Suecia: el Estado del bienestar.

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En el corazón mismo de la fría Escandinavia encontramos a Suecia; una patria casi tan grande como España pero con menos población que Portugal. Es una sociedad progresista, próspera, pacífica, culta e igualitaria, uno de los países más avanzados del mundo y el paradigma nórdico: gente muy blanca, rubia y de ojos azules.

La Suecia vikinga se unifica en torno al año 1000. Esta nación se fusionó con Dinamarca y Noruega en la Unión de Kalmar (1397-1523) pero los nobles suecos promovieron la secesión. Luego Suecia le arrebató tierras a Dinamarca, en 1809 Suecia entregó a Rusia Finlandia y Åland y en 1905 Noruega se independizó de Suecia.

Suecia pasó de la miseria y la emigración en el siglo XIX a ser riquísima en el XX. Es además el máximo exponente del modelo escandinavo: una sociedad que soporta a gusto la mayor presión fiscal del mundo -junto con Dinamarca- gracias a lo cual se garantiza un generoso estado del bienestar, así como los derechos sociales.

Iglesia y Corona van de la mano. Olaf Skötkonung fue el primer rey cristiano allá por el siglo X. Hoy el monarca es jefe de la Iglesia Luterana. El 85% de suecos son luteranos nominales y sólo un 4% asiste a los cultos.  Alfred Nobel, Ingmar Bergman, Carl Von Linné o Anders Celsius son ejemplos de la cultura nacional.

Además del sueco se hablan otras lenguas locales. La principal minoría étnica es el pueblo saami o lapón, que ha sufrido expolio de tierras, matrimonio interracial, prohibición de la lengua propia y anulación de la cultura tradicional. El Estado Sueco, en su política eugenésica, esterilizó a unos 230.000 saami entre 1934 y 1996.

En los últimos años Suecia se ha adaptado a los extranjeros en lugar de exigir lo contrario y promovido el feminismo. El resultado: guettos de inadaptados y un 75% de matrimonios que se separa antes de cuatro años. Son los frutos morales de tantísimas décadas de buenismo y multiculturalidad. Es el suicidio de una gran nación.

Noruega: el Primer Mundo del Primer Mundo.

Noruega perteneció primero a Dinamarca y luego a Suecia durante demasiado tiempo. Los noruegos eran el eslabón más débil de la cadena, por lo que, irritados, decidieron independizarse de ambos reinos y la jugada no les ha podido salir mejor. En el último medio siglo, la economía nacional se ha disparado como un misil.

Su riqueza no para de crecer. Ya es el segundo país del mundo en renta per cápita y el primero en índice de desarrollo humano. Es también el tercer mayor exportador de petróleo del globo. El dinero que obtiene del oro negro se destina al ahorro para garantizar las pensiones y el futuro de la nación en tiempo de vacas flacas.

Noruega es un ejemplo de que se vive mejor fuera de la Unión Europea (UE) que dentro. Su estado del bienestar es envidiable, precisamente porque sus intereses no están teledirigidos desde Bruselas. Los impuestos son altísimos pero a cambio la ciudadanía goza de una gran protección social. Es el Primer Mundo del Primer Mundo.

Se trata de un país de bosques nevados y fiordos de ensueño repleto de recursos y poblado por sólo cinco millones. La gente es tan educada que nunca interrumpe a su interlocutor en una conversación y espera a que finalice antes de contestar. Es el país más pacífico y seguro de la Tierra, la gran superpotencia olímpica de invierno.

El idioma noruego tiene dos normativas escritas oficiales: el noruego bookmal y el ninorsk. El primero es un lenguaje artificial plagado de danesismos que deriva de la época en que Dinamarca gobernaba el país con la complicidad de una burguesía colaboracionista. El segundo coincide con el habla natural del pueblo llano.

Pero no es oro todo lo que reluce. Noruega es famosa, junto con Japón, por cazar ballenas en peligro de extinción con la excusa de la ciencia. Y el clima es de frío polar. Pese a todo, es una gran nación. Algunos de sus hijos más ilustres son el escritor Henrik Ibsen, el explorador Roald Amundsen o el pintor Edvard Munch.

Una crisis artificial para destruir a la clase media.

La crisis que vivimos en la actualidad no es económica sino de valores morales. Es una estrategia planificada, una crisis artificial diseñada por la plutocracia para destruir a la clase media. Se trata de que a lo largo de los próximos años la cosa esté bien jodida y que con esa excusa se desmantele el estado del bienestar y los derechos sociales y laborales de los trabajadores. Sólo cuando haya una rendición incondicional de la clase media, se dará oficialmente por concluida esta durísima crisis. Se avecina la dictadura del empresariado, el clímax del satanismo neoliberal.

Resolver la crisis económica es muy sencillo. Se puede lograr en sólo 24 horas, de hecho. Bastaría con eliminar los paraísos fiscales. ¿Pero por qué no se hace? Porque no interesa que la crisis acabe. En el Estado Español se podrían reducir muchísimos gastos supérfluos: suprimir las diputaciones provinciales, privatizar las televisiones y radios públicas, fusionar ayuntamientos, reducir el número de los coches oficiales (España tiene más que todo Estados Unidos), acabar con subvenciones improductivas (que son el 90%), etc. Pero no se hace nada de todo esto.

La realidad es que no se toman medidas para acabar con la crisis, sino para alargarla. Todas las recetas para arreglar el desaguisado que nos ofrecen los supuestos entendidos lo único que hacen es agravar el problema:  privatizar la sanidad y la educacion, trabajar más y ganar menos, reducir sueldos y al mismo tiempo incrementar precios, abaratar el despido, recortar derechos sociales y laborales, ofrecer incentivos fiscales a las grandes empresas y masacrar a impuestos a los autónomos y trabajadores, etc. Todo para perjudicar a la clase media.

Queríamos reformar los mercados y los mercados nos acabaron reformando a nosotros. Queríamos acabar con los paraísos fiscales y acabamos abaratando el despido. Queríamos acabar con los desmanes del neoliberalismo y acabamos a los pies del Fondo Monetario Internacional (FMI). La austeridad impuesta a Grecia sólo servirá para agravar su quiebra y después vender el país a precio de saldo. La reciente reforma constitucional en España será la excusa que enarbolen los privatizadores de la sanidad y educación. Nuestra cabeza servida en bandeja de plata.

Aquí hay  una lucha de oligarquías. Los ricos occidentales no quieren que los ricos asiáticos les desbanquen de la cúspide de la opulencia. China o India son potencias emergentes basadas en una mano de obra esclava. ¿Cómo competir contra ellos? Los tiburones del neoliberalismo lo tienen claro: no se trata de dotar de derechos a los trabajadores de Asia, sino de eliminar tales derechos a los empleados occidentales. Pero claro, esto no se puede hacer de la noche a la mañana porque sería traumático y provocaría una enorme revolución en las calles.

Hay que hacerlo lentamente, para que poco a poco los trabajadores se acostumbren a la pérdida de derechos laborales y sociales y al final lo vean como inevitable o incluso positivo, con la inestimable ayuda de los lavados de cerebro de la prensa. Se trata de sabotear el sistema desde dentro, provocar el hundimiento de la sanidad, la educación y los salarios hasta que la gente se canse y de repente aparezca una solución mágica: privatizar todo y que se lo queden cuatro. Para entonces la opinión pública estará tan desmoralizada que no opondrá resistencia alguna.

La clase media ha durado en Occidente lo que duró la Unión Soviética. Antes, la oligarquía occidental temía que los trabajadores acabaran apoyando el comunismo y despojaran a las elites de sus propiedades. Por eso los mimaban. Pero una vez finiquitada la alternativa comunista, el capitalismo salvaje tiene las manos libres para destruir el estado del bienestar. La extrema derecha económica está desatada. Este cuento tiene dos posibles desenlaces: o la revolución o retorno a la esclavitud y derecho de pernada. De nosotros depende que haya un final  feliz.

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Robar a los pobres para dárselo a los ricos.

El presidente de España, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero ha impulsado un plan de austeridad que conlleva los mayores recortes sociales desde la postguerra. Bajar el sueldo a los funcionarios un 5% de media, eliminar el cheque bebé que fomentaba la maternidad, congelar las pensiones de nuestros mayores, elevar el IVA de 16% a 18% o subir los impuestos son medidas equivocadas, no sólo por injustas sino por ineficientes. Subir los impuestos nunca es una buena solución pues retrae el consumo y ahuyenta los capitales, y minar el poder adquisitivo de la clase media tan sólo postergará nuestra salida de la temida crisis.

Lo más increíble es que, puestos a recortar, hay tantos gastos supérfluos que si se suprimieran no sólo acabaríamos con el déficit sino que tendríamos un superávit que nos saldría por las orejas. Sin ánimo de ser exhaustivo, veamos unos ejemplos de ello:

-De nada sirve recortar el salario un 15% a diputados, senadores, alcaldes y concejales si cada vez que llegan las elecciones éstos pueden subirse el sueldo a placer, en ocasiones hasta un 300%. Debe existir una limitación real en los emolumentos de nuestros políticos.

-En España hay más de 7.000 Ayuntamientos, el 60% de los cuales tiene menos de 1000 habitantes. Alemania, con el doble de población, tiene 3000. Toca fusionar  localidades limítrofes y eliminar administraciones innecesarias que sólo nos generan gasto.

-¿Por qué no se suprimen las Diputaciones? No sirven para nada. Son una rémora del pasado, la más inútil,  provinciana y absurda administración. Sus competencias se solapan con las de comunidades autónomas y ayuntamientos y sólo disparan los costes.

-¿Y qué hacemos con los más de 30.000 coches oficiales, más que los que tiene todo Estados Unidos, cuyo Producto Interior Bruto (PIB) es 11 veces mayor que el español? Sólo en la Comunidad de Valencia hay 700 coches oficiales. ¿Para qué tantos si sólo hay 12 consellers?

-¿Y qué de los más de 35.000 asesores de confianza -casi todos familiares, amantes y amigos de políticos- que cobran por no hacer nada? ¿O la infinitud de parques temáticos y radios y televisiones públicas, que nadie pide pero que proliferan como setas?

-¿Y por qué no se recorta las jugosas subvenciones a todo tipo de chupópteros? Sindicatos, organizaciones empresariales, partidos políticos, ONG, confesiones religiosas, SGAE, Eliseu Climent, Pedro Almodóvar, grupos pseudoculturales, asociaciones de gays…

-¿Y qué hacemos con el 20% de absentismo que existe en el funcionariado español (frente al 1% de Alemania)? Se crean inútiles cargos fantasma mientras que faltan profesores, médicos, enfermeras, policías, militares, funcionarios de penitenciaría o jueces.

-Y la Corona. ¿Cómo es posible que el Rey de España cobre más de 12 millones de euros por dar la Copa una vez al año y por leer el discurso de Navidad? La monarquía es un gasto superfluo que convendría suprimir o cuanto menos reducir a su mínima expresión.

Por tanto, no puedo sino estar en contra de esta sucia política de recortes sociales y del expolio brutal que padecemos los currantes para mantener a una cueva de ladrones y me manifiesto a favor de cualquier huelga, concentración o acto en defensa del pueblo.

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