En el extremo suroeste de Europa se encuentra Portugal. Dada su poco envidiable situación geográfica, no extraña que fuera un país de emigrantes, de marinos y de navegantes. Portugal mira al Atlántico. Fue una potencia económica, social y cultural mundial, con un imperio colonial que iba desde Brasil hasta las Indias Orientales.
Portugal es un superviviente nato. A diferencia de Cataluña escapó de España; no fue absorbido por su protectora económica (Inglaterra) como Escocia, ni repartido en la unificación de los imperios europeos (caso de Nápoles o Baviera) y sus colonias sobrevivieron a las Guerras Mundiales, a diferencia de Alemania o Italia.
Pero hoy todo es distinto. Su economía es agropecuaria, con una industrialización insuficiente y muy tardía. Es un país pobre cuya fisonomía recuerda más a Suramérica que a Europa. La decadencia de sus espacios culturales y naturales clama al cielo. El pueblo tiene una mirada triste y recuerda con nostalgia los años dorados.
El 95% de los lusos es católico y esta iglesia tiene allí un gran peso social. Además del portugués (idioma hermano del gallego) se habla también el mirandés, una lengua minoritaria de Miranda do Douro. Esta nación secular guarda estrechos vínculos culturales con Galicia y su destino histórico está ligado al de la Península Ibérica.
Su cultura, su folclore y sus fados con célebres. Es tierra de grandes cantantes (Amália Rodrigues…), literatos (Luis de Camões, Fernando Pessoa, José Saramago…), marinos (Hernando Magallanes, Bartolomé Díaz, Vasco de Gama…) o balompedistas (Eusébio da Silva, Cristiano Ronaldo, Luis Figo…)
Este país guarda una extraña relación de amor odio con su vecino. A España le gustaría absorber Portugal y los lusos tienen miedo de ser absorbidos. España se ve como una especie de hermano mayor y Portugal se siente algo acomplejado. Son pueblos hermanos, sin duda, pero hermanos que viven de espaldas uno al otro.
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