Estonia: el tigre del Báltico.

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A orillas del frío Báltico, cubierta de bosques, prados y lagos de ensueño, se halla la pequeña república de Estonia. A lo largo de incontables siglos ha sufrido la invasión de daneses, suecos, polacos, germánicos, alemanes, rusos y soviéticos pero hoy vuelve a ser una nación libre. Se independizó de la Unión Soviética en 1991.

Estonia no se parece a sus vecinos bálticos, Letonia y Lituania. Culturalmente está emparentada con Finlandia, pero mientras que ésta fue influida por Suecia, Estonia lo fue más por Alemania. Es muy distinta de Rusia en lengua, cultura y estilo de vida. Es de mayoría luterana y guarda una gran huella de alemanes y suecos.

Fue la república más rica de la Unión Soviética pero Moscú buscaba hacerla dependiente y controlarla. Los colonos rusos tenían privilegios mientras que los nativos eran discriminados en su propia tierra. Los estonios guardan rencor hacia los rusoparlantes monolingües que todavía hoy ni se molestan en aprender su lengua.

Pero actualmente el único idioma oficial es el estonio (que está emparentado con el finés y el húngaro) y la nación es miembro de la Unión Europea (UE), de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de Occidente; así que el viejo imperialismo ruso ya es sólo una pesadilla que se va difuminando poco a poco.

Estonia es conocida como el tigre del Báltico, debido a su célere crecimiento económico en los últimos años. Es un pequeño Hong Kong, un centro comercial sin tarifas aduaneras que incentiva las exportaciones y la inversión extranjera. El norte del país es industrial y el sur agrícola. Una economía emergente sin lugar a dudas.

Al estar situada entre Europa Occidental y Oriental, Estonia es una frontera cultural o mejor dicho un punto de encuentro entre culturas. Este país de poetas y lirismo auna tradiciones tanto del Este como del Oeste, así como de Escandinavia y tiene folclore, música, baile, arte, literatura, teatro, cine y diseño autóctonos muy ricos.

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