Falacia atea: Es imposible probar la inexistencia de Dios.

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Los ateos afirman que es imposible probar la inexistencia de un «ser imaginario» como Dios, que pretender aportar pruebas acerca de su no existencia es como querer hacer lo propio con la de un unicornio, la tetera voladora, Papá Noel o el ratoncito Pérez. Es decir: imposible. Así pues, los ateos exigen a los creyentes que demostremos nuestras afirmaciones al tiempo que ellos renuncian a probar las suyas.

Pero aparte de insultar la inteligencia de los cristianos con absurdas comparaciones infantiles (¿cuántas personas conocen ustedes que hayan comenzado a creer en el ratoncito Pérez de adultos?  ¿cuántos premios Nobel conocen ustedes que crean en los unicornios?) mienten porque esta afirmación -la de que es totalmente imposible probar la inexistencia de Dios- simplemente no es verdad.

Decir que no hay un Creador es tanto como decir:

1) Que el Universo se ha creado él solo y a sí mismo (o dicho de otro modo, que el Universo es creación y creador al mismo tiempo).

2) Que el Universo ha surgido de la nada o, en su defecto, que proviene de una causa que no es Dios.

3) Que el Universo, tal y como lo conocemos actualmente, es producto del azar.

Bastaría con demostrar estas tres tesis para probar la inexistencia de Dios. Pero ¿dónde están las pruebas? No hay ninguna. Los incrédulos, que se pasan el día reclamando evidencias empíricas a los cristianos acerca del Creador, son incapaces de aportar una sola prueba (¡ni siquiera un indicio!) que nos haga pensar que el Cosmos se creó solo y que, en consecuencia, los postulados ateos son ciertos.

No sólo no existe evidencia alguna de tales cosas. Lo que es aún peor; ni siquiera son razonables. Es decir, aunque no tuviéramos pruebas de todo ello sí podríamos sospechar que los ateos están en lo cierto si estos fenómenos se reprodujesen en la naturaleza. Pero ¿cuántas cosas conocen ustedes que se hayan autocreado? ¿Han visto alguna vez una galaxia, un árbol o un mosquito que se creen ellos solos y a sí mismos?

El científico ateo Stephen Hawking afirma que el Cosmos surgió de la nada. Si esto fuera verdad deberíamos ser capaces de observar más cosas que aparecieran de la nada. ¿Conocen ustedes una estrella, un microbio o una molécula que surjan de la nada? Hasta donde yo sé de la nada no puede salir otra cosa que no sea la nada. La generación espontánea es falsa y el Universo no es la excepción a la regla.

Otros dicen que antes de la Gran Explosión el Universo estaba concentrado en una partícula extremadamente diminuta y condensada; que la Gran Explosión fue el choque de dos Universos que colisionaron como placas tectónicas; que el Cosmos se expanderá y contraerá una infinitud de veces (sabemos que se expande pero nada hace pensar que deba contraerse), que hay Universos paralelos, etcétera.

Sin entrar a valorar si son correctas o no, cabe destacar que ninguna de estas teorías está probada y ninguna explica la causa originaria del Universo. Otros sostienen que el Cosmos no tiene principio y ha existido eternamente pero esto es falso porque si así fuera las estrellas ya se habrían apagado. Además sabemos que hubo un principio pues se encontraron radiaciones residuales procedentes del Big Bang.

Finalmente para los ateos el Universo actual es producto no de un diseñador inteligente sino del azar. Es decir, que el Universo, que es extremadamente complejo y ordenado a la vez, es así por casualidad. Yo me pregunto cuantas cosas conocen los ateos que sean extremadamente complejas y ordenadas y fruto de la casualidad. Si la Mona Lisa no es producto del azar ¿cómo va a serlo el Cosmos?

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: La ausencia de pruebas sí es prueba de ausencia.

«La ausencia de pruebas no es prueba de ausencia». Esta afirmación fue pronunciada por el conocido divulgador científico Carl Sagan. La frase es de un enorme sentido común ya que porque una cosa no se haya demostrado no significa necesariamente que no exista. Puede significar simplemente que no se ha demostrado… todavía. Me llama mucho la atención que esta idea la popularizase un ateo como Carl Sagan porque precisamente hoy muchos ateos y escépticos esgrimen justo lo contrario, lo que evidencia una cortedad de miras tan brutal que asusta.

«¿Dónde está Dios? Pruébame su existencia» -te dicen-. «Si no has podido demostrarla entonces es porque no existe, porque no es más que un ser imaginario en la mente de los ignorantes». Cosas así las oigo a menudo. Y te lo dicen como si a Dios se le pudiese encerrar en un laboratorio o ponerlo debajo de un microscopio. O como si pudieses obligar a Dios a mostrarse incluso si Él no quiere. Lamentable. Los ateos defienden una idea descabellada: si no está demostrado entonces no existe, que es como decir que la ausencia de pruebas sí es prueba de ausencia.

Veamos qué pasaría si aplicáramos este razonamiento ateo a otras áreas de la vida. La materia oscura se descubrió en el siglo XX. ¿Quiere decir eso que no  existía en el XIX? ¿No existía la gravedad antes de que el físico Isaac Newton la descubriera? ¿O la ciudad de Troya antes de que el arqueólogo Henry Schliemann hallara sus restos? ¿Había una América antes del año 1492? Pero es más… si nada de esto se hubiera descubierto todavía ¿significaría eso que ni la materia oscura ni Troya ni la gravedad ni el continente americano existen a día de hoy?

Hay gente que cree imposible la vida extraterrestre inteligente porque al fin y al cabo ¿dónde están las pruebas? ¿Dónde el platillo volante? ¿Has tocado alguna vez a un alien? La ausencia de pruebas prueba la ausencia. Yo tengo una mente más abierta y considero un atrevimiento negar esta opción de forma tajante… sobre todo si tenemos en cuenta que el 98% del Universo está inexplorado y que ni siquiera hemos logrado salir del Sistema Solar. Quizás sí haya una civilización alienígena pero se encuentra demasiado lejos y por eso no la hemos contactado aún.

Que no tengamos pruebas empíricas de algo no significa necesariamente que ese algo no exista. Puede significar simplemente que no se ha comprobado… todavía. Y que por tanto hay que seguir investigando. ¿O es que acaso nos creemos tan inteligentes como para pensar que ya está  todo descubierto y que lo que no se haya descubierto hasta la fecha no se descubrirá nunca? La ausencia de pruebas no es prueba de ausencia, en palabras del propio Carl Sagan, quien por cierto era ateo. Que tú no puedas ver a Dios con un telescopio no significa que Él no te vea a ti.

¿Pero cómo creer en un Ser que se esconde? La grandeza de la creación revela la existencia de un Creador, por lo que absolutamente nadie tiene excusa para negarlo.  «Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que Él creó, de modo que nadie tiene excusa. A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón» (Romanos 1:20-21).

Que el Universo se haya autocreado sería todavía más increíble que si La Mona Lisa se hubiera pintado ella sola y a sí misma. Cuando ves la grandeza del macroverso, con sus galaxias, espirales y nebulosas, o la del microverso, con los átomos o los genes, te das cuenta de que el más diminuto ser unicelular es mil veces más complejo que el más potente ordenador. La prueba es que puedes construir una computadora pero no darle vida a una célula. La creación es exageradamente compleja y ordenada. Nadie tiene excusa para decir que no hay Dios.

Lo más curioso es que los ateos aceptan cosas no comprobadas y luego nos acusan de irracionales a los creyentes si hacemos lo mismo. Muchos ateos aceptan la Teoría de Supercuerdas, los Universos paralelos, que la velocidad de la luz es constante entre unos puntos A y B o que la vida en la Tierra comenzó en el mar con una célula que apareció casi por arte de magia. Nada de esto ha sido demostrado nunca. No existe ni una sola prueba de tales cosas, sin embargo no pocos ateos las aceptan sin dudar y tan sólo exigen pruebas de la existencia del Señor.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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Falacia atea: Si Dios existiera haría milagros gigantescos para que todos creyéramos en Él.

Los ateos y los escépticos en general se quejan de que Dios no da señales de vida. En los tiempos bíblicos hacía milagros espectaculares pero hoy no los vemos. Si en aquella época la gente necesitaba de fenómenos sobrenaturales para creer en una realidad sobrenatural, también lo necesitamos en la actualidad. Y a mí no me cabe ninguna duda de que si viéramos milagros gigantescos hoy, esto convertiría a algunos incrédulos, pero es una falacia muy común pensar que los convencería a todos.

La fe de las personas, aun de las creyentes, es muy pequeña. Hace miles de años Dios abrió el Mar Rojo para que los judíos lo atravesaran… pero cuando Moisés se retiró al desierto 40 días, pensaron que había desaparecido, se olvidaron del Dios que les salvó de los egipcios y construyeron un becerro de oro. Habían visto cómo Yahveh estaba de su lado y era capaz de abrir el mar pero en cuanto saltó la mínima duda del paradero de Moisés ¡toda la fe de los judíos se derrumbó en un instante!

Dios les protegió en su travesía por el desierto, los alimentó con maná caído del cielo y les condujo a la tierra prometida… pero como estaba habitada por pueblos poderosos ¡tuvieron miedo y dijeron que era preferible dar la vuelta para volver a ser esclavos de Egipto! Vieron milagros portentosos en vivo y en directo pero ¡pensaban que Dios no podía derrotar a los lugareños de la región! ¿Podrá Dios abrir el mar y a la vez ser incapaz de vencer a un país diminuto? Así lo creían los judíos.

¿Y qué me dices de los apóstoles? Conocieron en persona a Jesús, predicaron codo a codo con Él, le acompañaban a todas partes, vivían con Él. Vieron con sus propios ojos cómo curaba ciegos, sanaba leprosos, hacía andar a los paralíticos y hasta resucitaba muertos… pero cuando fueron a crucificarlo, todos menos Juan corrieron como gallinas a esconderse. Estaban desmoralizados por su muerte. Y Tomás no creyó que hubiese resucitado. Seguramente a mí me habría pasado igual.

Da igual que Dios abra el Mar Rojo una vez o doscientas. Da igual que resucite a un muerto o a mil. Podrías estar al lado del mismísimo Dios, ser testigo de primera mano de milagros gigantescos y aún así… al mínimo contratiempo, dudar y tener miedo. Porque le pasó a los judíos. Porque le pasó a los apóstoles. Porque los seres humanos somos así. No tenemos remedio. Dios quiere que creamos para ver, y nosotros queremos ver para creer. Y a veces, ni aún así creemos, que es lo más triste.

Si un ateo es testigo de un milagro pequeño, buscará una explicación científica. Si es testigo de un milagro gigante para el que no hay explicación posible, entonces negará lo sucedido y dirá que ha sido un fraude, un sueño o una alucinación. Por eso es falso pensar que si Dios se sacara conejos, jirafas o incluso elefantes de su chistera, a la humanidad no le quedaría más remedio que creer. Siempre habría quien lo rechazara, porque el Señor no fuerza a nadie a creer. No obliga. Somos libres.

Ciertamente, Dios podría dar señales incontestables de su presencia. Podría escribir en el cielo con letras gigantes: «Soy Dios. Arrepentíos o pereceréis». Pero la historia dice que cree en Él solamente quién de verdad quiere creer. Y que más que una revelación externa, Dios se hace presente en las vidas de las personas con una revelación interna. Es decir,  a aquella persona que realmente desee con honestidad, con sinceridad, conocerle, el Señor se va a revelar en su corazón sí o sí.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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