Cabilia: el orgullo de ser bereber.

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Su nombre tradicional, Tamurt Idurar, significa «el país de las montañas». Y es que allá mismo, en las montañas, en la cordillera del Atlas y a orillas del Mar Mediterráneo, se encuentra un indómito e irreductible pueblo bereber, la Cabilia, al noreste de la República de Argelia. Es una histórica región aislada, marginada y pobre.

Los bereberes son los pieles roja del Magreb. Pero en el siglo VII llegaron los colonos árabes y con ellos el islam. La reina bereber Kahena lideró la resistencia contra los invasores pero finalmente éstos conquistaron la Cabilia. Por allí han pasado dinastías como los fatimíes y los ziríes y colonos como los otomanos y franceses.

El cabilio es un pueblo con lengua y cultura propia. Los lugareños hablan el idioma cabilio, que es una lengua bereber, y se resisten a emplear el árabe. También utilizan el francés, como vestigio de un pasado colonial. El 95% profesa el islam suní, aunque, curiosamente, los movimientos nacionalistas son de corte laico.

Pese a ello, tanto árabes, como franceses y argelinos forzaron la arabización de los cabilios. Por ejemplo, en su día se primó el derecho árabe sobre el bereber, se asignaron apellidos árabes a los cabilios y se fomentó un proceso de marginación política y económica y una sustitución lingüística y cultural para borrar su cultura propia.

Es éste un pueblo muy reivindicativo. En 1980 los nativos protestaron contra las leyes de arabización de Argelia. Hubo alborotos y huelgas contra un sistema educativo arabizante. Desde la Primavera Bereber de 1980 los cabilios han sido los grandes impulsores del reconocimiento de la cultura y lenguas bereberes en toda África.

Hoy el cabilio se estudia en las escuelas y los idiomas bereberes son reconocidos como nacionales en Argelia, pero no como oficiales. Los cabilios son ciudadanos de segunda y claman por la independencia. Desde 2001 viven en un estado de desobediencia civil constante en protesta por la marginación y la miseria. La lucha continua.

Argelia: un pueblo abierto al mundo.

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Por el territorio de la actual Argelia han pasado bereberes, árabes, omeyas, fatimíes, ziríes, almohades, mudéjares… Tras la conquista musulmana -siglo VII- se impuso el árabe y el islam allí. Por siglos fue un puzzle de tribus y reinos de taifas dominado por españoles y turcos y luego una colonia francesa de 1830 a 1962.

Argelia nació ese año como nación independiente tras una cruenta guerra (1954-1962), cuyo recuerdo es un trauma nacional. Los franceses habían transigido con la secesión de varias de sus colonias, pero hicieron lo imposible por retener a Argelia por la fuerza y cometieron auténticas monstruosidades en el intento.

Desde 1963 fue una dictadura comunista que promovió la arabización de los bereberes y nacionalizar empresas. En 1989 llegó la democracia y tres años después los islamistas ganaron las elecciones pero el ejército las suspendió, tras lo cual hubo miles de muertos. El militar es el auténtico poder en la sombra hasta hoy.

El árabe clásico es el idioma oficial del estado, pero la gente habla árabe argelino (distinto del clásico), lenguas bereberes (reconocidas como nacionales, pero no como oficiales) y francés. Hay un 70% de árabes frente a 30% de bereberes, y el 70% habla francés como segunda lengua. El 99% de los argelinos profesa el islam suní.

Argelia lo tiene todo para ser una potencia regional: es una de las naciones más modernas de África;  el estado más grande del continente desde la partición de Sudán en 2011; tiene petróleo, gas y otros recursos; una población muy joven y un inmenso potencial turístico por explotar. Pero el país no despega; es corrupto y pobre.

El norte fértil occidentalizado o el sur árido tradicional. Árabes o bereberes. Magreb o Mediterráneo. Playa o desierto. Comunismo o islam. Cerveza o sharia. Existen muchas Argelias dentro de Argelia. Pero en general, se trata de gente abierta al mundo. Y solidaria… Que se lo pregunten a los refugiados saharauis de Tinduf.

Marruecos: el último reino en el Magreb.

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Por aquí han pasado bereberes, árabes, almorávides, almohades… Marruecos como tal nace en 1666, cuando la dinastía alauita unió bajo su mando diversos reinos hasta entonces divididos. En el siglo XIX fue colonizado por Francia y España, pero se independizó en 1956. Rabat se anexionó el Sáhara Occidental en 1975.

La historia del país es la de una familia real que por siglos lo ha gobernado como si fuera su cortijo. Es la única corona superviviente del Magreb y lo es gracias a su gran capacidad de adaptación. Pasó de monarquía absolutista a parlamentaria y últimamente ha abierto bastante la mano en cuanto a las libertades y derechos civiles.

La Familia Real alauita controla todos los negocios allí. Marruecos es como una empresa y el rey su propietario. Para distraer a la gente de su atraso y su miseria, a menudo se apela al sueño expansionista de un Gran Marruecos que incluiría no sólo el Sáhara Occidental, sino también las Islas Canarias, Mauritania, Ceuta y Melilla.

Es un estado situado en el Magreb, bañado por el Mediterráneo y por el Atlántico, y una de las naciones más bellas y modernas de toda África. Pese a ello, hay gran pobreza y corrupción y oleadas de marroquíes emigran a España y Francia buscando una vida mejor. La economía es eminentemente artesanal, pesquera y agrícola.

En esta patria predomina la cultura árabe. En el pasado hubo un intento de arabizar a los bereberes -los pieles roja del Magreb- y borrar su identidad, pero fue infructuoso. Desde su independencia, Marruecos vive un florecimiento de la cultura propia y mantiene una gran rivalidad política con sus vecinos, Sáhara y Argelia.

El árabe clásico y el bereber son oficiales, el francés se usa en la enseñanza y mucha gente domina también el español. Hay una poliglosia en la que el árabe clásico y el francés son lenguas de primera y el árabe popular y el bereber de segunda. El islam llegó a la región en 682 y el 98% de este pueblo es musulmán suní.

Azawad: el primer estado tuareg.

El 6 de abril de 2012  los guerrilleros tuareg proclamaron unilateralmente la independencia de la norteña región de Azawad respecto de Mali invocando su derecho a la autodeterminación. Azawad es un estado independiente de facto, sin reconocimiento internacional. Mali se ha partido en dos y hay peligro de guerra civil.

Los tuareg aprovecharon la confusión que comportó el golpe de Estado de marzo en el que el presidente Amadou Toumani Touré fue depuesto por el golpista Amadou Sanogo, que atacó el Palacio de Koulouba para evitar precisamente eso: el triunfo de los secesionistas que luchan por su independencia desde hace mucho.

Todo empezó en 1960, cuando Mali se independizó de Francia. En aquella década nacieron muchas repúblicas árabes pero ni un solo estado tuareg se dibujó en el mapa postcolonial. Francia prefería que este pueblo de nómadas pastores de cabras y de camellos estuviera oprimido y que vendiera su uranio a precio de saldo.

El nuevo Estado de Azawad, enclavado en la región del Sahel, es una vasta nación desértica de más de 800.000 km2 poblada por algo más de un millón de tuaregs. Junto a ellos, conviven dos etnias minoritarias: los maures en el oeste y los shongai en el sur. Lo que queda de Mali está compuesto por africanos de raza negra.

Los tuareg son el pueblo bereber con mayor identidad propia. Azawad es, para ellos, sólo el primer escalón. Los tuareg están dispersos por Mali, Niger,  Burkina Faso, Argelia y Libia. En todos estos lugares están en lucha. Su sueño pasa por anexionar buena parte de estos territorios y conformar el estado más grande de África.

Todo es una incógnita en Azawad. ¿Será laico como quieren los tuareg o habrá sharia como exigen sus aliados islamistas? ¿Tendrá petróleo? ¿Irá a la guerra civil con Mali? ¿Desaparecerá? ¿Será el primer paso para construir un país mayor? Sea como sea, Azawad pasará a la posteridad como el primer estado tuareg de la era moderna.

Bereberes: los pueblos nativos del Magreb.

Los pueblos bereberes son de los más antiguos del mundo. Ellos son los habitantes originarios del norte de África, antiguos cristianos que sufrieron la invasión islámica del siglo VII. El cristianismo primitivo fue sustituido por el islam y el bereber por el árabe, hasta prácticamente hacer desaparecer esta milenaria cultura.

Hoy sólo quedan 25 millones de bereberes desperdigados por todo el Magreb; la mayoría en Marruecos (12 millones) y Argelia (8). También hay presencia en Libia, Túnez, Mauritania, Egipto, Níger, Mali y Burkina Faso. La gran dispersión geográfica dificulta mucho la creación de un estado propio donde poder reunir a todos.

No existe una sola lengua bereber, sino muchas. También formaban parte de este diasistema las variantes guanches que se hablaban en Canarias antes de que la conquistara Castilla. Hay un alfabeto autóctono exclusivo, el tifinagh, que data de al menos el siglo III A.C. aunque hay pueblos que usan el alfabeto latino o el árabe.

Hablar de nación bereber es polémico. Quizás deberíamos decir naciones, en plural, pues la identidad está tan atomizada en clanes y tribus que la consciencia de pertenecer a un solo pueblo es discutible. No obstante, existe un movimiento incipiente por coordinar a los bereberes de distintos países en la lucha por sus derechos.

El gran artífice de este movimiento fue Mulud Mammeri, intelectual que codificó la lengua tamazigh y que impulsó la Primavera Amazigh: en abril de 1980  los bereberes de Cabilia salieron a las calles a protestar por la discriminación a la que les sometía Argelia. A partir de aquí, su lucha se propagó por todo el Magreb.

Los árabes han arrinconado a estas etnias a regiones desérticas y montañosas en el interior de sus países, y empujado su cultura a un paso del abismo. Pero los pueblos bereberes se niegan a desaparecer. Están comenzando a organizarse y a reivindicar sus derechos con la fortaleza de quien sabe que no tiene nada que perder.

Sáhara Occidental: la última colonia de África.

Si hay un pueblo que cotiza alto en mi escala de afectos ése es sin duda es el sufrido pueblo saharaui. Sáhara Occidental ha padecido la mayor canallada en la historia de política exterior española. Primero fueron colonizados por los hispanos, después vendidos a los marroquíes y ahora son traicionados por el Gobierno de Madrid.

Porque el Estado Español sigue siendo legalmente la potencia administradora de la que fue su provincia nº 53. Se les prometió a los saharauis que el día en que los españoles se retirasen dispondrían de un estado soberano pero en su lugar España ha preferido aliarse con Rabat y abandonar a los saharauis a su suerte.

El Sáhara es distinto del resto de países de su entorno: frente al islamismo radical reinante en la zona, ellos son musulmanes moderados, casi laicos, donde las mujeres además han tenido que asumir forzosamente el papel de cabeza de familia al encontrarse la práctica totalidad de hombres luchando en el frente de la guerra.

Y mientras el mundo entero se vuelca con el pueblo palestino, nadie se acuerda del saharaui. Sáhara es un pueblo sin apenas amigos (paradójicamente, incluso los palestinos son contrarios a su libertad) cuyo derecho a la autodeterminación avalado por Naciones Unidas parece cada vez más lejano con el paso de los años.

Los saharauis viven separados a ambos lados de un muro de la vergüenza construido por Marruecos, bien como extranjeros en su propia patria o bien acogidos en los campos de refugiados de Argelia, luchando día a día por sobrevivir sin que les explote una de las 100.000 minas antipersona que hay sembradas bajo sus pies.

Rabat somete a crímenes de guerra y violaciones de derechos humanos a los saharauis a diario y expolia su yacimiento de fosfatos (el mayor del globo). Mientras, el mundo mira a otro lado. Es una vergüenza. Pero los aguerridos saharauis no se rinden y luchan con la fuerza y la esperanza del que no tiene nada que perder.

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