El sobrecogedor terremoto que asoló Haití en 2010 fue el más destructor del mundo en mucho tiempo. El seísmo, que provocó la muerte de más de 100.000 personas, fue comparado por su devastación con la bomba de Hiroshima. Un año después de la tragedia, ni siquiera se han recogido los cascotes. Todo sigue igual o peor.
Es sólo la gota que colma el vaso de una lista infinita de tragedias que han azotado a este pueblo desde que se independizó de Francia en 1804. Es la primera república negra de la historia, la primera en expulsar a los colonos blancos. Pero aunque el país se liberó de la esclavitud desde entonces todo le ha ido de mal en peor.
Su resistencia heroica frente al imperialismo francés ayudó a consolidar la independencia de Estados Unidos. Los estadounidenses no hubiesen podido conquistar las colonias francesas en Norteamérica si no hubiese sido porque Francia estaba ocupada tratando de sofocar las rebeliones independentistas de Haití.
En los últimos 200 años ha padecido una cascada de guerras, golpes de estado, dictaduras, corrupción generalizada, hambre, miseria, represión, colonialismo, deuda… En todo este tiempo a nadie le ha importado que los malos gobernantes hayan saqueado al país más pobre de América y uno de los más famélicos de la Tierra.
Continuos cortes en el suministro eléctrico, falta de agua potable, carreteras polvorientas aún por asfaltar, la ausencia de una sanidad y una educación dignas… Gente inocente que vive hacinada como ratas, que busca comida entre la basura y que sufre a diario por sobrevivir en un estado fallido, una pocilga de nación.
Haití parece un país maldito, como si viviese bajo el embrujo del mismo demonio. Los haitianos se han encomendado a rituales de corte satanista como vudú, brujería, ocultismo, espiritismo, animismo, magia, adivinación, mal de ojo… Prácticas espirituales que han desatado en la isla el infortunio, la calamidad y la muerte.
Comentarios recientes