Bulgaria: querer y no poder.

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El rey Asparukh fundó el estado búlgaro en el siglo VII. En su etapa de máximo esplendor llegó a ser un imperio (siglos VII al XV) que abarcó la mayor parte de los Balcanes, pero después sufrió la bota opresora turca durante casi cinco siglos hasta que en 1878 fue liberado por los rusos, a quienes profesa una gratitud eterna.

El nacionalismo sueña con una Gran Bulgaria. El país participó en las dos Guerras Mundiales movido por ambiciones territoriales, pero siempre eligió el bando perdedor. Todavía hoy reivindica la desgajada Rumelia, la República de Macedonia, a la que considera como parte de su territorio, y una salida al Mar Egeo.

En 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, pasó a ser una dictadura comunista y formó parte del Bloque del Este. Con la caída del Muro de Berlín en 1989, se hizo una transición ordenada hacia la democracia capitalista que acabó con su ingreso en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y en la Unión Europea (UE).

Hoy es uno de los estados más atrasados y corruptos de Europa. Su economía es aún agropecuaria y minera y el pueblo ha iniciado un éxodo hacia Europa huyendo de la miseria. Hay importantes minorías étnicas que no se integran como turcos, gitanos o pomacos. El futbolista Hristo Stoichkov es su ciudadano más famoso.

El rey Boris I fue el monarca que trajo el cristianismo y la escritura cirílica allá por el siglo IX. El búlgaro es el idioma eslavo más antiguo y está emparentado con el macedonio y con el ruso. La lengua, junto a la Iglesia Ortodoxa Búlgara, son dos señas de identidad de esta patria. La influencia cultural helena es muy grande.

Bulgaria quiere ampliar su territorio pero es demasiado débil para lograrlo. Quiere ser una nación moderna y desarrollada pero el lastre de la pobreza y la corrupción se lo impide. Quiere ser occidental toda vez que sigue con el alfabeto cirílico y mirando a Moscú. Tuvo una historia gloriosa pero hoy es un quiero y no puedo.

 

Bielorrusia: el estado dependiente.

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Heredero de varios principados nórdicos (Turov, Smolesnk, Polotsk…), el actual territorio de Bielorrusia ha estado repartido durante siglos entre potencias extranjeras (lituanos, polacos, alemanes…). Se independizó de Rusia en 1918 pero luego fue absorbida por la Unión Soviética en 1919, de la cual se separó en el año 1991.

El nacimiento de la república fue accidental. No hubo un sentimiento separatista como en Ucrania sino que su salida de la Unión Soviética fue una acción exterior más que una respuesta a exigencias y procesos internos. Los nacionalistas, por lo general católicos y partidarios del idioma bielorruso, son minoría en su propio país.

En tiempos soviéticos Bielorrusia sufrió una intensa rusificación que perdura hoy. El ruso, el rublo, una economía rusodependiente o la Iglesia Ortodoxa son totalmente asumidos. Es miembro de la Unión de Repúblicas Soberanas (URS) y de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), para estrechar vínculos con Moscú.

El bielorruso es el idioma oficial. Se trata de una lengua o conjunto de lenguas similares al ruso y en menor medida al ucraniano. En 1995 se hizo un referéndum para hacer cooficial el ruso y el resultado fue aplastante: 82,4% del pueblo a favor. Esto acabó con cualquier esperanza de normalización para la lengua propia.

Es uno de los países más pobres de Europa. El Estado no puede mantener las pensiones, y la población está lastrada por el envejecimiento, la emigración, la baja natalidad y la elevada mortalidad infantil. A pesar de contar con una gran industria minera y ser rica en hidrocarburos, su economía depende totalmente de Moscú.

Bielorrusia es el caso más extraño de Europa. Es una dictadura corrupta pero se disfraza de democracia. Es estado pero no soberano. Proclamó su independencia pero es al mismo tiempo dependiente. Es pueblo pero sin voluntad de serlo. Es un estado títere, una colonia sumisa, un país acomplejado… ¡Y a la gente le parece bien!

http://www.youtube.com/watch?v=z_slkSLuOf8

Letonia: el que resiste gana.

© CE/EC Flag of Latvia 6/12/2003

Heredera de la antigua Livonia, la actual Letonia amanece cubierta de bosques y lagos a orillas del Báltico. Su situación estratégica entre Europa Occidental y Oriental por siglos la hizo blanco de invasiones por parte de suecos, germanos, polacos, lituanos, alemanes y rusos. Se independizó de la Unión Soviética el año 1991.

El dictador soviético Josip Stalin ordenó purgas en 1940, 1945 y 1949 por las que más de 160.000 letones fueron a campos de trabajos forzados. Los indomables letones se lanzaban al monte y luchaban como guerrilleros contra Moscú. Más tarde, pasaron a la resistencia pasiva y la desobediencia civil. Ni Stalin pudo con ellos.

Actualmente el gran reto nacional es la diversidad étnica: los letones son poco más de la mitad de la población en su propio país y existe una minoría de un 30% de rusos, casi todos monolingües que ni se molestan en aprender el idioma patrio. Actúan como Caballo de Troya al dictado de Moscú y son vistos con rencor por los nativos.

Su otro gran desafío es crear una economía independiente (Rusia forzó a Letonia en el pasado a depender de sus materias primas). Es el más industrializado de los tres estados bálticos y la mujer está muy incorporada al mundo laboral. Pertenece a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a la Unión Europea (UE).

El letón es oficial, un idioma báltico-eslavo similar al sánscrito y relacionado con el lituano y el antiguo prusiano. Letonia se parece a Estonia en cultura y religión (más presencia de ortodoxos y luteranos y menos de católicos) y a Lituania en la lengua. El genial cineasta Serguéi Eisenstein, natural de Riga, es el letón más ilustre.

Hasta el siglo XIX la lengua y cultura letonas se transmitieron oralmente a través de canciones folclóricas y leyendas populares muy cotizadas hoy. Es un pueblo muy pequeño pero bravo, aguerrido y valiente que no se conformó con ser botín de guerra de germanos o rusos sino que luchó por una nación libre. El que resiste gana.

http://www.youtube.com/watch?v=kAkTI5Mq40Q

Estonia: el tigre del Báltico.

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A orillas del frío Báltico, cubierta de bosques, prados y lagos de ensueño, se halla la pequeña república de Estonia. A lo largo de incontables siglos ha sufrido la invasión de daneses, suecos, polacos, germánicos, alemanes, rusos y soviéticos pero hoy vuelve a ser una nación libre. Se independizó de la Unión Soviética en 1991.

Estonia no se parece a sus vecinos bálticos, Letonia y Lituania. Culturalmente está emparentada con Finlandia, pero mientras que ésta fue influida por Suecia, Estonia lo fue más por Alemania. Es muy distinta de Rusia en lengua, cultura y estilo de vida. Es de mayoría luterana y guarda una gran huella de alemanes y suecos.

Fue la república más rica de la Unión Soviética pero Moscú buscaba hacerla dependiente y controlarla. Los colonos rusos tenían privilegios mientras que los nativos eran discriminados en su propia tierra. Los estonios guardan rencor hacia los rusoparlantes monolingües que todavía hoy ni se molestan en aprender su lengua.

Pero actualmente el único idioma oficial es el estonio (que está emparentado con el finés y el húngaro) y la nación es miembro de la Unión Europea (UE), de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de Occidente; así que el viejo imperialismo ruso ya es sólo una pesadilla que se va difuminando poco a poco.

Estonia es conocida como el tigre del Báltico, debido a su célere crecimiento económico en los últimos años. Es un pequeño Hong Kong, un centro comercial sin tarifas aduaneras que incentiva las exportaciones y la inversión extranjera. El norte del país es industrial y el sur agrícola. Una economía emergente sin lugar a dudas.

Al estar situada entre Europa Occidental y Oriental, Estonia es una frontera cultural o mejor dicho un punto de encuentro entre culturas. Este país de poetas y lirismo auna tradiciones tanto del Este como del Oeste, así como de Escandinavia y tiene folclore, música, baile, arte, literatura, teatro, cine y diseño autóctonos muy ricos.

Sápmi: los aborígenes del norte europeo.

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Los saami son el pueblo aborigen del norte europeo. Se trata de 70.000 nativos distribuidos a lo largo y ancho de Laponia o Sápmi, una región de 380.000 km2 repartida entre Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia. Su presencia es anterior a la llegada de los escandinavos, fineses y rusos. Son los pieles rojas de Europa del norte.

Las primeras referencias escritas de la nación saami se remontan al Imperio Romano. Las sagas islandesas del siglo XVIII los describen como un pueblo peligroso y entregado a la brujería.  Esto se debía a la religión animista y las prácticas chamánicas de los saami, aunque hoy en día la mayoría de ellos es luterana.

En principio eran cazadores y recolectores pero más tarde desarrollaron el pastoreo de renos. La cría de este animal requiere un alto grado de coordinación, por lo que cada familia pertenece a una especie de cooperativa que migra con sus rebaños a la zona asignada. Así, la comunidad tiende a unirse en pro del bien común.

A causa de su escaso número, su falta de unidad, su dispersión territorial y su carácter pacífico, fueron por siglos oprimidos por daneses, suecos, noruegos, fineses y rusos, quienes expoliaron sus riquezas y los sometieron a tremendas cargas fiscales. Los suecos incluso los esterilizaban para intentar acabar con su raza.

Los saami están cada vez más integrados, lo que provoca un desarraigo cultural; ellos están divididos entre los que defienden un nacionalismo a ultranza y volver a sus raíces y los que proponen abandonar por completo su cultura ancestral para diluirse dentro de Occidente. Otros argumentan que en el punto medio está la virtud.

Viven junto al Océano Glacial Ártico, en una región de nieves perpetuas y donde la noche es más oscura. Existen varias lenguas saami, y que van desde los 300 hablantes la que menos a dos decenas de miles la que más. Estos nativos europeos rechazan para sí el popular nombre de «lapones»,  que equivale a andrajosos y sucios.

 

Unión Soviética: el terror rojo.


Tras la revolución bolchevique que defenestró al zar ruso en 1917, nació en 1922 una poderosa nación que habría de hacer temblar al mundo: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), un estado federal compuesto por quince repúblicas con un gobierno centralizado y una economía planificada desde Moscú.

La URSS simbolizaba la utopía socialista del filósofo Karl Marx liderada por Vladimir Lenin. En teoría un paraíso donde todos eran iguales, en la práctica una cárcel de naciones, un monstruoso régimen ateo donde la gente era asesinada por no pensar como el dictador y un sistema económico fallido que trajo mucha hambre.

La Unión Soviética derrotó a Alemania en la Segunda Guerra Mundial y por décadas mantuvo una tensa carrera armamentística con los americanos. En 1962 con la crisis de los misiles de Cuba la Guerra Fría estuvo a punto de pasar a ser caliente. Josip Stalin fue el autócrata soviético más despiadado y exterminó a millones.

La URSS era el país más grande del mundo con 22.400.000 km2 y  el más poblado de Europa con 293 millones. Llegó a tener un arsenal atómico capaz de devastar el planeta varias veces, a principios de los años 60 estaba por delante de Estados Unidos en la carrera espacial y muchos creían inevitable la victoria del comunismo.

Pero en 1991 bajo la presidencia de Mijail Gorvachov la URSS se desintegró y dio paso a 19 naciones: Armenia, Azerbayán, Nagorno Karabaj, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Abjasia, Osetia del Sur, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Transnitria, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Ucrania.

La URSS fue un gran imperio pero el comunismo es peor que el capitalismo y la dictadura no puede competir con la democracia. La Unión Soviética fue un estado totalitario y genocida, una gigantesca tierra de fosas clandestinas y gulags, una pesadilla que dio la espalda a Dios y que acabó enterrada en el vertedero de la historia.

Inuit: los moradores de los hielos.

Los inuit ya no son lo que eran. Han cambiado mucho en poco tiempo. Hoy ninguno de ellos te ofrece a su esposa, como muestra de hospitalidad, para que te acuestes con ella. Cada vez menos viven en iglús y cada vez más tienen internet y  móviles. Ahora son cristianos  evangélicos y no creen en el espíritu del viento y del mar.

Estos estereotipos que aún perduran provienen de los colonos británicos del siglo XIX. Pero ellos odian que les llamen esquimales (que significa «devorador de carne cruda») y se identifican como inuit («la gente» en la lengua inuktikut). Son los habitantes de ese infierno helado que es el Ártico donde nunca jamás hace calor.

Son unos pocos miles que viven dispersos desde hace milenios entre las actuales Rusia, Alaska, Canadá y Groenlandia. Es el pueblo indígena que dispone de más territorio del planeta a pesar de su baja densidad poblacional. En lo económico, viven de la pesca de ballenas así como de cazar osos y focas para luego vender sus pieles.

El inuit es un diasistema que consiste en una cadena ininterrumpida de decenas de lenguas que son mutuamente inteligibles entre sí siempre que estén próximas geográficamente pues las más alejadas entre sí de la cadena son ininteligibles. Usan silabario, así como el alfabeto latino, con la excepción de Siberia, que usa el cirílico.

La familia es la unidad social básica. Los matrimonios son por lo general monógamos aunque excepcionalmente se practica la poliginia y la poliandria como vestigios del pasado. La vida comunitaria es muy importante y ser excluido del grupo un estigma social. En ocasiones hay violentos enfrentamientos entre clanes.

Los inuit son un conjunto de muchos pueblos, de muchas naciones que comparten una historia, una cultura y una tradición comunes. Por lo general, en todos lados avanzan satisfactoriamente en el autogobierno, la defensa de sus derechos y el respeto hacia su identidad así que pueden mirar con optimismo al futuro.

Oblast Autónomo Hebreo: el precursor de Israel.

El pueblo judío siempre fue una minoría incómoda en todas partes. Así que ¿qué hacer con ellos? El dictador Adolf Hitler planeó asentarlos en Madagascar. Algunos judíos estudiaron crear una patria en Argentina o en las inmediaciones de Sudáfrica pero el padre del sionismo, Thedor Herzl, apostó por hacerlo en Palestina.

Antes, en 1918, se creó en la Unión Soviética el Distrito Autónomo Hebreo. Moscú quería dotar a cada minoría de un territorio con autonomía cultural dentro de un marco comunista. Y de paso neutralizaba dos amenazas: el judaísmo, que iba contra el ateísmo oficial, y el sionismo, que chocaba con el internacionalismo de la URSS.

La idea era crear una nueva Sión soviética, donde una cultura hebrea proletaria podría crecer. El idioma oficial sería el yidis y unas nuevas arte y literatura socialistas reemplazarían la religión como máxima expresión de cultura. En 1934 el Distrito se convirtió en república autónoma dentro de Rusia: nacía el Oblast Hebreo.

El Oblast estaba situado en el extremo oriental de Rusia: la idea era poblar con nuevos asentamientos la frágil frontera con China y a la vez mantener alejados a los judíos de los centros de poder. Antes, el dictador Stalin estudió la posibilidad de asentarlos en Ucrania o Crimea pero se encontró con un fuerte rechazo en la zona.

La URSS fomentó la emigración a la zona y la cultura yidis. Era una tierra desértica de clima inhóspito pero muchos colonos iniciaron una nueva vida allí. Pero pronto se desataron persecuciones soviéticas contra los judíos; entre eso, el Holocausto nazi y la fundación de Israel en 1948 los judíos comenzaron a irse de allí.

El Oblast Autónomo Hebreo aún existe, la lengua yidis sigue siendo oficial y se enseña en las escuelas, pese a que ya sólo el 1% de la población local es judía (en sus buenos tiempos, llegaron a superar el 30%). A modo de anécdota, quedará para la historia que este curioso experimento fue el precursor del actual Estado de Israel.

Rusia: el imperio decadente.

La revolución bolchevique que acabó con el zar en 1917 hizo que Rusia forjara y liderara la Unión Soviética hasta su desintegración en 1991. Rusia fue su columna vertebral y el principal bastión del comunismo en el mundo. Pudo haber ganado la Guerra Fría contra los norteamericanos pero finalmente la utopia marxista falló.

De las cenizas soviéticas emergió un nuevo imperio, decadente, con pies de barro si se quiere, pero imperio al fin y al cabo: la Federación Rusa. Posee el segundo mejor ejército del mundo, con un arsenal atómico capaz de destruir la Tierra varias veces. Sólo Estados Unidos le supera en tecnología aeroespacial y poder militar.

Rusia es el país más grande del mundo (con un tamaño comparable al de Estados Unidos y Canadá juntos) y el estado más poblado de Europa (con 140 millones de habitantes). No obstante, cada vez tiene menos habitantes ya que hay más abortos que nacimientos y muchos jóvenes emigran a Occidente en busca de una mejor vida.

Rusia posee las mayores reservas de gas natural del mundo, las segundas mayores reservas del carbón y las octavas mayores reservas del petróleo. Es el primer exportador mundial de gas natural y el segundo del petróleo, metales y madera, lo cual le está permitiendo reponerse de la grave crisis económica que sufrió en los 90.

Desde que gobierna Vladimir Putin el país se ha caracterizado por la estabilidad política y el crecimiento económico pero también por la aparición de una elite de nuevos ricos que amasa el poder, el auge de la mafia y los ataques a la libertad de prensa. El país se encuentra en guerra civil contra los separatistas de Chechenia y Daguestán.

En lo cultural, en la Federación Rusa se hablan cien lenguas y hay numerosas minorías étnicas. Pero Rusia es más conocida (y admirada) por sus tremendos atletas, por su gran tradición de danza clásica y por la literatura rusa del siglo XIX, con eximios autores como Anton Chejov, Fiodor Dostoievski o Leon Tolstoi.

Moldavia: el pueblo al que no le dejan ser.

Moldavia sólo quiere ser Moldavia. El problema es que no le quieren dejar ser. El histórico principado moldavo (hoy república) fue fundado en el año 1359 y a lo largo de siglos tuvo que batallar con turcos, austrohúngaros, soviéticos, ucranios, rumanos y rusos para defender su soberanía y poder seguir siendo una nación libre.

En tiempos recientes, tras el hundimiento de la Unión Soviética en 1991, Moldavia proclamó su independencia. Su primer presidente moderno, Mircea Snegur, quería que el país fuese anexionado por Rumanía pero el pueblo votó en contra en un referendo en 1994. La mitad de la antigua Moldavia permanece bajo dominio rumano.

Tal decisión no es respetada por Rumanía ni Rusia, que desestabilizan la nación. Bucarest habla abiertamente de anexionarla y hacer la «Gran Rumanía». Rusia apoya militarmente a la minoría rusófila de Transnitria, estado independiente de facto segregado de Moldavia desde el año 1990 y que Chisinau reivindica como suyo.

Además, tiene otro problema añadido: la región autónoma de Gagauzia, que ya se separó del país y que de hecho fue un estado independiente de facto de 1991 a 1994. Sin embargo, y a diferencia de Transnitria, en este caso el gobierno de Chisinau sí logró recuperar  el control de la región. Gagauzo y ruso son oficiales allí.

Uno de los capítulos más controvertidos de la república es su lengua: el idioma moldavo, que es muy similar al rumano. Pues hasta en esto quieren anexionárselo y hacerlo desaparecer. Sin embargo, la gran mayoría de los ciudadanos moldavos tiene muy claro que ellos no solamente no son rumanos sino que tampoco hablan rumano.

La extrema derecha moldava desea su anexión a Rumanía. La extrema izquierda, la sumisión a Moscú. Las minorías gagauza y transnitria separarse. A todo ello, se suma la extrema pobreza y corrupción. Moldavia es un estado frágil como una copa de cristal. Sólo la férrea voluntad de su pueblo impide aún hoy que la hayan roto.

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