Antigua y Barbuda: todo un mundo de curiosidades.

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Antigua y Barbuda es un estado soberano del Mar Caribe. En este  archipiélago habitaron los arawak y los caribe por siglos hasta la llegada de los colonos españoles primero, y de franceses e ingleses después. Estos últimos llenaron las islas de esclavos africanos y presos políticos irlandeses para hacer trabajos forzados.

Vere Bird es el auténtico padre de la nación. Él fundó el primer partido político del país (Partido Laborista); así como el primer sindicato. Fue también el que más luchó por lograr la independencia nacional (que obtuvo de Reino Unido en 1981) y el hombre que más veces ha sido primer ministro. La reina es Isabel II de Inglaterra.

La economía ha ido evolucionando con los años. Empezó con las plantaciones de caña de azúcar, después pasó al turismo (que gracias a su clima tropical y playas de ensueño, es la principal fuente de ingresos y empleo) y finalmente el país ha acabado convirtiéndose en un paraíso fiscal al estilo del resto de ínsulas de la zona.

La nación cuenta con algo más de 90.000 almas. Predominan los negros, pero también hay blancos, mulatos y mestizos. La mayoría  es protestante y se habla tanto el inglés como el criollo. La cultura británica, el crícket y los platos a base de maíz y patatas dulces son algunos rasgos de la cultura popular de este diminuto estado.

Su origen etimológico es curioso. El explorador Cristóbal Colón llamó a una isla «Santa María la Antigua», y a la otra «Barbuda» (por las barbas de líquenes de adornaban sus palmeras). Otra curiosidad: el país cuenta con el Hospital más avanzado de todo el Caribe y varias Universidades donde estudiar Ciencias de la Salud.

Otro detalle: Una de sus islas (la minúscula Redonda) es un ficticio reino que pasa de escritor en escritor desde que el autor M.P. Shiell propagó la leyenda de que su padre Matthew Shiell se proclamó rey para hacerlo heredero al trono. La reina de Inglaterra autoriza el Reino de Redonda, a condición de que éste sea ficticio.

Reinos de la Mancomunidad: una corona para gobernarlos a todos.

Soy republicano porque considero que la monarquía, en líneas generales, es una institución inservible y carísima. Pero en algunas ocasiones contadas encuentro que una monarquía puede ser útil porque da un valor añadido a una nación. Es el caso de los Reinos de la Mancomunidad, cuya corona ostenta la reina Isabel     II.

Isabel II es jefa de estado de dieciséis países: Canadá, Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Granada, Jamaica, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Islas Salomón, Papúa-Nueva Guinea y Tuvalu. Dieceséis reinos distintos pero una sola reina.

Hoy puede sonar raro hablar de un monarca con varios tronos pero esto era lo habitual en la Edad Media europea. Por ejemplo, Jaime I el Conquistador era rey de Aragón, de Mallorca, de Valencia, de Murcia, Conde de Barcelona y Señor de Montpellier, entre otros. Varias naciones independientes pero con un solo señor.

Esto confiere un blindaje especial. Por ejemplo, sería fácil conquistar un país pequeño y débil como Tuvalu, pero nadie en sus cabales se atrevería a invadirlo porque supondría ir a la guerra con otros quince reinos que de inmediato acudirían al rescate de su hermano. Esta fortaleza que aporta la Corona la hace útil.

Lo mejor de todo es que su pertenencia es plenamente voluntaria. Por ejemplo, Sudáfrica, Pakistán, India o Malta eran reinos de la Mancomunidad antiguamente y después se transformaron en repúblicas. Y la Familia Real británica lo aceptó, como no podía ser de otro modo en una democracia de verdad.

Además de jefa de estado, Isabel II ostenta otros títulos, bastante más simbólicos, como jefa de las Islas del Canal, señora de Man, duquesa de Normandía y de Lancaster y hasta jefa suprema de Fiji, que curiosamente es una república. Y es que cuando varias naciones comparten corona, ésta las hace más grandes y fuertes.

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