El progreso avanza inexorable en Etiopía (de la mano de los intereses y dinero chinos), lo cual está haciendo que el ancestral estilo de vida de muchas etnias esté a punto de desaparecer. Dentro de poco, sólo quedará un folclore postizo para los turistas. La etnia que posiblemente resista más, por lo remoto de su enclave, es la surma.
Los surma, también denominados suri, son una nación seminómada de África Oriental, compuesto por 45.000 personas. Estos aborígenes residen principalmente en las selvas del sudoeste de Etiopía y en un pequeño reducto en la llanura de Sudán del Sur. Este pueblo de nativos tiene una lengua propia, el suri.
Las mujeres surma son mundialmente famosas por lucir un disco de calabaza o un plato de arcilla incrustado en sus labios y orejas (estos últimos también los varones). Cuanto más grande sea el plato, y en consecuencia la deformidad del labio inferior, mayor será la dote matrimonial, normalmente en cabezas de ganado.
No es la única tribu africana que lo hace pero sí la principal. Las féminas de la etnia mursi por ejemplo también llevan estos platos aunque los mursi son una escisión de los surma y tienen mucho en común. La economía suri se basa en el pastoreo, agricultura y caza y elabora algo parecido a la cerveza con fermento de sorgo.
Los hombres se juntan en una lucha con bastones, muy violenta, llamada donga. Se combate para demostrar la virilidad, por venganzas personales y para ganar esposa. Unos cincuenta participantes luchan de dos en dos hasta que uno gana el torneo. El campeón tiene el respeto de toda la comunidad y el derecho de elegir esposa.
Estos aborígenes destacan en el arte. Ambos sexos usan pequeños ornamentos (cinturones, anillos, brazaletes, etc.) y decoran su cuerpo (pirograbados, dibujos hechos con cicatrices en su propia piel, pintura corporal, y similares). Hoy tiene un carácter decorativo pero en el pasado servía para intimidar a otras tribus de la región.
La colonización de Togo comienza con los acuerdos de los jefes locales con Alemania en 1884. Tras la derrota germana en la Primera Guerra Mundial, el país fue repartido entre Francia y Reino Unido. La parte británica se incorporó a Ghana en 1956. En la parte francesa se creó la República Autónoma de Togo en 1957.
Pero en 1960 el país conocido como «La costa de los esclavos» se declaraba independiente. Parecía que la libertad estaba al alcance de la mano pero fue sólo un espejismo. Tras siete años de gobierno civil de Sylvanus Olympio, el coronel Etienne Eyadema derrocaba el gobierno con un golpe y se hacía con todo el poder.
Eyadema instauró un régimen de partido único, asesinó a sus adversarios políticos y controló sucesivos intentos de golpe de estado. Su autocracia comenzó en 1967 y acabó con su muerte en 2005 y fue la más larga de África hasta hoy: 38 años. Los togoleses seguían siendo esclavos. El negrero, ahora, era de dentro, de casa.
El caudillo antes de morir dejó el país en manos de su hijo Faure Gnassingbe, que tomó el mando con el apoyo de los militares y las fronteras y aeropuertos fueron cerrados. La comunidad internacional rechazó el cambio, así que Faure anunció elecciones. Ahora Faure sigue gobernando legitimado por comicios farsa.
Las cifras en Togo son dramáticas: el 39% de las niñas en edad escolar no está matriculado o ha abandonado la escuela. El 38,7% de la población vive bajo la línea internacional de la pobreza de 1,25 dólares por día y el 69,3% bajo la línea de 2 dólares por día. Pobreza, analfabetismo, sufrimiento y falta de identidad nacional.
El idioma oficial es el francés, aunque se hablan otros como kotocoli, kabiye o gbe. Practica el islam, el animismo y el vudú. Tiene una agricultura de subsistencia. Togo no es independiente realmente. Incluso para organizar las elecciones necesita ayuda de la exmetrópolis. La costa de los esclavos sigue soñando con ser libre.
Ruanda es un pequeño estado ubicado en las inmediaciones de los Grandes Lagos de África. En esa tierra habitaron desde tiempos inmemoriales los pigmeos twa, cazadores, hasta que en el siglo I se instaló un pueblo bantú, los hutu, que son campesinos. En el siglo XV llegaron los tutsi, ganaderos, que impusieron su fuerza.
A pesar de ser abrumadora mayoría -90% en Ruanda- los hutu han estado oprimidos por siglos por una monarquía tutsi que los convirtió en siervos merced a un feudal sistema de castas. Los colonos belgas y alemanes apoyaron esto en el siglo XIX y XX hasta que la colonia de Urundi-Ruanda se rompió en Ruanda y Burundi.
En 1962 Ruanda se independizó, cortó lazos con la feudal monarquía tutsi y se declaró república. Los belgas ponían en el carnet de identidad la pertenencia a la casta, la educación estaba reservada sólo a los tutsi y los hutu cumplían trabajos forzados así que con el nacimiento del nuevo estado los hutu exigían venganza a gritos.
Más de la mitad de la población tutsi de Ruanda huyó entre 1959 y 1962. El general Juvenal Habyarimana se hizo con el poder con un golpe de estado en 1973, triunfó en la guerra civil (1990-1993) e inició una política discriminatoria y racista contra los tutsi, hasta el punto de instigar y de encubrir masacres contra ellos.
El magnicidio de este dictador hutu en el año 1994 causó una oleada de indignación en el país que acabó en un genocidio en el que 800.000 ruandeses, tutsi en su mayoría, fueron exterminados. La situación fue distinta en Burundi, donde la élite tutsi conservó el poder y logró contener la embestida de la mayoría hutu.
Ruanda actualmente es un país densamente poblado donde el hambre es crónica y la pobreza endémica y que sobrevive con una agricultura de subsistencia. Pero lo más difícil está por llegar: el perdón y la reconciliación nacional entre unos tutsi nostálgicos de la tiranía de antaño y unos hutu que aún sueñan con la solución final.
Burundi es una pequeña nación a orillas del Lago Tanganica. Los twa, los hutu y los tutsi han habitado la región desde hace siglos, los últimos de los cuales bajo una tiránica monarquía tutsi. Los colonos alemanes y belgas crearon la colonia de Urundi-Ruanda, que tras la descolonización se descompuso en Burundi y Ruanda.
El estado tiene la segunda renta per cápita más baja del mundo, sólo superada por el Congo Democrático. Es un país densamente poblado y agrícola. La mayoría es católica y hay minorías musulmanas, evangélicas y animistas. Los tutsi aún hoy promueven el perverso y secular sistema de castas que hizo de la mayoría hutu su sierva.
El Reino de Burundi se independizó en 1962. A pesar de que los tutsi eran sólo el 15% de la población tenían todos los resortes del poder del nuevo estado. Hubo conflictos desde el primer día: magnicidio de un primer ministro hutu en 1965, caída de la monarquía en 1966 así como sucesivas dictaduras militares y golpes de estado.
En 1972, como respuesta a un ataque hutu, los tutsi asesinaron 200.000 hutu en Burundi. En 1988 el choque entre hutu y tutsi costó la vida de 150.000 hutu. Tras aquellas masacres se hizo propósito de enmienda y se intentó un gobierno no étnico pero el primer presidente hutu del país fue asesinado en 1993 por militares tutsi.
En 1994 los presidentes de Burundi y Ruanda -ambos hutu- murieron tras ser derribado con un misil el helicóptero en el que viajaban. Esto provocó el Genocidio de Ruanda (800.000 muertos, tutsi en su mayoría) y exacerbó la Guerra Civil de Burundi (1993-2005), donde hubo 300.000 muertos de ambas castas.
Ahora hay un escenario de calma tensa en el país. La élite tutsi sigue controlando el ejército, la policía y el dinero pero ya no puede impedir que el 85% de burundeses hutu vote por candidatos de su casta. Los tutsi temen una venganza como la de Ruanda y se esmeran en seguir controlando todos los poderes en Burundi.
Los hutu son uno de los pueblos más notables de los Grandes Lagos de África. Es éste el hogar tradicional de los pigmeos twa, hasta que los hutu -un pueblo bantú- se asentaron en la región en el siglo I y dominaron a los twa con pequeños reinos locales. Finalmente los tutsi colonizaron la zona en el siglo XV y sojuzgaron a ambos.
A pesar de ser el 85% de la sociedad en Burundi y casi el 90% en Ruanda, los hutu han estado bajo la opresora bota tutsi por 500 años. En el siglo XX los colonos belgas inculcaron que los hutu eran una raza inferior que debía obedecer a los nobles tutsi. Y los marxistas que los hutu se rebelaran contra sus señores feudales.
A pesar del racismo institucional, no existen grandes distinciones étnicas, lingüísticas o culturales entre hutu y tutsi, pero sí de clase. Los primeros son agricultores, siervos y pobres y los segundos ganaderos, poderosos y ricos. Realmente se trata no tanto de razas distintas como más bien de un sistema de castas.
Los hutu son un pueblo de siervos avasallado por siglos por la despótica élite tutsi, que tras la descolonización pasó a detentar los resortes culturales, políticos y militares de los nuevos estados. Pero con la llegada de la democracia la mayoría hutu se hizo con el gobierno en Ruanda aunque los tutsi siguieron controlando Burundi.
En Burundi 200.000 hutu fueron masacrados en 1972 y otros 150.000 en 1988. Además, hubo 300.000 muertos (de ambos bandos) en la guerra civil entre 1993 y 2005. En 1994 una facción extremista hutu asesinó a modo de venganza a 800.000 ruandeses, el 80% de ellos tutsi y el resto hutus moderados opositores al régimen.
No han sido éstas las únicas matanzas pero sí las más sangrientas. Los hutu están convencidos de que todos los problemas se resolverían si los tutsi desaparecieran de la faz de la Tierra. No es de extrañar tras sufrir 500 años de tiranía. Es la historia de un resentimiento arcano, una venganza no completada y un odio sin fin.
Los tutsi son uno de los pueblos más poderosos de los Grandes Lagos de África. Allí históricamente vivieron los pigmeos twa, hasta que en el siglo I se asentaron los hutus -un pueblo bantú- que dominaron a los twa. Y finalmente llegaron los invasores tutsi en el siglo XV, que acabaron sometiendo tanto a unos como a otros.
Los tutsi viven en los actuales Ruanda y Burundi. Pese a no ser más del 15% de la población de esa zona, acapararon todo el poder por 500 años. A finales del siglo XX, con la llegada de la democracia, la mayoría hutu se hizo con el gobierno en Ruanda pero la élite tutsi lo conservó en Burundi. También los hay en Uganda y Congo.
Los twa son bajos, los hutus tienen una estatura media y los tutsi altos, aunque los matrimonios mixtos han reducido estas diferencias. A grandes rasgos no existen grandes distinciones étnicas o culturales entre hutus y tutsi, pero sí de clase. Los primeros son agricultores, siervos y pobres y los segundos ganaderos, poderosos y ricos.
Los hutu, los tutsi y los twa hablan los mismos idiomas (el Kinyarwanda y el Kirundi) pero los colonos alemanes y belgas exaltaron las diferencias culturales e inculcaron la idea de dos razas, hasta que en el documento de identidad figuraba a cuál pertenecían. Si poseías al menos diez cabezas de ganado, eras considerado tutsi.
Había leyes discriminatorias. Por ejemplo, si un tutsi asesinaba a un hutu, los del linaje del hutu podían matar al tutsi en venganza, pero si un hutu asesinaba a un tutsi, los del linaje del tutsi podían matar al hutu y a otro miembro de su familia. Si un tutsi y un hutu se casaban, el segundo ascendía automáticamente de clase social.
La despótica aristocracia tutsi siempre avasalló cruelmente a la mayoría hutu y los colonos europeos apoyaron esta abominable política de discriminación. El resentimiento acumulado es tal que hutus y tutsis trataron de exterminarse mutuamente a través de espantosas guerras y genocidios desde mediados del siglo XX.
A orillas de los grandes lagos africanos, en el corazón mismo del África central hay un estado de 2.300.000 km2 y 70 millones de almas. Tiene frontera directa con nueve países y una diminuta salida al mar. Es la República Democrática del Congo, cuyo nombre se debe al proceloso río Congo y a sus nativos, la etnia de los bakongo.
Se trata de un país megadiverso, con una gran pluralidad de lenguas, pueblos y culturas. Se independizó de Bélgica en 1960. Tiene una rica historia que se inicia con los inmigrantes bantúes que se establecieron en la zona, la cual fue el centro del gran Reino del Congo que duró de 1395 a 1885 y tuvo su apogeo en el siglo XV.
Hoy África se desangra en un sinfín de guerras civiles e interestatales. La situación es comparable a la de Europa en la Primera Guerra Mundial, por lo que muchos analistas hablan de Guerra Mundial Africana. El epicentro de las desgracias está en el Congo Democrático, que fue llamado oficialmente Zaire entre los años 1971 y 1997.
Pese a sus enormes riquezas minerales, el Congo es el país más pobre del mundo. Las potencias europeas se benefician de sus guerras porque obtienen sus recursos a precio de saldo. Las repúblicas africanas vecinas también animan al conflicto para extender su área de influencia. El Congo es un moribundo picoteado por buitres.
Es el segundo estado más grande de África. Pese a ello, su destino parece el de ser esclavo de intereses extranjeros. Primero la brutal colonización del rey Leopoldo I de Bélgica, después la dictadura de Mobutu Sese Seko -apoyado desde el exterior-, las dos Guerras del Congo (1996-1997 y 1998-2003) y hoy la lucha por el coltán.
Violaciones masivas de mujeres, hombres y niños, amputaciones, genocidios, más de seis millones de muertos desde 1998 sin contar los que perecen por inanición o los desplazados. Son unos 3000 muertos diarios que a nadie importan. Congo es un estado artificial, un barril de pólvora. Y siempre alguien de fuera enciende la mecha.
Los pigmeos son el pueblo indígena más antiguo del África Central. Al parecer se separaron de otras tribus africanas hace miles de años y con el tiempo divergieron mucho de ellas. Se trata de un pueblo de cazadores y recolectores que es mundialmente conocido por su baja estatura (los varones miden menos de 150 cm.).
Este pequeño tamaño es fruto de una mutación para adaptarse al medio. Ya que ellos viven en la selva, allí un cuerpo pequeño consume menos energías y resiste mejor las elevadas temperaturas. Por extensión, se denomina inapropiadamente pigmeos a humanos menudos de otros continentes e incluso a los animales enanos.
Estos aborígenes están dispersos a lo largo y ancho de una decena de estados africanos, fundamentalmente en la República Democrática del Congo, donde el 10% de sus habitantes es de origen pigmeo. Además, están divididos en numerosas etnias (Twa, Aka, Baka, Binga, Efé, Asúa, Gok, Kango, Kola…), lo que dificulta su unión.
Pese a la dispersión territorial y cultural conservan algunas palabras comunes, como la que se refiere al espíritu de la selva, Jengi, lo que hace pensar que en el pasado todos hablaban un mismo idioma. Dependiendo de zonas, los hay católicos, musulmanes o animistas. Su música vocal usa contrapunto, polifonía y yodel.
Los pigmeos son considerados subhumanos por los bantúes que gobiernan la región. Todavía sufren genocidio, esclavitud y discriminación. Existe la creencia de que acostarte con una mujer pigmea te cura el Sida y comerte a un hombre te da poderes mágicos. En el pasado eran exhibidos como animales en los zoos de Europa.
Hoy en día todavía quedan unos 500.000 pigmeos en la selva tropical del África Central. Pero su número se está reduciendo drásticamente. Muchos países ni siquiera los reconocen como ciudadanos y les niegan derechos. La pobreza, la deforestación y la asimilación cultural están destruyendo su identidad y estilo de vida.
Los joijoi son un pequeño pueblo nómada que habita el África del sudoeste desde el siglo V. Vive fundamentalmente en Botsuana y Namibia. Joijoi sinifica «los hombres de los hombres», aunque son más conocidos como hotentotes, término peyorativo puesto por los holandeses que significa «tartamudos» y que ha caído en desuso.
Estos aborígenes están estrechamente relacionados con los san o bosquimanos. Ambos pueblos son ramas de un mismo árbol étnico. Tanto los joi como los san hablan lenguas joisanas, que se caracterizan por hacer extraños chasquidos con la lengua. Se usa la denominación «joisán» para referirse conjuntamente a todos ellos.
En la antigüedad, los joi y los san controlaron casi toda el África Austral. Pero los colonos europeos y los pueblos bantúes los despojaron de sus tierras y los redujeron a la esclavitud. En 1908 los alemanes mataron 10.000 nama (una tribu joi) por levantarse contra el dominio colonial. Fue el primer genocidio del siglo XX.
Como los san, los joijoi son de baja estatura (promedio de 1,50 m), poseen piel oscura y grandes párpados para protegerse de la luz y vello sólo en la cabeza. Tienen una piel arrugada que refleja el calor en mayor proporción que otros pueblos. Las mujeres almacenan mucha grasa en las nalgas para épocas de escasez.
Tracionalmente la joi ha sido una sociedad de clanes, con un jefe y concejales electos en sufragio universal masculino. Al casarte, debías hacerlo con alguien de otro clan, lo que favorecía las alianzas. Era una sociedad muy jerárquica, donde los ricos tenían muchas cabezas de ganado, lo cual les dotaba de gran riqueza y prestigio.
Pero ahora estos nativos están entrando en la modernidad poco a poco. Aún hay muchos que son pastores nómadas, pero la mayoría hoy es granjera y obrera. Aunque siguen siendo animistas, en Namibia muchos se convirtieron al islam. Tienen una gran colección de historias folclóricas, muchas parecidas a las de los bantúes.
Los san o bosquimanos son el pueblo indígena por excelencia del sur de África. Se trata de 100.000 personas repartidas entre Botsuana y Namibia principalmente, y en Angola, Sudáfrica, Zambia y Zimbabue en menor medida. Son nómadas que habitan en el desierto del Kalahari y que viven de recoger frutos y sobre todo de la caza.
Es un conjunto de etnias de religión animista que tiene en común las lenguas khoe, caracterizadas por hacer extraños chasquidos con la lengua. Podría tratarse de la raza más antigua del mundo, ya que algunos genetistas sostienen que los primeros humanos que colonizaron África y el resto del orbe descenderían de ellos.
Al ser nómadas todos dependen de todos y todos cuidan de sí. A veces sacrifican a los recién nacidos que no pueden sobrevivir a los duros desplazamientos. Los ancianos son muy respetados, los matrimonios suelen ser monógamos y la mujer es tenida en cuenta bastante más que en otras sociedades aborígenes de su entorno.
A comienzos de los 80, se descubrieron diamantes en la reserva bosquimana y en 1997, 2002 y 2005 el gobierno de Botsuana perpetró tres grandes desalojos de nativos mediante amenazas, engaños y llevándoselos en camiones. Sus hogares fueron desmantelados, se cerró la escuela, el centro de salud y el suministro de agua.
A pesar de que los tribunales declararon ilegales tanto las expulsiones como la negación del uso del pozo que necesitan para beber, el gobierno hace lo imposible por negarles el agua. La idea es que estas tierras sean explotadas por los buscadores de diamantes y disfrutadas por turistas ricos en costosos safaris de lujo.
Los bosquimanos fueron esclavos de los batsuana y los bantúes antes de ser esclavos de los ingleses, holandeses y alemanes y antes de ser expulsados y confinados en la reserva. Y ahora también los quieren echar de allí. Es el llanto amargo de un pueblo que se sabe en peligro de extinción. Tiene motivos para llorar.
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