Kenia: la belleza de la sabana africana.

Flag_of_Kenya.svg

La República de Kenia se encuentra en el este de África, a orillas del lago Victoria. Su nombre se debe al monte Kenia, un lugar tradicional para el pueblo y segunda montaña más alta del continente tras el Kilimanjaro de Tanzania, que también se encuentra, aunque parcialmente, en Kenia. Tiene gentes de muchas culturas y orígenes.

Fue colonia de los alemanes primero y de los británicos después. En 1963 se independizó del Reino Unido. En este tiempo ha habido dictaduras, golpes de estado, conflictos étnicos y acusaciones de fraude. No obstante, los sucesivos gobiernos han huido de extremismos y se han caracterizado por la moderación política.

Existen más de 40 etnias en Kenia. Hay suajilis en la costa, pastores en el norte y otros pueblos en el centro y oeste del estado. Todo ello resulta en la ausencia de una cultura única y claramente identificable. No obstante, las lenguas, culturas y razas son muy semejantes y tienen nexos de unión. Sólo el inglés y el suajili son oficiales.

Es éste un pueblo que ha olvidado sus raíces. Las estrategias de divisionismo practicadas por colonizadores y líderes locales han hecho que los kenianos apenas conozcan su propia historia. Las prácticas culturales autóctonas fueron barridas por las iglesias y la educación formal y hoy la juventud se identifica con las de Occidente.

Kenia es un país de gran hermosura. Es conocida por su gran biodiversidad en animales y variedad de ecosistemas. Tiene sabanas áridas y semiáridas, costa, bosques, montañas y regiones áridas. La belleza natural de sus paisajes atrae a muchos turistas que vienen de safari.  Las mujeres kenianas son las más lindas de África.

El turismo es la gallina de los huevos de oro pero Kenia, aunque pobre y atrasada, es también la nación más industrializada de África oriental. Esta república presume de tener notables literatos en lengua inglesa, suajili y kikuyu así como grandes atletas de fondo, como Catherine Ndereba, Paul Tergat o John Ngugi.

Puntlandia: el país independiente que no desea serlo.

800px-Flag_of_Puntland.svg

De las cenizas de la desintegrada Somalia surgieron varios estados. Uno de ellos es Puntlandia. Tras la secesión de Somalilandia en 1991, se declaró independiente bajo el nombre de República de Majerteen, aunque la cosa quedó en nada. Desde 1998 Puntlandia es estado autónomo autoproclamado dentro de la inexistente Somalia.

Dado que por entonces no existía nada ni siquiera remotamente parecido a un gobierno somalí, lo cierto es que esa autoproclamación era, en la práctica, una declaración de independencia en toda regla. Así, a pesar de que Puntlandia se considera a sí misma territorio somalí, es, contra su voluntad, independiente de facto.

El Estado de Puntlandia nunca ha pretendido reconocimiento internacional como nación soberana. De hecho sigue usando la moneda y bandera somalíes. Su futuro (independencia definitiva o reingreso en Somalia) puede ser ejemplo para otros reinos de taifas de la zona, como Maajir, Galmudug y Jubalandia, en situación similar.

Puntlandia se encuentra situada en la esquina noreste del territorio somalí. Al oeste hace frontera con Somalilandia, estado independiente de facto con quien se disputa militarmente el control del estado autónomo autoproclamado de Maajir y otras tierras. Al sur limita con Galmudug, otro reino de taifa dentro de la irreal Somalia.

Este estado de facto se ubica en la punta misma del Cuerno de África, en una posición estratégica, con acceso al Mar Rojo y el Oceáno Índico. En sus costas -como en las de Somalia- operan piratas somalíes que asaltan los barcos de la zona. Puntlandia, sin flota ni medios, se ve impotente para hacer nada al respecto.

El somalí y el árabe son las lenguas oficiales y el islam la religión dominante en un país de pastores nómadas que vive en una pobreza total. Puntlandia es independiente pero no quiere serlo. Prefiere formar parte de una nación que ya no existe. En verdad que pocas veces el surrealismo político ha alcanzado cotas tan altas.

Somalilandia: el país que no existe.

Flag_of_Somaliland.svg

Somalilandia es un estado de facto. No es reconocido por ningún estado del mundo pero es independiente. No aparece en ningún mapa pero posee gobierno, moneda y constitución propios. Para ser un país que no existe, tiene mayor estabilidad, desarrollo económico y democracia que la Somalia de la que se separó.

Su primera independencia (de Reino Unido) duró sólo cinco días, del 26 de junio al 1 de julio de 1960. Hasta la primera de esas fechas, el Cuerno de África estaba dividido entre las Somalilandias francesa, inglesa e italiana. Los territorios británico e italiano se unieron para crear Somalia y la colonia francesa pasó a ser Yibuti.

El fugaz primer ministro de la Somalilandia independiente, Mohamed Egal, repitió cargo en la Somalia unida, pero fue depuesto por el golpe de estado que dio Siad Barre en 1969. Durante dos décadas Barre marginó a Somalilandia, así que ésta proclamó su independencia en cuanto el dictador fue derrocado el año 1991.

De todas las naciones del Cuerno de África ésta es la que menos mal está. Hay piratería en descenso, economía en desarrollo, islamismo bajo control y escasa violencia religiosa. La contrapartida es el analfabetismo: sólo medio millar de docentes en un país de cuatro millones de almas, el 70% de ellas menor de 30 años.

Somalilandia es la patria más estable de la región. Pese a ello mantiene una disputa fronteriza con Puntlandia. Somalilandia reclama el territorio completo de la antigua colonia británica, pero Puntlandia y Maajir ocupan gran parte de la zona oriental de dicho territorio. Hay frecuentes escaramuzas y las relaciones son tensas.

Se trata de un país donde rige la sharia y cuyas lenguas oficiales son el somalí y el árabe. Es un firme candidato a ser reconocido oficialmente como estado soberano en el futuro. África se niega por el momento a redibujar las viejas fronteras coloniales pero no puede negar la realidad de Somalilandia por mucho más tiempo.

Somalia: el estado fantasma.

Flag_of_Somalia.svg

Somalia nació en 1960 de la fusión de las descolonizadas Somalilandias italiana y británica. Aparece en los mapas y es por todos conocida. Y sin embargo no existe. Está dividida en un sinfín de reinos de taifas. El gobierno no tiene capacidad para recaudar los impuestos, mantener el orden o establecer un poder judicial, entre otros.

Dentro del  territorio somalí podemos encontrar varios estados de  facto; uno es la propia República Somalí, otros tres estados autoproclamados autónomos que sólo en la teoría pertenecen a Somalia (Puntlandia, Galmudug y Maajir), otro que amenaza con la secesión (Jubalandia) y otro, Somalilandia, independiente desde 1991.

A esto se le debe sumar otras regiones que son gobernadas por reyezuelos locales, tribus, señores de la guerra o que directamente son tierra de nadie. La anarquía. En la práctica el Estado Somalí controla la capital, Mogadiscio, y Baidoia. En el resto del país la única autoridad es la de quien empuña un fusil. Es la ley de la jungla.

El desmembramiento de Somalia ocurrió en 1991, pocos meses después de la caída de Siad Barre, el dictador que gobernó la nación con mano de hierro desde 1969. Los opositores no se pusieron de acuerdo y comenzaron a luchar entre ellos. Esta Guerra Civil Somalí iniciada en 1991 dura aún hoy y se ha cobrado 400.000 vidas.

Un 60% de somalíes son pastores nómadas o seminómadas de vacas, camellos, ovejas y cabras y un 25% granjeros. La religión predominante es el islam y la lengua oficial somalí y árabe, aunque también se habla italiano e inglés, entre otros. La familia es el núcleo central de la sociedad, la cual se divide en numerosos clanes.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) intentó reconstruir el fallido estado somalí pero al final lo dejó por imposible. Actualmente, un gobierno de transición, los islamistas y los señores de la guerra se disputan a tiros el control de un país irreal que solamente se halla en los mapas. Somalia se desintegra. Somalia no existe.

http://www.youtube.com/watch?v=YEbs9o3FtCA

Yibuti: un país de comerciantes.

yibuti-bandera-wallpapers_32944_1920x1200

Yibuti es una pequeña república enclavada en el inestable Cuerno de África, limítrofe con Etiopía, Eritrea y Somalilandia. Fue un protectorado francés en el siglo XIX (bajo el nombre de Somalia Francesa primero y luego Territorio Francés de los Afar y los Issa) y obtuvo su independencia en 1977 bajo la denominación de Yibuti.

Yibuti es un crisol de culturas. Se compone básicamente de dos pueblos que conviven conflictivamente; los afar, que ocupan los dos tercios septentrionales y los issa, en el tercio meridional. Esta nación está muy influida por las culturas francesa, etíope y árabe. Fue uno de los primeros países africanos en abrazar el islam.

Es un país de comerciantes. Los habitantes de estas tierras viven a orillas del Mar Rojo y el Golfo de Adén y tienen estrechos vínculos comerciales con Egipto, India, China y Arabia desde hace milenios. Es una zona de libre comercio y el puerto de facto de Etiopía a causa de las tensas relaciones que esta patria tiene con la vecina Eritrea.

Es también tierra de poetas que cantan a los pastores nómadas de la región. Allí han nacido literatos como Mouna-Hodan Ahmed y Abdourahman Waberi. El árabe y el francés son los idiomas oficiales aunque están muy extendidos el somalí y el afar. Sin embargo, apenas hay escuelas y el analfabetismo campa a sus anchas.

La ausencia de precipitaciones dificulta la agricultura. La industria prácticamente no existe. Yibuti es un país muy pobre que depende de la ayuda exterior. El 40% del presupuesto nacional es una subvención de Francia, que a cambio obtiene petróleo y tiene instalada su mayor base militar fuera del país, con más de 4000 efectivos.

Yibuti es una dictadura. Su primer presidente, Hassan Gouled Aptidon, proclamó un régimen unipartidista. De 1991 a 2001 el gobierno estuvo en guerra civil contra rebeldes afar que exigían democracia. Ismaïl Omar Guelleh -sobrino de Aptidon- es el segundo presidente tras vencer los comicios mediante fraude.

Eritrea: un estado hermético y pretoriano.

eritrea-flag-wallpapers_32908_1920x1200

Italia creó en 1890 la colonia de Eritrea tras fusionar varios reinos independientes y estados vasallos de los Imperios Etiope y Turco. Tras la derrota italiana en la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido gobernó Eritrea, que luego se federó con Etiopía. Pero ésta quiso reducirla a una mera provincia, y Eritrea separarse de ella.

Eritrea es uno de los estados más jóvenes de África. Situada en la inestable región del Cuerno de África, se independizó de Etiopía en 1993 tras un agotador conflicto de más de 30 años en el que incluso las mujeres dejaban a sus bebés en casa para ir a luchar en el frente. Tras la secesión, Etiopía se quedó sin salida al mar.

La realidad eritrea es catástrofica. Dos tercios de la población viven por debajo del umbral de la pobreza. La desnutrición infantil está al alza. Mientras, se destina el 25% del Producto Interior Bruto (PIB) a gastos militares. Hay hambre, represión y militarismo y muchos eritreos huyen como exiliados y piden asilo político en otro país.

Desde su independencia Eritrea ha sido gobernada por Issaías Afewerki, líder del grupo rebelde durante la lucha y actual autócrata. Fue a la guerra contra Etiopía entre 1998 y 2000, un choque en el que murieron 300.000 personas. Aún hoy usa el odio al vecino para que su gente no piense en la falta de libertad y el hambre.

El dictador ha creado un estado de alarma continua. Existe una auténtica paranoia con la idea de que Etiopía les va a invadir de un momento a otro. Con la excusa de una posible guerra, ha construido  un régimen unipartidista, un estado pretoriano, hermético y aislado donde los periodistas van a la cárcel por decir la verdad.

Hay muchas lenguas en Eritrea, ninguna oficial, aunque la Constitución suscribe la igualdad de todas ellas. En la práctica predomina el tigriño y el árabe. La mitad de la población es suní y la otra mitad ortodoxa. ¿Qué pasará luego de Afewerki? Sin un puño de hierro que controle semejante batiburrillo, hay peligro de guerra civil.

Etiopía: el viejo imperio pasa hambre.

et

Etiopía es una de las naciones más antiguas del mundo. Aparece ya mencionada en la propia Biblia. Fue el segundo país del orbe en adoptar el cristianismo de forma oficial tras Armenia y primer reino del globo en adoptarlo. Hoy el 61% de los etíopes profesa el cristianismo, el 32% el islam y las creencias tradicionales el 5%.

Heredero del Reino de Aksum, Etiopía fue un imperio de 1270 a 1975. No fue colonizada durante el reparto de África, excepto por cinco años (1936-1941) a manos de Italia. Fue miembro fundador de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Unión Africana (UA).  Adis Abeba es la sede de estas dos entidades en África.

En 1952 Eritrea se federó con Etiopía, quien en 1962 la redujo a mera provincia. Pese a que Etiopía es una república federal que, en teoría, permite la secesión de sus estados, Eritrea sólo pudo independizarse en 1993 tras 30 años de conflictos. Etiopía se quedó así sin salida al mar. Entre 1998 y 2000 ambos países fueron a la guerra.

El país tiene una rica variedad de músicas, danzas y etnias y es una potencia en atletismo de fondo. La lengua oficial es el amárico, con alfabeto propio, aunque hay muchos más idiomas, como el oromo y el tigriña.  Su calendario es el de la Iglesia Ortodoxa Copta, con un retraso respecto al gregoriano de entre unos 7 y 8 años.

Etiopía, en el pasado llamada Abisina, es hoy uno de los estados más pobres de la Tierra. Vive de una agricultura de subsistencia pero las guerras contra Eritrea y unas sequías brutales han traído tremendas hambrunas. El analfabetismo avanza en un país en el que la ayuda extranjera representa el 90% del presupuesto del gobierno.

Tras el último emperador, Haile Sellasie I, llegó el comunismo y luego la democracia, pero la nación no levanta cabeza. De aquel histórico imperio que una vez dominó el Cuerno de África ya sólo queda una nación moribunda y atrasada cuya fotografía se resume en la sórdida mirada de tristeza de un niño que pasa hambre.

Suazilandia: un reino en la Edad del Bronce.

600px-Flag_of_Swaziland.svg

El Reino de Suazilandia es un pequeño enclave sin salida al mar entre Sudáfrica y Mozambique. El nombre del país proviene de un rey del siglo XIX, Mswati II.  Fue un protectorado de Transvaal primero, y luego del Reino Unido hasta 1968 -año de su independencia- y gracias a ello es que hoy no forma parte de Sudáfrica.

La población se compone mayoritariamente de la etnia suazi, un pueblo cuya lengua es el suati, y que usa el inglés como segundo idioma (los dos son oficiales). Los suazi descienden de los bantúes que se instalaron en la región allá por los siglos XV y XVI. El zulú, el tsonga y el afrikaans, entre otros, también se hablan allí.

Teóricamente cristiana, la suazi es una sociedad dada a la adivinación, la hechicería y la poligamia. El país vive todavía -como la práctica totalidad del África Negra- en la Edad del Bronce. Hace poco aprobó una ley que prohíbe a las brujas volar sobre sus escobas a más de 150 metros de altura, bajo pena de fuerte multa.

El 75% de la población sobrevive con una agricultura de subsistencia, el 60% vive con menos de 1,25$ al día y la mayoría mora en chozas. Sólo el 50% tiene agua potable. Este reino tiene una de las tasas más bajas del mundo de esperanza de vida y una de las más altas de Sida. La educación no es obligatoria ni tampoco gratuita.

Esta pobreza contrasta con la opulencia del monarca, que vive instalado en todo tipo de lujos y placeres, harén incluido. Hay elecciones cada cinco años, pero en realidad son decorativas ya que el país vive en un régimen de monarquía absolutista donde el rey es el dictador supremo y el primer ministro un simple títere.

Para acabar con un tono positivo debemos destacar que se trata de una sociedad muy homogénea, lo que garantiza la ausencia de conflictos étnicos. Además, la cultura suazi tiene una rica variedad de músicas, canciones, danzas y artesanía. Y tiene mérito que un país tan pequeño no haya sido absorbido por sus dos grandes vecinos.

Lesotho: el reino débil del sur.

800px-Flag_of_Lesotho.svg

En los primeros años del siglo XIX el monarca Moshoeshoe I fundó el Reino de Basutolandia (hoy Lesotho). Tras unos enfrentamientos con los boers entre 1856 y 1868, pidió ayuda al Reino Unido, convirtiéndose en protectorado británico en 1868. Casi una centuria después -fue en el año 1966- se declaró estado soberano y libre.

Lesotho es un pequeño enclave rodeado por todas partes por Sudáfrica. Esto lo convierte en un país extremadamente dependiente y vulnerable respecto de su vecino. Hubo una época en la que pudo ser absorbido por Sudáfrica pero Lesotho jugó bien sus bazas y con el apoyo británico se mantuvo al margen del racismo boer.

Como nación independiente, las cosas no han ido bien. Gran inestabilidad política, golpes de estado y una historia monárquica de reyes destronados y vueltos a coronar digna de un culebrón. La mortalidad infantil supera el 8%, hay cinco médicos por cada 100.000 habitantes y una de las mayores tasas de Sida del mundo.

Una de las cosas buenas de Lesotho es su gran homogeneidad étnica. El 99% de la población es de etnia basotho, un pueblo bantú con su lengua propia, el sesotho, que es oficial junto con el inglés. Al vivir en un enclave montañoso los basotho casi no se han mezclado con otras tribus vecinas. El 90% de la población es de fe cristiana.

El centro de la vida es la aldea, compuesta por chozas redondas denominadas rondavels. Se sitúan en las elevaciones medias de las montañas, lejos de las zonas inundables y cerca de los campos de maíz, trigo y frijoles. Hay un jefe del poblado similar a un alcalde y una gran participación ciudadana en asuntos de la cosa pública.

Los basotho tienen una gran riqueza de costumbres donde destaca la literatura, el uso de la flauta y de otros instrumentos musicales, y su gran homogeneidad étnica los ha mantenido en paz, pero su fuerte identidad cultural no se traduce en una fuerte identidad nacional, al depender en exceso del poderoso vecino que la rodea.

http://www.youtube.com/watch?v=xPut8XeOhL4

Namibia: la paz del desierto.

Namibia-Flag-Wallpaper

Namibia es uno de los estados más jóvenes de África. Se independizó de Sudáfrica en 1990, tras sufrir en sus carnes una ocupación ilegal y el régimen racista del Apartheid. Antes de eso, fue un protectorado de Naciones Unidas y antes de ello una colonia alemana llamada África del Suroeste. Ahora por fin sabe lo que es ser libre.

El país es más grande que Pakistán pero tiene sólo dos millones de habitantes. Entre el desierto de Namib y el del Kalahari, un bello paisaje de dunas de arena recorre el territorio de punta a punta. La gente vive en la costa y en la zona norte, donde casi no llueve. Hay también hermosas montañas, parques naturales y sabana.

La población se compone de al menos una docena de etnias, entre las que destacan los owambo (la más numerosa), los herero, los kavango, los himba, los nama, los damara, los basters y los san o bosquimanos. Hay una gran influencia cultural de alemanes y afrikaners. El 90% de los habitantes de declara de fe cristiana.

El único idioma oficial es el inglés. El estado es oficialmente monolingüe, en teoría para evitar una fragmentación etnolingüística. Pero la mitad de los namibios tienen el oshiwambo como primera lengua, los blancos hablan alemán y afrikaner y algunas lenguas locales se enseñan en la escuela pese a no tener reconocimiento oficial.

Los ingresos salen de la minería. Namibia es uno de los mayores exportadores del mundo de uranio, diamantes, plomo, zinc, cobre, estaño, plata y wolframio. Dispone también de grandes recursos pesqueros y un turismo creciente. Pero el pueblo llano sufre una muy alta tasa de desigualdad de ingresos, desempleo y Sida.

Pese a todo, Namibia vive feliz y en paz consigo misma. Lejos quedan los tiempos de la ocupación y el colonialismo. Ahora la gente disfruta de su rica artesanía, música y gastronomía fruto del mestizaje de mil culturas mientras come su pan bajo un sol de justicia y con toda la calma, silencio y sosiego que dan las dunas del desierto.

Anteriores Entradas antiguas Siguiente Entradas recientes