Falacia atea: Nuestros antepasados aceptaban los milagros por ignorancia.

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Muchos ateos dicen que nuestros antepasados, que daban por supuesto lo sobrenatural y estaban ansiosos de milagros, atribuían carácter milagroso a sucesos que no lo eran realmente. Así, por ejemplo la lluvia o el trueno no eran vistos como fenómenos naturales sino como milagros de los dioses. Cierto. Pero de igual modo en la actualidad -apunta el autor C.S. Lewis– hay predisposición a excluir lo sobrenatural, a considerar que los milagros simplemente no pueden suceder.

Muchos ateos exigen ver para creer. Pero ver no significa necesariamente creer. De hecho, aunque seas testigo de primera mano de un milagro, siempre podrás negarlo diciendo que no ha ocurrido realmente, que ha sido una alucinación o un sueño. O buscar mil explicaciones alternativas, aunque sean disparatadas o risibles. Así, cuando se asiste a una curación literalmente milagrosa se descarta al Señor y se busca cualquier otra interpretación, aunque ésta sea de chiste. Se llama prejuicio.

Muchos ateos afirman que nuestros antepasados creían en los milagros por la ignorancia. Pero como apunta C.S.Lewis, San José sabía bastante biología como para tener claro que una mujer no puede quedarse embarazada sola, por eso repudia a la Virgen María en primera instancia. Y los apóstoles sabían bastante física como para asustarse al ver a Jesús caminar por encima de las aguas. Sin embargo creyeron, no por ignorancia, sino por ser testigos de un milagro del Dios vivo.

Muchos ateos se cierran en banda a lo sobrenatural. «El hombre moderno siente una aversión casi estética por los milagros. Aun admitiendo que Dios pudiera hacerlos, duda que quisiera. […] En segundo lugar, mucha gente confunde las leyes de la naturaleza con las leyes del pensamiento y cree que anularlas o suspenderlas sería una contradicción en los términos, como si la resurrección de entre los muertos fuera del mismo género que dos y dos son cuatro» -concluye Lewis-.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: Un Dios que castiga con el infierno no puede ser justo, bueno y misericordioso.

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Si relacionamos la idea de la ley moral que habita en nosotros con su cumplimiento o incumplimiento, entonces la necesidad de un Juez superior que premie o castigue dicho cumplimiento o incumplimiento se hace absolutamente necesaria. Y es que, si la vida acaba con nuestra estancia aquí en la Tierra, entonces el malvado tiene ventaja sobre el justo. Todos somos testigos de las numerosas injusticias que se cometen en el mundo. El estafador, el criminal, el zángano, el canalla o el corrupto no pueden recibir el mismo trato de la personas de conciencia recta. No basta con el desprecio que estas acciones puedan generar en la sociedad, pues sabemos que demasiado a menudo la maldad suele quedar impune.

Sólo un Dios-Juez puede hacer justicia completa. No sólo con aquellas acciones deleznables conocidas por el público, también por aquellas que permanecen ocultas y aun por los pensamientos y deseos más íntimos, tantas veces impuros. Pero se ha creado una imagen de Dios como una especie de Papá Noel cósmico que perdonará al 99% de la población, no importa lo descarriada que sea su vida. Pero lo cierto es que no hay ni uno solo de nosotros libre de pecado (Romanos 3:23) y que sólo una pequeña minoría entrará en el cielo (Mateo 7:13-14; Mateo 22:14; Hebreos 12:14). La gran mayoría de la gente -incluso aquella que se cree buena- arderá en el fuego del infierno. Todos somos responsables de nuestros actos.

Si Yahvé es tan bueno ¿por qué manda a la gente al infierno? Pues precisamente porque es bueno y no puede tolerar el mal. Ninguno de nosotros consideraría bueno a un juez que no castiga a un político que ha robado dinero público o a un violador que ha abusado de una mujer. Sería un juez injusto, prevaricador. Tampoco podemos considerar bueno a un Dios-Juez que dejara impunes semejantes crímenes. ¿Entonces Jehová es bueno pero no misericordioso? Sí lo es, ya que si realmente nos arrepentimos de nuestros pecados hace borrón y cuenta nueva. Resumen: ¿Es Dios justo? Sí, porque hace justicia. ¿Es bueno? Sí, porque castiga el mal. ¿Es misericordioso? Sí, porque perdona al que se arrepiente de corazón.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: La ley moral no tiene que ver con Dios.

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«Si Dios no existe…todo está permitido; y si todo está permitido la vida es imposible». Fiodor Dostoyevski (escritor).

“Dos cosas hay en el mundo que me llenan de admiración: el cielo estrellado fuera de mí y el orden moral dentro de mí”. Estas palabras pueden leerse en la lápida del filósofo Inmanuel Kant. La ley moral es una de las evidencias más notables de la existencia de Dios. Todos tenemos una voz interior, una voz de la conciencia que nos insta a hacer el bien y que nos mueve al remordimiento cuando hacemos el mal. ¿Quién ha puesto esta ley moral dentro de nosotros? Nuestro Creador, sin duda.

A veces motivos poderosos (el amor por el dinero, una pasión desordenada…) nos hacen cometer acciones perversas… Lo habitual es que aparezca el remordimiento pues algo en nuestro fuero interno nos dice que hemos obrado mal pero también es cierto que hay gente sumamente depravada incapaz de arrepentimiento o de sentir empatía con el sufrimiento ajeno, ellos tienen su conciencia cauterizada, la Biblia habla de ellos (1 Timoteo 4:2), pero son una minoría, la excepción a la regla.

¿Quién nos ha impuesto esa moral interior? ¿Los hombres? No. Ni siquiera el más tiránico de los gobiernos ha legislado jamás contra los pensamientos y sentimientos interiores, sólo contra su expresión a través de acciones externas. Además, si la moral fuera una enseñanza humana claramente entraríamos en graves contradicciones puesto que unos defenderían una cosa y otros la contraria, o una acción con el paso del tiempo pasaría de considerarse buena a mala o al revés.

¿Pero acaso no ha sucedido eso? ¿No ve la sociedad hoy el aborto con buenos ojos cuando antes era escandaloso? Sí, pero porque nadie le muestra públicamente el cadáver sanguinolento del recién abortado. O porque se le ha engañado a base de mentiras diciendo que no es un ser humano sino una célula. O porque los intereses egoístas priman en ocasiones. Puede haber muchas razones, pero éstas apuntan más a no hacer caso a nuestra voz interior que a un cambio real de la misma.

Admito no obstante que hay algunos aspectos de la moral que pueden quedar sujetos a las circunstancias y vaivenes de tiempo, lugar, modas, culturas… Pero lo sustancial permanece inmutable. Siempre será bueno ayudar a la gente de forma desinteresada, dar buenos consejos, cuidar de los enfermos o hacer justicia. Siempre será algo malo robar el dinero de los otros, aprovecharse de la fuerza para abusar del débil, mentir, estafar, culpar a un hombre inocente o violar a una mujer.

«Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo». Éste fue el mandato de Cristo y ésta es la esencia de la voz de la conciencia que habita en nosotros. Algo en nuestro fuero interno nos dice que existe un Creador, que lo correcto es hacer el bien y no el mal, que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen y no hacerles lo que no queremos que nos hagan.  Esta ley moral nos la grabó a fuego nuestro Hacedor y es una evidencia de que Él existe.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: Jesucristo triunfó por la credulidad de sus contemporáneos.

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Jesús fue solamente un hombre pero como sus contemporáneos eran unos crédulos ignorantes se tragaron el cuento chino de que era Dios. Eso dicen los escépticos. El periodista italiano Vittorio Messori, que pasó de ateo a católico, destaca que los judíos no fueron un pueblo en absoluto crédulo. Y es que si se hubiese querido fabricar un dios a partir de una mentira entonces Jesús debería aparecer retratado en la Santa Biblia como un héroe mítico, al estilo de los inalcanzables dioses romanos del momento ya que no hay mitología ni epopeya alguna que no se haya preocupado por describir con sumo esmero el físico de su héroe.

Sin embargo en la Biblia no hay descripción física alguna de Jesús e incluso se mencionan los momentos de ira, angustia o miedo que atravesó durante su vida. Incluso en su genealogía, redactada por el evangelista Mateo, aparecen, además del de María, cuatro nombres femeninos (algo escandaloso para la época pues la mujer era considerada un cero a la izquierda, un ser impuro). Pero aún peor: si examinas la vida de esas cuatro señoras encontramos incesto, prostitución, adulterio y asesinato. Los evangelistas no se apartaron ni un ápice de la verdad pues muchos judíos conocían a Jesús y fácilmente habrían desenmascarado una mentira.

Para Messori divinizar a una persona era posible en el Imperio Romano pero totalmente imposible entre los judíos. Ellos adoraban a Yahvé, el Dios único cuyo nombre ni siquiera podía pronunciarse. Asociar a Yahvé un hombre era considerado un sacrilegio abominable. Pensar que un galileo haya podido equipararse a Dios y ser adorado como tal pocos años después de su muerte es no conocer en absoluto el mundo hebreo. Los judíos acataban la autoridad del emperador romano pero preferirían dejarse lapidar antes que considerarlo divino. De hecho, el discípulo Esteban fue lapidado por proclamar la divinidad de Jesús.

El periodista ex-ateo Vittorio Messori concluye que para admitir que la divinidad de Cristo es fruto de la credulidad de sus contemporáneos, entonces deberíamos pasar por alto que los judíos prefirieron el martirio colectivo y la destrucción total del país antes que aceptar una sola pintura del emperador divinizado en Jerusalén. Es más, Mahoma y el islam representan la rebelión de esa misma sangre semita contra la incomprensible pretensión cristiana de igualar a un hombre con Dios, lo cual es una blasfemia tanto para musulmanes como para judíos. Jesucristo triunfó pese a la incredulidad de los hebreos y no gracias a ella.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: No puedo entender a Dios, luego dudo de su veracidad.

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En cierta ocasión charlaba con un ingeniero industrial sobre el cristianismo y él me comentaba que eso de Dios no le entraba en la cabeza, por ejemplo que se pueda mostrar como una zarza ardiente o que cada uno de nosotros estemos dotados de un espíritu es algo que no llega a entender. Yo le repliqué que a mí, como hombre de letras que soy, lo que no me entra en la cabeza es la ingeniería industrial y no por ello digo que sea falsa. Y si un alumno de bachillerato se pasa un día por la Facultad de Medicina y asiste a las clases durante toda la mañana posiblemente tampoco entienda nada o casi nada, lo cual no quiere decir que lo que se imparta en la Facultad sea mentira. No comprender algo no lo convierte en falso.

«Cuando les anunciamos a los infieles los milagros pasados o futuros y se los presentamos como no objeto de experiencia inmediata para ellos, nos exigen una explicación racional; al no poder dársela (sobrepasan la capacidad de la humana inteligencia), tienen por falsas nuestras afirmaciones. Pues bien, ellos nos deberían dar explicación de tantas maravillas como vemos o podemos ver. Si comprueban que esto sobrepasa la capacidad humana, reconozcan que no porque la razón sea incapaz de dar una explicación vamos a negar que algo ha existido o existirá. En realidad, existen tales hechos, de los cuales igualmente la razón no es capaz de dar explicación». Son palabras de San Agustín de Hipona, teólogo de la Iglesia Católica.

Y  menciona ejemplos: en Agrigento, Sicilia, hay una sal que se diluye en presencia del fuego y que con el agua crepita como si fuera fuego; en Arcadia hay una piedra llamada asbesto que una vez encendida no se puede apagar; en Egipto una higuera cuyo tronco en lugar de flotar como los demás troncos se sumerge pero después de estar algún tiempo en el fondo del agua sube a la superficie cuando debería haber aumentado de peso al empaparse de humedad; en la región de Sodoma hay frutos que parecen maduros pero si los muerdes se rompe su corteza y se desvanecen en ceniza y humo; en Persia la pirita quema la mano de quien la aprieta y la blancura interior de la selenita crece y mengua con la luna.

Y hoy en día tenemos otros portentos: los agujeros negros que absorben la luz y hasta el tiempo; una medusa que nunca puede llegar a morir de vieja o el fenómeno poltergeist. El Cosmos está lleno de maravillas, muchas de ellas atentan contra el entendimiento y la lógica del hombre pero no por ello las descartamos como falsas. Puede que no lleguemos nunca a entender el misterio de la Santísima Trinidad, el por qué de un castigo eterno en el infierno o el sufrimiento de los justos en la Tierra pues a ojos de los hombres el proceder de Dios es extraño, sus caminos misteriosos y su mente inabarcable. Pero que no entendamos todo cuanto Dios hace no lo convierte de ningún modo en un ser apócrifo o imaginario. Él es real.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: Es improbable que Dios exista.

 

«Ahora sabemos que los Universos que prohíben la vida son muchísimo más probables que los Universos que permiten la vida, como el nuestro. ¿Más probable en qué medida? Antes de darte una estimación déjame darte algunos números para que te hagas una idea sobre las probabilidades. El número de segundos en la historia del Universo es 10 a la potencia de 18 (esto es 10 seguido por 18 ceros). El número de partículas subatómicas en el universo entero es, según se dice, 10 a la potencia de 80. Con esos números en mente considera lo siguiente: «Donald Page, un eminente cosmólogo estadounidense, ha calculado la probabilidad de que el Universo exista como de una unidad (1) de entre 10 a la potencia de (10 a la potencia de 124). Un número tan inconcebible que llamarlo «astronómico» sería una afirmación muy conservadora» -afirma el teólogo y filósofo William Lane Craig-.

Siguiendo con el brillante apologista cristiano William Craig, paso a reproducir en los siguientes párrafos un fragmento de una magistral conferencia que impartió en Wisconsin, Estados Unidos, ya que sus palabras son mucho más inteligentes, esclarecedoras y atinadas que las mías y pienso que merecen ser citadas de forma textual. Hablando del Universo, de su complejidad y de las posibilidades de que finalmente acabara siendo como es y no otra forma muy distinta, dice William Craig:

«Durante los últimos 30 años los científicos han descubierto que la existencia de vida inteligente depende de un balance complejo y delicado de condiciones que se dan en el Big Bang. Ahora sabemos que los Universos que prohíben la vida son mucho más probables que los Universos que contienen vida, como el nuestro. ¿Cuánto más probable? Bueno, la respuesta es que la probabilidad de que el Universo contenga vida es tan infinitesimal como incomprensible e incalculable.

Por ejemplo [el físico] Stephen Hawking ha estimado que si la tasa de expansión del Universo un segundo después del Big Bang hubiera sido menor en una unidad en cien mil millones de millones, el Universo hubiera vuelto a colapsar en una bola de fuego. [El físico] P.C. Davies ha calculado que la probabilidad de que las condiciones iniciales fueran favorables para la formación de estrellas (sin las cuales los planetas no podrían existir) es 1 seguido por mil millardos de millardos de ceros (por lo menos). [Los profesores] Frank Tipler y John Barrow estiman que un cambio en la fuerza de gravedad o en la fuerza débil del orden de 1 en 10 a la potencia de 100 no hubiera permitido que nuestro Universo contenga vida.

Existen 50 constantes y cantidades semejantes en el Big Bang que deben estar afinadas en esta forma para que el Universo contenga vida. Y no es que cada constante por sí sola deba estar afinada. Las proporciones de una a la otra deben estar afinadas exquisitamente. De manera que la improbabilidad es multiplicada por la improbabilidad y la improbabilidad hasta que nuestra mente se ahoga en números incomprensibles. No existe una razón física por la cual estas constantes tienen esos valores. El una vez agnóstico Paul Davies comenta: «A través de mi trabajo científico he llegado a creer más y más fuertemente que el Universo ha sido ensamblado por un ingenio tan deslumbrante que no puedo aceptarlo como un simple hecho». Similarmente, [el astrofísico] Fred Hoyle dice: «Una interpretación de los hechos con sentido común sugiere que un SúperIntelecto ha jugado con la física». Robert Jastrow, jefe de Estudios Espaciales Goddard de la NASA , lo ha denominado «la evidencia más poderosa de la existencia de Dios que jamás haya salido de la ciencia».

La idea que el cristiano siempre ha sostenido, que existe un Diseñador del Cosmos parece tener mucho más sentido que la idea atea de que el Universo, cuando apareció de la nada sin ninguna causa, simplemente está afinado por accidente. Podemos sintetizar nuestro razonamiento de esta manera: Premisa uno: El afinamiento de las condiciones iniciales del Universo se debe a una ley, accidente o diseño. Dos, no se debe a una ley o accidente. Tres, Por lo tanto se debe a un diseño».

Cerramos comillas, fin de la intervención del doctor William Lane Craig. No hace falta añadir nada porque ya está dicho todo. Quisiera no obstante aportar otra cita, en este caso mucho más breve pero igual de valiosa, del que posiblemente sea el mejor científico vivo del planeta Tierra, el ex-ateo y devoto cristiano Francis Collins, director del Proyecto Genoma Humano. Veamos qué tiene que decir el mejor genetista del mundo sobre el campo que investiga él y su equipo. Explica Collins:

«El genoma humano consiste en todo el ADN de nuestra especie, el código hereditario de la vida. Este texto recién revelado tenía una longitud de tres mil millones de letras, y estaba escrito en un extraño y criptográfico código de cuatro letras. Tal es la sorprendente complejidad de la información contenida dentro de cada célula del cuerpo humano que la lectura de ese código a una velocidad de una letra por segundo llevaría treinta y un años, aun leyendo de día y de noche. Si se imprimieran todas esas letras a tamaño normal, en papel de carta normal, y se encuadernada todo, resultaría en una torre de la altura del monumento a Washington».

Podría añadir muchas más citas y cifras pero creo que ya es más que suficiente para el abrumado lector. Cuando nos preguntamos por qué existe todo en vez de nada, cuántas posibilidades había de que el Universo fuera como es y no de otra manera completamente distinta, cuántas posibilidades de que pudiera albergar vida o simplemente analizamos la naturaleza misma de la vida, encontramos una complejidad tan apabullante, tan aplastante, que supera los límites de la mente humana.

En el siglo XVIII, el reverendo Thomas Bayes planteó esta pregunta: «¿Realmente Dios existe?» Dado su interés en las matemáticas, intentó crear una fórmula para llegar a la probabilidad de que el Señor existiera sobre la base de la evidencia de que disponía en la Tierra. Más tarde, el astrónomo Pierre-Simon Laplace perfeccionó el trabajo de Bayes y le dio el nombre de Teorema de Bayes. Para Thomas Bayes, era más probable que el Todopoderoso existiera a que no lo hiciera.

De distinta opinión es el biólogo y escritor ateo Richard Dawkins, quien considera que es «casi seguro que Dios no existe». «Hay un 99% de probabilidades de que no exista» -matiza-. Pero, en mi humilde opinión, cuando te encuentras una complejidad de unas dimensiones tan monstruosas (la del Cosmos o la del ADN humano por no mencionar otras muchas) lo realmente improbable es que todo esto se ha desarollado a partir de la nada, sin ninguna causa y de forma azarosa.

La navaja de Ockham es un principio metodológico y filosófico promovido por el fraile William of Ockham según el cual en igualdad de condiciones la explicación más sencilla suele ser la correcta. Creador inteligente o casualidad casi imposible ¿cuál es más sencillo? O el Universo es obra del Todopoderoso o es producto de la carambola más gigantesca de todos los tiempos. Esto último en todo caso sería digno de llamarse milagro y por supuesto probaría la existencia de Dios.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: El cristianismo no tiene sentido.

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«Si la muerte acaba con todo, sería ventajoso para los malos» Sócrates (filósofo).

«El tema de la existencia de Dios no es sólo un problema filosófico o una simple cuestión de estudio, como un tema científico cualquiera. Una vez planteado; una vez puesto a la luz del día; una vez aceptado, con toda su grandeza, con toda su amplitud y con toda su profundidad, es lógico que comprometa ya para siempre y que influya de una manera decisiva en la existencia humana. La vida del hombre ha de ser, forzosamente, bien diferente si existe, o no existe, Dios. Mientras que si existe, la vida del hombre aparece llena de sentido, con un camino a seguir, con unos ideales y con unos fines a conseguir, en el caso del ateo, el vacío más espantoso, la soledad más deprimente y la ausencia de todo principio orientador marcan al hombre, que deambulará vacilante, sin un ideal y sin un fin determinado. Mientras dura la juventud, e incluso la madurez, la explosión biológica de la vida puede disimular el vacío y  la falta de sentido en la vida del ateo; pero más tarde o más temprano acabará por manifestarse de una manera ostensible».

La cita corresponde a José Maria Ciurana, doctor en Derecho y escritor. Y es que en verdad -ahora soy yo el que habla- aceptar el ateísmo es aceptar que el Universo es como es por pura casualidad, que el hombre no es más que un simple animal carente de espíritu, que la vida humana no tiene significado ni propósito alguno, que no existe una vida más allá de la muerte, que los injustos nunca serán castigados ni los que sufren recompensados, que toda nuestra existencia sólo es algo fugaz, una etapa temporal que en el mejor de los casos llega a noventa años. Negar a Dios es creernos sólo un poco más afortunados que los microbios. Desde luego que el ateo puede gozar en este mundo del cine, la música clásica o la playa pero no son más que disfrutes pasajeros que no calmarán la angustia de saber que un día dejará de existir. Hay quien dice que el cristianismo carece de sentido pero es el ateísmo el que no lo tiene porque arrancar al Señor de nuestra conciencia es reducir el ser a un mero absurdo y desposeer de todo sentido trascendente a la vida.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: La creencia en Dios es un hábito adquirido.

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«Buscad un pueblo sin religión; no lo encontraréis y si lo encontráis, tened por cierto que no diferirá mucho de las fieras». David Hume (filósofo).

Todos los pueblos de la humanidad han buscado irremisiblemente a su Creador. Aun las tribus más primitivas y remotas tienen en su fuero interno la convicción de que existe un mundo invisible con seres espirituales. Cuando la humanidad todavía iba en pañales y Dios aún no se había revelado a ella a través del pueblo de Israel, los seres humanos tenían el convencimiento de que existen fuerzas inmateriales incluso a pesar de que ellos no las puedan ver. Lo llamaban con nombres distintos porque aún no lo conocían, pero todas las naciones de todas las culturas y épocas han intuido que el Hacedor existe. ¿Por qué? Podría objetarse que se trata de un hábito adquirido, de algo cultural que nos transmiten los padres a través de la educación, o de algo propio de sociedades arcaicas y lejanas épocas pero actualmente el Todopoderoso sigue revelándose a quien lo busca de corazón.

Tatiana Goricheva, fundadora del primer movimiento feminista ruso, tenía todas las papeletas para ser atea. Intelectual, feminista y comunista. Nació en 1947 en la Unión Soviética, un régimen de ateísmo de estado donde Cristo no tenía cabida. Creció en el seno de una familia inteligente y atea ni demasiado rica para ser creyente (como los burgueses que se apoyaban en la religión para conservar sus intereses materiales) ni demasiado pobre para ser creyente (como los campesinos analfabetos que creían en Dios por ignorancia o superstición).  Los agentes de la KGB estaban perplejos. Goricheva era un error del sistema. Tenía todo a favor para ser atea mas se convirtió al cristianismo… y lo pagó con la cárcel. ¿Qué decir ya de Svetlana Alilueva, hija del dictador Josip Stalin? También ella creía en el Señor y no fue algo precisamente que aprendiera en su casa.

“Las criaturas no nacen con deseos a menos que exista satisfacción a esos deseos. Un bebé siente hambre: bien, existen los alimentos. Un patito desea nadar: existe el agua. El hombre siente deseo sexual: existe el sexo. Si encuentro dentro de mí un deseo que ninguna experiencia en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fue creado para otro mundo” -afirma el escritor C.S. Lewis-. Filósofos como Platón, Aristóteles y Cicerón pensaban igual. Todos queremos vivir (los suicidas son una rara excepción) y ser felices (pero la felicidad es fugaz). Para el autor A. Boulenger el hombre siente la necesidad de hallar la verdad, la felicidad y la inmortalidad y si tal necesidad no puede satisfacerse en esta vida, ha de haber otra vida y un Dios que la pueda satisfacer. No es un hábito adquirido sino el afán de vivir y ser felices lo que nos empuja a buscar a nuestro Padre.

 

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Falacia atea: Jesús fue un maestro humano de la moral, un mentiroso, un loco o simplemente estaba equivocado.

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El escritor C.S. Lewis denunció la estupidez que supone que haya personas que aseguren de Jesús que fue un gran maestro de la moral pero no Dios. Esto es absurdo, ya que según Lewis alguien que dijera lo que dijo Jesús -que era el Hijo de Dios- sólo podía ser tres cosas: un mentiroso, un loco o bien quien realmente dijo que fue. «Puedes encerrarle por ser un tonto, puedes escupirle y matarle por ser un demonio; o caer a sus pies y llamarle Señor y Dios. Sin embargo, no salgamos favoreciendo la necedad de que Él fue un gran maestro humano. Él no dejó eso para que nosotros lo decidamos. No tuvo esta intención» -dice C.S. Lewis-.

1) Jesús fue sólo un gran maestro humano, sólo un maestro de la moral. Ésta es una de las más absurdas visiones que los ateos tienen sobre Jesús. Él nunca se presentó a sí mismo de este modo. Él no decía de sí mismo que fuera un profeta más, como podría serlo Elías, Isaías o cualquier otro. Fue mucho más lejos.  Se presentó al mundo como el mesías, el Cristo, el Hijo de Dios. Por lo tanto considerarlo sólo un mero maestro humano es poner en su boca algo que realmente Él nunca dijo y no atender a sus palabras y acciones, que lo muestran claramente como el salvador de la humanidad, el Verbo hecho carne, como Dios mismo.

2) Jesús fue un mentiroso. Muchos ateos dicen que Jesús no era Dios pero sí un gran maestro de la moral. Esto es en sí una contradicción, ya que si Jesús mentía acerca de su divinidad entonces era un embustero, un hipócrita, alguien que pidió a otros que fueran honrados cuando él mismo predicaba una mentira descomunal. Es más, era un demonio pues le dijo a otros que confiaran en Él respecto a su destino eterno. Finalmente también habría sido estúpido, al dejarse crucificar por una mentira. Definitivamente el perfil de Jesús, con su carácter tan noble y puro, tan lleno de amor y misericordia, no coincide con el de un burdo impostor.

3) Jesús fue un loco. Quizás Jesús no mintiera. Quizás creyera realmente que era Dios porque simplemente estaba loco. Como quien en la actualidad afirma ser el emperador Napoleón Bonaparte. Sin embargo, no observamos en Él las anormalidades y el desequilibrio que puede notarse en los dementes. Su sensatez y compostura son incompatibles con la esquizofrenia. Él predicó algunas de las verdades más hondas de la historia ¿puede alguien mentalmente perturbado lograr algo así? Su desconcertante sabiduría a la hora de hablar y actuar no sólo no casan bien con la paranoia, sino que más bien denotan una mente realmente lúcida.

4) Jesús estaba equivocado. El escritor ateo Richard Dawkins considera otra opción: que Jesús estuviera honestamente equivocado. Pero esto es como decir que uno puede estar honestamente equivocado sobre ser Napoleón. Es imposible si estás en tu sano juicio. Uno puede no estar en lo cierto sobre tal o cual teoría científica o sobre si en la temporada X la NBA la ganó tal o cual equipo. Uno puede defender  un error apasionadamente, vehemente, al estar confundido. Pero ojo, Jesús afirmaba ser el Hijo de Dios. No es cuaquier cosa. Son palabras mayores.  Nadie que diga esto puede estar honestamente equivocado y cuerdo a la vez.

No  tiene sentido decir que Jesús fue sólo un gran maestro humano porque Él nunca se presentó a sí mismo como tal, sino como el mesías, como el Hijo de Dios. Si no creemos que esto último sea posible entonces deberemos concluir que fue el mayor embustero de todos los tiempos o un demente cuya locura ha llegado a nuestros días ya que nadie puede que esté en su sano juicio puede estar honestamente equivocado sobre un tema de tal calibre. Jesús, mentiroso, loco o Señor. Cualquiera de los tres es posible pero ¿cuál es más probable? Hay que decidir uno de los tres. Yo, como Tomás, sólo puedo decirle: «¡Señor mío y Dios mío!».

 

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Falacia atea: El Nuevo Testamento no es fiable ya que se escribió mucho tiempo después de que ocurrieran los hechos.

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Muchos ateos piensan que ya que la resurrección de Jesús no puede ser probada científicamente, entonces no es real. Pero el método científico no puede demostrarlo todo; sólo sirve para experimentos que pueden ser repetidos en un ambiente controlado. Si sólo existiera el método científico, no podrías demostrar que hoy has estado en clase a primera hora de la mañana.  Para demostrar si un hecho histórico fue verdadero o no, recurrimos a la prueba histórica legal, basada en el testimonio oral, escrito y exhibición de objetos, y que sirve para demostrar que algo es un hecho fuera de toda duda razonable. Cuando hablamos de Jesús y decimos que Él fue el Hijo de Dios, que obró milagros y proezas y que resucitó es frecuente escuchar a un ateo preguntarte: «¿Pero cómo podemos saber que eso fue realmente así? ¿Cómo fiarnos de esos textos? Quién sabe si es todo inventado. Además, fueron escritos muchos años después de la muerte de Jesús y en todo este tiempo se han podido exagerar los hechos y forjar una leyenda que creció poco a poco». Pero ¿y si aplicáramos esta misma vara de medir a todos los demás libros?

Al respecto, el escritor Josh McDowell comenta: «Tenemos a nuestra disposición la historia escrita por Tucídides (460-400 AC), la cual se basa sólo en ocho manuscritos que datan del año 900 DC, es decir de 1300 años después de que lo escribiera. Los manuscritos de la historia de Herodoto son de una fecha igualmente posterior y escasos pero como indica F.F. Bruce «ningún erudito en la literatura clásica estaría dispuesto a escuchar el argumento de que la autenticidad de Herodoto o Tucídides sea puesta en duda por el hecho de que los manuscritos más primitivos de sus obras que podemos leer fueron escritos 1300 años después de escritas las obras originales». Aristóteles escribió su obra Poética alrededor del 343 AC. Sin embargo la más antigua copia data del 1100 DC. Esto quiere decir que entre el original y la copia hubo un período de 1400 años. Sólo existen cinco manuscritos de esta obra. César compuso su Historia de las guerras gálicas entre el 58 y el 50 DC. La autoridad de su obra, en lo que se refiere a manuscritos, se basa en manuscritos escritos mil años después de su muerte».

En contraste, del Nuevo Testamento hoy existen más de 20.000 copias manuscritas y la mayoría de especialistas concuerda en que los textos fueron redactados en el siglo I DC, es decir, sólo unas pocas décadas después de que ocurrieran los hechos y en el caso de los discípulos por fuentes de primera mano además, es decir, por testigos oculares, por hombres que conocieron a Jesús en persona y que vivieron y trabajaron codo a codo con él. ¿Pero cuándo fueron redactados los Evangelios?  ¿Muchísimo después de la muerte de Jesús como dicen los ateos? ¡Nada más lejos de la realidad! Sir Frederic Kenyon, quien fue director y bibliotecario del Museo Británico, afirmó: «El intervalo entre las fechas de la composición original y la más primitiva evidencia existente es tan pequeño que, verdaderamente, es insignificante». Por su parte William Albright, considerado el más destacado arqueólogo bíblico a nivel mundial, escribió: «Podemos afirmar con absoluta seguridad que ya no hay ninguna base sólida para determinar el tiempo en que se escribió el Nuevo Testamento en fecha posterior al 80 DC».

Dicho de otro modo, obras esenciales de la Historia nos han llegado en número de manuscritos muy inferior a los Evangelios y en textos separados por un número de siglos que se acerca al milenio, pero nadie duda de su veracidad. ¿Por qué aplicar un criterio diferente a los Evangelios que nos  han llegado en un número mucho mayor y en manuscritos mucho más cercanos a la obra original? ¿Por qué la Biblia ha de ser la excepción a la regla? La Biblia -y en modo especial el Nuevo Testamento- supera con sobresaliente la prueba histórica legal ya que tanto los testimonios escritos así como la exhibición de objetos que los prueban (a través de la arqueología por ejemplo) no hacen sino reforzar la idea de que esta obra no es únicamente la Palabra de Dios sino también la fuente historiográfica más importante de toda la Antigüedad. ¿Cómo aceptar como veraz un texto separado del acontecimiento descrito por más de mil años y luego desconfiar de uno separado del hecho por apenas cincuenta años? No existe ninguna razón de peso para ello salvo el prejuicio, que dicho sea de paso constituye un criterio muy poco científico.

Bibliografía consultada:

McDowell, Josh. Más que un carpintero. Editorial Unilit. 1997.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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