Más que iglesias, clubes sociales.

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Es curioso. Cuando lees los Evangelios la palabra sinagoga aparece mencionada en contadas ocasiones. Cristo se pasaba la mayor parte del tiempo en la playa, en la montaña o en la plaza mayor del pueblo. Lo mismo Pablo en Hechos de los Apóstoles. El 90% del ministerio de Jesús era en la calle. Pero hoy es al revés: el 90% del ministerio cristiano se desarrolla dentro de las cuatro paredes de un  local.

En algunas iglesias protestantes existe una abrumadora agenda de actividades de consumo interno. Tantas como días tiene la semana. Y todas ellas dentro de las cuatro paredes de un local. Es como si para ser un buen cristiano tuvieras que ir a la iglesia tres o cuatro veces por semana. Si no participas de estas actividades programadas, puede incluso que te digan que no tienes un compromiso con el Señor.

Lo más surrealista es que muchas de estas actividades son más propias de un club social que de una iglesia: reuniones de hombres, reuniones de mujeres, teatro para niños, cumpleaños, aniversario del local, comidas, meriendas, cenas… Es como si quisieran mantenerte continuamente entretenido. En cambio el discipulado, el evangelismo, las células o la obra social a menudo brillan por su ausencia.

Los cristianos no tenemos que estar metidos en la iglesia siete días a la semana. Los cristianos debemos ir a la iglesia el domingo y el resto de días estar con los familiares, en las peñas de fútbol, en las asociaciones de vecinos, en los partidos políticos, etc. De lo contrario ¿cómo ganaremos almas para el Señor? Los pastores quieren que la gente vaya a la iglesia pero Cristo quiere que la iglesia vaya a la gente.

Vivimos en una subcultura cristiana. A veces te da la impresión de que estás en un club -por no decir un gueto- donde debes dominar el argot evangélico para no sentirte forastero. O donde todo el mundo debe mostrarse feliz por obligación, incluso aunque su mirada irradie tristeza porque tiene problemas en su hogar. Es como si fuera pecado para un creyente el sentir tristeza… Que le pregunten a  Job.

La influencia de Roma se nota bastante. Hay protestantes que dicen que los católicos son religiosos, pero un protestante puede ser tan religioso como un católico, la única diferencia es que los católicos besan las estampas y encienden las velas, mientras que los protestantes tocan la pandereta y gritan «¡Aleluya!». No es esto lo que Cristo enseña. Basta de clubes religiosos. Dios no es religión… ¡Dios es relación!

Por qué las iglesias protestantes no tienen impacto en la sociedad.

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1) El 90% del ministerio cristiano es dentro de las cuatro paredes de una iglesia. Reunión de varones, reunión de mujeres, teatro para niños, comidas de fraternidad, clases bíblicas, reunión de oración, conferencias… Hay mil y una actividades pero todas ellas dentro de las cuatro paredes de un local. Es muy difícil que gente de fuera de la iglesia sienta interés por unirse a lo que parece un club social. Paradójicamente, el 90% del ministerio de Jesucristo era en la calle.

2) Se destinan muchos fondos y recursos al mantenimiento del templo y, comparativamente hablando, pocos a la obra social. Las iglesias que he conocido que han crecido y causado un impacto social en la comunidad se han destacado por hacer una impresionante obra social con los necesitados. Pero muchos pastores viven obesionados por tener un templo que parezca un palacio y olvidan que la auténtica iglesia no es el local sino las personas que se reúnen en  él.

3) Piensan que la caridad es la solución a la pobreza, cuando en realidad es la justicia. Está muy bien ayudar al hambriento con comida y abrigo, pero eso es sólo un parche. La solución es atacar de raíz las causas de la pobreza (corrupción, injusticia, desigualdad social…) pues éstas son pecado. Escandaliza mucho el sexo pero poco que un banco que recibe dinero público desahucie a una familia de su casa y aún así le obligue a seguir pagando la hipoteca.

4) No pretenden influir en la vida política. No es cuestión de convertir una iglesia en un partido político porque no es ésa su función ni nuestro reino de este mundo pero no estaría de más tratar de participar en la vida pública. Si los ateos, los ecologistas, las feministas, los abortistas, los gays, la banca, los sindicatos o los empresarios influyen al gobierno a la hora de redactar leyes que nos afectan a todos, no entiendo por qué los cristianos deberíamos renunciar a hacer esto mismo.

5) Las iglesias protestantes no se unen ni colaboran entre sí. A veces en una pequeña ciudad hay tan sólo tres iglesias (por ejemplo una pentecostal, una bautista y una Filadelfia) y, tristemente, son incapaces de juntarse ni tan siquiera una vez al año para hacer algo todos juntos.  Como mucho se juntan con las de su mismo grupo o denominación. Parecen llaneros solitarios haciendo la lucha por su cuenta. Olvidan que iglesia sólo hay una aunque se reúna en distintos lugares.

6) No colaboran con otras iglesias, como la Católica, en aquellas cosas que nos unen (que son la mayoría). Los inquisidores de uno y otro lado se apresurarán a condenar a las «sectas protestantes» y a la «gran ramera» y tildarán de «maldito ecuménico condenado a arder en las llamas del infierno» a todo aquel que pretenda un frente común contra el aborto o a favor de la familia tradicional. La colaboración es inexistente incluso en aquellos temas en que estamos de acuerdo.

7) Evangelizan pero no discipulan. Jesús nos llamó a hacer discípulos. Esto implica que los líderes de la iglesia, los más maduros espiritualmente hablando, deben ayudar a crecer a los neófitos para que éstos no se limiten a ser simples calientasillas sino cristianos comprometidos. Para ello hay que crear muchas células pequeñas que se reúnan en los hogares para que los miembros aprendan a conocerse y a apoyarse mutuamente y donde los más veteranos instruyan a los nuevos.

Irlanda del Norte: una herida sin cerrar.

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Hablar de dos Irlandas es como hablar de dos Coreas o de dos Alemanias, es decir, una anomalía de la historia. El patriota irlandés Michael Collins logró que la mayor parte de Irlanda se independizara del Imperio Británico pero una minoría leal a la Corona resistió en el norte y en 1921 se fraguó la partición de la isla.

Irlanda del Norte nació al calor de la revolución industrial británica y del orden económico imperial. La mayoría de norirlandeses es protestante y probritánica (53%), se siente una especie de sociedad fronteriza y no quiere ni oír hablar de reunificación con la sureña República de Irlanda, vinculada a un catolicismo agrario.

Pero hay una minoría de norirlandeses católicos y nacionalistas (44%) que sí reclama la reunificación de las dos Irlandas. Esto podría ocurrir en el futuro puesto que la tasa de natalidad de los católicos es muy superior y cuando sean mayoría estarán en disposición de vencer en un referéndum sobre la cuestión nacional.

La religión, lejos de traer paz, ha emponzoñado la situación. Aunque el conflicto no es tanto ser católico o protestante sino irlandés o británico, las iglesias han echado más leña al fuego. El terrorismo del nacionalista Ejército Republicano Irlandés (IRA) y de los comandos promonárquicos trajeron tremendos baños de sangre.

El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 puso fin al conflicto norirlandés. Ahora la población se recupera de décadas de terrorismo, los católicos ya no son discriminados en el trabajo como antaño y los unionistas se moderan más a la hora de celebrar sus provocadores desfiles de la victoria. El gaélico irlandés es oficial.

Pero sigue siendo ésta una sociedad dividida, con relaciones tensas entre sus miembros. No sabemos qué futuro le deparará; si seguirá siendo británica o si pasará a ser irlandesa. Lo que sí sabemos es que sólo si su destino es determinado de forma pacífica, democrática y libre se podrá cicatrizar esta herida que nunca cierra.

La superioridad de la mentalidad anglosajona.

Se mire por donde se mire, éste es un mundo dominado por hombres blancos, anglosajones y protestantes. En el aspecto político, comercial, económico, financiero, científico, tecnológico, cultural, audiovisual… son los anglosajones los que controlan el sistema. Es más; ellos son el sistema. La cuestión es ¿por qué?  ¿Qué les diferencia del resto? ¿Por qué tienen éxito donde otros no?

No creo en la superioridad de unas razas frente a otras, pero sí en el de unas civilizaciones frente a otras. Es mentira que todas las culturas sean igual de valiosas porque si así fuera tendrían todas un idéntico nivel de desarrollo. Los anglosajones dominan el mundo entero porque son un pueblo con una mentalidad victoriosa orientada al éxito. Su pensamiento se basa en cuatro pilares.

1) Democracia. Mientras que en Europa y Latinoamérica la gente estaba entusiasmada con la idea de una dictadura, en las naciones angloparlantes siempre ha imperado una fuerte tradición democrática. Dictadores como Francisco Franco o Fidel Castro jamás hubiesen podido tener éxito en Canadá o Nueva Zelanda porque en un país anglosajón habrían carecido de apoyo social.

En la actualidad, es fácil comprobar que todos los países que son dictaduras del signo que sea, todos sin excepción, son estados del Tercer Mundo. Por contra, las naciones más avanzadas de la Tierra son democracias sólidas y saneadas. A mayor nivel de democracia, de libertad en definitiva, más prosperidad, más desarrollo. Y los anglosajones creen en ello de forma sumamente firme.

2) Liberalismo. En el mundo anglosajón existe un gran respeto por los derechos individuales y la propiedad privada. Se entiende que los ciudadanos son titulares de derechos inalienables que el Estado deberá respetar. Por contra, en otras culturas se entiende que es el Estado el que graciosamente otorga derechos a la gente. Lógicamente, los abusos del poder son mucho mayores en un país así.

En una patria angloparlante la soberanía recae en el pueblo. No en el Estado, ni en la Corona ni en la República. No, en el pueblo. Y por lo tanto todas las instituciones jurídicas y estatales deben ir dirigidas a respetar la soberanía popular. Existe una fuerte tradición liberal de respeto a la ciudadanía que ningún gobernante se atreve a cuestionar porque allí la libertad no se negocia.

3) Protestantismo. A partir de la Reforma protestante y la Contrarreforma católica del siglo XVI se dibujaron un norte de Europa protestante  y rico frente a un sur católico y pobre. En América ocurre igual. El protestantismo es más democrático y liberal, no apoya dictaduras como hace el catolicismo y respeta más al ciudadano. En consecuencia, forma un país más avanzado y rico.

El protestantismo ofrece una visión de la vida radicalmente distinta del catolicismo. Por ejemplo, frente al problema de la pobreza el catolicismo promueve dar de comer al hambriento mientras que el protestantismo defiende más que dar un pescado dar una caña al pobre y enseñarle a pescar. Es una mentalidad mucho más autónoma, más individualista, menos dependiente del poder.

4) Capitalismo. No es por casualidad que el comunismo haya sido un fracaso absoluto en las naciones anglosajones. Inglaterra fue la inventora del capitalismo moderno. Desde entonces los pueblos angloparlantes se han caracterizado por tener una mentalidad capitalista, orientada a la creación de riqueza, avalada por el derecho anglosajón y por unos estados con instituciones serias y fiables.

En Estados Unidos la mentalidad de un universitario es la de formar una empresa, trabajar para sí mismo y  hacerse rico. En España ese universitario se conforma con ser un trabajador asalariado o como mucho opositar. Mientras en Extremadura o Andalucía se fomenta la mentalidad limosnera de vivir de subvenciones, en Ohio o Arkansas uno lo que quiere es hacerse rico.

Conclusión. No es por casualidad que sea un conjunto de cinco naciones blancas, anglosajonas y protestantes (Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda) el que lidere el mundo. Todas ellas son potencias en sus respectivos continentes, a excepción de los Estados Unidos, que es la superpotencia mundial. Todas tienen una mentalidad victoriosa orientada al triunfo.

Ciertamente habrá quien diga que el inglés también se habla en numerosas naciones subdesarrolladas (fundamentalmente en África y  Asia), pero lo cierto es que generalmente se trata de un idioma inglés corrupto (criollo) que  además en la mayoría de casos ni siquiera es usado por los hablantes locales como lengua materna. Es por ello que no les puedo considerar anglosajones de verdad.

Si Lutero levantase la cabeza.

«Si Satanás puede pervertir y cambiar el sentido de  las Escrituras ¿qué no hará con mis palabras o las de los demás?»

Martín Lutero.

Los tiempos que vivimos son muy difíciles para la Iglesia Evangélica. Afloran por doquier falsos profetas y doctrinas equivocadas que llevan a camino de perdición, quizás como si de un signo de los últimos tiempos se tratase. Quién sabe. Lo cierto es que en el siglo XVI el sacerdote Martín Lutero inició la reforma protestante contra la teología corrupta y desviada de la Iglesia Católica de Roma.

Protestaba fundamentalmente por la venta de indulgencias y bulas papales que permitían vivir en pecado si pagabas un dinero; contra la idolatría; contra la afirmación de que existe un lugar llamado purgatorio (que casualmente no se menciona ni una sola vez en toda la Biblia) y contra la idea de que la salvación se halla en una religión o en una iglesia concretas y no en la obra redentora de Cristo.

Pero ¿y si hoy levantase la cabeza Lutero? ¿Qué pasaría? Por supuesto, vería que la mayoría de cosas contra las que protestaba siguen vigentes en la Iglesia Católica. Pero… y ahí viene lo más sangrante… se horrorizaría al ver la enorme cantidad de falsos profetas y falsas doctrinas que muy sibilinamente se han ido aposentando en las iglesias evangélicas. Del susto, Lutero se volvía a morir.

Hablo por ejemplo de la ordenación de obispos homosexuales en la Iglesia Luterana. O de las llamadas iglesias arco iris que ofician matrimonios entre personas del mismo sexo. Todo obedece a esta corriente relativista que dice que la iglesia tiene que “adaptarse a los nuevos tiempos”. Curiosamente las iglesias que han dado el paso han perdido el apoyo de sus fieles hasta quedarse vacías.

También hablo de algunos cristianos que son liberales en lo económico y que parece que idolatran al mercado, lo adoran como si de un nuevo dios se tratase. O de la aberrante y anticristiana teología de la prosperidad, impulsada por estafadores, que presupone que Dios puede ser sobornado con dinero y de este modo cumplirá nuestros deseos como si de un genio de la lámpara maravillosa se tratase.

También los hay que introducen falsas doctrinas no por mala fe sino por equivocación como la de, y admito que yo mismo podría estar equivocado, el rapto pretribulacional. Dicha tesis suena con mucha fuerza desde hace sólo cien años. Históricamente siempre se ha hablado de dos venidas de Cristo al mundo (no de tres) y de que el arrebatamiento de la iglesia sería tras la Gran Tribulación en los postreros días.

La Palabra de Dios es eterna y vale para todos los tiempos. No es la iglesia la que se tiene que adaptar al mundo sino al revés. De lo contrario estamos creando un falso cristianismo hecho a nuestro gusto, como si de un menú de restaurante se tratase. Hoy abundan los falsos profetas y las falsas doctrinas que llevan a los justos a condenación. Hace falta una escoba para barrer toda la basura.

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