Falacia atea: Las profecías acerca de Jesús están manipuladas.

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Hay más de trescientas profecías en el Antiguo Testamento que hablan de la venida de un mesías, de un salvador, y éstas se cumplen en la persona del Señor Jesús. Sin embargo se pueden presentar varias objeciones: ¿Las autocumplió el Nazareno de forma deliberada? ¿Fueron los apóstoles los que falsificaron la historia y dijeron que Él las había materializado pese a no hacerlo? ¿Podría ser el cumplimiento una simple casualidad? ¿Son profecías comparables a las de los videntes actuales? Se trata de dudas razonables. El escritor Josh McDowell ha respondido a algunas de estas cuestiones. Pasemos, pues, a despejar algunas dudas.

¿Podría ser que el cumplimiento de las profecías acerca de Jesús hubiera sido manipulado deliberadamente por Él mismo? No. Porque muchas de las profecías mesiánicas estaban totalmente más allá del control humano de Jesús. Por ejemplo, su lugar de nacimiento (Miqueas 5:2), el tiempo de su nacimiento (Daniel 9:25; Génesis 49:10), la forma del nacimiento (Isaías 7:14), la traición de Judas (Salmo 41:9), el tipo de muerte (Salmos 22:16), las reacciones de la gente (burlas, esputo, miradas fijas…) (Salmo 22:7-8;  Isaías 50:6; Miqueas 5:1), ser atravesado (Salmo 22:16, Zacarías 12:10), la sepultura (Isaías 53:9), entre otros.

¿Podría ser que los discípulos hubieran manipulado las profecías bíblicas para adaptarlas a la persona de Jesús pese a no haberlas cumplido? No. Pensemos que los apóstoles vivieron codo a codo con Jesús. Si se hubiera tratado de un farsante lo habrían abandonado. Tras su crucifixión les entró un ataque de pánico y pensaron que todo había acabado. Tampoco ganaron dinero ni prestigio por seguirle sino persecución y muerte. ¿Qué ganaban con manipular las profecías? Nadie da su vida por una mentira sabiendo que es mentira. Si lo que los apóstoles dijeron de Jesucristo hubiera sido falso sus enemigos habrían sacado a la luz la verdad.

¿Podría ser que los cumplimientos de las profecías en Jesús fueran una mera coincidencia o accidente? No. Puede que una, dos o tres profecías pudieran haberse realizado accidentalmente en Jesús o en algún otro líder del pasado o del presente. Pero es que hay más de trescientas profecías en el Antiguo Testamento que hablan del mesías y que se materializan en el Nazareno. Más todavía: todas se cumplen en un tiempo concreto. El matemático Peter W. Stoner calculó que la probabilidad de que un hombre cumpliera todas las profecías de Jesús justo en el momento adecuado sería de 1 en 1,7 x10, lo cual es una cifra verdaderamente bestial.

¿Podría tratarse de profecías similares a las de los videntes de hoy? No. En tiempos bíblicos había una prueba para distinguir a los profetas falsos (Deuteronomio 18:22) y aquellos cuyas profecías no se cumplieran debían ser apedreados (Deuteronomio 18:20), por lo que era preferible callar si no se estaba seguro del mensaje. No hay profecías erradas en la Biblia. Hoy la mayoría de predicciones fallan, no mencionan hechos inesperados y de las pocas que se cumplen suelen ser  vagas e imprecisas (caso de Nostradamus por ejemplo) o de sentido común (como la muerte de un anciano y enfermo Papa Juan Pablo II).

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: El canon del Nuevo Testamento no es correcto.

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El canon del Nuevo Testamento es el conjunto de 27 libros aceptados oficialmente e inspirados por el Espíritu Santo. ¿Pero por qué se rechazaron los Evangelios apócrifos, como el de Judas? ¿Acaso Jesús tuvo una vida oscura y secreta que nos esconden? ¿Fue una decisión política aceptar algunos libros y desechar otros? ¿Es fiable el Nuevo Testamento que conocemos? Hay testimonios que prueban que sí.

1) El testimonio de los apóstoles. En el Nuevo Testamento encontramos ya algunos indicios que apuntan a que se atribuía a los escritos de los apóstoles una autoridad divina. En la 1 Timoteo 5:18 tenemos el primer ejemplo de citación de palabras de Jesús como Escritura sagrada. La 2 Pedro 3: 15-16 atribuye la misma autoridad a las cartas de Pablo que a los escritos proféticos tan venerados por los judíos.

2) Los escritos de los Padres Apostólicos y de los primeros cristianos están plagados de citas y de alusiones  al Nuevo Testamento, ratificándolo de este modo. La Didajé, San Clemente Romano, la Epístola de Bernabé, San Ignacio de Antioquía, San Policarpo, Papías, el Martyrium Polycarpi, el Pastor de Hermas, Arístides Ateniense o San Justino, entre otros, nos dan fe de ello.

Es cierto que en los primeros estadios del cristianismo no estaba del todo claro que libros iban a componer el canon neotestamentario y hasta se manejaron algunos que hoy están descartados. Pero es que el Imperio Romano era inmenso y la rápida extensión del cristianismo hizo que unas cartas o libros que se conocían por ejemplo en la zona de Roma o en Hispania no se conociesen en Asia Menor o África.

También es cierto que existen estilos de escritura muy diferentes en el Nuevo Testamento, nuevamente a causa de lo explicado en el párrafo anterior. Por ejemplo el estilo del griego usado en 1ª Pedro es diferente del de 2ª Pedro ya que se escribía a dos regiones diferentes en dos momentos diferentes (es como si en la actualidad redactaras una carta en el francés de París y luego otra en francés de Haití).

Tres motivos precipitaron la formación del canon del Nuevo Testamento: 1) La difusión de apócrifos que contenían doctrinas falsas. 2) La herejía de Marción, que rechazaba todo el Antiguo Testamento, y del Nuevo sólo admitía el Evangelio de Lucas y diez epístolas de Pablo). 3) La herejía de los montanistas, que añadían nuevos libros al canon y además afirmaban tener nuevas revelaciones del Espíritu Santo.

¿Qué criterios usaron las iglesias primitivas para conformar el canon actual? 1) Antigüedad (los libros debían estar escritos en tiempos cercanos a Jesús). 2) Apostolicidad (escritos por un apóstol o un compañero suyo). 3) Catolicidad (universalmente válidos y no aceptados sólo por algunas sectas concretas). 4) Ortodoxia (no contradecirse con el resto de la Biblia). 5) La guía del Espíritu Santo.

¿Fueron rechazados los evangelios apócrifos por algún extraño, misterioso y oscuro motivo? No. Fueron rechazados por estas causas: 1) Tienen deslices históricos, geográficos y anacronismos. 2) Enseñan doctrinas falsas y prácticas antibíblicas (como la hechicería). 3) Son superficiales en estilo y contenido que no concuerda con las Escrituras. 4) Carecen de poder profético y hondura poética y religiosa.

¿Es el canon fruto de la proclamación oficial de un concilio romano de siglos posteriores? No. Es resultado de un amplio consenso inspirado por el Espíritu Santo en la Iglesia a lo largo de los cuatro primeros siglos de la era cristiana entre las congregaciones que formaban la cristiandad. Los concilios tan sólo vinieron a confirmar lo que ya había sido previamente aceptado por los creyentes y por el Señor.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: El Nuevo Testamento no es fiable ya que se escribió mucho tiempo después de que ocurrieran los hechos.

12 apostoles del cordero

Muchos ateos piensan que ya que la resurrección de Jesús no puede ser probada científicamente, entonces no es real. Pero el método científico no puede demostrarlo todo; sólo sirve para experimentos que pueden ser repetidos en un ambiente controlado. Si sólo existiera el método científico, no podrías demostrar que hoy has estado en clase a primera hora de la mañana.  Para demostrar si un hecho histórico fue verdadero o no, recurrimos a la prueba histórica legal, basada en el testimonio oral, escrito y exhibición de objetos, y que sirve para demostrar que algo es un hecho fuera de toda duda razonable. Cuando hablamos de Jesús y decimos que Él fue el Hijo de Dios, que obró milagros y proezas y que resucitó es frecuente escuchar a un ateo preguntarte: «¿Pero cómo podemos saber que eso fue realmente así? ¿Cómo fiarnos de esos textos? Quién sabe si es todo inventado. Además, fueron escritos muchos años después de la muerte de Jesús y en todo este tiempo se han podido exagerar los hechos y forjar una leyenda que creció poco a poco». Pero ¿y si aplicáramos esta misma vara de medir a todos los demás libros?

Al respecto, el escritor Josh McDowell comenta: «Tenemos a nuestra disposición la historia escrita por Tucídides (460-400 AC), la cual se basa sólo en ocho manuscritos que datan del año 900 DC, es decir de 1300 años después de que lo escribiera. Los manuscritos de la historia de Herodoto son de una fecha igualmente posterior y escasos pero como indica F.F. Bruce «ningún erudito en la literatura clásica estaría dispuesto a escuchar el argumento de que la autenticidad de Herodoto o Tucídides sea puesta en duda por el hecho de que los manuscritos más primitivos de sus obras que podemos leer fueron escritos 1300 años después de escritas las obras originales». Aristóteles escribió su obra Poética alrededor del 343 AC. Sin embargo la más antigua copia data del 1100 DC. Esto quiere decir que entre el original y la copia hubo un período de 1400 años. Sólo existen cinco manuscritos de esta obra. César compuso su Historia de las guerras gálicas entre el 58 y el 50 DC. La autoridad de su obra, en lo que se refiere a manuscritos, se basa en manuscritos escritos mil años después de su muerte».

En contraste, del Nuevo Testamento hoy existen más de 20.000 copias manuscritas y la mayoría de especialistas concuerda en que los textos fueron redactados en el siglo I DC, es decir, sólo unas pocas décadas después de que ocurrieran los hechos y en el caso de los discípulos por fuentes de primera mano además, es decir, por testigos oculares, por hombres que conocieron a Jesús en persona y que vivieron y trabajaron codo a codo con él. ¿Pero cuándo fueron redactados los Evangelios?  ¿Muchísimo después de la muerte de Jesús como dicen los ateos? ¡Nada más lejos de la realidad! Sir Frederic Kenyon, quien fue director y bibliotecario del Museo Británico, afirmó: «El intervalo entre las fechas de la composición original y la más primitiva evidencia existente es tan pequeño que, verdaderamente, es insignificante». Por su parte William Albright, considerado el más destacado arqueólogo bíblico a nivel mundial, escribió: «Podemos afirmar con absoluta seguridad que ya no hay ninguna base sólida para determinar el tiempo en que se escribió el Nuevo Testamento en fecha posterior al 80 DC».

Dicho de otro modo, obras esenciales de la Historia nos han llegado en número de manuscritos muy inferior a los Evangelios y en textos separados por un número de siglos que se acerca al milenio, pero nadie duda de su veracidad. ¿Por qué aplicar un criterio diferente a los Evangelios que nos  han llegado en un número mucho mayor y en manuscritos mucho más cercanos a la obra original? ¿Por qué la Biblia ha de ser la excepción a la regla? La Biblia -y en modo especial el Nuevo Testamento- supera con sobresaliente la prueba histórica legal ya que tanto los testimonios escritos así como la exhibición de objetos que los prueban (a través de la arqueología por ejemplo) no hacen sino reforzar la idea de que esta obra no es únicamente la Palabra de Dios sino también la fuente historiográfica más importante de toda la Antigüedad. ¿Cómo aceptar como veraz un texto separado del acontecimiento descrito por más de mil años y luego desconfiar de uno separado del hecho por apenas cincuenta años? No existe ninguna razón de peso para ello salvo el prejuicio, que dicho sea de paso constituye un criterio muy poco científico.

Bibliografía consultada:

McDowell, Josh. Más que un carpintero. Editorial Unilit. 1997.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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¿Qué dice la Biblia acerca del infierno?

En los últimos años cada vez se habla menos del infierno. Hoy es casi un tema tabú. En siglos pasados se abusó de este recurso para aterrorizar a la gente y así hacerla creer. Sin embargo, el descrédito creciente de la Iglesia, así como la incredulidad y secularismo imperantes hacen pensar erróneamente que el infierno no es un lugar tan grave, que irá muy poca gente a él o que incluso no existe. Sin embargo, hay más de 160 advertencias sobre el infierno solamente en el Nuevo Testamento. Más de 70 de las cuales fueron pronunciadas por Cristo. Ninguna describe con detalle cómo es aquel terrorífico lugar pero una y otra vez se advierte sobre cuatro de sus características: tiene fuego, es oscuro, hay tormento y es eterno:

¿CÓMO DESCRIBE JESUCRISTO EL INFIERNO?
«Fuego» Mateo 7:19, 13:40
«Fuego eterno» Mateo 18:8, 25:41
«Pecado eterno» Marcos 3:29
«Juicio del infierno» Mateo 5:22
«Fuego del infierno» Mateo 18:9
«Arrojado al infierno» Marcos 9:45 y 47
«Severidad» Mateo 23:14,
«Peor castigo» Marcos 12:40, Lucas 20:47
«Será condenado» Marcos 16:16
«Condenación del infierno» Mateo 23:33
«Resucitarán para ser juzgados» Juan 5:29
«Horno encendido» Mateo 13:42, 50
«Donde el fuego nunca se apaga» Marcos 9:43, 44, 46, 48
«Donde el gusano de ellos no muere» Marcos 9:44, 46, 48
«Lloro y rechinar de dientes» Mateo 8:12, 13:42, 13:50, 22:13, 25:30
«Tormentos» Lucas 16:23
«Sufriendo en este fuego» Lucas 16:24
«Lugar de tormento» Lucas 16:28
«Oscuridad de afuera» Mateo 8:12, 22:13, 25:30
«Castigo eterno» Mateo 25:46

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Existe otro pasaje impagable que describe el infierno. Dice así: «Había un hombre rico que se vestía lujosamentey daba espléndidos banquetes todos los días.A la puerta de su casa se tendía un mendigo llamado Lázaro, que estaba cubierto de llagas y que hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico. Hasta los perros se acercaban y le lamían las llagas. Resulta que murió el mendigo, y los ángeles se lo llevaron para que estuviera al lado de Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron.En el infierno, en medio de sus tormentos, el rico levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.Así que alzó la voz y lo llamó: «Padre Abraham, ten compasión de mí y manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego.»  Pero Abraham le contestó: «Hijo, recuerda que durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí, y a ti, sufrir terriblemente.Además de eso, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco pueden los de allá para acá». Él respondió: «Entonces te ruego, padre, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre, para que advierta a mis cinco hermanos y no vengan ellos también a este lugar de tormento». Pero Abraham le contestó: «Ya tienen a Moisés y a los profetas; ¡que les hagan caso a ellos!»  «No les harán caso, padre Abraham —replicó el rico—; en cambio, si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirían».  Abraham le dijo: «Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos».» (Lucas 16:19-31).

A partir de lo relatado en este pasaje bíblico (tanto si es una parábola ilustrativa como si es una historia real), podemos extraer algunas conclusiones muy claras acerca de cómo es el infierno. Primero, es es un lugar concreto, no un simple estado de conciencia. Segundo, hay un fuego que atormenta a quienes moran allí. Tercero, el sufrimiento es tan atroz que el rico suplica simplemente por un mínimo alivio. Cuarto, el rico se lamenta -pero es demasiado tarde- de lo que ha hecho en vida y trata de advertir a sus familiares para que no vayan a este lugar de tormento, pero le resulta del todo imposible. Quinto, existe una gran sima puesta entre el cielo y el infierno, con lo que no se puede pasar de un lugar al otro ni viceversa.

¿Qué más sabemos? Apocalipsis 14:10 habla de ser «atormentado con fuego y azufre». Job 18:21 habla de un «lugar del que no conoce a Dios» y otra vez menciona el azufre (Job 18:15). Apocalipsis 14:11 advierte: «El humo de ese tormento sube por los siglos de los siglos. No habrá descanso ni de día ni de noche para el que adore a la bestia y su imagen, ni para quien se deje poner la marca de su nombre». La Biblia dice en Hebreos 9:27: » Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio». Apocalipsis 20:15 añade: «Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego». Fuego, azufre, tormento eterno… Son conceptos que se repiten sin fin.

¿Dónde está el infierno? La Biblia dice que Jesús descendió al sepulcro (Hechos 2:27) pero que Dios no permitió que su alma quedara allí ni su carne vio corrupción y fue resucitado (Hechos 2:31-32). Jesús estuvo tres días y tres noches en las entrañas de la tierra (Mateo 12:40) y descendió a las partes más bajas de la tierra (Efesios 4:9).  Números 16:32-33 dice: «Se abrió y se los tragó, a ellos y a sus familias, junto con la gente y las posesiones de Coré. Bajaron vivos al sepulcro, junto con todo lo que tenían, y la tierra se cerró sobre ellos. De este modo fueron eliminados de la comunidad». Pasajes así hacen que muchos interpreten que el infierno es un lugar en las profundidades de la Tierra, donde hay un abrasador magma.

Jesús, quien era Dios, habló muy seriamente acerca del infierno. Hasta el punto de descender allí mismo para predicar a los espíritus encarcelados (1 Pedro 3: 18-21). Hasta el punto de advertir que es mejor cortarse la mano, el pie o el ojo y ser salvo a ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere y el fuego nunca se apaga (Marcos 9: 43-48). El propio Cristo preguntó, en Marcos 8:36: «¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?» Dios amó al mundo hasta el punto de entregar a su hijo unigénito para darnos vida eterna (Juan 3:16) pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida; sino que permanecerá bajo el castigo de Dios (Juan 3:36). Muchos arderán en el fuego eterno para siempre.

Hay muchos nombres para referirse al infierno (lago de fuego, lugar de tormento, abismo, inframundo, tártaro, gehena…) pero todos se refieren a un mismo macabro lugar. No existe en la Biblia una descripción detallada acerca de cómo es concretamente ese espantoso reino, o cómo funcionan las cosas allí o dónde se encuentra ubicado con exactitud, por lo que existen todo tipo de  especulaciones y debates al respecto. Ahora bien, podemos dibujarnos bien el averno con sólo cuatro pinceladas: es un lugar sepulcral y tenebroso, con fuego que atormenta a quien allí mora y este castigo es eterno. Esto debiera bastar para aceptar a Cristo como señor y salvador y para tratar de evitar aquel monstruoso horror a toda costa.

Fuente: Santa Biblia Nueva Versión Internacional 1999.

¿Por qué Dios no castigó la poligamia en el Antiguo Testamento?

Pregunta de Rosa Micó.

Vilanova i la Geltrú, Cataluña. España.

Antes de empezar a hablar de la poligamia convendría aclarar algunos conceptos. Poligamia quiere decir simplemente matrimonio de más de dos personas. Ahora bien, existen diferentes tipos de poligamia. Está la poliginia, que es cuando un hombre se casa con varias mujeres (por ejemplo como hacen los musulmanes). Pero también está la poliandria, cuando una mujer tiene varios maridos (por ejemplo en el Tíbet, aunque es una práctica en decadencia). E incluso existe un tercer tipo, que consiste en varios hombres y varias mujeres casados todos juntos en un matrimonio múltiple (caso este último extremadamente inusual). Cuando aquí vamos a hablar de poligamia nos referiremos al primer tipo, la poliginia. Es una tradición milenaria presente en la Biblia y muy viva aún en África, no sólo entre musulmanes sino incluso entre cristianos, aunque esto último poca gente lo sabe.

El primer caso en la Biblia fue Lamec en Génesis 4:19: “Y Lamec tomó para sí dos mujeres». Sabemos que muchos hombres prominentes del Antiguo Testamento eran polígamos, como Abraham, Jacob o David entre otros. El caso más exagerado fue el del rey Salomón, quien tuvo 700 esposas y 300 concubinas (1 Reyes 11:3) No existe ninguna condena explícita hacia la poliginia en toda la Biblia. A Salomón Dios lo castiga no por tener muchas esposas sino porque él consentía que algunas de ellas adoraran falsos dioses (1 Reyes 11:1-13). Y el máximo reproche bíblico hacia el asunto es el de que el rey de Israel «no tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe» (Deuteronomio 17:17). Reproche que permitía que tuviera más de una. En todo caso, la ley indicaba que cuando se tomara una nueva esposa nada debería disminuir a la primera (Éxodo 21:10).

El Señor nunca castigó la poligamia en la Biblia. Conociendo el contexto sociocultural de la época es fácil deducir los motivos. Primero, siempre ha habido más mujeres que hombres en el mundo. Estadísticas actuales hablan de un 51% de mujeres frente a un 49% de varones, lo cual en aquel tiempo suponía decenas de miles de mujeres más que de hombres. Segundo, en la Antigüedad las guerras eran especialmente atroces con lo que tal vez de cada cien hombres que marchaban a la guerra sólo veinte o treinta regresaban con vida. Tercero, había altísimas tasas de mortalidad infantil, por lo que, desde un punto de vista estrictamente reproductivo, la poliginia era clave pues un varón podía concebir más hijos estando casado con varias esposas que estándolo sólo con una. Así, una tribu podía poblar un territorio más rápidamente para poder construir allí una nación.

Pero la más importante de las razones es que aquella era una época en la que la mujer no podía estudiar o trabajar como ahora. Su acceso al empleo estaba prácticamente vetado y su destino era ser madre y ama de casa, con lo cual el sustento económico lo traía el marido, por lo que una dama sin esposo quedaba sumida en la ruina y a menudo debía vender su cuerpo para sobrevivir. Para evitar este drama es que se inventó la poliginia. Una fémina soltera, o una viuda con hijos a su cargo, iba a la bancarrota. La viuda era el paradigma de la persona más pobre de entre todos los pobres. En aquel entonces no existían las pensiones de viudez, ni la Seguridad Social, ni el estado del bienestar ni nada. Una viuda se hundía en la extrema miseria. Prácticamente sólo podía sobrevivir de la caridad de sus familiares, de la ayuda de la iglesia o de ejercer el oficio más antiguo del mundo.

La ley judía obligaba a un hombre a que se casara con la esposa de su hermano si éste fallecía. Así, un varón, aunque ya estuviese casado, debía tomar por esposa a su cuñada y encargarse de su manutención y de la de sus hijos. Para el común de los mortales esto significaba más un problema que otra cosa. Primero, porque suponía una carga económica. Y segundo, porque estaba obligado a casarse con su cuñada, le gustase o no le gustase. Y la cuñada no siempre tenía por qué ser Miss Universo, podía tratarse de una mujer fea y antipática. La poliginia por tanto lejos de ser un instrumento machista para saciar los apetitos sexuales de los hombres, era en realidad un salvavidas económico para auxiliar féminas que no tenían nada para comer. La idea era algo así como que si una mujer se quedaba sin marido, había que buscarle rápidamente uno nuevo para que se ocupara de ella.

Desde una óptica feminista del siglo XXI quizás la poliginia pueda parecer una medida machista, pero en realidad era progresista y hasta feminista para los parámetros de aquella época pues era una especie de primitiva Seguridad Social que obligaba a los varones a encarcargarse de las mujeres. Y servía para poblar rápidamente un país. Una feminista podrá objetar que aquello era injusto o preguntarse por qué una dama no podía tener cinco maridos. La respuesta es obvia: porque eso no le permitía tener cinco hijos por año. Desde un punto de vista reproductivo o demográfico era inútil. Es cierto, no obstante, que los reyes y los poderosos abusaron de la poliginia para crear todo un harén a su servicio. Aunque lo mismo viene a ocurrir ahora: los ricos y los famosos se aprovechan de su situación para ser mujeriegos y saltar de cama en cama. Nada nuevo bajo el sol.

Resulta indiscutible que Dios no sólo no castiga la poliginia en ningún momento sino que incluso la tolera. Pero aún cuando se permitía la poligamia, la Biblia presenta la monogamia como el plan que se ajusta más al ideal de Dios para el matrimonio. La Biblia dice que la intención original de Dios fue que un hombre estuviera casado sólo con una mujer: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola (singular) carne.” (Génesis 2:24). Mientras que Génesis 2:24 describe lo que es el matrimonio, más que cuántas personas deben integrarlo, debe notarse el uso consistente del singular. En el Nuevo Testamento, 1 Timoteo 3:2, 3:12 y Tito 1:6 señala: “marido de una sola mujer” en una lista de requerimientos para el liderazgo espiritual de un anciano. Por tanto, todo apunta en un sentido muy unidireccional, como se puede ver.

Por su parte, en Efesios 5:22-33 el apóstol Pablo habla acerca de cómo debe ser un matrimonio cristiano. En la relación entre esposos y esposas, todas y cada una de las veces en las que Pablo se refiere a un esposo (singular) se refiere siempre a una esposa (singular). Mientras que de alguna manera es un pasaje paralelo, en Colosenses 3:18-19, Pablo se refiere a esposos y esposas en plural, está claro que está refiriéndose a todos los esposos y esposas entre los cristianos colosenses, y en ningún momento declara que un marido pueda tener varias mujeres. En contraste, Efesios 5:22-33 está describiendo específicamente la relación matrimonial.  En ella compara la relación de Cristo con la iglesia con la de un esposo y su esposa. Si la poligamia fuera deseable por Dios, toda la ilustración de Cristo en relación con Su cuerpo (la iglesia), y la analogía de esposo-esposa, sería nula.

El plan original de Dios era el matrimonio de un varón con una fémina. Prueba de ello es que el Señor creó a Adán y Eva. No a Adán y Esteban. Ni tampoco a Adán, Eva, Laura, Isabel y María. Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Génesis 1:27). A tenor de lo escriturado en la Biblia podemos afirmar sin género de duda tres ideas básicas: 1) El plan original de Dios es el matrimonio de un solo hombre con una sola mujer. 2) La poliginia no es una institución inventada por Dios sino por las personas. 3) No obstante, no existe ninguna condena firme hacia la poliginia a lo largo de todas las Escrituras (tampoco una aceptación expresa). De lo anterior podemos concluir que Dios no se opone a la poliginia (ni entonces ni tampoco en nuestros días) aunque lógicamente prefiere la monogamia de un solo hombre con una sola mujer.

Fuente: Biblia Reina-Valera 1960.

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