El golpe de Estado que viene.

¡Qué gran paradoja! En Europa es donde nació la democracia… Y sin embargo, vive siempre al borde de la tiranía. Basta repasar la historia del Viejo Continente para darse cuenta de que aquí los periodos de libertad han durado siempre muy poco y han sido rápidamente sustituidos por totalitarismos de todo signo. Aquí todos los días te ves obligado a luchar por tus derechos y libertades conquistados o te los arrebatan. Quiero aprovechar las líneas que me brinda este blog para alertar a los lectores del golpe de Estado que se está urdiendo en las sombras y que, si no lo impedimos pronto, acabará con la poca democracia que todavía queda en Europa.

El Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones (conocido por sus siglas en inglés, TTIP) que están negociando la Unión Europea (UE) y Estados Unidos (EEUU) se nos quiere vender como algo beneficioso para todos. El TTIP formará el área comercial más grande del planeta, permitirá que los productos de ambos se vendan sin pagar aranceles y generará riqueza, prosperidad y millones de nuevos puestos de trabajos. Sin embargo, si todo eso es cierto ¿por qué se llevan las negociaciones en secreto? ¿Por qué los grandes medios de comunicación no informan al respecto? Porque este tratado de libre comercio trae consigo letra pequeña.

Una instancia supranacional, por encima incluso de la UE, decidirá que leyes se aprueban y cuales no. Se privatizarán los servicios públicos, se coartarán las libertades sindicales y de huelga,  habrá recortes, abaratamiento del despido y bajada de sueldos. Se venderán en Europa productos hasta ahora prohibidos, como algunos transgénicos. Los estados ya no podrán legislar en el ámbito social, laboral, medioambiental, de seguridad alimentaria, sanidad o internet. Los parlamentos se convertirán en cascarones vacíos sin poder real. Las empresas podrán denunciar ante tribunales privados a los estados, quienes las habrán de indemnizar.

El TTIP supondrá la hegemonía del capitalismo sobre la democracia, el fin de la soberanía nacional. Esto no es un tratado de libre comercio sino un golpe de Estado. Porque antes los golpes del Estado los daban los militares pero hoy los dan los banqueros. Cada día tengo más claro que la Unión Europea es como la Unión Soviética pero en versión capitalista: allí tenían la dictadura del proletariado y aquí la del empresariado. Llevo años alertando de que hay que salir de la Unión Europea cuanto antes. Que esto es el germen de un gobierno mundial único, que acabará siendo dictadura mundial única. Seguiremos predicando en el desierto.

¿Sabías que Heineken propuso un Estado Valenciano en 1992?

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El multimillonario empresario holandés Freddy Heineken (Ámsterdam 1923-Noordwijk 2002) no sólo fue el presidente de la cervecera más famosa del mundo, sino que además fue también un declarado europeísta y un apasionado de las culturas. En 1992 publicó un panfleto titulado Los Estados Unidos de Europa ¿una eurotopía? en la que proponía una Europa federal -los Estados Unidos de Europa- que estaría compuesta por docenas de pequeños estados europeos (la mayoría de entre cinco y diez millones de habitantes), con una historia común, una identidad y cultura propias y una marcada homogeneidad étnica.

A principios de los 90 la Unión Soviética, Yugoslavia y Checoslovaquia se desintegraron en una veintena de países. Al mismo tiempo, en 1992 nacía la Unión Europea (UE) con la firma del Tratado de Maastrich. Heineken soñaba con una gran Europa compuesta por estados pequeños que no perdieran el tiempo compitiendo entre ellos por la hegemonía de la UE como hacen los grandes y que acercaran la administración al ciudadano. Se buscaba una superpotencia europea que a nivel exterior abordara los retos internacionales y a nivel interior estuviera compuesta por una unión mucho más equilibrada al tener todos un tamaño similar.

Heineken, inspirado tal vez por pensadores como Leopold Kohr  o Friedrich Meinecke, dividió el mapa europeo en 75 estados de pequeñas dimensiones. Por supuesto no era más que una propuesta y la reordenación territorial resultaba, en algunos casos, bastante discutible. Pero la cuestión es que dentro de ese mapa figuraba un Estado Valenciano soberano, independiente y diferenciado de España y de Cataluña. Heineken sabía bien que nuestro pueblo tiene una lengua, cultura, historia e identidad propias. Más allá de esta eurotopía, la idea de una Europa de los pueblos en la que los valencianos tengamos voz y voto continúa viva a día de hoy.

Gagauzia: el candidato tapado a la independencia.

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Los orígenes del pueblo gagauzo (en Moldavia) no están claros. Algunos dicen que descienden de turcos, otros que de algún clan túrquico (pachengos, oguz o cuman) o de búlgaros turcoparlantes.  Lo cierto es que estos colonos pasaron con el paso de los siglos del islam sunita al cristianismo ortodoxo, que profesan aún hoy.

Este pueblo ha estado gobernado por Rusia (1812-1917), Rumanía (1918-1940 y 1941-1944), la Unión Soviética (1940-1941 y 1944-1990) y Moldavia (1917-1918 y 1994 hasta la fecha). Gagauzia fue un estado independiente de facto cinco días en el invierno de 1906 (como República de Comrat) y luego unos años, entre 1990 y 1994.

Tras el colapso de la Unión Soviética a finales de siglo XX, llegaron grandes cambios. Esta minoría étnica pasaba de ser soviética a formar parte de un nuevo estado (Moldavia) y se debatía entonces la fusión de Moldavia con Rumanía. Los gagauzos sentían que no encajaban en ningún sitio y optaron por una patria propia.

En 1990 Transnistria y Gagauzia declararon su secesión de Moldavia. Transnistria aún hoy es independiente de facto pero la otra fue reabsorbida por Chisinau. Desde 1994 es una autonomía dentro de Moldavia, tiene tres lenguas oficiales (moldavo, gagauzo y ruso). Los gagauzos son prorrusos y están apoyados por Moscú.

En febrero de 2014 se hicieron dos consultas populares en la empobrecida Gagauzia. En la primera el 99% votó a favor de independizarse si Moldavia pierde su soberanía. En la segunda, el 97% votó en contra de que Moldavia entre en la Unión Europea (UE) y el 98% prefirió a la Unión Euroasiática que capitanea Rusia.

Chisinau rechaza esas consultas, que considera ilegales. Pero es un aviso a navegantes. Gagauzia podría independizarse o pedir su anexión a Rusia. Cuando se habla de nacionalismos en Europa, siempre se olvida Gagauzia, pieza clave en esta partida de ajedrez que Bruselas y Moscú están jugando por controlar la vieja Europa.

Estonia: el tigre del Báltico.

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A orillas del frío Báltico, cubierta de bosques, prados y lagos de ensueño, se halla la pequeña república de Estonia. A lo largo de incontables siglos ha sufrido la invasión de daneses, suecos, polacos, germánicos, alemanes, rusos y soviéticos pero hoy vuelve a ser una nación libre. Se independizó de la Unión Soviética en 1991.

Estonia no se parece a sus vecinos bálticos, Letonia y Lituania. Culturalmente está emparentada con Finlandia, pero mientras que ésta fue influida por Suecia, Estonia lo fue más por Alemania. Es muy distinta de Rusia en lengua, cultura y estilo de vida. Es de mayoría luterana y guarda una gran huella de alemanes y suecos.

Fue la república más rica de la Unión Soviética pero Moscú buscaba hacerla dependiente y controlarla. Los colonos rusos tenían privilegios mientras que los nativos eran discriminados en su propia tierra. Los estonios guardan rencor hacia los rusoparlantes monolingües que todavía hoy ni se molestan en aprender su lengua.

Pero actualmente el único idioma oficial es el estonio (que está emparentado con el finés y el húngaro) y la nación es miembro de la Unión Europea (UE), de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de Occidente; así que el viejo imperialismo ruso ya es sólo una pesadilla que se va difuminando poco a poco.

Estonia es conocida como el tigre del Báltico, debido a su célere crecimiento económico en los últimos años. Es un pequeño Hong Kong, un centro comercial sin tarifas aduaneras que incentiva las exportaciones y la inversión extranjera. El norte del país es industrial y el sur agrícola. Una economía emergente sin lugar a dudas.

Al estar situada entre Europa Occidental y Oriental, Estonia es una frontera cultural o mejor dicho un punto de encuentro entre culturas. Este país de poetas y lirismo auna tradiciones tanto del Este como del Oeste, así como de Escandinavia y tiene folclore, música, baile, arte, literatura, teatro, cine y diseño autóctonos muy ricos.

Bélgica: crónica de un divorcio anunciado.

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Bélgica nació en 1830 de la mano del rey Leopoldo I como un reino francófono y centralista en el corazón de Europa, como un estado tapón entre Francia y Prusia que además restara poder a los Países Bajos. Hoy es una monarquía federal oficialmente trilingüe -flamenco, francés, alemán- pero una confederación de facto.

Hay dos pueblos muy distintos: al norte Flandes, gente conservadora, germánica que habla flamenco y al sur Valonia, gente socialista, latina que habla francés y valón (y alemán, en la provincia de Lieja). La antaño rica Valonia discriminaba a su hermana pobre pero ahora los flamencos son los nuevos ricos y se quieren separar.

Bruselas es la tercera región de Bélgica, capital del estado y de la Unión Europea (UE) y un símbolo del Benelux. Es un enclave dentro de Flandes, oficialmente bilingüe pero casi totalmente francófono en realidad (antes flamencoparlante). Allí se habla también el bruselense, para muchos una lengua, para otros un dialecto.

Bélgica es un estado artificial creado de la noche a la mañana. Es lo más parecido que hay a un matrimonio mal avenido que busca el divorcio pero que sigue junto por los niños. Flandes pretende separarse y llevarse consigo Bruselas por razones históricas y geográficas pero ésta se siente más cerca de Valonia por causa del idioma.

Ambas naciones desconocen la lengua de su vecina, no existen partidos políticos que sean de ámbito belga, los diputados apenas logran ponerse de acuerdo para conformar un gobierno común y el número de matrimonios mixtos es del 1%. Solamente el catolicismo y la Corona, además de Bruselas, son el débil nexo de unión.

Las escuelas, la política, la literatura, la cultura, la economía, el paro, todo está separado por la frontera étnico-lingüística. Muchos belgas se sienten afortunados por tener una nación multicultural y otros ven a la nueva Checoslovaquia. Mientras tanto, en Bélgica se siguen entrecruzando dos mundos: el germánico y el latino.

¿Sabías que la Unión Europea reconoce el valenciano como una lengua europea, independiente y diferenciada del catalán?

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La Unión Europea (UE) reconoce la lengua valenciana (con esta denominación concreta, además) desde el 13 de mayo de 1991 tras firmar entonces un convenio con la Generalitat Valenciana en el que se asigna a ésta el “derecho exclusivo” de traducir y publicar el documento europeo «Eurovoc».

En esa fecha el Consell firmó un convenio con la Oficina de Publicaciones de las Comunidades Europeas para traducir en lengua valenciana la segunda edición del documento «Tesauro Eurovoc», un indizador o indexador plurilingüe de conceptos. Fruto del convenio, la UE reconoció a la Generalitat Valenciana “la potestad y el derecho exclusivo de traducir y publicar en el mundo entero y en cualquier medio, impreso o no, una versión en lengua valenciana”.

Con posterioridad, la lengua valenciana -diferenciada del catalán- fue reconocida como lengua minoritaria por la Unión Europea (UE) el 5 de noviembre de 1992. Ese día los estados miembros del Consejo de Europa aprobaron en Estrasburgo la Carta Europea de Lenguas Regionales o Minoritarias a la que se adjuntó el informe del comité de expertos de fecha 13 de febrero de 1991 en cuya página 80 se reconoce el catalán y en la 81, totalmente diferenciado, el valenciano.

No sólo el Consejo de Europa avaló la independencia de la lengua valenciana. También lo hizo el pleno del Parlamento Europeo, que aprobó el Informe y Resolución Killilea en la que en su documento técnico anexo figura reconocida la lengua valenciana (pág. 49) diferenciada del catalán (pág. 21). El Parlamento Europeo la aprobó el 9 de febrero de 1994 con 318 votos a favor, 1 en contra y 6 abstenciones.

El 16 de noviembre de 2005 el Comité de Regiones fue la primera institución comunitaria que permitió el uso de las lenguas cooficiales de España. Así, el CR fue la primera en aplicar el acuerdo político alcanzado en el Consejo Europeo del 13 de junio de 2005 que autorizó el uso del valenciano, el catalán, el gallego y el vasco en las instituciones de la Unión Europea (UE).

Noruega: el Primer Mundo del Primer Mundo.

Noruega perteneció primero a Dinamarca y luego a Suecia durante demasiado tiempo. Los noruegos eran el eslabón más débil de la cadena, por lo que, irritados, decidieron independizarse de ambos reinos y la jugada no les ha podido salir mejor. En el último medio siglo, la economía nacional se ha disparado como un misil.

Su riqueza no para de crecer. Ya es el segundo país del mundo en renta per cápita y el primero en índice de desarrollo humano. Es también el tercer mayor exportador de petróleo del globo. El dinero que obtiene del oro negro se destina al ahorro para garantizar las pensiones y el futuro de la nación en tiempo de vacas flacas.

Noruega es un ejemplo de que se vive mejor fuera de la Unión Europea (UE) que dentro. Su estado del bienestar es envidiable, precisamente porque sus intereses no están teledirigidos desde Bruselas. Los impuestos son altísimos pero a cambio la ciudadanía goza de una gran protección social. Es el Primer Mundo del Primer Mundo.

Se trata de un país de bosques nevados y fiordos de ensueño repleto de recursos y poblado por sólo cinco millones. La gente es tan educada que nunca interrumpe a su interlocutor en una conversación y espera a que finalice antes de contestar. Es el país más pacífico y seguro de la Tierra, la gran superpotencia olímpica de invierno.

El idioma noruego tiene dos normativas escritas oficiales: el noruego bookmal y el ninorsk. El primero es un lenguaje artificial plagado de danesismos que deriva de la época en que Dinamarca gobernaba el país con la complicidad de una burguesía colaboracionista. El segundo coincide con el habla natural del pueblo llano.

Pero no es oro todo lo que reluce. Noruega es famosa, junto con Japón, por cazar ballenas en peligro de extinción con la excusa de la ciencia. Y el clima es de frío polar. Pese a todo, es una gran nación. Algunos de sus hijos más ilustres son el escritor Henrik Ibsen, el explorador Roald Amundsen o el pintor Edvard Munch.

Hungría: de La Meca del porno a la revolución conservadora.

«Que Dios bendiga a los húngaros». Con este simbólico saludo comienza la Constitución Húngara, que fue reformada en 2011. Es el fruto de la revolución conservadora liderada por el primer ministro Viktor Orban, cuyo partido, el Fidesz, gobierna con una mayoría  de casi tres cuartas partes del Parlamento magiar.

El nuevo texto reconoce la importancia histórica y cultural del cristianismo en Hungría, dice que el matrimonio es “la unión de un hombre con una mujer”, no penaliza expresamente la discriminación por orientación sexual y protege al ser humano desde el momento de la fecundación, lo que impide la eutanasia y el aborto.

Hungría ha pasado en poco tiempo de ser conocida en el planeta entero por ser La Meca del cine porno a reivindicar los valores morales cristianos. A la Unión Europea (UE) le encoleriza que en el corazón mismo del continente haya un país que invoque a Dios en su constitución y que defienda su soberanía por encima de todo.

Este pueblo remonta su origen, posiblemente mítico, a Atila, rey de los hunos. El primer rey húngaro, István I, impulsó el cristianismo. El país formó parte del Imperio Austro-Húngaro que controló Europa central, hasta que en 1918 obtuvo su independencia nacional. Su extraña lengua está emparentada con estonio y finés.

Hungría es un país de tradición cultural y musical muy arraigadas. Algunos húngaros ilustres son Franz Liszt, Farenc Puskas, Imre Kertész, Albert Szent-GyörgyiErno Rubik, Denés Gabor Oscar István Szabó. Su capital, Budapest, bañada por el Danubio, es la unión de las ciudades Buda y Pest.

El nacionalismo húngaro reivindica una Europa de los pueblos frente a una mundialización que quiere arrasar las identidades patrias, y la vuelta a la moral frente a la masonería de Bruselas.  Es la revolución conservadora. ¡Quién iba a decir que en el siglo XXI una Carta Magna invocaría Dios en una Europa tan atea!

Unión Europea: la torre de Babel.

A partir de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el Viejo Continente hizo un esfuerzo para que alemanes y franceses nunca más fueran a la guerra. Nacía en 1951 la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA), con seis miembros fundadores: Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Alemania e Italia.

Con los años el número de miembros creció y la CECA pasó a ser Comunidad Económica Europea (CEE) (1957) y después Unión Europea (UE) (1992). Hoy es un gran mercado con cuatro libertades de circulación: personas, bienes, servicios y capitales. Su talón de aquiles es la carencia de una política exterior y defensa común.

Hoy, con 27 estados miembros, 500 millones de habitantes y unas instituciones sólidas, la UE es una alianza fuerte y próspera, una comunidad de valores basada en la paz, libertad, democracia, el imperio de la ley, la tolerancia y la solidaridad. Es el espacio económico más grande del planeta y un gran crisol de lenguas y culturas.

Eso en teoría, porque para los euroescépticos la UE es una dictadura disfrazada donde la ciudadanía no cuenta, una suerte  de Cuarto Reich en el que Alemania quiere dominar a todos, una pesada y carísima maquinaria burocrática que nos ha traído una moneda única, la del euro, con la que vivimos mucho peor que antes.

Los europeístas, en cambio, ven con buenos ojos que los estados miembros cedan cada vez más soberanía a la Unión. Persiguen el sueño romántico de crear en el futuro una gran Confederación, una suerte de Estados Unidos de Europa que pueda competir con los de América y con China. Es el naciente nacionalismo europeo.

Sea como fuere, unos y otros coinciden en que la Unión es un reino de taifas. La UE tiene vocación de imperio pero recuerda más a un gigante con pies de barro. Parece una nueva torre de Babel donde sus constructores no se entienden. Y no sólo por el idioma sino sobre todo porque en el fondo no tienen demasiado en común.

Andorra: el país de los Pirineos.

Enclavado en el corazón mismo de los Pirineos se encuentra un diminuto país: Andorra. Este principado tiene como jefes de estado al obispo de Urgell y al presidente de la República Francesa. Carece de fuerzas armadas propias y su defensa es responsabilidad directa de España y Francia. El catalán es la lengua oficial.

La historia de Andorra es un juego de supervivencia y malabarismos para mantener unos privilegios. Ha sabido jugar sus cartas para no ser anexionado por París ni por Madrid y  mantener su independencia desde 1278. Por siglos ha disfrutado de una vida tranquila, ajena a las sempiternas guerras y crisis de Europa.

30.000 andorranos y 50.000 extranjeros sin derecho de voto viven cómodamente de la banca privada, pistas de esquí, bazares de electrónica y perfumerías. Es un paraíso fiscal de fuerte secreto bancario y nula fiscalidad directa que le permite atraer grandes fortunas pero también fuertes presiones de la Unión Europea (UE).

Andorra está en la encrucijada: seguir siendo un paraíso blindado a la competencia internacional o abrir sus fronteras a inversores extranjeros para que los empresarios andorranos, en reciprocidad, puedan hacer negocios más allá de sus fronteras sin pagar unos fuertes aranceles. Espléndido aislamiento o economía global.

Andorra estudia cómo abrirse al mundo pero le da mucho miedo. El país es muy pequeño y no puede aceptar la libre circulación de personas, porque llegaría una avalancha de foráneos ni tampoco la de capitales, ya que una multinacional gala podría comprar el país entero. Y si entrara en la UE al ser rico sería contribuidor neto.

Cómo no quedarse aislado y al mismo tiempo mantener los actuales privilegios. He ahí el dilema. Sin duda una difícil partida de poker la que tienen que jugar sus políticos. Pero Andorra es un país de estrategas acostumbrados a negociar. Llevan siglos haciendo malabarismos diplomáticos y hasta la fecha, siempre les ha salido bien.

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