Rusia: el imperio decadente.

La revolución bolchevique que acabó con el zar en 1917 hizo que Rusia forjara y liderara la Unión Soviética hasta su desintegración en 1991. Rusia fue su columna vertebral y el principal bastión del comunismo en el mundo. Pudo haber ganado la Guerra Fría contra los norteamericanos pero finalmente la utopia marxista falló.

De las cenizas soviéticas emergió un nuevo imperio, decadente, con pies de barro si se quiere, pero imperio al fin y al cabo: la Federación Rusa. Posee el segundo mejor ejército del mundo, con un arsenal atómico capaz de destruir la Tierra varias veces. Sólo Estados Unidos le supera en tecnología aeroespacial y poder militar.

Rusia es el país más grande del mundo (con un tamaño comparable al de Estados Unidos y Canadá juntos) y el estado más poblado de Europa (con 140 millones de habitantes). No obstante, cada vez tiene menos habitantes ya que hay más abortos que nacimientos y muchos jóvenes emigran a Occidente en busca de una mejor vida.

Rusia posee las mayores reservas de gas natural del mundo, las segundas mayores reservas del carbón y las octavas mayores reservas del petróleo. Es el primer exportador mundial de gas natural y el segundo del petróleo, metales y madera, lo cual le está permitiendo reponerse de la grave crisis económica que sufrió en los 90.

Desde que gobierna Vladimir Putin el país se ha caracterizado por la estabilidad política y el crecimiento económico pero también por la aparición de una elite de nuevos ricos que amasa el poder, el auge de la mafia y los ataques a la libertad de prensa. El país se encuentra en guerra civil contra los separatistas de Chechenia y Daguestán.

En lo cultural, en la Federación Rusa se hablan cien lenguas y hay numerosas minorías étnicas. Pero Rusia es más conocida (y admirada) por sus tremendos atletas, por su gran tradición de danza clásica y por la literatura rusa del siglo XIX, con eximios autores como Anton Chejov, Fiodor Dostoievski o Leon Tolstoi.

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