Ruanda es un pequeño estado ubicado en las inmediaciones de los Grandes Lagos de África. En esa tierra habitaron desde tiempos inmemoriales los pigmeos twa, cazadores, hasta que en el siglo I se instaló un pueblo bantú, los hutu, que son campesinos. En el siglo XV llegaron los tutsi, ganaderos, que impusieron su fuerza.
A pesar de ser abrumadora mayoría -90% en Ruanda- los hutu han estado oprimidos por siglos por una monarquía tutsi que los convirtió en siervos merced a un feudal sistema de castas. Los colonos belgas y alemanes apoyaron esto en el siglo XIX y XX hasta que la colonia de Urundi-Ruanda se rompió en Ruanda y Burundi.
En 1962 Ruanda se independizó, cortó lazos con la feudal monarquía tutsi y se declaró república. Los belgas ponían en el carnet de identidad la pertenencia a la casta, la educación estaba reservada sólo a los tutsi y los hutu cumplían trabajos forzados así que con el nacimiento del nuevo estado los hutu exigían venganza a gritos.
Más de la mitad de la población tutsi de Ruanda huyó entre 1959 y 1962. El general Juvenal Habyarimana se hizo con el poder con un golpe de estado en 1973, triunfó en la guerra civil (1990-1993) e inició una política discriminatoria y racista contra los tutsi, hasta el punto de instigar y de encubrir masacres contra ellos.
El magnicidio de este dictador hutu en el año 1994 causó una oleada de indignación en el país que acabó en un genocidio en el que 800.000 ruandeses, tutsi en su mayoría, fueron exterminados. La situación fue distinta en Burundi, donde la élite tutsi conservó el poder y logró contener la embestida de la mayoría hutu.
Ruanda actualmente es un país densamente poblado donde el hambre es crónica y la pobreza endémica y que sobrevive con una agricultura de subsistencia. Pero lo más difícil está por llegar: el perdón y la reconciliación nacional entre unos tutsi nostálgicos de la tiranía de antaño y unos hutu que aún sueñan con la solución final.
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