Desde hace tiempo venimos escuchando un ronroneo preocupante: hay que eliminar las autonomías. Este discurso suena con mucha fuerza en la Meseta pero carece de apoyos fuera de ella. Es la típica soflama del nacionalismo español; ése que siempre se presenta como no nacionalista y que siempre es el más nacionalista de todos. Pretender eliminar las comunidades autónomas significa ni más ni menos que apostar por el modelo tercermundista de Marruecos, Nepal o Chad. En la Meseta hay muchos descerebrados que piensan que España sería un país idílico si todos fuésemos exactamente iguales (a ellos, claro). Y por eso que mejor que un estado bien centralista en el que 45 millones de habitantes dependan de Madrid.
La República Bolivariana de Venezuela es un país plenamente centralista. Tanto es así que por ejemplo para renovar el pasaporte debes pedir cita en Caracas. Es decir, puedes vivir en el Estado Amazonas (en la frontera con Brasil) y simplemente para renovar el pasaporte debes viajar en autobús durante casi 20 horas o tomar un avión para ir a Caracas. Esto es lo que a muchos madrileños y castellanos les gustaría. Que uno tenga que desplazarse desde Tenerife hasta Madrid solamente que para que le pongan un cuño en un papel. Que tengamos que pedir permiso a Madrid hasta para ir a cagar. Los castellanos son así de cutres y tercermundistas. No es casualidad que el interior de España esté como está.
El Estado de las autonomías ha traído un gran desarrollo a las nacionalidades y regiones. Y además es algo inherente a la historia de esta tierra. Porque antes de que existiera España ya habían reinos con tradición, cultura e identidad propias. Los países más desarrollados del mundo, como Alemania o Suiza, son descentralizados. Los Estados Unidos, donde Washington tiene poco poder en comparación con los estados federados, no por ello dejan de estar unidos. Y en España la descentralizacion a los ayuntamientos es la asignatura pendiente para que la administración esté cerca del pueblo. Si puedo resolver un asunto en mi ciudad o como mucho, en la capital de mi comarca ¿para qué tener que ir más lejos?
Ahora se queja la caverna de Almansa de que en el Senado español se usarán las lenguas cooficiales. Que para qué si con un solo idioma (el suyo, claro) nos entendemos todos. Que es un gasto inútil en traductores y que ese coste podría emplearse para asegurar las pensiones. Curiosamente, ninguno de estos centralistas se quejó de que el lehendakari vasco, Paxti López, gastara en tiempos de crisis 60.000 euros en poner banderitas españolas en las comisarias del País Vasco. Que menos que en una cámara que es de representación territorial estén representadas las lenguas de las regiones (aún así, no están representadas todas). Lenguas que nos dicen que son españolas pero que no quieren ver ni en pintura.
Nos dice la derecha más españolista y cavernaria que desde que han entrado en funcionamiento las autonomías, se ha disparado el déficit de forma tremenda. Bueno, también desde que los derechos humanos están en vigor en España se ha multiplicado la deuda y la solución no es volver al franquismo. El problema no es de autonomías sino de despilfarro y corrupción. Aquí no ha habido reparto de competencias sino multiplicación. Porque por ejemplo de la competencia de turismo se ocupa el estado, la autonomía, la diputación y el ayuntamiento. Cuatro administraciones haciendo todas lo mismo. Y a eso le sumamos la Unión Europea (UE), que nadie bien sabe que demonios hace pero nos cuesta como si lo hiciese todo.
Si todo el mundo se encarga de todo, lógicamente tendremos unas cuentas insostenibles. De ahí la bancarrota. Pero eso se resuelve haciendo un reparto racional de competencias. De lo que se encargue el Estado, que no se encarguen las autonomías. Y viceversa. Y eliminar las diputaciones provinciales, que ésas sí, son un costoso florero decorativo que no sirve para nada salvo para enchufar a los familiares de los políticos. Pero esto es lo que no quieren ver los nacionalistas españoles… a ellos les gustaría un estado homogéneo, uniforme y centralista. El presidente yugoslavo Slobodan Milosevic también quería hacer lo mismo. ¿Cómo no va a haber separatistas cuando hay separadores? Aprendamos de la historia.
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