Uiguristán: los «turcos» de China.

Empezando por el nombre de esta región sin litoral china todo es un lío. Oficialmente se llama Región Autónoma Uigur de Sinkiang (o Xinjiang). Esto significa literalmente «nueva frontera» en clara referencia al nacionalismo expansionista chino. Los locales prefieren términos históricos o étnicos como Turquestán Oriental, Turquestán chino o Uiguristán.

Su historia es un rosario de invasiones que nunca acaba. Han tenido que hacer frente a chinos, turcos, mongoles, manchúes, rusos… En breves períodos de su historia los uigures han logrado ser independientes, eso sí, más como una confederación de tribus nómadas que como un estado unificado. Actualmente pertenecen a la República Popular China.

Y esto es un problema. Porque culturalmente Uiguristán tiene más que ver con Turquía y con Asia Central que con China. Esta tierra es un batiburrillo étnico (uigures, kazajos…) mientras que el 90% de chinos son de etnia han. Unos hablan uigur y otros mandarín. Finalmente, los uigures son musulmanes y el comunismo chino les ha represaliado por años.

Los uigures muy pronto serán una minoría en su propia tierra. En pocos años, la etnia han (que es la mayoritaria en China pero minoritaria en Uiguristán) se ha instalado en la región, pasando del 6% al 40% del total de la población, lo que supone un asentamiento de colonos en toda regla, planificado por el Gobierno, como el que se hizo antes en el Tíbet.

Los uigures están viendo como su lengua -muy parecida al uzbeko- y su cultura -que es túrquica- están siendo poco a poco sustituidas por las de China. Los conflictos étnicos con los han son más que habituales. El independentismo crece entre buena parte de la sociedad, al mismo tiempo que aumenta la represión y la violación de los derechos humanos.

Sinkiang tiene una extensión de 1.600.000 km2, lo que la convierte en la mayor región de China, con un sexto del total de su superficie y un cuarto de sus fronteras. Cuenta además con petróleo, gas y recursos minerales. Los uigures están en lucha por su independencia pero Pekín está más que dispuesta a hacer lo imposible para que esto no llegue a suceder nunca.

Omán: los otros musulmanes.

El Sultanato de Omán se encuentra en el extremo sudoeste de la Península Arábiga y su costa es bañada por el Golfo Pérsico, el Golfo de Omán y el Mar Arábigo. Es un país con extensas montañas y desiertos, aunque la mayoría de la gente vive en los llanos costeros. Pese a tener el tamaño aproximado de Alemania, cuenta con apenas cuatro millones de almas.

El islam llegó a estas tierras hacia el año 630. Sucesivas oleadas de invasores (árabes, persas, portugueses) han atacado durante los siglos. El siglo XIX Omán, en su máximo esplendor, llegaba hasta Zanzíbar. Luego llegaron los británicos, que colonizaron el sultanato atraídos por su ubicación, ideal para el comercio. La independencia llegó en 1971.

El sultanato se unificó en 1650 bajo la dinastía Yaruba, pero desde la década de 1740 reina la dinastía Abu Said. Ha habido varias guerras civiles y revoluciones religiosas pero ahora reina la paz. En 1970 el sultán Said bin Taimur fue destronado por su propio hijo, Qaabos bin Said, que usó el dinero del petróleo y el gas para modernizar un país atrasado.

El cambio ha sido providencial. En pocas décadas Omán ha pasado de ser un reino medieval a uno del siglo XXI, al menos en cuanto a infraestructuras se refiere. Antiguamente era una especie de enigmático Tíbet arábigo, cerrado al mundo y famoso por su incienso. Ahora se abre poco a poco, pese a que reina una monarquía absolutista feudal.

En un Golfo Pérsico repartido entre sunitas y chiitas, Omán es el único estado del mundo donde predomina el islam abadí, que se encuentra en la rama del jariyismo. Esta corriente islámica minoritaria es menos cerrada e intolerante que sus hermanas, tanto es así que se permite la práctica pública de otras religiones y que el yihadismo casi no existe.

Pese a contar con un patrimonio cultural y artístico incuestionable, la falta de interés de las autoridades ha hecho que buena parte de este legado se haya perdido o no se conserve en condiciones. Sólo desde tiempos recientes hay una fuerte campaña por recuperar la cultura, entre la que destaca al arquitectura de las fortalezas del desierto y la artesanía tradicional.

Falacia atea: La Biblia ha sido mal traducida o manipulada por los cristianos.

Los ateos más desinformados a menudo aducen que la Biblia que nos ha llegado a nuestros días ha sido manipulada. Quién sabe qué contaba en realidad la Biblia original (perdida con el paso de los siglos); posiblemente nos diría que Jesús fue solamente un profeta, un hombre, pero la Iglesia Católica arregló las Escrituras para que nos creyéramos que es Dios y mantener en pie su negocio. O quién sabe: quizás Jesús fuera un revolucionario premarxista o un homosexual o quizás se casó con María Magdalena y tuvieron hijos o ¡cuantas barbaridades más!

La verdad es que hasta hace relativamente poco los cristianos no teníamos argumentos de peso para poder neutralizar estas sospechas, por otro lado razonables. Pero todo cambió en el año 1947, cuando tres pastores pertenecientes a la tribu beduina Tàamireh, llamados Jalil Musa, Jum’a Mohamed y Mohamed ed Dhib descubrieron de manera fortuita manuscritos ocultos en una cueva de Qumrán (Israel). Sin quererlo, estos pastores nómadas habían hecho uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de todos los tiempos.

Con los años, se encontraron más documentos en varias cuevas, once en total, celosamente guardados en jarras de barro que contenían un buen número de textos en hebreo, arameo y griego. Hay 800 documentos, datados entre el siglo II AC y el 70 DC.  Entre ellos, varias copias de la Biblia. Hasta el descubrimiento de Qumrán, los manuscritos bíblicos más antiguos de los que disponíamos databan de los siglos IX-X DC, por lo que cabía sospechar que en ellos se podrían haber manipulado textos, añadiendo, quitando o alterando palabras o frases del original.

Esto desató la imaginación de los más conspiranoicos que soñaban con que las Biblias de Qumrán nos confirmarían que Jesús era un impostor. Pero con los hallazgos, los científicos han demostrado que los textos bíblicos encontrados coinciden con exactitud minuciosa con los medievales, aunque son casi mil años anteriores, y que las pocas variantes que presentan coinciden en gran parte con algunas ya atestiguadas por la versión griega de los Setenta o por el Pentateuco samaritano. Es decir, que las Biblias actuales son idénticas a las de hace 2000 años.

Algunos ateos dicen que la Biblia está mal traducida. Cierto es que tiene algunos pequeños errores de traducción. No muchos por otro lado, y ninguno de ellos afecta a lo esencial sino a cosas de orden menor. Por  esto es normal ya que al traducir de un idioma a otro es inevitable que algo de significado se pierda por el camino; ocurre en el 100% de los casos.  Pero las versiones actuales son fieles a las antiguas; la prueba es que los rollos del Mar Muerto son públicos, disponibles en internet, y si fueran distintos de la Biblia actual ya lo habría denunciado algún ateo.

Otra acusación similar la hacen los musulmanes. En la tradición islámica se cuenta que los cristianos manipularon la Biblia y por ello el arcángel Gabriel encomendó al profeta islámico Mahoma escribir el Corán, que supuestamente es el mensaje original de Dios sin la manipulación judeocristiana. El Corán nos cuenta una historia similar a la de la Biblia pero con cambios notables: Moisés fue musulmán, Ismael el hijo prometido, Judas Iscariote fue el crucificado, Jesús no era Dios sino un hombre, etc. Los escritos de Qumrán desmienten todo esto.

Pero es más: la Biblia no sólo no ha sufrido manipulación alguna en los últimos dos milenios, sino que el propio Mahoma la creía válida. De hecho en el Corán se aceptan como fiables las escrituras judías y cristianas: «Él le enseñara la Escritura, la Sabiduría, la Torá y el Evangelio» (Sura 3:48) y «¡Creyentes! Creed en Alá, en Su Enviado, en la Escritura que ha revelado a Su Enviado y en la Escritura que había revelado antes. Quien no cree en Alá, en Sus ángeles, en Sus Escrituras, en Sus enviados y en el último Día, ese tal está profundamente extraviado»  (Sura  4:136).

Y añade: «¿Buscaré, pues, a otro diferente de Alá como juez, siendo Él Quien os ha revelado la Escritura explicada detalladamente? Aquellos a quienes Nosotros hemos dado la Escritura saben bien que ha sido revelada por tu Señor con la Verdad. ¡No seáis, pues, de los que dudan! La Palabra de tu Señor se ha cumplido en verdad y en justicia. Nadie puede cambiar Sus palabras. Él es Quien todo lo oye, todo lo sabe» (Sura 6:114-115). Si la Biblia hoy es igual que hace 2000 años, y hace 1400 Mahoma la consideraba fiable, entonces ¿en qué momento se manipuló?

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Palestina: la herida del mundo árabe.

En 1947 Naciones Unidas aprobó un plan para la partición del Mandato Británico de Palestina en dos estados: uno para los judíos y otro para los palestinos. Esto desató las iras de la población local, que vio impotente cómo unos colonos judíos recién llegados se hacían con la mitad de su tierra. Desde entonces luchan por su patria.

Pero a los palestinos, más que una reivindicación territorial, les mueve un odio antisemita. La prueba es que protestan porque los judíos les quitaron un trozo de su tierra, pero no lo hicieron cuando en 1922 los británicos separaron de Palestina la región de Transjordania, territorio cuatro veces mayor que el actual Estado de Israel.

El país lleva decenios de guerras, terrorismo, intifadas, conflictos y tensiones con su vecino. Israel propone dos estados para dos pueblos. Pero Palestina quiere un estado sólo para palestinos y otro para judíos y palestinos, con la esperanza de que en un futuro una mayoría demográfica árabe pueda tumbar Israel desde dentro.

Palestina declaró su independencia formal en 1988. Desde entonces ha logrado el reconocimiento de más de un centenar de naciones. Nunca antes existió como país independiente. Pese a ello, hoy es un pueblo con fuerte consciencia nacional que acusa a Israel de ocupación y que reivindica ser miembro pleno de Naciones Unidas.

Por décadas Kuwait dio trabajo y refugio a los palestinos y donó millones a su causa pero cuando Irak lo invadió, hicieron una fiesta. Igual con el 11-M en España, el estado occidental más propalestino del mundo. Y niegan al Sáhara la libertad que quieren para ellos. Es un pueblo desagradecido que paga con la traición.

Palestina es la herida por la que se desangra el mundo árabe, que ve en ella una humillación occidental. El pueblo palestino es, como el judío, víctima y verdugo a la vez. No quiere la paz y por eso no llega. Pasan las décadas y el conflicto se estanca. Israel gana terreno y Palestina se difumina en el horizonte camino de la nada.

Líbano: de la Suiza mediterránea al infierno islámico.

Hablar de Líbano es hablar de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad. En la Biblia encontramos textos que ensalzan la soberbia calidad de su madera. Y es que los cedros del Líbano son mundialmente famosos, hasta el punto de ser el emblema nacional  que figura en la bandera de la milenaria nación.

Líbano es un añejo crisol de culturas y a la vez un ejemplo vivo del fracaso de la multiculturalidad. Actualmente, el 54% de libaneses son musulmanes y el 40% cristianos, principalmente maronitas. Los primeros son prosirios y los segundos buscan el apoyo de Israel. El choque de civilizaciones ha devastado el diminuto país.

Las Falanges Libanesas de Pierre Gemayel se opusieron al colonialismo francés y Líbano se independizó en 1943. Hasta los años 70, fue el centro financiero más importante de la región. En aquella época gobernaban los cristianos y la patria era conocida como la «Suiza mediterránea» o el «París de Oriente Próximo», entre otros.

Pero entonces llegó la guerra civil libanesa (1975-1990) que enfrentó a las dos comunidades religiosas y que acabó con la victoria final de las huestes de la media luna. Actualmente, la república se encuentra hecha pedazos, gobernada por la organización terrorista islamista Hezbolá y bajo la permanente tutela de la vecina Siria.

Como todos los estados pequeños, Líbano ha sufrido el colonialismo. De Turquía y Francia ayer, y de Siria, Irán e Israel hoy. Los magnicidios de Kamal Jumblat (1977), Bashir  Gemayel (1982), Rafik Hariri (2005), Pierre Amine Gemayel (2006) y la guerra contra Israel (2006) han fracturado un estado ya frágil.

Líbano es, en definitiva, un estado fallido, un país sujeto con alfileres, un barril de pólvora siempre a punto de explotar, un pueblo dividido por fanáticos religiosos de ambos bandos que predican el odio que hace imposible la convivencia. Y es la prueba de que cuando el islam llega al poder, acaba con la prosperidad y la libertad.

Túnez: un faro que ilumina África.

La tunecina es una región con muchísima historia. Allí nació la Cartago de Aníbal, que disputó la supremacía del orbe a Roma. Cartagineses, romanos, bizantinos, bereberes, árabes, beduinos, almohades, turcos, franceses… Es una encrucijada de mil culturas, el epicentro de mil ambiciones por el control del mundo.

Túnez fue la primera colonia africana en independizarse de Francia. Sucedió en 1956 y su ejemplo provocó un efecto dominó que desintegró el Imperio. En 1957 el rey Mohamed VIII fue derrocado y la república instaurada. Los dictadores Habib Bourguiba (1957-1987) y Zine Ben Ali (1987-2011) le sucedieron en el poder.

En enero de 2011 fuertes revueltas populares forzaron la dimisión del corrupto Ben Ali en la revolución de los jazmines. Túnez fue de nuevo la primera ficha de dominó de una serie de insurrecciones que iba a sacudir el mundo musulmán. El futuro es ahora incierto. Democracia, dictadura o islamismo son tres posibles salidas.

Túnez es, con mucha diferencia, la sociedad más culta e ilustrada del Magreb. Dispone de altas tasas de alfabetización, Universidades de referencia en África, una sociedad civil cohesionada y una gran tradición por la poesía, la pintura y  la música. Nada que ver con el África profunda de otros países del entorno más próximo.

Su economía se basa en el turismo. Sus envidiables playas son de lo mejor del Mediterráneo. Pese a que no cuenta con las inmensas riquezas naturales de Argelia y Libia, Túnez es también un exportador -modesto- de petróleo y gas. El 20% del país es apto para la agricultura y el 40% está ocupado por el desierto del Sáhara.

Túnez es una metrópolis de honda tradición histórica y cultural -una suerte de Praga norteafricana- que da nombre al estado-nación. El pueblo tunecino vive en la pobreza a causa de la corrupción. No obstante, está a la vanguardia del mundo islámico y muchos lo imitan. Es un referente en África; un faro que ilumina Oriente.

Ojalá descarrile el proceso de paz en Israel.

En estos días se insiste mucho en el proceso de paz de Oriente Próximo. Se insiste  por activa y por pasiva en solucionar el interminable conflicto entre árabes e israelíes. Y yo me pregunto: ¿Por qué esta urgencia en resolverlo? Es más, ¿por qué resolverlo? Después de todo la Comunidad Internacional no tiene ninguna prisa en solventar el caso de Sáhara Occidental. O el de Gibraltar. O el de las Malvinas. O el del Ulster. O el de Chipre, Tíbet, Kurdistán, Cachemira y tantos otros.

¿Y por qué deben congelarse los asentamientos de colonos judíos en Palestina? No lo entiendo. Al fin y al cabo, el 20% de la población de Israel es árabe. Y nadie le exige que se marchen de sus casas. De hecho, esta gente recibe en Israel un trato más digno del que reciben los judíos en Palestina. Es más, esta minoría árabe está representada en el Parlamento israelí y el árabe es lengua oficial en el estado sionista. Si los árabes no se marchan de Israel entonces ¿por qué sí los judíos de Palestina?

Yo estoy en contra de este proceso de paz. Ojalá descarrile y reviente en mil pedazos como tantos intentos anteriores. Porque no es un proceso de paz sino de rendición. Tener que entregar tierras que Israel ha ganado en guerras defensivas, separar en dos Jerusalén o renunciar a un solo palmo de la tierra prometida que Jehová mismo entregó a los judíos hace milenios no es negociar una paz sino una rendición. Es claudicar ante el islamofascismo. Y con los terroristas no se negocia.

Hay una última razón. Según las interpretaciones de muchos teólogos sobre las profecías de Daniel, el hombre que  logre la paz duradera entre árabes y judíos será el Anticristo, un enviado de Satanás disfrazado de hombre de paz que un tiempo después de la tregua desencadenará una era de terror como nunca antes la humanidad ha visto ni verá. Llámenme egoísta, pero si esos teólogos están en lo cierto, no me apetece lo más mínimo que esa era de horror me afecte a mí o a los míos.

Primero fue el velo, luego la cruz, después la dictadura.

Mucho se está hablando en estos días de la conveniencia o no de que las alumnas musulmanas acudan a clase con el velo islámico. Incluso hay voces que piden regular (entiéndase prohibir) la presencia del famoso hiyab o pañuelo de la mujer árabe en las escuelas de Europa. Ante lo cual yo me pregunto ¿tan terrible es llevar un pañuelo en la cabeza por voluntad propia y de forma libre?

Recuerdo que en la Facultad una compañera de carrera llevaba siempre un pañuelo en la cabeza. Nunca nadie se quejó ni se formó polémica alguna. Hay que aclarar, eso sí, que la chica era alicantina, blanca y atea. Si, en lugar de eso, hubiese sido marroquí, árabe y musulmana, un alud de feminazis hubiese clamado que aquello era un símbolo de sumisión de la mujer y no sé cuantas tonterías más. Pero como era atea, ni una protesta, oigan.

Yo defiendo el hiyab porque defiendo la libertad religiosa. Y aquí lo que hay de trasfondo es la actitud fascista de un puñado de ateos resentidos e intolerantes que pretende borrar del espacio público cualquier distintivo religioso. Porque los que quieren prohibir el velo, quieren prohibir también que los alumnos católicos puedan llevar una cruz colgando del cuello o que los estudiantes evangélicos puedan llevar en el dedo un anillo de pureza.

Actualmente, los adolescentes pueden acudir a clase exhibiendo los calzoncillos y las bragas; pueden acudir con un logo del conejo del Playboy (que es un símbolo pornográfico) o con una camiseta de la marihuana (droga hoy por hoy ilegal) o con la hoz y el martillo (ideología que esconde más de 100 millones de muertos en el siglo XX). Y nadie se queja. Nadie dice nada. Pero si alguien lleva un pañuelo o un crucifijo, entonces los hipócritas montan en cólera.

Mientras no haya uniforme en las aulas, y conste que yo soy defensor del uniforme, cada uno es libre de vestir como prefiera. Pero ¡oh, casualidad! los únicos atuendos que parecen molestar son los que tienen connotaciones religiosas. Y yo siempre defenderé la libertad religiosa… Porque si es suprimida, todas las demás van a ir detrás. Primero prohíben el velo, luego prohíben la cruz y después te prohíben votar. Esta historia ya la he visto antes.

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