Falacia atea: Dios no puede ser omnipotente y bueno al mismo tiempo.

Homer-simpson-1280x1024

El eterno problema del mal provoca este dilema: o Dios puede impedir el mal y en tal caso no es bueno porque no lo impide o Dios no puede impedir el mal y en tal caso no es omnipotente. Sea como sea, un Dios omnipotente y bueno a la vez no puede existir. ¿Cómo respetar  a un Creador que incluyó en su sistema el cáncer, la locura o el retraso mental? El periodista Vittorio Messori descubre que el Señor no escamotea las dificultades. La Biblia es un gran tratado sobre el sufrimiento donde hay guerras, enfermedades, infidelidad, traición y otras tragedias. El propio Cristo vino al mundo y aceptó ser sacrificado como un cordero en una muerte de cruz por amor a nosotros. Nuestro Padre no es ajeno al dolor.

Este tema es sensible porque tiende a la demagogia. Todos hemos escuchado alguna vez preguntas banales del estilo de «Si Dios es omnipotente ¿puede hacer un círculo cuadrado?» o «¿Puede Dios hacer una piedra tan pesada que ni siquiera Él mismo pueda levantarla?». Interrogantes de este calibre me parecen filosofía de almacén, razonamientos propios de Homer Simpson, por lo que no voy a perder ni un minuto más con ellos. El Diseñador de las galaxias y del ADN humano tiene poder para hacer lo que crea oportuno, pero se limita a sí mismo: no puede cometer pecado o contradecirse o arrebatarnos nuestra libertad de acción, entre otros, simplemente porque no va con su carácter y porque no es su plan.

Si el Altísimo es todopoderoso ¿no podría habernos creado al margen de toda maldad? Por poder podría, pero entonces nos privaría de nuestro libre albedrío. Si estamos obligados a hacer siempre el bien ¿no seríamos como robots? También podría, respetando nuestra libertad, impedir el mal y hacer triunfar el bien y la felicidad entre los hombres, pero según el autor C.S. Lewis cuesta imaginar un mundo en el que Dios corrigiera los continuos abusos cometidos por el libre albedrío de sus criaturas, por ejemplo un mundo en el que el bate de béisbol se convirtiera en papel cuando lo empleáramos como arma o que el aire se negara a obedecer cuando intentáramos emitir ondas sonoras portadoras de mentiras e insultos.

La verdad es que debemos dar muchas gracias a Dios por las cosas buenas y aun por las malas. Porque las buenas nos bendicen pero las malas son útiles para aprender, para dotarnos de experiencia, para hacernos madurar y prepararnos para nuevas etapas y desafíos en la vida. Y también son un claro indicativo de que algo estamos haciendo mal y debemos cambiar nuestra actitud. Si no existiera el sufrimiento, no apartaríamos la mano de una plancha caliente y no nos daríamos cuenta de que el alcoholismo está echando a perder nuestras vidas. A veces, el dolor es el megáfono del Señor, el tirón de orejas que nos da nuestro Padre para que espabilemos y nos apartemos de una vida de pecado y corrijamos nuestro error.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

—————————————————————————–

¿Te gusta el artículo? Puedes leer muchos más como éste en mi libro POR QUÉ DEJÉ DE SER ATEO. ¡Haz clic en la portada!

portada_josue_ferrer(2)

Falacia atea: La ley moral no tiene que ver con Dios.

madre-teresa-de-calcuta-02-0028030029

«Si Dios no existe…todo está permitido; y si todo está permitido la vida es imposible». Fiodor Dostoyevski (escritor).

“Dos cosas hay en el mundo que me llenan de admiración: el cielo estrellado fuera de mí y el orden moral dentro de mí”. Estas palabras pueden leerse en la lápida del filósofo Inmanuel Kant. La ley moral es una de las evidencias más notables de la existencia de Dios. Todos tenemos una voz interior, una voz de la conciencia que nos insta a hacer el bien y que nos mueve al remordimiento cuando hacemos el mal. ¿Quién ha puesto esta ley moral dentro de nosotros? Nuestro Creador, sin duda.

A veces motivos poderosos (el amor por el dinero, una pasión desordenada…) nos hacen cometer acciones perversas… Lo habitual es que aparezca el remordimiento pues algo en nuestro fuero interno nos dice que hemos obrado mal pero también es cierto que hay gente sumamente depravada incapaz de arrepentimiento o de sentir empatía con el sufrimiento ajeno, ellos tienen su conciencia cauterizada, la Biblia habla de ellos (1 Timoteo 4:2), pero son una minoría, la excepción a la regla.

¿Quién nos ha impuesto esa moral interior? ¿Los hombres? No. Ni siquiera el más tiránico de los gobiernos ha legislado jamás contra los pensamientos y sentimientos interiores, sólo contra su expresión a través de acciones externas. Además, si la moral fuera una enseñanza humana claramente entraríamos en graves contradicciones puesto que unos defenderían una cosa y otros la contraria, o una acción con el paso del tiempo pasaría de considerarse buena a mala o al revés.

¿Pero acaso no ha sucedido eso? ¿No ve la sociedad hoy el aborto con buenos ojos cuando antes era escandaloso? Sí, pero porque nadie le muestra públicamente el cadáver sanguinolento del recién abortado. O porque se le ha engañado a base de mentiras diciendo que no es un ser humano sino una célula. O porque los intereses egoístas priman en ocasiones. Puede haber muchas razones, pero éstas apuntan más a no hacer caso a nuestra voz interior que a un cambio real de la misma.

Admito no obstante que hay algunos aspectos de la moral que pueden quedar sujetos a las circunstancias y vaivenes de tiempo, lugar, modas, culturas… Pero lo sustancial permanece inmutable. Siempre será bueno ayudar a la gente de forma desinteresada, dar buenos consejos, cuidar de los enfermos o hacer justicia. Siempre será algo malo robar el dinero de los otros, aprovecharse de la fuerza para abusar del débil, mentir, estafar, culpar a un hombre inocente o violar a una mujer.

«Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo». Éste fue el mandato de Cristo y ésta es la esencia de la voz de la conciencia que habita en nosotros. Algo en nuestro fuero interno nos dice que existe un Creador, que lo correcto es hacer el bien y no el mal, que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen y no hacerles lo que no queremos que nos hagan.  Esta ley moral nos la grabó a fuego nuestro Hacedor y es una evidencia de que Él existe.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

—————————————————————————–

¿Te gusta el artículo? Puedes leer muchos más como éste en mi libro POR QUÉ DEJÉ DE SER ATEO. ¡Haz clic en la portada!

portada_josue_ferrer(2)

 

A %d blogueros les gusta esto: