¿Sabías que la libertad religiosa en España se obtuvo gracias a un protestante valenciano?

Se dice que la libertad religiosa es, quizás, la más importante de todas, ya que a menudo actúa como catalizador de otras muchas que la acompañan de forma indirecta (libertad de reunión, de culto, de conciencia, de expresión…). Durante la dictadura del general Francisco Franco en España (1939-1975) se impuso una suerte de nacionalcatolicismo que reprimió duramente a todas las minorías religiosas. Para ser buen español uno debía ser castellanohablante, católico y de derechas. Y cualquier otra cosa era, a ojos del régimen, prueba de ser «hereje», «antiespañol», «comunista» o «masón». Protestantes, ortodoxos, judíos, musulmanes… ¡Todos eran «enemigos de España» y como tales fueron tratados por las autoridades! Pero fue gracias al tesón y a la lucha incansable de un protestante valenciano que se logró la libertad religiosa en España; hablamos del pastor bautista Josep Cardona Gregori (Dénia, 1918-Madrid, 2007).

Durante el franquismo el 80% de las iglesias protestantes fueron clausuradas, prohibidos los cultos (incluso a nivel de hogares), se impidió la entrada de Biblias, los matrimonios civiles o la publicación de literatura religiosa (que no se podía imprimir ni difundir). Los protestantes sufrieron la marginación desde la cuna hasta la tumba: en la inscripción del nacimiento, en la escuela, con los maestros, en los libros de texto, en el servicio militar, en el trabajo, en la imposibilidad de acceder a ciertos cargos públicos y profesiones, de colegiarse profesionalmente, de ser tutores de niños, prohibición de reuniones públicas, trabas para sacarse el pasaporte… ¡No se podía ni decir públicamente que se era protestante so pena de ser sancionado por alterar el orden público! Hasta eran enterrados -junto a los otros no católicos- en cementerios aparte; cementerios que estaban en un estado tan deplorable que daban vergüenza ajena.

En medio de esta dramática situación la comunidad evangélica creó en 1956 la Comisión de Defensa Evangélica y encomendó su liderazgo al pastor Josep Cardona, quien fue el único secretario que tuvo la organización (de 1956 a 1986). Cardona se trasladó a Madrid y desde allí solicitó audiencia al Jefe de Estado y los Gobernadores Civiles para hablar de la situación de los protestantes en España pero nunca lo atendieron. Pasó entonces a reunirse con los embajadores de países protestantes, como Reino Unido, para denunciar aquella marginación, pero tampoco ellos podían cambiar las cosas. Hay que decir que durante el franquismo se toleraron algunas iglesias protestantes, sobre todo en Madrid y Barcelona, para que el cuerpo diplomático de países extranjeros pudiera congregarse allí. Los soldados americanos de las bases de Rota y Morón (Andalucía) también podían ejercer su fe (siempre dentro de las mismas bases).

Cardona entonces elaboró un exhaustivo informe donde hablaba del número de iglesias que había en España; cuantas habían sido clausuradas; cuantas tenían propiedades que podían usar para sus cultos pero estaban cerradas o clausuradas; y cuantos miembros fueron afectados políticamente durante la Guerra Civil. Después filtró el informe a la prensa extranjera, lo que supuso un escándalo internacional y que muchos gobiernos presionaran a Franco. En 1963 el ministro de Exteriores, Fernando María Castiela, se puso en contacto con Cardona y le pidió datos con la promesa de que si lo que denunciaba era verdad le pondrían solución. A partir de ahí comenzaron a reabrirse algunas iglesias evangélicas y a permitirse el culto en su interior. En 1967 Franco aprobó la Ley 44/67 que, sin ser una auténtica ley de libertad religiosa, eliminaba algunas restricciones a los no católicos, para enfado monumental de los obispos.

No fue hasta la muerte de Franco que llegó la libertad religiosa a España. Con la Constitución de 1978,  la Ley Orgánica de Libertad Religiosa 7/1980 de 5 de julio y su Real Decreto 142/1981, de 9 de enero. ¡Misión cumplida! La Comisión de Defensa Evangélica ya no tenía razón de ser y desapareció en 1986. Ese mismo año se fundó la entidad sucesora: la Federación de de Entidades Religiosas Evangélicas de España (Ferede), de la cual Cardona fue secretario de 1986 a 1995.  Cardona fue investido doctor honoris causa, recibió la medalla de oro por la defensa de los Derechos Humanos y fue condecorado por el rey de España Juan Carlos I. La libertad religiosa fue el fruto de largos años de lucha de muchos hombres y mujeres de distintas confesiones (ojo, también de algunos católicos), pero sería faltar a la verdad negar que la voz cantante la llevó un protestante valenciano, Josep Cardona, con la ayuda de Dios.

 

Fuentes consultadas:

Díaz Yanes, José Manuel. Historia del Protestantismo Español. Centro de Investigaciones Bíblicas (CEIBI). Santa Cruz de Tenerife.

Fernández, Jorge. José Cardona, líder evangelista. El País. 22-2-2007.

Fallece el evangelista José Cardona, líder protestante defensor de la libertad religiosa en España. Noticia Cristiana. 22-2-2007.

Más que iglesias, clubes sociales.

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Es curioso. Cuando lees los Evangelios la palabra sinagoga aparece mencionada en contadas ocasiones. Cristo se pasaba la mayor parte del tiempo en la playa, en la montaña o en la plaza mayor del pueblo. Lo mismo Pablo en Hechos de los Apóstoles. El 90% del ministerio de Jesús era en la calle. Pero hoy es al revés: el 90% del ministerio cristiano se desarrolla dentro de las cuatro paredes de un  local.

En algunas iglesias protestantes existe una abrumadora agenda de actividades de consumo interno. Tantas como días tiene la semana. Y todas ellas dentro de las cuatro paredes de un local. Es como si para ser un buen cristiano tuvieras que ir a la iglesia tres o cuatro veces por semana. Si no participas de estas actividades programadas, puede incluso que te digan que no tienes un compromiso con el Señor.

Lo más surrealista es que muchas de estas actividades son más propias de un club social que de una iglesia: reuniones de hombres, reuniones de mujeres, teatro para niños, cumpleaños, aniversario del local, comidas, meriendas, cenas… Es como si quisieran mantenerte continuamente entretenido. En cambio el discipulado, el evangelismo, las células o la obra social a menudo brillan por su ausencia.

Los cristianos no tenemos que estar metidos en la iglesia siete días a la semana. Los cristianos debemos ir a la iglesia el domingo y el resto de días estar con los familiares, en las peñas de fútbol, en las asociaciones de vecinos, en los partidos políticos, etc. De lo contrario ¿cómo ganaremos almas para el Señor? Los pastores quieren que la gente vaya a la iglesia pero Cristo quiere que la iglesia vaya a la gente.

Vivimos en una subcultura cristiana. A veces te da la impresión de que estás en un club -por no decir un gueto- donde debes dominar el argot evangélico para no sentirte forastero. O donde todo el mundo debe mostrarse feliz por obligación, incluso aunque su mirada irradie tristeza porque tiene problemas en su hogar. Es como si fuera pecado para un creyente el sentir tristeza… Que le pregunten a  Job.

La influencia de Roma se nota bastante. Hay protestantes que dicen que los católicos son religiosos, pero un protestante puede ser tan religioso como un católico, la única diferencia es que los católicos besan las estampas y encienden las velas, mientras que los protestantes tocan la pandereta y gritan «¡Aleluya!». No es esto lo que Cristo enseña. Basta de clubes religiosos. Dios no es religión… ¡Dios es relación!

Por qué las naciones protestantes son ricas y las católicas pobres.

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América del Norte es protestante y rica y la del Sur católica y pobre. En Europa, con sus matices, ocurre igual. Incluso en el Hemisferio Sur; compara Australia con Filipinas. Si consultas la lista de los diez países del mundo con mayor renta per cápita, los diez con mayor bienestar social, los diez más democráticos, los diez más transparentes o los diez menos corruptos, verás que siete u ocho son protestantes. El protestantismo genera libertad y prosperidad. Veamos ahora por qué:

1) Educación. Con la Reforma Protestante del siglo XVI, el teólogo Martín Lutero planteó la necesidad de que la gente leyera la Biblia, y para ello se tuvo que hacer una gran campaña de alfabetización para instruir a un pueblo inculto. Pero en los países católicos con que el cura supiera leer ya era más que suficiente. Así, en el siglo XVIII en Inglaterra y Holanda la alfabetización alcanzaba ya al 70% de la población, mientras que en España o Portugal no llegaba ni siquiera al 10%.

2) Ciencia. Los países reformados, volcados en la lectura la Biblia, empezaron a interesarse por el estudio del mundo, de la naturaleza y de las estrellas, inspirados sin duda por libros como Génesis, Salmos y otros textos sacros. No es de extrañar que en estas naciones comenzaran a surgir científicos como setas. Pero en los países del sur de Europa la Inquisición quemaba en mitad de la plaza a los científicos por herejes y usaba sus trabajos para engrosar su catálogo de libros prohibidos.

3) Mentira. Para los protestantes la mentira es un pecado muy grave ya que se cita en los Diez Mandamientos junto al homicidio, el adulterio o el robo. Así, en Alemania, un político suele dimitir si se demuestra que ha mentido. En Estados Unidos puedes ir a prisión si entregas un cheque sin fondos. Pero en los países católicos, como Italia o Malta, es un pecado venial, un pecadillo, por tanto la mentira inunda la política, la administración y las finanzas y no puedes confiar en nadie.

4) Robo. En los países reformados se entendió claramente que el robo era muy grave, que todos los hombres eran iguales y que por tanto la propiedad privada era un derecho inalienable de todos los hombres, pero en los países de la Contrarreforma, mucho más apegados al Antiguo Régimen, la propiedad privada era un privilegio de la Corona, la nobleza y la Iglesia Católica. No en vano el comunismo triunfó en la católica Cuba. Nadie habría apoyado a Fidel Castro en Canadá.

5) Ética en el trabajo. Mientras que en los países católicos el trabajo es un castigo de Dios -al ser expulsado Adán del paraíso- y los oficios manuales tienen menos prestigio que los intelectuales, en los protestantes el trabajo no es malo: de hecho, Adán ya trabajaba en el Huerto del Edén (Génesis 2:15); ser barrendero es tan digno como ser cirujano y trabajar con excelencia y de forma ética también es una forma de honrar al Señor. Max Weber lo resumió: trabajo, ahorro y esfuerzo.

6) Capitalismo. Para la Iglesia Católica la riqueza es un estigma y la pobreza un signo de humildad y sencillez. El protestantismo, por su parte, entiende que el problema no es el dinero en sí sino el amor al dinero (1 Timoteo 6:10) y que de hecho ser rico no es incompatible con ser un buen creyente; ahí están los casos de José, Moisés, Daniel o Job, entre otros.  No es casualidad que el capitalismo, la banca y los negocios hayan alcanzado sus máxima expresión en los países de la Reforma.

7) Democracia. En las naciones protestantes se apostó  por la libertad y la democracia, y por una separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Destaca Suiza, con su envidiable democracia directa. Por contra, los países del sur de Europa y las repúblicas iberoamericanas se ahogaron en un sinfín de monarquías absolutistas, fascismos, guerras civiles y golpes de estado que las condenaron a la pobreza y el atraso. El Vaticano es aún hoy la última teocracia de Europa.

8) Separación de iglesia-estado. Mientras que en las naciones protestantes se buscó dividir los poderes para que se contrapesen, la Iglesia Católica trata hasta la fecha de que el poder civil se someta al religioso. Así, Holanda pronto permitió la libertad de culto, en Escandinavia se desarrolló el parlamentarismo y Estados Unidos nació como un estado laico. En cambio, hasta hace muy poco en España se paseaba a Francisco Franco bajo palio y aún hoy en México manda el señor obispo.

9) Imperio de la ley. Para el teólogo Juan Calvino la ley -es decir, la Biblia– tenía la primacía pero para los católicos la primacía recaía en una institución (la Iglesia Católica), fuera de la cual no hay salvación y que era la encargada de interpretar la Biblia. Para la Reforma todos los ciudadanos son iguales, mientras que para la Iglesia Católica no sólo todos no eran iguales, sino que había incluso algunos que estaban dispensados de cumplir la ley (por ejemplo, con las famosas bulas).

10) Valores bíblicos. En resumen, las naciones protestantes se han inclinado por los principios bíblicos y las católicas por tradiciones humanas, muchas de las cuales no sólo son extrabíblicas sino incluso abiertamente antibíblicas. Es el contraste entre los valores del Libro versus los valores de ritos, procesiones e imágenes. Es la bendición que comporta para un pueblo apegarse a la Palabra versus la miseria, la hecatombe y la desolación que siempre aguardan fuera de Dios.

 

Post Scriptum:

Los países católicos son en general pobres y los pocos que son ricos constituyen la excepción que confirma la regla. Y, curiosamente, son los menos católicos de todos. Así pues, Irlanda, Bélgica, Luxemburgo, Liechtenstein o Austria son países muy desarrollados pero lo son gracias a la influencia de los protestantes estados vecinos. Igualmente, Francia o Mónaco son ricos en gran medida porque la Revolución Francesa y el laicismo limitaron mucho el poder de la Iglesia Católica allí.

Por qué las iglesias protestantes no tienen impacto en la sociedad.

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1) El 90% del ministerio cristiano es dentro de las cuatro paredes de una iglesia. Reunión de varones, reunión de mujeres, teatro para niños, comidas de fraternidad, clases bíblicas, reunión de oración, conferencias… Hay mil y una actividades pero todas ellas dentro de las cuatro paredes de un local. Es muy difícil que gente de fuera de la iglesia sienta interés por unirse a lo que parece un club social. Paradójicamente, el 90% del ministerio de Jesucristo era en la calle.

2) Se destinan muchos fondos y recursos al mantenimiento del templo y, comparativamente hablando, pocos a la obra social. Las iglesias que he conocido que han crecido y causado un impacto social en la comunidad se han destacado por hacer una impresionante obra social con los necesitados. Pero muchos pastores viven obesionados por tener un templo que parezca un palacio y olvidan que la auténtica iglesia no es el local sino las personas que se reúnen en  él.

3) Piensan que la caridad es la solución a la pobreza, cuando en realidad es la justicia. Está muy bien ayudar al hambriento con comida y abrigo, pero eso es sólo un parche. La solución es atacar de raíz las causas de la pobreza (corrupción, injusticia, desigualdad social…) pues éstas son pecado. Escandaliza mucho el sexo pero poco que un banco que recibe dinero público desahucie a una familia de su casa y aún así le obligue a seguir pagando la hipoteca.

4) No pretenden influir en la vida política. No es cuestión de convertir una iglesia en un partido político porque no es ésa su función ni nuestro reino de este mundo pero no estaría de más tratar de participar en la vida pública. Si los ateos, los ecologistas, las feministas, los abortistas, los gays, la banca, los sindicatos o los empresarios influyen al gobierno a la hora de redactar leyes que nos afectan a todos, no entiendo por qué los cristianos deberíamos renunciar a hacer esto mismo.

5) Las iglesias protestantes no se unen ni colaboran entre sí. A veces en una pequeña ciudad hay tan sólo tres iglesias (por ejemplo una pentecostal, una bautista y una Filadelfia) y, tristemente, son incapaces de juntarse ni tan siquiera una vez al año para hacer algo todos juntos.  Como mucho se juntan con las de su mismo grupo o denominación. Parecen llaneros solitarios haciendo la lucha por su cuenta. Olvidan que iglesia sólo hay una aunque se reúna en distintos lugares.

6) No colaboran con otras iglesias, como la Católica, en aquellas cosas que nos unen (que son la mayoría). Los inquisidores de uno y otro lado se apresurarán a condenar a las «sectas protestantes» y a la «gran ramera» y tildarán de «maldito ecuménico condenado a arder en las llamas del infierno» a todo aquel que pretenda un frente común contra el aborto o a favor de la familia tradicional. La colaboración es inexistente incluso en aquellos temas en que estamos de acuerdo.

7) Evangelizan pero no discipulan. Jesús nos llamó a hacer discípulos. Esto implica que los líderes de la iglesia, los más maduros espiritualmente hablando, deben ayudar a crecer a los neófitos para que éstos no se limiten a ser simples calientasillas sino cristianos comprometidos. Para ello hay que crear muchas células pequeñas que se reúnan en los hogares para que los miembros aprendan a conocerse y a apoyarse mutuamente y donde los más veteranos instruyan a los nuevos.

¿Por qué los protestantes rechazan la presencia literal del cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía?

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Pregunta de Josep Lluís Ruano.

Ibi, Reino de Valencia. España.

«26 Mientras comían, tomó Jesús el pan, lo bendijo, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo:

-Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo:

-Bebed de ella todos, 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados. 29 Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre» (Mateo 26:26-29).

La transubstanciación es, según la doctrina católica, el acto sagrado que se produce espiritualmente durante la consagración eucarística de la misa, donde el pan (la oblea) y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo por intercesión divina. Todo ello se basa en los versículos anteriores, que, dicho sea de paso, sirven también a las iglesias ortodoxas para defender «la presencia real» de Cristo en el pan y el vino. Los protestantes, en cambio, entendemos esto de forma figurada.

Si interpretamos de forma literal las palabras de Cristo, entonces debemos aceptar también que, cada vez que participan de la eucaristía, los católicos y ortodoxos se convierten literalmente en caníbales y vampiros y nadie puede decir con la Biblia en la mano que tales prácticas sean agradables a los ojos de Dios. Puestos a ser literalistas, en 1 Corintios 11:25 Cristo dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre». Así pues ¿cuál de las dos es? ¿La copa que es el pacto o el vino que es la sangre?

La transubstanciación parte de una interpretación equivocada de la Santa Biblia. Las palabras de Jesús «esto es mi cuerpo» y «esto es mi sangre» deben ser tomadas simbólicamente. De igual modo que cuando Jesús dijo: «Yo soy el pan» (Juan 6:41), «Yo soy la vid» (Juan 15:5), «Yo soy la puerta»  (Juan 10:7,9), «Yo soy el camino»(Juan 14:6), «Yo soy el buen pastor» (Juan 10:11-12), «Vosotros sois la sal de la tierra» (Mateo 5:13), «Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5:14), etc, etc.

Si hay presencia literal del cuerpo y la sangre de Cristo en la comunión, desde luego el apóstol Pablo no se enteró. En 1 Corintios 11.26 Pablo -después de que haya ocurrido la supuesta metamorfosis- dice: «todas las veces que comáis de este pan y bebáis de esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga». En Corintios 11:26-28 habla por tres veces de «comer el pan» y «beber de la copa». En ningún momento menciona nada de «comer de esta carne» o «beber de esta sangre».

¿Entonces quién tiene la razón? Dejemos que Cristo, quien es Dios, nos desvele el misterio. En Mateo 26:29 después de que Jesús hubiese dicho «esto es mi sangre» se refiere a los contenidos como «fruto de la vid». Si la transubstanciación del vino en la sangre hubiera ocurrido -ya que tanto la Iglesia Católica Romana como las iglesias ortodoxas afirman que ocurrió en ese preciso momento- entonces Jesús nunca se hubiera referido a ella como «fruto de la vid» sino más bien como la «sangre».

Baviera: la autonegación.

Enclavado en el corazón mismo de Europa, existe un pueblo con una cultura diferencial: el Estado Libre de Baviera. Es el lander más grande, rico y poblado de la República Federal Alemana. Por siglos fue nación soberana pero el viejo Reino de Baviera, Prusia y otros muchos estados se unieron para crear Alemania en 1871.

Mientras que en el mundo ha habido  una explosión de nacionalismos en los últimos 200 años, Baviera ha sufrido el proceso inverso. En la primera mitad de siglo XX experimentó fuertes sentimientos independentistas, en la segunda mitad regionalistas y ahora ni eso queda. Esa llama nacionalista se ha apagado con el tiempo.

Tiene una lengua propia, el bávaro, que por motivos políticos en la actualidad es oficialmente un dialecto del alemán. Pero en realidad es un idioma distinto. De hecho, cuando un bávaro sale hablando  en los noticieros de la televisión, ponen subtítulos en alemán porque de lo contrario nadie es capaz de entender lo que dice.

La católica Baviera tiene más en común con Austria que con la protestante Alemania. Pero su folklore es la imagen oficial germana: sus fiestas de la cerveza, sus mujeres de trenzas rubias, escotes generosos y faldas largas, sus hombres con sombrero y pantalón corto y su Bayern de Munich son conocidos en el mundo entero.

Esta tierra es la sede central de numerosas sociedades y empresas de renombre mundial. Tiene una poderosa actividad industrial, automovilística y financiera. Su tasa de desempleo es la mitad que la alemana. Es el primer destino turístico del país. Es el estado más rico de Alemania y su musculatura económica, digna de un titán.

Baviera ha pasado de ser una región separatista a convertirse en la columna vertebral de Alemania. Y ha sido  a base de renunciar a su identidad propia en un lamentable proceso de autonegación y pérdida de la conciencia colectiva, a base de diluirse hasta finalmente desaparecer, asimilada, dentro de la poderosa nación alemana.

Nación Cristiana: el pueblo de Dios.

La bandera cristiana fue diseñada por Charles Overton en Nueva York el domingo 26 de septiembre de 1897. La cruz roja significa la fe cristiana, el amor de Dios al hombre y la promesa de vida eterna. El azul, la fidelidad de Jesucristo hasta la muerte. El color blanco representa la pureza, inocencia y paz.

La flámula nació por casualidad. Un gran predicador debía acudir a la Escuela Dominical de la capilla Brighton de Coney Island pero al final no se presentó. Como había mucha gente esperando, a Overton, para entretener al personal, se le ocurrió confeccionar una bandera, inspirándose en el simbolismo de la de Estados Unidos.

Este emblema es herencia de aquel 31 de octubre de 1517, en el que el sacerdote Martín Lutero clavó en la entrada de la Iglesia del Palacio de Wittenberg las 95 tesis en que criticaba a la Iglesia Católica por apartarse de la Biblia. Lutero pedía retornar al cristianismo primitivo, lo que desató la Reforma Protestante por toda Europa.

Confiar en la Santa Biblia como la infalible Palabra de Dios, en la salvación como acto de gracia del Señor a través del arrepentimiento de los pecados y de la fe en Cristo Jesús como nuestro salvador personal, tener a Cristo -y sólo a Cristo- como cabeza de la iglesia y vivir para glorificar a Dios son los cinco pilares de esta nación.

La nación cristiana es libre, independiente y universal. No tiene ataduras terrenales. En ella hay millones de almas que viven en la Tierra de pasada, como peregrinos en tierra extraña, sabedores de que su Reino no es de este mundo. Es un pueblo pecador que suplica el perdón y la misericordia de Cristo Jesús, que es Dios.

Cristo y sólo Cristo es el rey de este pueblo. Una nación sin límites que acepta a toda la gente del mundo que crea en Él, sin importar sexo, raza, nacionalidad, condición económica o social. No puede ser restringido por ningún estado o denominación, es único, universal como el aire que respiramos: es el pueblo de Dios.

El mundo está en deuda con Estados Unidos.

Por todos es sabido que hay un antiamericanismo creciente en el mundo. Yo, por contra, pienso que el mundo está en deuda con Estados Unidos (EEUU). Fueron los americanos los que salvaron a Europa de caer en las garras del fascismo, del comunismo o del nazismo. Sin ellos, los dictadores Adolf Hitler y Josip Stalin habrían acabado con las democracias occidentales. Y quizás sean los americanos quienes nos tengan que salvar (otra vez más) del islamofascismo y la Eurabia que vienen.

EEUU históricamente ha colaborado en la liberación de naciones oprimidas: que se lo pregunten a Venezuela, Filipinas, Kuwait, Liberia o Kosovo. No hay un solo continente en el mundo donde los norteamericanos no hayan luchado por la libertad. Como con Israel, el pueblo elegido por Dios. El apoyo de Washington a los israelíes ha hecho que Dios bendiga a EEUU cumpliendo su promesa bíblica: «Bendeciré  a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren, maldeciré»  (Génesis 12:3).

Muchos europeos dicen despectivamente que EEUU no tiene historia. Y es falso. Porque una cosa es ser una nación joven y otra carecer de historia. Aunque EEUU desapareciese de la faz de la Tierra mañana mismo, no podría entenderse el siglo XX sin él. Solamente por la ingente cantidad de dinero que invierte en la ciencia (de lo cual nos beneficiamos todos), por su elevadísimo número de premios Nobel, por el viaje a la Luna o el cine de Hollywood ya han pasado sobradamente a la historia.

Otros muchos antiamericanos se quejan del supuesto imperialismo de los Estados Unidos. Pero todos sabemos que los imperios de España, Francia o Gran Bretaña se comportaron mucho peor. ¿Alguien puede imaginar siquiera lo terrorífico que sería el mundo si la primera superpotencia fuese hoy la Alemania nazi, la Unión Soviética o la China comunista? Muchos critican públicamente a los estadounidenses, pero luego en privado admiten sin ellos el mundo sería mucho peor.

EEUU se ha destacado como una nación receptora de inmigrantes, es más, como un auténtico país de las oportunidades donde si vales, puedes conseguir tus sueños sin que a nadie importe tu raza, nacionalidad o condición social. Un país que ya desde el siglo XVII ha sido un refugio para millones de cristianos que eran perseguidos por la Iglesia Católica en toda Europa. Una patria que ha enviado todo un sinfín de misioneros a predicar el Evangelio por los cuatro rincones de la Tierra.

El mundo está en deuda con los Estados Unidos de América. Y quizás una buena forma de comenzar a agradecer lo mucho de positivo que han hecho sea empezar a enviar millones y millones de misioneros a aquel bendito país. La sociedad norteamericana se está secularizando, descristianizando, ateizando, perdiendo poco a poco su identidad y su espíritu. El pueblo estadounidense nos necesita. Y porque es de bien nacidos ser agradecidos ha llegado el momento de salir en su ayuda.

Brasil: el país del futuro.

El escritor Stefan Zweig escribió: «Brasil es el país del futuro». Muchos, irónicos, añadieron: «Y lo seguirá siendo toda la vida». Lo cierto es que el actual Brasil tiene poco que ver con el de aquellas películas de denuncia social que mostraban a la corrupta policía carioca abusando de los niños de las favelas a finales de los años 90.

Ahora  la corrupción se combate, la pobreza decrece, la economía va viento en popa, la riqueza se distribuye y las diferencias sociales se achican. Tanto es así que Brasil se ha convertido en el gran gigante económico de América del Sur y organizará los primeros Juegos Olímpicos celebrados en Latinoamérica en el año 2016.

Y todo ha sido fruto de la gestión de un presidente honrado, Lula da  Silva. Nunca el país había crecido tanto. El mundo habla de milagro económico brasileño. Ahora la incógnita radica en si se convertirá en una gran potencia o en si naufragará por falta de tecnología y de mandatarios que estén a la altura de Lula.

Brasil es el quinto país en extensión y demografía del mundo, el estado con más católicos de la Tierra pero donde la revolución evangélica ya ha logrado que más del 30% de la población sea protestante. Es una nación con una espiritualidad a flor de piel donde prolifera todo tipo de religiones y sectas y el ateísmo casi no existe.

Brasil es una nación de mujeres calientes, la patria de la samba, el carnaval y la fiesta, el país de los mejores futbolistas del planeta como Pelé o Romário da Souza y cracks del baloncesto como Oscar Schmidt. Una tierra de cantautores como Joâo Gilberto o Caetano Veloso o escritores de la talla de Jorge Amado.

En Brasil el portugués suena tan dulce que enamora. Se respira como en ningún lado gracias al pulmón del Amazonas. Y se juega al fútbol como los ángeles. Brasil es maravilloso, todo el mundo lo sabe, pero ahora es también potencia emergente, un gigante que despierta. Si será algún día el país del presente sólo el tiempo lo dirá.

¿Qué dicen realmente los verdaderos Diez Mandamientos?

Todas las personas que para bien o para mal hemos nacido y crecido en el seno de una sociedad de mayoría católica, estamos familiarizadas con los Diez Mandamientos que, desde niños, nos ha inculcado la Iglesia Católica Apostólica Romana, que son estos:

Los Diez Mandamientos Católicos:

1º Amarás a Dios sobre todas las cosas.

2º No tomarás el nombre de Dios en vano.

3º Santificarás las fiestas.

4º Honrarás padre y madre.

5º No matarás.

6º No cometerás actos impuros.

7º No robarás.

8º No levantarás falsos testimonios ni mentirás.

9º No desearás a la mujer de tu prójimo.

10º No codiciarás los bienes ajenos.

Estos mandamientos son una versión resumida (y falseada) de los auténticos mandamientos que Dios entregó a Moisés y que pueden leerse íntegramente en Éxodo 20: 1-17 y Deuteronomio 5:1-21. Reproducimos ahora, de forma resumida, lo que la Biblia dice:

Los Diez Mandamientos Bíblicos:

1ºNo tendrás otros dioses aparte del Señor.

2º No harás imágenes, no  te postrarás ante ellas ni les darás culto.

3º No tomarás el nombre de Dios en vano.

4º Consagrarás el sábado.

5º Honrarás padre y madre.

6º No matarás.

7º No cometerás adulterio.

8º No robarás.

9º No levantarás falsos testimonios.

10º No codiciarás la mujer ni los bienes de tu prójimo.

* * *

Si comparamos ambas versiones -la católica o falsa y la bíblica o auténtica- encontramos algunas desemejanzas notables. Querría llamar la atención, no obstante, sobre tres puntos. El primero de ellos y más importante es el que hace referencia a las imágenes. Dios prohíbe expresamente en su segundo mandato el venerar imágenes (entendiendo como tal una estatua, figura, o representación gráfica a la cual nosotros vamos a rezar, adorar, confiar  en ella, etc.). Esto, de hecho, constituye el pecado de idolatría que consiste  en rendir culto a alguien o algo distinto del Señor (a causa de este pecado Yahvé castigó al pueblo de Israel en infinitud de veces). La Iglesia Católica decidió eliminar este mandamiento porque choca de lleno con toda la parafernalia de santos, vírgenes y estatuas a las que muchos católicos, de buena fe y por ignorancia, rinden culto en contra de la voluntad misma de Dios.

El siguiente punto sobre el que quería llamar la atención deriva precisamente del anterior. ¿Qué ocurre si eliminas la prohibición de rendir culto de las imágenes? Pues que entonces los Diez Mandamientos se quedan en nueve y por lo tanto el decálogo cojea. Para arreglarlo, el catolicismo romano toma el último mandato bíblico (no codiciar la mujer y bienes de tu prójimo) y lo desdobla en dos (noveno y décimo mandamientos católicos). Por último, destacar que el «consagrar el sábado» del que habla la Biblia y el «santificar las fiestas» de la Iglesia Católica no se contradicen. Hay que tener en cuenta que en un contexto judío el séptimo día de la semana es el sábado pero en el calendario cristiano es el domingo. Poco importa que sea sábado o domingo, ya que la idea principal es que el último día de la semana lo empleemos para rendir culto a nuestro Creador que está en el cielo.

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