Jordania: la verdadera Palestina.

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Esta tierra fue colonizada por árabes en el siglo VII. Después vendrían cruzados, mamelucos, otomanos y británicos. En 1920 Reino Unido creó el Mandato Británico de Palestina, del cual segregó a Transjordania en 1922. En 1946 Transjordania se independizó por primera vez en su historia y en 1950 mutó su nombre.

En su corta historia al país le ha dado tiempo a perder varias guerras contra Israel, firmar la paz (1994), federarse con Irak durante seis meses (1958), dominar Cisjordania (1949), renunciar a ella en favor de Palestina (1988) y sobre todo a practicar la hospitalidad acogiendo a miles de refugiados palestinos, iraquíes y sirios.

Jordania debe su nombre al río Jordán. La economía se funda en el turismo, como el que genera el Mar Muerto y la ciudad de Petra, hogar de los antiguos nabateos. Es un país desértico con muy poca agua y escasos recursos mas también un oasis y estabilidad en medio del hervidero de conflictos que es Oriente Próximo.

Los jordanos son árabes y practican el islam suní. Esta nación es una monarquía donde el rey goza de grandes poderes. La familia real es beduina de la dinastía hachemita. La élite beduina -una minoría social- también controla el ejército. Debido a su vecindad, el reino es muy sensible a la eterna lucha entre Palestina e Israel.

Jordania es el auténtico estado palestino. Antes de llamarse Jordania, se llamaba Transjordania y antes de eso Palestina. No hay ninguna diferencia étnica entre un palestino y un jordano. Incluso las banderas de ambos países son una fotocopia. Jordania es Palestina y Palestina es Jordania. Son dos nombres para una misma cosa.

El Reino de Jordania podría ser la solución para el conflicto de Oriente Próximo: un estado para los palestinos. Es una patria bastante grande como para acoger en su seno a todo el pueblo palestino que, dicho sea de paso, es el mismo que el jordano. Los palestinos podrían retornar a su verdadero hogar y los judíos vivir en paz.

Palestina: la herida del mundo árabe.

En 1947 Naciones Unidas aprobó un plan para la partición del Mandato Británico de Palestina en dos estados: uno para los judíos y otro para los palestinos. Esto desató las iras de la población local, que vio impotente cómo unos colonos judíos recién llegados se hacían con la mitad de su tierra. Desde entonces luchan por su patria.

Pero a los palestinos, más que una reivindicación territorial, les mueve un odio antisemita. La prueba es que protestan porque los judíos les quitaron un trozo de su tierra, pero no lo hicieron cuando en 1922 los británicos separaron de Palestina la región de Transjordania, territorio cuatro veces mayor que el actual Estado de Israel.

El país lleva decenios de guerras, terrorismo, intifadas, conflictos y tensiones con su vecino. Israel propone dos estados para dos pueblos. Pero Palestina quiere un estado sólo para palestinos y otro para judíos y palestinos, con la esperanza de que en un futuro una mayoría demográfica árabe pueda tumbar Israel desde dentro.

Palestina declaró su independencia formal en 1988. Desde entonces ha logrado el reconocimiento de más de un centenar de naciones. Nunca antes existió como país independiente. Pese a ello, hoy es un pueblo con fuerte consciencia nacional que acusa a Israel de ocupación y que reivindica ser miembro pleno de Naciones Unidas.

Por décadas Kuwait dio trabajo y refugio a los palestinos y donó millones a su causa pero cuando Irak lo invadió, hicieron una fiesta. Igual con el 11-M en España, el estado occidental más propalestino del mundo. Y niegan al Sáhara la libertad que quieren para ellos. Es un pueblo desagradecido que paga con la traición.

Palestina es la herida por la que se desangra el mundo árabe, que ve en ella una humillación occidental. El pueblo palestino es, como el judío, víctima y verdugo a la vez. No quiere la paz y por eso no llega. Pasan las décadas y el conflicto se estanca. Israel gana terreno y Palestina se difumina en el horizonte camino de la nada.

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