Abraham —replicó el rico—; en cambio, si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirían».  Abraham le dijo: «Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos».» (Lucas 16:19-31).

A partir de lo relatado en este pasaje bíblico (tanto si es una parábola ilustrativa como si es una historia real), podemos extraer algunas conclusiones muy claras acerca de cómo es el infierno. Primero, es es un lugar concreto, no un simple estado de conciencia. Segundo, hay un fuego que atormenta a quienes moran allí. Tercero, el sufrimiento es tan atroz que el rico suplica simplemente por un mínimo alivio. Cuarto, el rico se lamenta -pero es demasiado tarde- de lo que ha hecho en vida y trata de advertir a sus familiares para que no vayan a este lugar de tormento, pero le resulta del todo imposible. Quinto, existe una gran sima puesta entre el cielo y el infierno, con lo que no se puede pasar de un lugar al otro ni viceversa.

¿Qué más sabemos? Apocalipsis 14:10 habla de ser «atormentado con fuego y azufre». Job 18:21 habla de un «lugar del que no conoce a Dios» y otra vez menciona el azufre (Job 18:15). Apocalipsis 14:11 advierte: «El humo de ese tormento sube por los siglos de los siglos. No habrá descanso ni de día ni de noche para el que adore a la bestia y su imagen, ni para quien se deje poner la marca de su nombre». La Biblia dice en Hebreos 9:27: » Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio». Apocalipsis 20:15 añade: «Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego». Fuego, azufre, tormento eterno… Son conceptos que se repiten sin fin.

¿Dónde está el infierno? La Biblia dice que Jesús descendió al sepulcro (Hechos 2:27) pero que Dios no permitió que su alma quedara allí ni su carne vio corrupción y fue resucitado (Hechos 2:31-32). Jesús estuvo tres días y tres noches en las entrañas de la tierra (Mateo 12:40) y descendió a las partes más bajas de la tierra (Efesios 4:9).  Números 16:32-33 dice: «Se abrió y se los tragó, a ellos y a sus familias, junto con la gente y las posesiones de Coré. Bajaron vivos al sepulcro, junto con todo lo que tenían, y la tierra se cerró sobre ellos. De este modo fueron eliminados de la comunidad». Pasajes así hacen que muchos interpreten que el infierno es un lugar en las profundidades de la Tierra, donde hay un abrasador magma.

Jesús, quien era Dios, habló muy seriamente acerca del infierno. Hasta el punto de descender allí mismo para predicar a los espíritus encarcelados (1 Pedro 3: 18-21). Hasta el punto de advertir que es mejor cortarse la mano, el pie o el ojo y ser salvo a ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere y el fuego nunca se apaga (Marcos 9: 43-48). El propio Cristo preguntó, en Marcos 8:36: «¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?» Dios amó al mundo hasta el punto de entregar a su hijo unigénito para darnos vida eterna (Juan 3:16) pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida; sino que permanecerá bajo el castigo de Dios (Juan 3:36). Muchos arderán en el fuego eterno para siempre.

Hay muchos nombres para referirse al infierno (lago de fuego, lugar de tormento, abismo, inframundo, tártaro, gehena…) pero todos se refieren a un mismo macabro lugar. No existe en la Biblia una descripción detallada acerca de cómo es concretamente ese espantoso reino, o cómo funcionan las cosas allí o dónde se encuentra ubicado con exactitud, por lo que existen todo tipo de  especulaciones y debates al respecto. Ahora bien, podemos dibujarnos bien el averno con sólo cuatro pinceladas: es un lugar sepulcral y tenebroso, con fuego que atormenta a quien allí mora y este castigo es eterno. Esto debiera bastar para aceptar a Cristo como señor y salvador y para tratar de evitar aquel monstruoso horror a toda costa.

Fuente: Santa Biblia Nueva Versión Internacional 1999.

¿Qué dice la Biblia acerca del limbo?

En la tradición católica, el limbo es un estado o lugar temporal de las almas de los creyentes que murieron antes de la resurrección de Jesús (limbo de los justos o de los patriarcas) y el estado o lugar permanente de los no bautizados que mueren a corta edad sin haber cometido ningún pecado personal, pero sin haberse visto librados del pecado original a través del bautismo (limbo de los niños). En teoría, y a pesar de su nombre, también irían a éste -según algunas interpretaciones- aquellos adultos que, no habiendo cometido pecado personal alguno, no hubieran tenido la oportunidad de conocer la doctrina cristiana ni ser bautizados; aunque la inclinación humana a hacer el mal haría muy difícil que un caso así pudiera darse. Sería, por ejemplo, el caso de un subnormal profundo que no sabe lo que se hace.

Lo cierto es que el limbo no se menciona en toda la Biblia ni una sola vez. Ni el de los justos ni el de los niños. Con respecto a este último, la Iglesia Católica ha partido de la base de que es necesario estar bautizado para entrar en el cielo, pero 1) en ningún lugar de la Biblia se plantea tal requisito, 2) históricamente el bautizo siempre fue de adultos (Jesús, a los 30 años sin ir más lejos) ya que un adulto tiene el entendimiento del que carece un bebé y 3) Jesús mismo señaló que el cielo es de los niños y de los que son como niños (Marcos 10:13-16, Mateo 19:13-15 y Lucas 18:15-17). Para Cristo la cosa está clara: un niño o un adulto que es como un niño (es decir, inocente) va directo al cielo. Lógicamente, las palabras de nuestro Señor entran en flagrante contradicción con la antibíblica doctrina del limbo.

El 19 de abril de 2007, la Comisión Teológica Internacional de la Iglesia Católica, bajo el papado de Benedicto XVI, publicó un documento teológico que no constituye magisterio pero que se emite con la autoridad del Vaticano, que subraya que la existencia del limbo de los niños no es un dogma sino solamente una hipótesis teológica. El documento considera un misterio el destino preciso de los niños sin bautizar, aunque se tiene la esperanza de que puedan ir al cielo por la misericordia de Dios. Ésta es la nueva postura de la Iglesia, distinta de la mantenida durante siglos. Por lo demás, en ningún lugar de la Biblia se menciona un lugar denominado «limbo de los justos», ni el «limbo de los niños» ni tampoco dice que una persona que haya muerto sin estar bautizada no pueda entrar en el cielo.

¿Qué quiso decir Jesús con «si tu ojo te hace pecar, arráncatelo»?

«Sabéis que se dijo: No cometas adulterio. Pero yo os digo: El que mira con malos deseos a la mujer de otro, ya está adulterando con ella en el fondo de su corazón. Así que, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena» (Mateo 5:27-30). Estas palabras salieron de la boca del mismísimo Cristo.

¿Qué quiso decir Jesús con esto? Él hablaba de la lujuria con la que muchas veces los varones miramos a las mujeres, pero en realidad lo hacía extensible a todo tipo de pecados, también los cometidos por las féminas, obviamente. Es evidente que todos los hombres heterosexuales hemos contemplado con deseo a alguna mujer que no es la nuestra más de una vez. Es la naturaleza masculina y quien diga lo contrario, miente. Así pues ¿acaso deberíamos ser todos tuertos? ¿Por qué no predican con el ejemplo pastores y sacerdotes y se arrancan ese ojo que les hace pecar?

Jesús no hablaba de forma literal en este pasaje. Primero, porque Dios, como Padre nuestro que es, no desea nuestro sufrimiento o que nos automutilemos. Y segundo, porque aunque nos arrancáramos los dos ojos, las dos manos y los dos pies aún seguiríamos pecando ya que el pecado es parte de la naturaleza humana y anida en el corazón. Lo que quería decir realmente es que, para evitar pecar, lo que debemos hacer es evitar toda ocasión que nos pueda hacer pecar. Evitando la ocasión evitaremos la trampa. Huyendo de la tentación, no caeremos en el pecado.

Todas las personas tenemos debilidades. Por ello lo que debemos hacer es evitar lugares, situaciones o personas que nos puedan hacer caer. Si tiendes hacia el alcoholismo sería una buena idea que  te alejes de los bares. Si te atrae mucho el juego, no pises un casino. Si  piensas que puedes ser infiel con una persona, mejor  distánciate de ella. Si a través de la televisión es que entra la inmoralidad en tu vida, entonces apágala y lee un libro. Porque más vale renunciar a algo que nos gusta y salvar nuestro espíritu, que a causa de un vicio acabar al final en el infierno.

Fuente: Biblia Traducción Interconfesional 2008.

¿Tuvo hermanos Jesús?

Agradecimientos a Efraín Augusto Parra, de Bogotá D.C. (Colombia).

¿Tuvo hermanos Jesús? Esta polémica y controvertida pregunta ha provocado que salten chispas en no pocas ocasiones. La Biblia no es excesivamente prolija en este punto. No existen muchos pasajes que hablen sobre tan espinoso asunto por lo que el tema no está del todo claro, existen teorías para todos los gustos y, consecuentemente el debate permanece vivo; sin embargo los pocos textos que se refieren a la familia más próxima de Jesús parecen confirmar que Jesucristo sí tenía varios hermanos de sangre.

Un primer fragmento de la Palabra nos relata: “Vinieron después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle. Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan. Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (Marcos 3: 31-35).

Que los hermanos de Jesús eran incrédulos y no creían que fuese el mesías lo corrobora Juan. Dice así: “Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos; y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Porque ni aun sus hermanos creían en él”. (Juan 7:2-5). Según parece, Cristo tenía hermanos aunque tampoco ellos creyeron en Él.

En otro versículo de la Palabra, se hila aún más fino al mencionar el nombre de los hermanos varones además de afirmar que Cristo tenía hermanas (aunque desconocemos cómo se llamaban). Dice así:  “¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su tierra, y entre sus parientes, y en su casa” (Marcos 6:3-4).

Para entender mejor si el mesías tuvo o no hermanos, podemos recurrir al pasaje de Lucas 2:7, que describe el parto de María: «Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón». Obsérvese la palabra primogénito, este término se utiliza para decir que es el primer hijo, si Jesús hubiera sido el único hijo de María, Lucas hubiera escrito: “a su hijo unigénito”. ¿Por qué escribir primogénito si no tenía hermanos? No tiene sentido.

Algunas voces -defensoras de la virginidad perpetua de María- piensan que cuando en la Biblia se menciona a la madre y los hermanos de Jesús en realidad puede que se trate de hermanos en un sentido «metafórico» (algo así como “hermanos en la fe”) o en un sentido «amplio» (con lo que dichos hermanos serían en realidad primos) y otros creen que pudiera tratarse de «hermanastros» (es decir, hijos que José el carpintero habría tenido con alguna esposa anterior a su casamiento con la Virgen María).

La negación de que Jesús tuviera hermanos fue establecida por los católicos siglos después de escribirse la Biblia. Lo hicieron de manera forzosa por carecer de argumentos, indicando que “hermanos” en el Nuevo Testamento quiere decir primos o parientes. Pero el Nuevo Testamento fue escrito en griego, donde hay clara diferencia entre estos dos términos. ¿Por qué no dice que Isabel era “hermana” de María, o Juan el Bautista era “hermano” de Jesús; si bien es sabido que eran primos respectivamente? Dicen que eran primos (‘a‧ne‧psi‧ós’ en griego).

En Lucas 21:16 dice: “Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros”. Aquí la palabra hermanos (‘a‧del‧fós’ en griego) se usa de manera clara y distinta a la palabra parientes. (‘syg‧gue‧nṓn’ en griego). De haber sido las dos palabras sinónimas no hubiera sido necesario decir “parientes”, pues sería redundar. Es evidente que en lengua griega no hay  posibilidad de confundir hermanos, primos o parientes porque existen palabras distintas para referirse a ellos.

Ninguna de las hipótesis católicas, no obstante, se asienta sobre base bíblica alguna, con lo que lo más lógico es pensar que sí eran hermanos carnales de Jesús. Sólo hay un hecho claro; que los cuatro evangelistas se expresan en un mismo sentido: Jesús tenía hermanos y hermanas (conocemos el nombre de los varones), no creían en Él como hijo de Dios y consecuentemente Cristo consideraba sus hermanos a quienes hacen la voluntad de Dios. A partir de ahí, cada uno que extraiga sus propias conclusiones y teorías.

¿La Virgen María fue virgen durante toda su vida?

Agradecimientos a Luis Alberto Saavedra, de Lima (Perú).

El tema que a continuación vamos a abordar es para mí uno de los más difíciles pues a menudo provoca amargas controversias. Advierto que mi intención no es en absoluto polemizar u ofender a nadie. Antes al contrario: me dispongo a escribir este artículo desde el mayor de los respetos y consideraciones que  me merece la que sin lugar a dudas ha sido la mujer más extraordinaria que haya pisado este planeta en toda la historia de la humanidad. Me refiero, como no podía ser de ninguna otra manera, a la Virgen María.

La Biblia cuenta que el ángel Gabriel se apareció a María, una doncella desposada con José, para anunciarle que iba a traer al mundo a Jesús, quien sería llamado Hijo de Dios. María era virgen así que la concepción sería milagrosa. También relata la Palabra que un ángel se apareció en sueños a José, que pretendía abandonarla, para convencerlo de que no lo hiciese pues el hijo engendrado era del Espíritu Santo (Lucas 1:26-38) y (Mateo 1:18-25). Esto es lo que dice la Biblia. Veamos ahora qué dicen los hombres.

Existen dos grandes interpretaciones sobre la virginidad de María: la católica y la protestante. Comencemos por la primera. El Estado Vaticano sostiene la tesis de la virginidad perpetua de María. Es decir que María no sólo era virgen en el momento en el que se quedó embarazada de Jesús por obra del Espíritu Santo sino que siguió siendo virgen durante toda su vida, incluso después del nacimiento de Cristo e incluso a pesar de que, recordemos, era una mujer que estaba casada con el carpintero José.

Esto puede provocar a priori extrañeza (¿qué clase de esposa es la que no se acuesta con su propio marido y la que permanece virgen aun estando casada?). A menudo la explicación más recurrente por parte de la Iglesia Católica es la de que José debía ser un hombre anciano, y por lo tanto sexualmente impotente, lo cual explicaría que no mantuviese relaciones con María. No existe no obstante ni siquiera un solo texto bíblico que pueda sostener esa tesis, por lo queda en el campo de la especulación de los hombres.

La cosa se complica todavía más si vemos que el eclesiástico Tribunal de la Rota -dependiente del Vaticano- considera nulo un matrimonio donde no haya existido la consumación (es decir, que el marido y la mujer se hayan acostado juntos por lo menos una vez). En este sentido, el Tribunal de la Rota puede declarar nulo un matrimonio canónico «si se da impotencia para el acto conyugal tanto por parte del hombre como de la mujer». Y según la tesis católica, José era impotente y  no se acostaba con su mujer.

La Rota también lo juzga nulo «si teniendo suficiente discreción de juicio para entender las obligaciones esenciales del matrimonio y aún queriéndolas cumplir, es incapaz de cumplirlas por una causa de naturaleza psíquica (por ejemplo, es incapaz de guardar la fidelidad, de vivir unido de por vida, de llevar una vida sexual normal, de educar y alimentar a sus hijos, etc)».  No hay ninguna duda de que un matrimonio donde los cónyuges no se acuestan el uno con el otro dista mucho de llevar una vida sexual normal.

Así pues, según la tesis católica María fue virgen durante toda su vida porque su marido era anciano y supuestamente impotente (aunque no exista ningún texto bíblico que lo corrobore). Sin embargo, la propia Iglesia Católica declara nulo de pleno derecho un matrimonio donde no se practique el sexo, por lo que si aplicáramos las propias normas católicas a la pareja que nos ocupa tendríamos que declarar nulo este matrimonio y en consecuencia llegar a la conclusión de que María fue una madre soltera.

La visión protestante del asunto es, en mi humilde opinión, más racional, menos complicada y no contradictoria: María era virgen en el momento de quedarse embarazada de Jesús (es el Espíritu Santo y no un varón quien la preña), pero en el momento de casarse con José ya pasó a practicar una vida sexual normal con su marido (algo que además no sólo no es pecado sino bueno a los ojos de Dios). Esto no invalida el milagro de la concepción virginal de Cristo ni tampoco el matrimonio de María con su esposo.

María no sólo habría tenido una vida marital normal sino que además habría tenido más hijos (y esta vez concebidos de forma natural con su marido y no de forma milagrosa como con Cristo). ¿Pero acaso hay pasajes de la Biblia que sustenten esta teoría? Sí, los hay. Los cuatro evangelistas sostienen en varias ocasiones que Jesús tuvo hermanos y hermanas (Marcos 3:31-35), que éstos no creían en Él como mesías (Juan 7:2-5), e incluso sabemos el nombre de los hermanos varones de nuestro Señor (Marcos 6:3-4).

Lucas 1:34 dice:  “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón”. En otras palabras, María afirma que no ha tenido relación sexual con hombre alguno. En Mateo 1:25 leemos:  “Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús”. Aquí la Biblia resalta que José no tuvo relaciones sexuales con María hasta que nació Jesús. O sea que después del nacimiento, sí tuvo sexo. Además se refiere a Jesús como «primogénito», esto es, el hijo mayor. De ser hijo único habría dicho «unigénito».

Yo, personalmente, me inclino más por la visión protestante, la cual considero más sensata, no contradictoria y con base bíblica. En cualquier caso, tanto los cristianos que defienden la virginidad perpetua de María como los que apoyamos la tesis de su virginidad temporal, coincidimos en dos cosas: que la concepción de Jesús fue un fenómeno milagroso al ser María doncella, y que es sin duda una mujer tan pura, tan maravillosa y extraordinaria que fue elegida por el mismísimo Dios para engendrarse en su vientre.

Jesucristo: el mejor escudo contra la crisis.

Hace muchísimo tiempo los seres humanos decidieron construir una enorme torre, la de Babel, que les iba a proteger de cualquier inundación que el Señor les pudiera enviar. Fracasaron. Hace no tanto tiempo unos ingenieros diseñaron un trasatlántico llamado Titanic. Decían que era el mejor barco del mundo y que ni siquiera Dios era capaz de hundirlo.  Naufragó. Si hace apenas un año me hubiesen dicho que estados de la solvencia de Grecia, Islandia o California iban a quebrar en unos meses hubiese pensado que mi interlocutor estaba borracho o me tomaba el pelo.

Hay algo que me gusta de las crisis: hacen que nos demos cuenta de que no somos nadie porque sistemas políticos, ideológicos o financieros que pensábamos indestructibles se derrumban en una sola noche. No hay nada seguro. Hace unos meses, en España  la gente estudiaba oposiciones pensando que ser funcionario les iba a garantizar un empleo seguro para toda la vida. Pero el Gobierno Central y los autonómicos ya han anunciado recortes de sueldo en los funcionarios y una oleada de despidos de interinos. Esta crisis es una cura de humildad que nos pone de nuevo los pies sobre la tierra.

Como siempre, en España la crisis la pagarán los mismos: trabajadores, empresarios, funcionarios, madres y pensionistas.  Los sinvergüenzas que nos gobiernan no se plantean suprimir ministerios o diputaciones, recortar sueldos de diputados, senadores, alcaldes y concejales, replantear las subvenciones a sindicatos, ONG o confesiones religiosas, o investigar los paraísos fiscales. No. Los palos, para los de siempre. Yo no soy inmune a todo esto. La guillotina pende sobre mi cuello y podría verme en la calle pronto. Sin embargo, estoy tranquilo y no me preocupa nada.

En la Biblia, Jesús dice que no debemos preocuparnos por el día de mañana, por lo que comeremos, beberemos o vestiremos. Dios está al cargo de sus hijos y si cuida de las aves del cielo, de los lirios del campo y hasta de la hierba ¿cuánto más no protegerá a sus hijos y cubrirá sus necesidades? (Mateo 6:25-34). En estos tiempos de crisis hay gente que desespera y hasta se plantea prostituirse para salir adelante. Yo, en cambio, duermo a pierna suelta pues sé que si oro con fe, el Señor me protegerá de todo mal. Nada tengo de qué preocuparme: Dios tiene todo bajo control.

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