Italia creó en 1890 la colonia de Eritrea tras fusionar varios reinos independientes y estados vasallos de los Imperios Etiope y Turco. Tras la derrota italiana en la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido gobernó Eritrea, que luego se federó con Etiopía. Pero ésta quiso reducirla a una mera provincia, y Eritrea separarse de ella.
Eritrea es uno de los estados más jóvenes de África. Situada en la inestable región del Cuerno de África, se independizó de Etiopía en 1993 tras un agotador conflicto de más de 30 años en el que incluso las mujeres dejaban a sus bebés en casa para ir a luchar en el frente. Tras la secesión, Etiopía se quedó sin salida al mar.
La realidad eritrea es catástrofica. Dos tercios de la población viven por debajo del umbral de la pobreza. La desnutrición infantil está al alza. Mientras, se destina el 25% del Producto Interior Bruto (PIB) a gastos militares. Hay hambre, represión y militarismo y muchos eritreos huyen como exiliados y piden asilo político en otro país.
Desde su independencia Eritrea ha sido gobernada por Issaías Afewerki, líder del grupo rebelde durante la lucha y actual autócrata. Fue a la guerra contra Etiopía entre 1998 y 2000, un choque en el que murieron 300.000 personas. Aún hoy usa el odio al vecino para que su gente no piense en la falta de libertad y el hambre.
El dictador ha creado un estado de alarma continua. Existe una auténtica paranoia con la idea de que Etiopía les va a invadir de un momento a otro. Con la excusa de una posible guerra, ha construido un régimen unipartidista, un estado pretoriano, hermético y aislado donde los periodistas van a la cárcel por decir la verdad.
Hay muchas lenguas en Eritrea, ninguna oficial, aunque la Constitución suscribe la igualdad de todas ellas. En la práctica predomina el tigriño y el árabe. La mitad de la población es suní y la otra mitad ortodoxa. ¿Qué pasará luego de Afewerki? Sin un puño de hierro que controle semejante batiburrillo, hay peligro de guerra civil.
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