Los valencianos son muy puteros pero esto no es algo nuevo. Cuenta el periodista Carles Aimeur (Valencia Plaza 21-3-2014) que Valencia capital fue Babilonia entre 1365 y 1671. El Cap i Casal albergó el mayor burdel de Europa y uno de los mayores de todos los tiempos. Durante tres siglos y medio una zona de la ciudad se reservó para la prostitución, algo así como el Barrio Rojo de Amsterdam hoy. A ella podían acceder los varones mayores de edad que no fueran ni sarracenos ni judíos.
El rey de Valencia Jaume II el Just ordenó emplazar la mancebía en la Pobla de Bernat Villa. Al noroeste de la ciudad, fuera de las murallas, ocupaba un área que iba entre las calles Salvador Giner, Alta, Ripalda y Guillem de Castro. Estaba fuera de las murallas, pero, por azar, con la ampliación del recinto de la ciudad en 1356 se quedó dentro. La Pobla de les fembres pecadrius (la Puebla de las hembras pecadoras) era muy visitada por los hombres.
El de Valencia era el mejor burdel de Europa. Estaba dentro de las murallas y tenía un riguroso sistema de control médico y de orden público. A principios del siglo XVI la mancebía de Valencia tenía los precios más altos de la Península Ibérica. Acostarse con una prostituta de Valencia era el doble de caro que en cualquier otra ciudad de las Españas. Las meretrices ganaban tanto dinero que se adornaban con las mejores sedas y causaban la envidia de las damas de la alta sociedad.
Al principio los eclesiásticos aceptaban la prostitución como un mal necesario. Pero con el tiempo se fue estrechando el cerco al burdel: se ofrecía a las hetairas que abandonaran su oficio para casarse o hacerse monjas, se cerraban las calles adyacentes, se ponían trabas a los clientes, se cerraban a las rameras durante las fiestas religiosas, etc. Finalmente la mancebía de Valencia se clausuró, como todas las demás de las Españas, durante el reinado de Carlos II, a finales del siglo XVII.
Cerrado el burdel, las últimas mujeres públicas fueron enviadas a la Casa de las repenides (Casa de las arrepentidas), que luego fue llamado Convento de San Gregorio, ubicado justo donde hoy se encuentra el Teatro Olympia de Valencia capital, en la calle San Vicente. Allí acabaron las últimas siete rameras oficiales de la ciudad cuya conversión a la vida monacal, realizada por un padre jesuita, se convirtió en leyenda urbana hasta el punto que se habló de ellas como de siete ángeles.
El oficio más viejo del mundo ha dejado su impronta incluso en los edificios de la ciudad. Una famosa gárgola de la Catedral de Valencia, cerca de la puerta románica, muestra a una mujer madura desnuda sujetándose los pechos con lujuria. Otra, de la Lonja, muestra con descaro su vagina desnuda señalando precisamente al sitio original donde se ubicaba aquel burdel. Hasta hay una calle en la capital del Turia (Calle de las Amorosas) dedicada a las señoritas de mala vida.
Fuentes consultadas:
– Aimeur, Carlos. La leyenda del gran burdel medieval de Valencia se convierte en ruta turística. Valencia Plaza. 21-3-2014.
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