Hay tres pueblos en Europa a los que admiro profundamente. Ellos son los más inteligentes. No digo que sean los más simpáticos, los más solidarios o los más amables. De hecho, ninguno ganaría nunca un concurso de popularidad. Pero sí son los más inteligentes; los que mejor saben adaptarse al entorno, los que más astutamente saben defender lo suyo. Habrá quien les acuse de egoísmo, saqueo o incluso rapiña. Pero los pueblos inteligentes defienden lo suyo antes que lo de fuera. Su moneda, su soberanía, sus intereses. En cambio, los pueblos estúpidos piensan en el interés colectivo antes que en el suyo propio. Los primeros son dominantes, los segundos se dejan dominar. Tenemos mucho que aprender de ellos.
Suiza. Un estado confederal en el que cada cantón tiene autogobierno y hacienda propia. Una democracia directa que hace que el pueblo tenga siempre la última palabra y pueda tumbar las decisiones de un Gobierno que no respete la voluntad popular. Una neutralidad que le ha permitido vivir en paz mientras, a su alrededor, las naciones del mundo se mataban unas a otras como hormigas. El primer paraíso fiscal de la historia moderna (desde 1934); una patria que se enriquece a costa de las demás, y que, sorprendentemente, las demás lo permiten. AELC en vez de UE y franco suizo en vez de euro. La saludable práctica de aprender idiomas. Un 3% de paro y un sueldo mínimo equivalente a 2400 € al mes.
Israel. Una patria para los judíos. El pueblo escogido. La élite de la humanidad. Una cultura empresarial que favorece al emprendedor y que fomenta la innovación. Una ciencia que hace florecer frondosos vergeles en medio del desierto más árido. Banca y comercio. Gente culta y preparada. Un país pequeño capaz de mantener a raya a 1500 millones de musulmanes que querrían borrarlo del mapa. Un ejército que gana todas las guerras porque no puede permitirse el lujo de perder ninguna. Una potencia nuclear. El mejor servicio secreto del mundo. Una alianza estratégica con Washington. El sueño hecho realidad de convertir un pequeño pedazo de tierra en una de las naciones más poderosas del globo.
Inglaterra. Fíjese bien: digo Inglaterra, no Reino Unido. La nación más poderosa de Europa, la que siempre sale triunfante de todas las guerras. Una mentalidad forjada en el protestantismo, la democracia, el liberalismo y el capitalismo. Un pueblo que sabe reinventarse a sí mismo: primero Inglaterra, luego Reino Unido, Imperio Británico y ahora la Commonwealth. Una reina que lo es de dieciséis estados soberanos. La Revolución Industrial. Más Premios Nobel por habitante que los Estados Unidos. Esperar y ver. Divide y vencerás. La Angloesfera y la OTAN. El inglés como lengua franca. Londres, centro financiero internacional. La libra esterlina. El gran acierto de no entrar en el euro y el de votar a favor del Brexit.
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