República Turca del Norte de Chipre: una ocupación vergonzante.

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La isla de Chipre es muy pequeña pero está dividida en dos mitades: al norte, la República Turca del Norte de Chipre, y al sur, la República de Chipre. La primera es un estado de facto reconocido únicamente por Turquía. La segunda  reivindica como propia esa mitad septentrional, y denuncia una ocupación militar ilegal turca.

El año 1974 es clave en el conflicto. Grecia propició un golpe de estado en Chipre contra el presidente Makarios y Turquía usó este pretexto para mandar 40.000 soldados y consolidar una administración provisional turca en Chipre, que ya había sido establecida en 1967. Los turcos conquistaron el 37% del territorio de la isla.

Ankara trajo consigo 10.000 colonos procedentes de Anatolia que se sumaban a los 100.000 turcochipriotas locales. La Junta Militar griega cayó a los pocos días pero Turquía siguió allá y su presencia temporal pasó a ser permanente. Turquía contravino todos los acuerdos internacionales y las resoluciones de Naciones Unidas.

Hoy no llega a mil grecochipriotas en el norte (antes de 1974 eran más de 200.000). Les quitaron las casas y se las dieron a sus colonos. El objetivo es que haya dos turcos por cada griego en la isla. Los grecochipriotas sufren racismo en el norte, donde ya hay más colonos turcos que turcochipriotas autóctonos de la región.

Se está borrando el patrimonio cultural grecochipriota para que no quede nada. Las iglesias han sufrido pillajes o convertidas en establos o mezquitas. Los colonos trajeron usos y costumbres extrañas. A nivel lingüístico, la lengua turcochipriota tiene muchas incorporaciones grecochipriotas pero es sustituida por turco puro y duro.

En 2004 se celebró un referéndum sobre la unificación de la isla. La parte turca lo aceptó pero la griega lo rechazó porque no garantizada el retorno de los 200.000 desplazados grecochipriotas, ni el desalojo de los colonos y se reducía, pero no acababa, con la presencia militar turca. La República Unificada Chipriota deberá esperar.

Macedonia: crisis de identidad.

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El actual territorio macedonio estuvo oprimido históricamente por el Imperio Bizantino, Bulgaria y Turquía. Formó parte de Yugoslavia, de la que se independizó en 1991 sin pegar un solo tiro. Actualmente esta república balcánica sin salida al mar es una nación muy pobre con una fuerte crisis de identidad nacional.

Su denominación oficial (Ex República Yugoslava de Macedonia)  es provisional y muy polémica ya que este país pretende ser heredero natural de la Macedonia de Alejandro Magno, lo cual despertó las protestas de Grecia, donde se encuentra una región homónima que sí es la auténtica heredera histórica de aquel mítico imperio.

Macedonia es un estado multicultural (64% de eslavos, 28% de albaneses, 4% de turcos y 3% de gitanos).  Además, eslavos y gitanos son ortodoxos y albaneses y turcos musulmanes. Las tensiones interétnicas van al alza, hasta el punto de que en 2001 se produjo una guerra civil entre el Estado y los separatistas albaneses del oeste.

El macedonio es un pueblo dividido. En las montañas del occidente vive la comunidad albanesa, que se queja de abandono por parte del Estado y reclama la oficialidad de su idioma. En el oriente la comunidad eslava, que sacraliza a sus héroes nacionales y ve en los albanomacedonios a traidores partidarios de la Gran Albania.

Los gitanos siguen sin integrarse. Por ejemplo Sutka, cerca de la capital Skopje, es una ciudad de 40.000 habitantes en la que casi todos son gitanos; oficialmente es el lugar más pobre de Europa con un 90% de paro y montañas de basura y ratas por doquier. Y la minoría turca recuerda a la opresión del Imperio Otomano en el pasado.

La herencia cultural bizantina y el idioma macedonio son exponentes de la identidad nacional. Pero Macedonia es débil; tiene altas tasas de corrupción, desempleo y pobreza,  fuertes divisiones étnicas y religiosas y está asediada por los vecinos Grecia, Bulgaria, Albania, Kosovo y Serbia. Hay incluso peligro de guerra civil.

Grecia: una tragedia épica.

Hace miles de años a las orillas del mar Mediterráneo nació la civilización occidental de la mano de un sinfín de pequeñas ciudades-estado como Creta, Micenas, Esparta, Atenas,  Jonia, Corinto, Elis, Olimpia, Aquea, Delos o Macedonia que legaron al mundo un esplendor cultural que es admirado aún hoy.

Con el devenir de los siglos, todas aquellas micronaciones (más de doscientas) desaparecieron y llegó el moderno estado de Grecia, que si bien no es el heredero nacional si lo es moral y cultural de todas aquellas fabulosas civilizaciones que conocemos hoy con la inexacta y poco apropiada denominación de «Antigua Grecia».

La península griega ha padecido el colonialismo como ninguna bajo la bota opresora del Imperio Romano, Bizantino y finalmente Otomano. Tras sufrir el yugo turco por más de 350 años, el actual estado griego nace con la declaración de independencia de 1821, en la que se separa de Turquía, su archienemigo eterno.

El país nacía para reverdecer los laureles de la antigua Atenas, pero desde su fundación todo ha sido digno de una tragedia griega. Una Grecia unida y grande hacía soñar con viejas glorias, pero en 200 años no ha aportado al mundo nada de relevancia política, económica o cultural a diferencia de los microestados del ayer.

Es una de las patrias más atrasadas de Europa, donde la falta de seriedad de las autoridades, la corrupción gubernamental, la vagancia de los  trabajadores, la economía sumergida y el fraude fiscal son males acentuados. Desde 2010 sufre una brutal crisis económica. Grecia ha quebrado y los especuladores se ceban con ella.

Es el estado con más islas del Viejo Continente (unas 6.000), una tierra hermosa y soleada con un gran legado histórico que atrae a los turistas. Pero ahí acaba la cosa. La moderna República Helénica nada tiene que ver con la antigua Atenas, que fue cerebro del mundo, eso está claro. Grecia, más que un país, es una tragedia.

Eslovenia: el feliz reencuentro con Occidente.

Los eslovenos eran el 8% de la población de Yugoslavia pero aportaban el 25% del Producto Interior Bruto (PIB) del estado y la tercera parte de las exportaciones. Sus recursos fueron puestos al servicio de los intereses centralistas de Belgrado y los impuestos que pagaban servían para construir infraestructuras en Serbia y Macedonia.

Los eslovenos eran los más prooccidentales de todos los eslavos del sur y continuamente reclamaron una apertura económica y democrática pero, en respuesta, sólo padecieron una concatenación de dictaduras: monarquía absolutista, fascismo y comunismo. El centralismo de Belgrado se tornó déspota y feroz.

Pese a ello, este pueblo siempre fue fiel al Estado Yugoslavo pero cuando criticó la suspensión de la autonomía de Kosovo en 1989, los serbios promovieron un boicot contra las empresas y productos eslovenos. Esto desató las iras independentistas de un pueblo hasta entonces leal pero que finalmente se había hartado de pagar y callar.

Cuando estalló la Guerra Civil Yugoslava en 1991, Eslovenia fue la primera en independizarse. Tuvo mucha suerte ya que, tras sólo diez días de conflicto bélico, logró su objetivo. Inmediatamente, la república fue reconocida por Alemania y otras potencias que le dieron una cordial bienvenida para festejar su ingreso en Occidente.

Eslovenia es otro claro ejemplo de que la independencia sienta bien a un pueblo: hoy es líder mundial en fabricación de elementos para  deportes de invierno, tiene una floreciente industria farmacéutica, automovilística y vitivinícola, supera en renta per cápita a Portugal y Grecia y tiene menos desempleo que Alemania o Francia.

Liubliana se adhirió a la Organización del Tratado del Atlántico Norte  (OTAN) y a la Unión Europea (UE) en 2004 y al euro en 2007. Hoy Eslovenia forma parte de pleno derecho del conjunto de naciones desarrolladas occidentales. La gente tiene motivos de peso para volver a estar feliz y mirar con optimismo hacia el futuro.

Alemania: a la conquista de Europa.

De las cenizas del Sacro Imperio Romano Germánico y a instancias de Prusia, numerosos estados germánicos se unificaron en 1871 para dar nacimiento a una poderosa nación que habría de hacer temblar al mundo: Alemania. Su célere crecimiento hizo creer que se trataba de una raza superior que había de dominar el orbe.

Sin embargo, los alemanes mordieron el polvo en las dos Guerras Mundiales. El nazismo trajo cincuenta millones de muertos y una erra de terror nunca vista. Hoy los germanos viven conmocionados por su monstruoso pasado pero pese a ello, el nacionalismo expansionista  alemán no quedó enterrado con el dictador Adolf Hitler.

Aún hoy, Berlín ambiciona conquistar Europa si no ya militarmente sí política y comercialmente usando como plataforma a la Unión Europea (UE). Alemania impone las políticas que a ella le interesan a sus socios de la unión cuenta con un nutrido grupo de países satélite que le apoya y debilita a los estados que le plantan cara.

Alemania es la tercera potencia del mundo y primera de Europa. Su actividad industrial, automovilística, química y financiera son sobresalientes; el país es un exportador nato que inunda al mundo con sus productos pese a los dramáticos costes sociales que supuso anexionarse la depauperada Alemania comunista en 1990.

Es tierra de talentos:  Richard Wagner, Johannes Brahms, Thomas Mann, Gunter Grass, Friedrich Nietzsche, Max Planck, Werner Heisenberg, Wilhelm Röntgen, Otto Von Bismarck, Helmut Kohl, Gerd Müller, Michael Schumacher, etcétera. Es una patria unida, fuerte, culta, orgullosa y rica.

Alemania es una gran y gloriosa nación con un pueblo patriota, unos gobernantes audaces y unos genios fecundos. Su musculatura económica es formidable y su fortaleza política colosal. El pueblo germano encarna como nadie el orgullo de ser nación y su viejo sueño de una Alemania imperial aún sigue muy vivo.

¿Quién teme a Turquía?

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En los sectores más conservadores y derechistas de la sociedad, existe un profundo recelo al ingreso de Turquía en la Unión Europea (UE). Desde París y Berlín constantemente se azuza el espantajo del Islam para atemorizar a los ciudadanos europeos con respecto a Turquía y así crear una opinión hostil a su ingreso en la UE.

Pero lo cierto es que la UE no es un club de estados cristianos sino europeos, que existen otras naciones musulmanas en Europa frente a las que nadie se opone (Albania, Kosovo, Bosnia o Azerbayán) y Turquía es un estado laico con musulmanes moderados y prooccidentales. En Turquía no hay talibanes ni ayatolás.

Las razones reales de esta oposición son más prosaicas. Francia y Alemania juntas tienen el control político de la UE. Si Turquía, de 80 millones de habitantes, ingresa en la UE, a París y Berlín se les acaba el chollo. Una gran alianza del sur (Portugal, España, Italia, Grecia y Turquía) podría conformar el nuevo eje dominante en la Unión.

Turquía, como Israel, participa en la Eurovisión, la Eurocopa o el Eurobasket. No tiene sentido afirmar ahora que es un país asiático. No hay que ponérselo más fácil para ingresar, pero tampoco más difícil. Si cumple con los requisitos, Turquía tiene derecho a entrar. Aunque antes debería resolver la espinosa cuestión chipriota y kurda.

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