Por qué las naciones protestantes son ricas y las católicas pobres.

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América del Norte es protestante y rica y la del Sur católica y pobre. En Europa, con sus matices, ocurre igual. Incluso en el Hemisferio Sur; compara Australia con Filipinas. Si consultas la lista de los diez países del mundo con mayor renta per cápita, los diez con mayor bienestar social, los diez más democráticos, los diez más transparentes o los diez menos corruptos, verás que siete u ocho son protestantes. El protestantismo genera libertad y prosperidad. Veamos ahora por qué:

1) Educación. Con la Reforma Protestante del siglo XVI, el teólogo Martín Lutero planteó la necesidad de que la gente leyera la Biblia, y para ello se tuvo que hacer una gran campaña de alfabetización para instruir a un pueblo inculto. Pero en los países católicos con que el cura supiera leer ya era más que suficiente. Así, en el siglo XVIII en Inglaterra y Holanda la alfabetización alcanzaba ya al 70% de la población, mientras que en España o Portugal no llegaba ni siquiera al 10%.

2) Ciencia. Los países reformados, volcados en la lectura la Biblia, empezaron a interesarse por el estudio del mundo, de la naturaleza y de las estrellas, inspirados sin duda por libros como Génesis, Salmos y otros textos sacros. No es de extrañar que en estas naciones comenzaran a surgir científicos como setas. Pero en los países del sur de Europa la Inquisición quemaba en mitad de la plaza a los científicos por herejes y usaba sus trabajos para engrosar su catálogo de libros prohibidos.

3) Mentira. Para los protestantes la mentira es un pecado muy grave ya que se cita en los Diez Mandamientos junto al homicidio, el adulterio o el robo. Así, en Alemania, un político suele dimitir si se demuestra que ha mentido. En Estados Unidos puedes ir a prisión si entregas un cheque sin fondos. Pero en los países católicos, como Italia o Malta, es un pecado venial, un pecadillo, por tanto la mentira inunda la política, la administración y las finanzas y no puedes confiar en nadie.

4) Robo. En los países reformados se entendió claramente que el robo era muy grave, que todos los hombres eran iguales y que por tanto la propiedad privada era un derecho inalienable de todos los hombres, pero en los países de la Contrarreforma, mucho más apegados al Antiguo Régimen, la propiedad privada era un privilegio de la Corona, la nobleza y la Iglesia Católica. No en vano el comunismo triunfó en la católica Cuba. Nadie habría apoyado a Fidel Castro en Canadá.

5) Ética en el trabajo. Mientras que en los países católicos el trabajo es un castigo de Dios -al ser expulsado Adán del paraíso- y los oficios manuales tienen menos prestigio que los intelectuales, en los protestantes el trabajo no es malo: de hecho, Adán ya trabajaba en el Huerto del Edén (Génesis 2:15); ser barrendero es tan digno como ser cirujano y trabajar con excelencia y de forma ética también es una forma de honrar al Señor. Max Weber lo resumió: trabajo, ahorro y esfuerzo.

6) Capitalismo. Para la Iglesia Católica la riqueza es un estigma y la pobreza un signo de humildad y sencillez. El protestantismo, por su parte, entiende que el problema no es el dinero en sí sino el amor al dinero (1 Timoteo 6:10) y que de hecho ser rico no es incompatible con ser un buen creyente; ahí están los casos de José, Moisés, Daniel o Job, entre otros.  No es casualidad que el capitalismo, la banca y los negocios hayan alcanzado sus máxima expresión en los países de la Reforma.

7) Democracia. En las naciones protestantes se apostó  por la libertad y la democracia, y por una separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Destaca Suiza, con su envidiable democracia directa. Por contra, los países del sur de Europa y las repúblicas iberoamericanas se ahogaron en un sinfín de monarquías absolutistas, fascismos, guerras civiles y golpes de estado que las condenaron a la pobreza y el atraso. El Vaticano es aún hoy la última teocracia de Europa.

8) Separación de iglesia-estado. Mientras que en las naciones protestantes se buscó dividir los poderes para que se contrapesen, la Iglesia Católica trata hasta la fecha de que el poder civil se someta al religioso. Así, Holanda pronto permitió la libertad de culto, en Escandinavia se desarrolló el parlamentarismo y Estados Unidos nació como un estado laico. En cambio, hasta hace muy poco en España se paseaba a Francisco Franco bajo palio y aún hoy en México manda el señor obispo.

9) Imperio de la ley. Para el teólogo Juan Calvino la ley -es decir, la Biblia– tenía la primacía pero para los católicos la primacía recaía en una institución (la Iglesia Católica), fuera de la cual no hay salvación y que era la encargada de interpretar la Biblia. Para la Reforma todos los ciudadanos son iguales, mientras que para la Iglesia Católica no sólo todos no eran iguales, sino que había incluso algunos que estaban dispensados de cumplir la ley (por ejemplo, con las famosas bulas).

10) Valores bíblicos. En resumen, las naciones protestantes se han inclinado por los principios bíblicos y las católicas por tradiciones humanas, muchas de las cuales no sólo son extrabíblicas sino incluso abiertamente antibíblicas. Es el contraste entre los valores del Libro versus los valores de ritos, procesiones e imágenes. Es la bendición que comporta para un pueblo apegarse a la Palabra versus la miseria, la hecatombe y la desolación que siempre aguardan fuera de Dios.

 

Post Scriptum:

Los países católicos son en general pobres y los pocos que son ricos constituyen la excepción que confirma la regla. Y, curiosamente, son los menos católicos de todos. Así pues, Irlanda, Bélgica, Luxemburgo, Liechtenstein o Austria son países muy desarrollados pero lo son gracias a la influencia de los protestantes estados vecinos. Igualmente, Francia o Mónaco son ricos en gran medida porque la Revolución Francesa y el laicismo limitaron mucho el poder de la Iglesia Católica allí.

Níger: sequías y hambrunas.

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Níger es una república sin litoral del África Occidental. Fue colonizado por Francia en 1898 (pero no llegó a estar completamente dominado hasta 1922, a causa de la hostil resistencia de los nativos). Níger fue englobado dentro de las coloniales África Occidental Francesa y Comunidad Francesa. Se independizó en 1960.

Desde su secesión, el país ha sufrido varias dictaduras y golpes de estado, por no hablar de las revueltas tuareg, manifestaciones estudiantiles, pucherazos electorales… Los derechos civiles no son respetados. Es un país paupérrimo e inestable que sobrevive por la ayuda exterior. Un desastre, se mire por donde se mire.

Hausas, djerma, fulani, tuareg, bereber, shongay, tubu… Es una sociedad multiétnica, un mosaico de culturas distintas, de pueblos sedentarios y nómadas. El francés es oficial pero pocos lo hablan. El hausa lo emplea el 60% de nigerinos. El islam llegó en el siglo X y el 90% de la gente es suní. Cristianos y animistas, el resto.

Tres cuartas partes de su territorio están en el desierto del Sáhara, una pequeña porción en el Sahel y en el extremo suroccidental se concentra casi toda la población, en la fértil sabana sudanesa, a orillas del río Níger, que da nombre al estado. Sólo el 4% de su territorio es cultivable. El resto del país es desierto puro y duro.

El clima nigerino es uno de los más duros del mundo, tiene las temperaturas más elevadas del planeta y por si fuera poco la desertización y la erosión avanzan a pasos agigantados. Las sequías y las hambrunas son frecuentes y devastadoras -en los años 70 y 80 el hambre mató a dos millones- y la caza furtiva es un problema grave.

Níger es rico en minerales, especialmente en uranio, y podría tener oro y petróleo. Pese a ello, es uno de los países más pobres y corruptos del mundo. Sólo el 15% de la gente está alfabetizada. Hay enormes tasas de natalidad y mortalidad infantil. La luz eléctrica y el agua potable son un lujo. La esperanza de vida es de sólo 44 años.

Votamos por ladrones y luego nos quejamos de que nos roban.

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Sales a la calle y sólo encuentras amargura en las caras de la gente. Te encuentras con algún conocido y le preguntas qué tal le va y te dice que bien… mientras te mira con unos ojos que delatan una tristeza infinita. Ya es algo cotidiano ver colas de gente a la puerta del Cáritas, a la espera de que le den un par de bolsas de comida. A todas horas te encuentras con personas que van escarbando por los contenedores de la basura a ver si hay algo de suerte y el supermercado de la esquina ha tirado allí algunos alimentos caducados con los que poder llenar la panza. Somos los subcampeones del continente en malnutrición infantil, hasta el punto de que las becas del comedor escolar son la única oportunidad de tomar un plato de caliente una vez al día para muchos niños. Dicho así, parece que estuviera pintando un retrato de África pero no, todo esto está pasando en España.

Me encuentro con jóvenes universitarios que emigran a Londres a fregar letrinas porque aquí no hay futuro; padres de familia que llevan ya seis años en el paro y que han perdido toda esperanza de volver a tener un empleo algún día; jubilados a los que no se garantiza el futuro de sus menguantes pensiones. Cada vez más hombres tienen que ir a robar pimientos y melones a los campos porque a esto les ha empujado los recortes del Gobierno. Cada vez más mujeres normales se dedican a la prostitución porque no les queda ninguna otra salida. Y además los bancos -a los que los gobiernos del PPSOE han dado 200.000 millones de euros de dinero público que nunca devolverán- echan a las calles a familias enteras por no poder seguir pagando la hipoteca. Pero no les basta con quitarles la vivienda; los desahuciados deben seguir pagando al banco la diferencia que quede por saldar.

Veo a políticos robando a manos llenas, abriendo cuentas en paraísos fiscales porque casi con toda seguridad saldrán de rositas.  En el peor de los casos cuatro años al talego y luego a vivir la dolce vita con la pasta que nunca devolverán. Veo grandes multimillonarios tributando al 1% en las SICAV mientras que la clase media está abrumada de impuestos y mucha gente debe trabajar en negro porque de lo contrario las cuentas no le salen. Veo a las mafias eléctricas invocando el fraude del déficit taritario para subir el precio de la luz cuanto y cuando les dé la gana. Veo niños estudiando en barracones prefabricados que se inundan cuando llueve. Veo un sabotaje intencionado de la sanidad pública para privatizarla y venderla a precio de saldo al amiguete de turno. Veo como con cada nueva ley perdemos derechos civiles, laborales y sociales que nos costaron siglos de lucha ganar.

Yo quiero vivir en un país digno, con igualdad de derechos, obligaciones y oportunidades para todo el mundo, donde se garantice el estado del bienestar y se incentive la inversión privada. Yo no quiero vivir en un país en el que tener un empleo significa ser un esclavo y tener que estar eternamente agradecido a tu patrón. Yo quiero una nación industrial y avanzada, que invierta en I + D, y no que se conforme con servirle copas a los turistas británicos. Quiero una sociedad moderna, próspera, pacífica, culta e igualitaria, no una colonia de Alemania. Pero para ello, la gente debe asumir su culpabilidad. No podemos echar pestes de los políticos y luego olvidar que somos los ciudadanos quienes los elegimos. Elección tras elección, votamos por ladrones y luego nos quejamos de que nos roban. Tenemos lo que nos merecemos. Tenemos lo que hemos elegido. A disfrutar de lo votado.

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Albania: cien años de esperpento.

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Aunque el pueblo albanés es el más probable descendiente de los ilirios, la Albania moderna nace en 1912, tras independizarse de Turquía. Fue un reino débil al que países vecinos y potencias europeas, en especial Italia, arrinconaron. Y encima su territorio fue campo de batalla en las dos Guerras Mundiales para colmo de mala suerte.

En 1946 llegó una dictadura comunista esperpéntica. Su narcisista y delirante líder, Enver Hoxha, mandó construir más de 700.000 búnkers, rompió con sus aliados naturales (Unión Soviética, China, Yugoslavia) lo cual conllevó un total aislamiento y proclamó en 1967 un estado oficialmente ateo, caso único en el mundo.

Desde 1992 hay democracia. Pese a contar con un subsuelo muy rico en minerales, hoy no deja de ser un país agrícola lastrado por la corrupción, la pobreza y el atraso (en 1982 el 80% de la gente era analfabeta), lo que no obsta para que casi todo el mundo allí conduzca un Mercedes (el 80% de ellos robados en Alemania o Italia).

El estado depende de la ayuda internacional y las remesas de los emigrantes (hay más albaneses viviendo en el extranjero que en su patria). Tirana, que perdió muchas tierras en el siglo XX, sueña con una Gran Albania y usa a la población albanesa de Serbia, Kosovo, Montenegro y Macedonia para desestabilizar la región.

Es un solo país con dos pueblos distintos: en el norte los ghegos (minoría), que son cristianos ortodoxos, montañeses y de herencia ilírica, y en el sur los toscos (mayoría), que son ribereños, tradicionalistas y musulmanes suníes. El dialecto tosco es la lengua albanesa oficial desde 1945 (antes lo había sido el dialecto ghego).

Todo en esta paupérrima república balcánica es arcaico y primitivo. El 50% de profesores y científicos se ha marchado al extranjero y en pleno siglo XXI el 60% de la sociedad todavía vive en un entorno rural. Pareciera que Albania estuviera atrapada en el túnel del tiempo, como si fuera un trozo de África incrustado en Europa.

Dormir con la conciencia tranquila (una reflexión sobre la crisis en España).

No hay palabras para describir la hecatombe que está viviendo España, la más grande de Europa posiblemente tras esa tragedia épica que es Grecia. 25% de paro y 51% de paro juvenil. Cifras dignas del África subsahariana. Dentro de poco estaremos en seis millones de parados y el desempleo sigue creciendo como la espuma. Más de un millón de hogares donde ninguno de sus miembros tiene trabajo. Nuestros jóvenes más preparados (médicos, arquitectos, ingenieros, emprendedores…) hacen las maletas y emigran a Alemania. Como en la postguerra. Docentes y doctores son despedidos a patadas. Las farmacias hace meses que no cobran. A algunas administraciones les han cortado la luz por impago. Los funcionarios cobran las nóminas de milagro. Las perspectivas son de que todo vaya a peor. Pero no pasa ná: hemos ganado el mundial. Semos los mejores.

Cientos de miles de desahucios de gente que ya no puede seguir pagando su casa al banco y la policía viene a quitársela. Lo más fuerte es que después de haberlos dejado de patitas en la calle todavía deben seguir pagando al banco la diferencia. Doscientos españoles intentan suicidarse cada día a causa de las deudas. Clama al cielo ver cómo se echa a familias enteras a la calle mientras que la banca recibe ayudas millonarias de dinero público. Privatizar beneficios y socializar pérdidas. Vamos, lo de siempre en este país de pandereta. Y el gobierno, que no aprueba la dación en pago, el alquiler social o la moratoria para desahucios. Lo llaman crisis pero es lucha de clases y esto sólo se arregla como lo arreglaron los franceses en 1789.  Lo llaman crisis pero es falta de valores, porque si políticos y banqueros tuvieran temor de Dios y creyeran en el infierno no se atreverían a robar ni un céntimo.

Los precios, las tasas, los impuestos y el desempleo suben. Los sueldos, el poder adquisitivo y el consumo caen en picado. Las empresas cierran sin cesar. Esto es el Titanic. Los inspectores de hacienda tienen órdenes de dejar bien tranquilitos a los grandes defraudadores que desvían fortunas a Mónaco y Suiza. Mientras, se aplasta fiscalmente a las familias, a los autónomos, a los pequeños y medianos empresarios, a los currantes, a los que se intenta limpiar un bolsillo que tienen vacío. Lo llaman crisis pero es una estafa. Porque los políticos han traspasado la deuda privada de la banca a los ciudadanos de a pie. Y de la noche a la mañana nos vemos desempleados, en la calle y encima teniendo que pagar cientos de miles de millones de euros por una deuda que no es nuestra. La situación es tan límite que debería haber degenerado en violencia pero inexplicablemente aún no lo ha hecho.

Vas por la calle y sólo ves tristeza en las caras de la gente. Peor lo tienen los inmigrantes. Ellos no tienen a sus familiares aquí para ayudarles o si los tienen, están tan mal o más que ellos mismos, así que cada día ves a más extranjeros (y autóctonos, todo sea dicho de paso) revolver entre la basura en busca de un mendrugo de pan. Los comedores sociales están saturados de neopobres que hasta hace bien poco pertenecían a la clase media. Los derechos laborales están siendo desmontados a velocidad de la luz. La sanidad pública ya está gestionada por empresas privadas. El acceso a la Universidad es cada vez más caro. Pronto la salud será un negocio y estudiar un privilegio para ricos. Pronto pasaremos de ricos, clase media y pobres, a ser ricos, pobres y mendigos. La clase media y el estado del bienestar están cerca de desaparecer para mayor gloria de Adam Smith.

Votamos por ladrones y luego nos quejamos de que nos roban. Llevo años tratando de convencer a la gente de mi alrededor de que no confíe en el PPSOE. Que voten algo distinto, de izquierdas o de derechas, pero distinto. Pero no. «Que éstos son muy pequeños y no van a conseguir nada». «Que tengo que votar por éste porque si no entrará el otro». El voto útil. Miren a qué nos ha llevado el voto útil: a pasar hambre. Esta crisis nos la merecemos. Porque ni Zapatero ni Rajoy son dictadores que han subido al poder por un golpe de estado sino por el voto de millones de idiotas. Y en Valencia llevamos 20 años en que los chavales estudian en barracones en los que cada vez que llueve hay goteras y los electores han refrendado esta política una vez tras otra. En una dictadura no queda más que tragar pero en una democracia un pueblo tiene lo que se merece. Disfruten de lo votado.

Pero como siempre pagan justos por pecadores. Nos dicen que hemos vivido muchos años por encima de nuestras posibilidades. Yo, por más que lo intento, no consigo recordar cuándo he vivido por encima de mis posibilidades. Yo no era de los que compraba un piso ahora para venderlo a los seis meses y sacar plusvalías. Nunca he pedido un préstamo al banco para comprarme un BMW. Vivo de alquiler, mi única pertenencia es un Opel de segunda mano y me he ido de vacaciones dos veces en toda mi vida. Que me digan cuándo demonios viví por encima de mis posibilidades porque no me acuerdo. Ni siquiera he votado nunca por el PPSOE,  verdadero causante de este desfalco. Yo no he tenido nada que ver con esta crisis. No soy cómplice de esta estafa ni por acción ni por omisión. Por eso sé, que ocurra lo que ocurra, esta noche dormiré con la conciencia muy tranquila.

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¿Por qué son tan vagos los españoles?


Tengo un conocido alemán que se tuvo que trasladar de su país a Barcelona por requerimiento de la multinacional para la que trabaja. Dice que odia España, que los españoles son unos vagos y que no le extraña que sean pobres porque no tienen ganas de trabajar. La verdad es que el tío tiene razón. En Alemania por ejemplo nada más entrar en un restaurante el camarero ya te está atendiendo (y eso que aún no te ha dado tiempo ni a sentarte) mientras que en España te sientas en la mesa y a menudo debes esperar a que te atienda un camarero que no está haciendo nada en esos instantes. En España hay mucho vago. Hay mucho empleado que llega tarde al trabajo, mucho haragán que no pega ni golpe, que se inventa enfermedades para cogerse la baja y quedarse a dormir en casa, mucho listillo que trabaja en negro al tiempo que cobra del paro. Así es normal ser pobres.

En un negocio de atención al público, es muy frecuente encontrar empleados que pasan olímpicamente de sus clientes. Se les ve trabajando con total desgana. Y lo entiendo… porque en la mayoría de los casos cobran una miseria por hacer un montón de horas al día (ojo, que no se confunda esto con trabajar mucho) y la mayoría sabe que, da igual que lo haga bien, mal o regular, porque en cuanto se agote su contrato temporal de seis meses lo más probable es que su jefe le despida para contratar a otro tío. Así que si vas a ser despedido sí o sí… ¿para qué esforzarse? En España hay una coyuntura laboral en la que resulta muy difícil (que no imposible) quedarse en una empresa ya que al gerente le sale más barato contratar a un empleado nuevo y deshacerse del viejo que ofrecer un puesto indefinido a uno que ya tenía antes. Que pregunten a los curritos de Carrefour si no.

Yo he tenido todo tipo de empleos. Algunos en los que cobraba una limosna y otros en los que percibía un buen sueldo. En algunos curraba como un cabrón y en otros casi no pegaba ni golpe. Pero en todos ellos he tratado siempre de dar lo mejor de mí mismo y de que tanto mi jefe como los clientes quedaran satisfechos. Hay muchos españoles que desahogan su frustración atendiendo con desgana a los clientes. A mí esto me molesta profundamente. Mira, si cuando eras joven preferiste ir a bailar a la discoteca en lugar de estudiar y ahora tienes un trabajo patético en el que te sientes frustrado y no llegas a final de mes, pues ajo y agua. Pero yo, como cliente, no tengo por qué pagar los platos rotos de que tú cobres poco o que tu empleo sea deprimente. Es el trabajo siempre hay que dar lo mejor de uno mismo porque, de lo contrario, nunca jamás vas a poder prosperar en la vida.

Nuestro modelo laboral es una locura. En Europa Central y del Norte al empleado se le exige productividad, en España se exige hacer horas. Cuantas más mejor. Casi nunca se respeta el horario establecido de laborar ocho horas diarias. Lo normal es hacer siempre una o dos más (y lo normal es no cobrarlas). El problema es que se hacen un huevo de horas pero la faena no cunde. Porque de esas ocho horas, a menudo realmente se curran cinco. Y las otras tres se pierden en ir de aquí para allá, charlar con el compañero, fumarse un cigarrito, tomarse un café… En Holanda por ejemplo si ha acabado tu jornada laboral y todavía te quieres quedar más horas en el trabajo tu encargado lo ve mal… Significa que no has sido productivo… que nos has podido acabar a tiempo la faena. En España te piden cumplir con un horario, en Europa resultados. Es el Tercer Mundo contra el Primero.

Gran parte de la culpa la tienen los empresaurios de España, cuya mentalidad quedó anclada en el siglo XIX. En el puerto de Rotterdam por ejemplo, se puede cargar un barco entero de contenedores con solamente tres operarios. En Algeciras por ejemplo, harían falta al menos veinte. ¿La diferencia? Que los holandeses tienen alta tecnología, allí es todo mucho más mecanizado y por lo tanto necesitas menos trabajadores y te puedes permitir el lujo de pagarles sueldazos. Por contra, aquí nuestros empresaurios siguen apostando por el modelo obsoleto de la mano de obra barata… No quieren tecnología, luego no queda más remedio que contratar más peones… Al tener tantos, el empresaurio se ve forzado a tener que pagarles mucho menos. El problema en sí es que incluso así sigue siendo mucho más barato cargar un barco en Holanda o Alemania que en España.

Otra locura es el horario partido que tenemos. En casi todo el planeta se aplica el horario internacional… Es decir, te levantas bien temprano… trabajas tus ocho horitas de un tirón y  la tarde la tienes libre. En España trabajas por la mañana, haces un parón de dos horas para comer y luego, con todo el sopor de la digestión, te reincorporas por la tarde. Entre pitos y flautas esto significa que entras a trabajar a las nueve de la mañana y acabas a las nueve de la noche. No tienes tiempo para disfrutar de tu familia pero es que encima no sirve para nada… porque en diez horas de trabajo un español no hace ni la mitad de producción que un sueco en cinco. ¿No sería mucho mejor acabar el trabajo cuanto antes (bien hecho, claro está) y marcharnos a casa a disfrutar de nuestra vida personal? ¿Para qué pasarte 20 horas diarias en una oficina si te pasas el día perdiendo el tiempo?

Hay un dicho en Alemania que reza que si a un católico le das a elegir entre comer bien o dormir tranquilo, escoge lo segundo. El filósofo Max Webber ya explicó en su día por qué los protestantes son más ricos que los católicos… se esfuerzan más, trabajan más duro, tienen más ambición en prosperar, no son tan conformistas y sobre todo tienen más ética en el trabajo. No es de extrañar pues que la Europa protestante sea rica y la católica pobre o que lo mismo ocurra con América. Además de esto, en España se suman otros factores, como por ejemplo la clásica picaresca… En España está bien visto el que defrauda a Hacienda, el que se escaquea del trabajo. A menudo cuando un trabajador suda la camiseta en su empresa, despierta la inquina de los compañeros más vagos pues queda al descubierto su vagancia y se confabulan contra él para intentar que lo despidan pronto.

En los países protestantes se suele trabajar como un cabrón para tener una buena economía. Aquí se prefiere tener tiempo libre y disfrutar de la vida. En los Estados Unidos se anima a los universitarios a hacerse empresarios, aquí a presentarse a unas oposiciones y conformarse con un sueldecillo y un empleo estable. En los países anglosajones lo normal es querer formar tu propio negocio, en España lo normal es trabajar para otros. Si le planteas a tu familia ser autónomo te miran como a un extraterrestre y no es para menos porque son tantas las trabas burocráticas y fiscales que existen, que no vale la pena montar una empresa en España. Es triste decirlo pero es la pura verdad. En los Estados Unidos los ricos despiertan admiración. En España si partes de la nada, trabajas duro y te enriqueces en lugar de respeto despiertas la envidia de los vagos, los pobres y los vecinos.

Algunos achacan la pereza hispánica a su clima soleado y mediterráneo. Como si por el solo hecho de que haga calor, los españoles tuviesen que dormir la siesta en lugar de trabajar. Yo no creo que el clima tenga nada que ver, porque en California hace calor y la gente es trabajadora. Lo de España tiene más que ver con una mentalidad de hacer  el vago, de trabajar  lo menos posible aunque sea a costa de no poder llegar a final de mes. En este estado hay todo un sistema que fomenta, alienta y premia el parasitismo. Empezando por el rey, que cobra diez millones de euros anuales por dar la Copa una vez al año y leer el discurso de Navidad. No hay una mentalidad de esfuerzo, de sacrificio. Los alumnos pasan de curso casi sin estudiar. Y los mendigos, gorrillas y parásitos de Europa del Este vienen en oleadas a España porque saben que es el país ideal para poder vivir del cuento.

Por supuesto en este  país de países que es España no todos los pueblos son iguales. Hay unos más vagos que otros. En general, los que tienen una lengua propia (valencianos, baleares, catalanes, vascos, navarros…) suelen ser mucho más desarrollados, despiertos y emprendedores que los pueblos monolingües castellanos. A mayor dosis de castellanismo, mayor dosis de pereza y de pobreza. Hablo en general, por supuesto siempre hay excepciones. Pero qué duda cabe de que manchegos, extremeños o andaluces trabajan poco. Tan subvencionados están que se han acostumbrado a vivir de las limosnas que da el Estado (como en Cuba o Venezuela), con lo que, paradójicamente, las jugosas ayudas económicas que perciben para intentar desarrollarse son la mayor barrera a su desarrollo. ¿Para qué esforzarte si puedes vivir sin apenas trabajar? España es una fábrica de vagos.

Neoliberalismo económico: una doctrina satánica.

«¿Qué es el neoliberalismo? El neoliberalismo es cuando un lobo hambriento se acerca a un rebaño de ovejas y le pide al pastor que se ponga a un lado, que no intervenga, porque así se resuelven las cosas de manera mucho más eficiente» (Josué Ferrer).

Cada día estoy más convencido de que el llamado neoliberalismo es una doctrina de corte satánico. Y cuando hablo de liberalismo no me refiero a una política que favorece la iniciativa privada, la libertad económica o el comercio. Todas esas cosas son muy buenas y deseables ya que generan riqueza en una sociedad. Yo a lo que me refiero es a esa ideología que predomina en nuestros días y que exige a los estados que no intervengan o que miren a otro lado mientras los poderosos hacen y deshacen a su antojo en nombre del mercado y sin que les pueda controlar absolutamente nadie.

Todos sabemos que en una sociedad hay fuertes y hay débiles, hay ricos y hay pobres, hay empresarios y hay trabajadores. Siempre ha sido así y siempre lo será. Que se le exija al Estado que no intervenga, que no proteja a la parte débil de los abusos de la fuerte, todo en pro de un supuesta libertad mercantil, es tanto como si el lobo que ronda hambriento a una oveja le pide al pastor que no intervenga cuando se acerque a ella. Todos sabemos de sobra qué ocurrirá si el pastor incurre en una dejación de funciones. Hasta hoy, nunca una oveja se comió un lobo.

A los gurús del liberalismo no les basta con ser archimillonarios. A ellos lo que les da morbo, lo que se la pone dura, es la idea de oprimir al pobre. No les basta con tener un yate, una mansión o un helicóptero privado. No. Ellos no van a parar hasta poder robarle al mendigo el mendrugo de pan que tiene en la boca. ¿Cómo si no se explica que multinacionales que podrían pagar buenos sueldos contraten a esclavos en el Tercer Mundo? ¿O que haya supuestos cristianos que aboguen por la privatización de la sanidad y la educación y el recorte de los derechos sociales de la gente?

Las sectas luciferinas, ésas que hacen orgías a la luz de la luna, son todas de la alta sociedad. No es de extrañar que sea este tipo de gente la que haya empujado al mundo a una crisis económica sin precedentes. La crisis ha sido motivada por valores satánicos como la avaricia, la codicia, el egoísmo o la injusticia. Es la gente que habla de «el mercado» con la misma veneración con la que los idólatras en tiempo de Moisés adoraban al becerro de oro. Hasta las iglesias se han visto contaminadas con la teología de la prosperidad. Necios; no os podréis llevar un solo euro al otro mundo.

Inmigración salvaje no, solidaridad sí.

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Me opongo frontalmente a la inmigración ilegal, que no a la legal, por considerarla una salvaje y descontrolada avalancha de personal que no solamente no resuelve el problema de la miseria en su raíz sino que además constituye una amenaza para la sociedad de acogida. Delincuencia, degradación del sistema del bienestar o un desplazamiento de la cultura local en favor de los recién llegados son algunos de los problemas que suele generar este fenómeno.

No obstante, con ello no abogo por abandonar a los más necesitados a su suerte. Ni me desentiendo de la agonía que padece el Tercer Mundo. Soy cristiano y creo en el mandato divino de amar al prójimo como a mí mismo. También en que todas las personas tenemos la obligación de tratar de mejorar nuestro entorno en la medida de nuestras posibilidades y de intentar dejar a nuestros herederos un mundo mejor. Es por ello que propongo algunas medidas:

1) Un Plan Marshall para África y para el Tercer Mundo. Simplemente con que las potencias occidentales destinasen la mitad del dinero que se ha entregado a los bancos o que un año redujeran el gasto en armamento militar a la mitad, habría dinero más que de sobra para acabar con el hambre en todo el planeta. De lo que se trata es de que la gente pueda vivir dignamente en sus naciones de origen, no de que haga las maletas para marchar a otro país.

2) Un Tribunal Penal Internacional auténticamente operativo capaz de juzgar y encarcelar a todos los dictadores, genocidas, políticos corruptos, ladrones y asesinos que saquean las arcas de sus estados o que fusilan a inocentes. También a aquellos gobiernos y multinacionales que fomentan guerras y golpes de estado en el Tercer Mundo. En la medida en que acabemos con la impunidad de los criminales, podremos tener una sociedad realmente justa.

3) Impulsar las democracias en todo el mundo. No se trata de imponerlas a base de bombas, como en Irak o Afganistán, ya que eso no funciona. Más bien de aislar política y diplomáticamente a los regímenes totalitarios hasta hacerlos claudicar, como tan eficientemente se hizo en la Sudáfrica del Apartheid. Tan sólo apunto un dato: hasta la fecha nunca en toda la historia ha habido una guerra entre dos democracias. Si acabamos con la dictaduras, tendremos un mundo en paz.

En fin, que existen otros medios más efectivos que la inmigración para ayudar a la gente. Ni las fronteras abiertas ni el papeles para todos van a resolver nada. Son sólo demagogia. Estar en contra de un aluvión de extranjeros no significa ni mucho menos ser una persona insolidaria o insensible al dolor ajeno. Todos tenemos el deber moral de ayudarnos unos a otros. Yo tan sólo discrepo de que una inmigración salvaje sea el método más adecuado para ello.

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