Jesucristo: el mejor escudo contra la crisis.

Hace muchísimo tiempo los seres humanos decidieron construir una enorme torre, la de Babel, que les iba a proteger de cualquier inundación que el Señor les pudiera enviar. Fracasaron. Hace no tanto tiempo unos ingenieros diseñaron un trasatlántico llamado Titanic. Decían que era el mejor barco del mundo y que ni siquiera Dios era capaz de hundirlo.  Naufragó. Si hace apenas un año me hubiesen dicho que estados de la solvencia de Grecia, Islandia o California iban a quebrar en unos meses hubiese pensado que mi interlocutor estaba borracho o me tomaba el pelo.

Hay algo que me gusta de las crisis: hacen que nos demos cuenta de que no somos nadie porque sistemas políticos, ideológicos o financieros que pensábamos indestructibles se derrumban en una sola noche. No hay nada seguro. Hace unos meses, en España  la gente estudiaba oposiciones pensando que ser funcionario les iba a garantizar un empleo seguro para toda la vida. Pero el Gobierno Central y los autonómicos ya han anunciado recortes de sueldo en los funcionarios y una oleada de despidos de interinos. Esta crisis es una cura de humildad que nos pone de nuevo los pies sobre la tierra.

Como siempre, en España la crisis la pagarán los mismos: trabajadores, empresarios, funcionarios, madres y pensionistas.  Los sinvergüenzas que nos gobiernan no se plantean suprimir ministerios o diputaciones, recortar sueldos de diputados, senadores, alcaldes y concejales, replantear las subvenciones a sindicatos, ONG o confesiones religiosas, o investigar los paraísos fiscales. No. Los palos, para los de siempre. Yo no soy inmune a todo esto. La guillotina pende sobre mi cuello y podría verme en la calle pronto. Sin embargo, estoy tranquilo y no me preocupa nada.

En la Biblia, Jesús dice que no debemos preocuparnos por el día de mañana, por lo que comeremos, beberemos o vestiremos. Dios está al cargo de sus hijos y si cuida de las aves del cielo, de los lirios del campo y hasta de la hierba ¿cuánto más no protegerá a sus hijos y cubrirá sus necesidades? (Mateo 6:25-34). En estos tiempos de crisis hay gente que desespera y hasta se plantea prostituirse para salir adelante. Yo, en cambio, duermo a pierna suelta pues sé que si oro con fe, el Señor me protegerá de todo mal. Nada tengo de qué preocuparme: Dios tiene todo bajo control.

Neoliberalismo económico: una doctrina satánica.

«¿Qué es el neoliberalismo? El neoliberalismo es cuando un lobo hambriento se acerca a un rebaño de ovejas y le pide al pastor que se ponga a un lado, que no intervenga, porque así se resuelven las cosas de manera mucho más eficiente» (Josué Ferrer).

Cada día estoy más convencido de que el llamado neoliberalismo es una doctrina de corte satánico. Y cuando hablo de liberalismo no me refiero a una política que favorece la iniciativa privada, la libertad económica o el comercio. Todas esas cosas son muy buenas y deseables ya que generan riqueza en una sociedad. Yo a lo que me refiero es a esa ideología que predomina en nuestros días y que exige a los estados que no intervengan o que miren a otro lado mientras los poderosos hacen y deshacen a su antojo en nombre del mercado y sin que les pueda controlar absolutamente nadie.

Todos sabemos que en una sociedad hay fuertes y hay débiles, hay ricos y hay pobres, hay empresarios y hay trabajadores. Siempre ha sido así y siempre lo será. Que se le exija al Estado que no intervenga, que no proteja a la parte débil de los abusos de la fuerte, todo en pro de un supuesta libertad mercantil, es tanto como si el lobo que ronda hambriento a una oveja le pide al pastor que no intervenga cuando se acerque a ella. Todos sabemos de sobra qué ocurrirá si el pastor incurre en una dejación de funciones. Hasta hoy, nunca una oveja se comió un lobo.

A los gurús del liberalismo no les basta con ser archimillonarios. A ellos lo que les da morbo, lo que se la pone dura, es la idea de oprimir al pobre. No les basta con tener un yate, una mansión o un helicóptero privado. No. Ellos no van a parar hasta poder robarle al mendigo el mendrugo de pan que tiene en la boca. ¿Cómo si no se explica que multinacionales que podrían pagar buenos sueldos contraten a esclavos en el Tercer Mundo? ¿O que haya supuestos cristianos que aboguen por la privatización de la sanidad y la educación y el recorte de los derechos sociales de la gente?

Las sectas luciferinas, ésas que hacen orgías a la luz de la luna, son todas de la alta sociedad. No es de extrañar que sea este tipo de gente la que haya empujado al mundo a una crisis económica sin precedentes. La crisis ha sido motivada por valores satánicos como la avaricia, la codicia, el egoísmo o la injusticia. Es la gente que habla de «el mercado» con la misma veneración con la que los idólatras en tiempo de Moisés adoraban al becerro de oro. Hasta las iglesias se han visto contaminadas con la teología de la prosperidad. Necios; no os podréis llevar un solo euro al otro mundo.

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