Irlanda del Norte: una herida sin cerrar.

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Hablar de dos Irlandas es como hablar de dos Coreas o de dos Alemanias, es decir, una anomalía de la historia. El patriota irlandés Michael Collins logró que la mayor parte de Irlanda se independizara del Imperio Británico pero una minoría leal a la Corona resistió en el norte y en 1921 se fraguó la partición de la isla.

Irlanda del Norte nació al calor de la revolución industrial británica y del orden económico imperial. La mayoría de norirlandeses es protestante y probritánica (53%), se siente una especie de sociedad fronteriza y no quiere ni oír hablar de reunificación con la sureña República de Irlanda, vinculada a un catolicismo agrario.

Pero hay una minoría de norirlandeses católicos y nacionalistas (44%) que sí reclama la reunificación de las dos Irlandas. Esto podría ocurrir en el futuro puesto que la tasa de natalidad de los católicos es muy superior y cuando sean mayoría estarán en disposición de vencer en un referéndum sobre la cuestión nacional.

La religión, lejos de traer paz, ha emponzoñado la situación. Aunque el conflicto no es tanto ser católico o protestante sino irlandés o británico, las iglesias han echado más leña al fuego. El terrorismo del nacionalista Ejército Republicano Irlandés (IRA) y de los comandos promonárquicos trajeron tremendos baños de sangre.

El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 puso fin al conflicto norirlandés. Ahora la población se recupera de décadas de terrorismo, los católicos ya no son discriminados en el trabajo como antaño y los unionistas se moderan más a la hora de celebrar sus provocadores desfiles de la victoria. El gaélico irlandés es oficial.

Pero sigue siendo ésta una sociedad dividida, con relaciones tensas entre sus miembros. No sabemos qué futuro le deparará; si seguirá siendo británica o si pasará a ser irlandesa. Lo que sí sabemos es que sólo si su destino es determinado de forma pacífica, democrática y libre se podrá cicatrizar esta herida que nunca cierra.

Reino Unido: la fuerza del imperialismo.

El 1 de mayo de 1707 Inglaterra y Escocia firmaron un Acta de Unión para dar paso a un estado que haría temblar al mundo: el Reino Unido. La existencia misma de la nación orbita en torno al papel preponderante de la monarquía ya que Isabel II es la reina de dieciséis estados soberanos en el mundo, incluido éste.

Reino Unido es un estado constituido por cuatro territorios que tienen estatus legal de país (Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda del Norte) además de por numerosas y estratégicas colonias ultramarinas como Gibraltar o Malvinas. Man y las Islas del Canal no pertenecen al Reino Unido pero están vinculadas a la corona.

Por un lado es un auténtico país de países, en el sentido más literal de la palabra. Por otro no deja de ser una Inglaterra ampliada, una plataforma para propulsar el colonialismo inglés por el mundo. Existen fuertes corrientes separatistas en Escocia e Irlanda del Norte, por lo que el Reino Unido puede dejar de estarlo un día.

Reino Unido fue el primer país industrializado del planeta y la primera potencia mundial entre 1815 y 1945. Los británicos ostentan la ominosa marca de haber invadido a nueve de cada diez países del globo. Ahora ya no son un imperio pero sí una potencia a tener muy en cuenta. Es euroescéptica y se apoya en la angloesfera.

El inglés, la Iglesia Anglicana, el sistema anglosajón de medidas, la conducción por la izquierda o la hora del té son algunas de sus señas de identidad. País de poetas y marineros, de científicos, inventores y políticos audaces. Isaac Newton, James Watt, Charles Darwin o Winston Churchill son una  prueba viva de ello.

Reino Unido es una maquinaria imperialista que somete a las naciones por la fuerza. Su pujante economía y su poderío naval hacen de ella una gran potencia militar. Su mentalidad triunfante y su devastadora fuerza le aseguran la victoria. Pero también su gigantesca aportación a la ciencia y la cultura hacen avanzar al mundo.

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