La hegemonía socialista en España.

España, con cinco millones de parados, un déficit galopante, una fuerte recesión y un tejido empresarial pulverizado, es uno de los países más afectados por la crisis económica internacional. La incapacidad del presidente de España, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, para sacar adelante al estado ha quedado patente. No se atreve a tomar ninguna medida en ningún sentido y todo su plan pasa por no hacer nada y esperar a que sean otros países los que se recuperen y al tirar del carro, arrastren también a España a una dinámica mejor.Y mientras tanto, el pueblo pasa hambre.

Zapatero es el peor presidente de la historia reciente de España. Es una calamidad que no hace nada bien. Y aún así, tiene muchas posibilidades de ganar las elecciones generales de 2012. Porque si con toda la que está cayendo ahora mismo, el Partido Popular (PP) solamente está un poco por delante en intención de voto, todo hace pensar que si en 2012 la situación económica ha mejorado aunque sea ligeramente, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) puede volver a vencer  en las urnas. Tanto si Zapatero repite como candidato como si PSOE presenta uno nuevo.

No nos engañemos: España es un país socialista. Desde la instauración de la pseudodemocracia en 1975, el PSOE ha gobernado en seis legislaturas: el triple que el principal partido opositor: el PP. Los populares van a tener que acostumbrarse a que solamente  van a poder gobernar cuando el PSOE lo haga extremadamente mal y una buena parte  de sus votantes se abstenga. Pero mientras las cosas vayan rodando hacia adelante, aunque sea a trancas y a barrancas, el PP lo tiene muy crudo. Sólo una España al borde del colapso, como la de 1996, puede darle el triunfo.

En condiciones de igualdad, el PP no puede ganar nunca en la vida porque mientras que PSOE es la primera o segunda fuerza en casi todas las autonomías (especialmente en la más poblada de todas ellas: la andaluza) el PP es residual en Euskadi y Cataluña (y tras la ruptura con Unión del Pueblo Navarro (UPN) puede serlo ahora también en la Comunidad Foral de Navarra). Esas tres autonomías suman muchos millones de votantes. Y pinchar ahí supone un lastre demasiado pasado para un partido que aspira a gobernar España y cuya tirria a los nacionalistas le resta aún más apoyos.

Cubazuela.

Hace unos pocos años tuve la fortuna de visitar la ciudad de Valencia, en el venezolano Estado Carabobo. La impresión que me llevé fue la que de la miseria se expandía por doquier. Había unas tasas altísimas de paro y, como la gente debía sobrevivir, trabajaba en la economía sumergida. Allí lo llaman «economía informal» y está tolerada por la ley. Es decir, ya que el Gobierno de Venezuela es incapaz de ofrecer empleo a sus ciudadanos al menos no se persigue que éstos se ganen la vida como puedan, aunque sea trabajando en negro. En todas las calles había una cantidad enorme de puestos, de tenderetes improvisados, similares a los mercados ambulantes de aquí. Con la diferencia de que allí no se está asegurado, ni se es autónomo ni se paga impuestos. Se trabaja para intentar sobrevivir otro día más y punto.

En muchos puestos ambulantes, la gente vendía ropa barata, discos de música pirateados (incluso existen videoclubs donde se venden películas pirateadas y es legal), o fruta en unas condiciones higiénicas más que dudosas. Me entraba una profunda tristeza cada vez que subía a un microbús (allí lo llaman buseta o camioneta) y veía que subían personas jóvenes, a veces incluso adolescentes, para vender cualquier baratija. «Un paquete de chicles 500 bolívares, dos paquetes 800. Tenemos de menta y de fresa», voceaban. En otras ocasiones era gel, golosinas o tostones (plátano frito). Yo solía comprar  porque entiendo que si esta gente no puede vivir de esto, el siguiente paso que dará será conseguir una pistola y entrar a tiros en una tienda. En verdad me sentía profundamente apesadumbrado al contemplar todo aquello.

«¿Sabes? Esto antes no era así» -me decían-. Me contaron que  Valencia fue históricamente la ciudad industrial del país. Por supuesto la situación de la población nunca llegó a ser de opulencia, pero la gente tenía empleo. Empleo legal. Con contrato, con impuestos, con todo en regla. Allí había numerosas multinacionales como Colgate o Ford que daban de comer a numerosas familias obreras. Hasta que el neocomunista Hugo Chávez se hizo con la presidencia de Venezuela y comenzó a hostigar a todas horas a los empresarios. Subidas de impuestos, amenazas de expropiación de negocios, empresas y viviendas, inseguridad jurídica… Al final las empresas vieron el gris panorama y se marcharon de allí, fundamentalmente a Colombia, dejando a su paso un aumento masivo de paro, delincuencia y hambre.

Los empresarios se marchan de allí pero lo que es más grave… no llegan inversiones del extranjero. Al fin y al cabo… ¿quién en su sano juicio aterrizaría en un país en el que a los inversores se les acusa de «colonialismo»? Vas a montar un negocio, a dar trabajo a la gente, a pagar impuestos, a crear riqueza… Pero aún así la población local te mira mal, te odia… Y el gobierno amenaza con expropiarte, o con ser él el que te marque las pautas concretas sobre cómo debes dirigir tu negocio o incluso te dice que el contrato que has firmado hace seis meses con el Estado ya no vale, que es papel mojado, que hay que volver a renegociar todas las condiciones de la inversión de nuevo. Sinceramente, sólo un loco o un suicida se atrevería a arriesgar su dinero en una nación cuyo presidente es un paranoico que debería llevar camisa de fuerza.

No hay derecho a lo que Chávez les está haciendo a los venezolanos. Ha bloqueado sus depósitos bancarios de tal modo que la ciudadanía sólo puede disponer de una pequeña parte de sus ahorros para usarlos en el extranjero (por ejemplo para ir de vacaciones). Ha espantado a los empresarios y dejado en el paro a los trabajadores. Consiente los ataques a la propiedad privada (por ejemplo, legalizando que unos desconocidos se instalen en un terreno que es tuyo y se lo queden). Ha devaluado en exceso la moneda y multiplicado el precio de los productos de primera necesidad. Quiere una economía socialista planificada por el Estado. Cierra medios de comunicación, encarcela periodistas, ataca la libertad de expresión. Lo que él denomina «socialismo del siglo XXI» me recuerda demasiado al comunismo del siglo XX.

Aragón sucumbe ante el cáncer pancatalanista.

Hace unos días se aprobó en el Parlamento aragonés una inicua, infame, bastarda y villana Ley de Lenguas que considera como idiomas propios del Reino de Aragón el altoaragonés (de lo cual me alegro profundamente) pero también el catalán, aunque no concede rango de oficialidad a ninguna de las dos. La felona iniciativa ha salido adelante con los votos a favor del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y la Chunta Aragonesista (CHA), la oposición del Partido Popular (PP) y Partido Aragonés (PAR), y la abstención de los comunistas de Izquierda Unida (IU).

La infame noticia evidencia que Aragón ha sucumbido a las garras de ese cáncer pancatalanista que se expande sin freno ni remisión. En lugar de oficializar las dos lenguas aragonesas (la norteña y la oriental) han abierto las puertas de par en par no sólo a una lengua extranjera y colonialista sino también a los imperialistas Países Catalanes. De socialistas y CHA nos esperábamos esta postura (como lameculos oficiales de los catalanes, tienen la lengua desgastastada ya hacer tantas limpiezas rectales a los de Barcelona), pero de quien quiero hablar es del siempre cobarde PAR.

Me llama bastante la atención el rechazo a la ley por parte del fariseo PP (catalanista en el gobierno pero anticatalanista cuando está en la oposición) pero sobre todo la atención la bajada de pantalones del PAR. Porque el PAR está en el equipo de gobierno junto con los socialistas y la catalanista CHA. Si realmente el PAR estuviese por la cultura aragonesa, habría roto el pacto de gobierno con los socialistas abocándolos a un gobierno inestable y en minoría en lugar de traicionar a los votantes aragonesistas de forma miserable. Una vez más el PAR se ha vendido, cual puta barata.

Es la historia de siempre: no se puede servir a dos señores ni a dos patrias. Mientras que el pancatalanismo sólo ofrenda nuevas glorias a Cataluña y a nadie más, el aragonesismo, el balearismo o el valencianismo tienen el corazón dividido: la mitad es para su tierra y la otra mitad para España. Y cuando tienes el corazón dividido, se dan dobles lealtades, con lo cual acabarás traicionando a una de tus dos patrias tarde o temprano. Ésta es la razón fundamental por la que el catalanismo avanza y los demás no: los primeros tienen muy claro a quien sirven. Pero los otros no.

Quién le iba a decir al otrora poderoso y altanero Reino de Aragón, esa gran potencia europea que hizo suyo el Mar Mediterráneo y que expulsó a los musulmanes de Al-Andalus, que acabaría convertido en una colonia mansa, dócil y borreguil al dictado de Barcelona, en una marioneta de poca monta en manos de imperialistas catalanistas. Y lo más humillante: por voluntad propia. Desde luego, si el rey Jaime I el Conquistador levantase la cabeza, se volvía a morir del horror y la vergüenza que presenciarían sus ojos en el vencido y conquistado Aragón de 2009.

Hacia la desaparición de España.

El espíritu de Arenys de Munt se abre paso en España. Esta localidad catalana celebró el pasado 13 de septiembre una consulta popular sin precedentes. A la pregunta de «¿Está de acuerdo que Cataluña devenga un Estado de derecho, independiente, democrático y social, integrado a la Unión Europea?» el 96% de los votantes se decantó por el sí, con una participación del 41% del padrón, similar a la de los comicios europeos o a la del referéndum que aprobó el Estatuto catalán de 2006.

Ayer, 13 de diciembre de 2009, se volvió a formular la pregunta a la ciudadanía de 166 localidades catalanas. El sí a la independencia ganó de calle con un 94% del total del voto. Como partidario que soy del derecho a la autodeterminación y de la democracia directa, considero esta consulta popular una auténtica fiesta de la democracia que, si bien no tiene valor legal alguno, sí contiene un indudable peso moral y social que debiera hacer reflexionar y mucho a la casta política y a la prensa de Madrid.

El actual Estado Español tiene los días contados. Con el avance imparable de la democracia  y las libertades nacionales, cada vez va a ser más difícil para España tener argumentos de cara a una hipotética secesión catalana. Especialmente, a partir del precedente jurídico internacional que supuso la independencia de Kosovo en 2008, la cual sienta un cambio en las reglas del juego: la secesión puede ser unilateral en tiempos de paz mientras cuente con apoyo de un grupo de países que reconozca al nuevo estado.

En los últimos tiempos un sinfín de nuevos estados se ha abierto paso en las entrañas de Europa: Ucrania, Lituania, Eslovaquia, Croacia, Montenegro, etc. España siempre argumenta lo mismo: que no es un caso comparable, que Cataluña no es Montenegro, que son casos distintos, etc. Y puede que tenga razón. Pero yo me pregunto: ¿qué inverosímil excusa pondrán los españoles el día que se independicen Flandes o Escocia? Porque ahí ya estamos hablando de Europa occidental, con una tesitura muy similar a la nuestra.

Yo auguro la desaparición de la actual España. Es cuestión de tiempo que Euskadi y Cataluña sean estados soberanos. Eso no tiene por qué significar la desaparición de España como tal. España puede sobrevivir a esto igual que sobrevivió a la pérdida de Cuba o de Argentina. Pero afectará a las fronteras del actual Estado Español y puede ocasionar un importante efecto dominó en otras autonomías, especialmente si éstas perciben que a Cataluña o a Euskadi les va mejor fuera de España que dentro de ella.

El universal derecho a la autodeterminación.

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«Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural».

Artículo 1º del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. (Adoptado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en su resolución 2200 A (XXI), de 16-12-1966).

Si viniese un extraterrestre de otra galaxia con el propósito de visitar Occidente y conocer más sobre nuestro estilo de vida y nos preguntara cómo escogemos a nuestros gobernantes, le contestaríamos que mediante medios democráticos (los mayores de edad votan y el partido que más votos consigue, gobierna). Si acto seguido, nos preguntase cómo elaboramos nuestras leyes le contestaríamos que también por medios democráticos (las leyes se discuten en el Parlamento y, si consiguen votos suficientes, quedan aprobadas).

Pero si después de eso nuestro amigo extraterrestre nos preguntase: «¿Y las fronteras? ¿Cómo decidís las fronteras? ¿También por medios democráticos?». Ahí deberíamos responderle: «No, eso ya es a hostia limpia. Con tanques y cañones. Con baños de sangre». Seguramente nuestro visitante galáctico no se llevaría a su planeta una impresión muy civilizada de nosotros.

Soy partidario del derecho a la autodeterminación, derecho por cierto aceptado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para todos los pueblos sin excepción. Esto significa que si 27 estados soberanos deciden unirse para conformar una nueva entidad (la Unión Europea (UE) por ejemplo) me parece bien, siempre que sea por métodos democráticos. Pero de igual modo, también me parece bien si un pueblo decide separarse de otro (Serbia y Montenegro, por ejemplo).

Lo que ya no me parece tan bien es cuando hablo con una persona de mover las fronteras de un estado de forma libre, pacífica y democrática y mi interlocutor me amenaza con sacar los tanques a las calles. Ahí ya no nos vamos a poder entender porque hablamos lenguajes distintos: yo el de los votos y él, el de las pistolas.

OTAN: la defensa de la libertad.

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Con el paso de los años me he convertido en un atlantista convencido. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) constituye la más fabulosa alianza militar de naciones sobre la faz de la Tierra. En su día fue la única que pudo detener el avance imparable de la Unión Soviética y hoy es un seguro de vida para la libertad.

La OTAN puede ser la única fuerza de choque capaz de hacer frente a amenazas para Occidente como el comunismo, el terrorismo internacional o el islamofascismo; la única capaz de apuntalar a Israel como bastión de la civilización occidental y primera muralla de defensa de Europa frente al sanguinolento terrorismo islamista.

Sé bien que hoy en día no es popular defender a las fuerzas armadas sino un pacifismo a ultranza. Pero mientras existan ideologías expansionistas, gobiernos que confíen en la fuerza para imponer sus intereses o naciones que amenacen nuestro sistema de valores y estilo de vida, será necesario un ejército que nos defienda.

Valores como la libertad, la democracia, la paz o los derechos humanos son innegociables. Y hay ocasiones en las que, desgraciadamente, para defenderlas no queda más remedio que emplear la fuerza. Ojalá llegue el día en que la humanidad sea tan civilizada que no necesite ejércitos. Hasta entonces, seguiré confiando en la OTAN.

Hacia la dictadura europea.

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A diferencia de Estados Unidos y de los países anglosajones en general, Europa siempre ha vivido al filo de la dictadura, siempre a un paso del abismo. Si examinamos con detalle la extensa historia del Viejo Mundo veremos que hemos vivido perpetuamente bajo dictadura interrumpida únicamente durante cortos períodos de libertad. Teocracia, monarquía absolutista, fascismo, nazismo, comunismo… ¡Cuantísimo esfuerzo cuesta conquistar la libertad en Europa y cuan poco tiempo nos dura!

Digo todo esto porque el rumbo que está tomando la Unión Europea (UE) es el de una dictadura. Disfrazada de democracia y con un rostro amable, pero una autocracia en cualquier caso. Una elite de políticos hace y deshace a su antojo en Bruselas y los votos del pueblo tan sólo sirven para dar un aire de legitimidad a este teatro, a esta farsa de democracia en que se ha convertido la UE. Asisto con honda preocupación al monstruo liberticida que están construyendo los políticos de espaldas al pueblo.

Hace unos años sometieron a referéndum la Constitución Europea. Tras la victoria del no en Francia y Holanda el proyecto quedó descartado. Así que le dieron una lavada de cara, lo rebautizaron con el nombre de Tratado de Lisboa y decidieron que lo iban a aprobar sin consultar a la gente. Tan sólo Irlanda hizo un referéndum y otra vez ganó el no. No contentos con esto, promovieron un segundo referéndum en Irlanda y esta vez gano el sí. Al resto de pueblos de Europa no nos ha consultado nadie.

Total, que nos han colado el Tratado de Lisboa sin ni siquiera preguntarnos. Y esto no es una excepción sino una peligrosa tendencia, una forma de hacer. No me opongo a la Unión Europea, ni a que haya una Constitución común, ni tan siquiera a unos Estados Unidos de Europa (aunque me seduce más la Europa de los pueblos). Ahora bien, no estoy dispuesto a aceptar nada de esto si es a costa de perder mi libertad. Prefiero ser un ciudadano libre en un país de Liliput a ser esclavo en un imperio.

Abogo por salirnos de la UE antes de que sea demasiado tarde. Nos han ido quitando poco a poco la soberanía nacional. Nos han hundido en la miseria con una moneda que lo ha encarecido todo. Y si nos quedamos, nos arrebatarán la poca democracia y libertad que todavía tenemos. No necesitamos a la UE para ser ricos. Con firmar un tratado de libre comercio para comprar y vender productos en todo el continente sin pagar aranceles resultaría más que suficiente. ¡¡No a la Europa de los esclavos!!

1989.

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En estos días se recuerda la caída del Muro de Berlín, hace ahora 20 años. La conjunción de fuerzas del presidente de Estados Unidos, George Bush, el primer ministro alemán, Helmut Kohl y el presidente soviético Mijail Gorbachov pero especialmente las ansias de libertad del pueblo alemán posibilitaron la caída del muro de la vergüenza y la reunificación de los dos Alemanias en una sola nación.

El 9 de noviembre de 1989 comenzó el siglo XXI. Con el derrumbamiento del Muro de Berlín. Como ya apuntó el prestigioso historiador Eric Hobsbawm el siglo XX es muy corto. Comienza en 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial y acaba con en 1989, con el fin de la Guerra Fría, que auguraba el hundimiento de la Unión Soviética y el fin del comunismo en Europa para 1991.

Una vez finalizada la división de Occidente en dos bloques comienza el siglo XXI en el mundo. Y la nueva coyuntura internacional se caracteriza por la aparición en escena de cuatro nuevos factores: la guerra de Occidente contra el terrorismo islamista, la explosión de los independentismos en todo el mundo, la dictadura del empresariado y una fuerte globalización que cada vez une más y más al mundo.

1 Aniquilado el comunismo en Europa, el nuevo enemigo es el terrorismo islamista. Tres guerras contra Irak, el cerco al dirigente libio Muammar Al Gadaffi, la invasión de Afganistán como respuesta a los atentados del 11-S en Nueva York, los atentados terroristas del 11-M en Madrid, las dos Guerras de Chechenia, Eurabia y una probable futura invasión en Irán acontecen en tan sólo 20 años.

2 La explosión de los nacionalismos independentistas. Desde el derrumbe del Muro de Berlín, las naciones oprimidas del mundo han reclamado su libertad. Más de cincuenta estados (de iure o de facto) han nacido en los últimos 20 años. Y aún son muchos pueblos los que exigen la autodeterminación: Sáhara Occidental, Flandes, Euskadi, Escocia, Quebec, Taiwan, Sudán del Sur, Tíbet…

3 La dictadura del empresariado. Una vez desaparecido el contrapeso comunista, el capitalismo salvaje se desata. Desmantelamiento paulatino del estado del bienestar, privatización de sanidad y educación, recorte de derechos de los trabajadores, hundimiento de los sueldos reales y esclavitud en el Tercer Mundo bajo el paraguas de una supuesta globalización económica. La dictadura de los ricos.

4 Globalización. Una vez acabada la división del orbe en dos bloques, se estrechan cada vez más los lazos entre las naciones. En principio a nivel económico y mercantil, y en menor medida a nivel político (la Unión Europea), de justicia (Tribunal Penal Internacional), ecológico… Parece como si poco a poco se fuesen instaurando los cimientos de un nuevo orden mundial que controlará el mundo.

¿Quién teme a Turquía?

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En los sectores más conservadores y derechistas de la sociedad, existe un profundo recelo al ingreso de Turquía en la Unión Europea (UE). Desde París y Berlín constantemente se azuza el espantajo del Islam para atemorizar a los ciudadanos europeos con respecto a Turquía y así crear una opinión hostil a su ingreso en la UE.

Pero lo cierto es que la UE no es un club de estados cristianos sino europeos, que existen otras naciones musulmanas en Europa frente a las que nadie se opone (Albania, Kosovo, Bosnia o Azerbayán) y Turquía es un estado laico con musulmanes moderados y prooccidentales. En Turquía no hay talibanes ni ayatolás.

Las razones reales de esta oposición son más prosaicas. Francia y Alemania juntas tienen el control político de la UE. Si Turquía, de 80 millones de habitantes, ingresa en la UE, a París y Berlín se les acaba el chollo. Una gran alianza del sur (Portugal, España, Italia, Grecia y Turquía) podría conformar el nuevo eje dominante en la Unión.

Turquía, como Israel, participa en la Eurovisión, la Eurocopa o el Eurobasket. No tiene sentido afirmar ahora que es un país asiático. No hay que ponérselo más fácil para ingresar, pero tampoco más difícil. Si cumple con los requisitos, Turquía tiene derecho a entrar. Aunque antes debería resolver la espinosa cuestión chipriota y kurda.

La lucha por la hegemonía mundial.

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Los Estados Unidos de América y China se están disputando en estos momentos ser la potencia hegemónica mundial del siglo XXI. En esta partida de ajedrez por el control del globo, los americanos y los chinos están llevando a cabo dos estrategias radicalmente distintas.

Norteamérica, previendo que China pueda ser una superpotencia dentro de 25 años, ha decidido acorralarla. ¿De qué manera? Tratando de tomar el control de todas las naciones que o bien dispongan de grandes recursos energéticos o bien frontera directa con China. No es casualidad que Estados Unidos tenga puesto su punto de mira en Irán, Irak, Venezuela, Afganistán o Corea del Norte. Todos encajan con alguno de los dos perfiles anteriores. Si EEUU cuenta con suministradores energéticos fiables (Arabia Saudita, Kuwait, Guinea Ecuatorial…) y con la alianza de vecinos temerosos de China (Japón, Taiwan, India…), el gigante asiático quedará absolutamente acorralado y sin apenas aliados en el mundo.

Los comunistas chinos lo saben. ¿Y qué hacen al respecto? Nada. Su apuesta pasa por seguir creciendo rápidamente hasta convertirse en un imperio económico y esperar a que la carísima escalada belicista emprendida por Estados Unidos le lleve a la ruina.

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