Mozambique: el postmarxismo.

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Mozambique -en África Oriental- fue explorado por el navegante Vasco da Gama en 1498 y colonizado por Portugal en 1505.  Tras siglos de esclavismo, expolio y saqueo se independizó de Lisboa en 1975 -después de una Guerra de Independencia de 1964 a 1974- con la firme determinación de regir su propio destino.

Pero no comenzó con buen pie. Tras la secesión llegó la Guerra Civil (1977-1992) entre el gobernante Frelimo, un partido marxista apoyado por Unión Soviética y Cuba y la opositora Renamo, ayudada por Sudáfrica. Todavía hoy quedan más de dos millones de minas antipersona activas, como  secuela de aquella fatídica lucha.

Mozambique es muy pobre. Su índice de desarrollo humano y su esperanza de vida son bajísimos y su mortalidad infantil una de las más altas del planeta. Pero desde que acabó la guerra se ha pasado de una dictadura marxista a una democracia, y ha mejorado la economía y la calidad de vida. Frelimo gobierna aún.

El 99% de mozambiqueños es de origen bantú. Desde el punto de vista religioso, el país es un verdadero pupurri de católicos, protestantes, musulmanes, animistas y ateos. Existen muchas lenguas locales aunque la más extendida y la única oficial es el portugués pese a que, irónicamente, casi nadie lo habla como lengua materna.

En este idioma destacan literatos de la talla de José Craveirinha,  Mia Couto o Paulina Chiziane. El pintor Malangatana Valente y el escultor Alberto Chissano son artistas de renombre internacional. Las esculturas de marfil, las máscaras, las músicas y las danzas son elementos culturales de los nativos bantúes.

Sus enormes recursos naturales son su mayor potencial de futuro. Mozambique es del tamaño de Turquía y tiene la mayor llanura costera del continente. El 45% del territorio nacional es válido para el cultivo. Dispone de bosques, selvas, sabanas, ríos, montañas, praderas… Todo un mundo de posibilidades en un país casi virgen.

Suazilandia: un reino en la Edad del Bronce.

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El Reino de Suazilandia es un pequeño enclave sin salida al mar entre Sudáfrica y Mozambique. El nombre del país proviene de un rey del siglo XIX, Mswati II.  Fue un protectorado de Transvaal primero, y luego del Reino Unido hasta 1968 -año de su independencia- y gracias a ello es que hoy no forma parte de Sudáfrica.

La población se compone mayoritariamente de la etnia suazi, un pueblo cuya lengua es el suati, y que usa el inglés como segundo idioma (los dos son oficiales). Los suazi descienden de los bantúes que se instalaron en la región allá por los siglos XV y XVI. El zulú, el tsonga y el afrikaans, entre otros, también se hablan allí.

Teóricamente cristiana, la suazi es una sociedad dada a la adivinación, la hechicería y la poligamia. El país vive todavía -como la práctica totalidad del África Negra- en la Edad del Bronce. Hace poco aprobó una ley que prohíbe a las brujas volar sobre sus escobas a más de 150 metros de altura, bajo pena de fuerte multa.

El 75% de la población sobrevive con una agricultura de subsistencia, el 60% vive con menos de 1,25$ al día y la mayoría mora en chozas. Sólo el 50% tiene agua potable. Este reino tiene una de las tasas más bajas del mundo de esperanza de vida y una de las más altas de Sida. La educación no es obligatoria ni tampoco gratuita.

Esta pobreza contrasta con la opulencia del monarca, que vive instalado en todo tipo de lujos y placeres, harén incluido. Hay elecciones cada cinco años, pero en realidad son decorativas ya que el país vive en un régimen de monarquía absolutista donde el rey es el dictador supremo y el primer ministro un simple títere.

Para acabar con un tono positivo debemos destacar que se trata de una sociedad muy homogénea, lo que garantiza la ausencia de conflictos étnicos. Además, la cultura suazi tiene una rica variedad de músicas, canciones, danzas y artesanía. Y tiene mérito que un país tan pequeño no haya sido absorbido por sus dos grandes vecinos.

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