¿Por qué los cristianos somos comparados con ovejas que necesitan de un pastor?

¿Puede un ser humano derrotar a un demonio únicamente con sus fuerzas? ¿Podrá una persona mortal ser capaz de engañar a un espíritu maligno que es más viejo que la humanidad misma? Dicho de otro modo… Si juntamos en una misma pradera a una oveja y a un león ¿quién devorará a quién? ¿La oveja al león quizás?

La Santa Biblia compara a Satanás con un león hambriento que nos acecha alrededor y que está dispuesto a comernos. Dice la Palabra de Dios: «Sed sobrios y velad porque vuestro adversario el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). El diablo tiene mucha hambre y viene a por nuestra alma.

En contraste, en la Biblia las personas contínuamente somos comparadas con ovejas. Fíjate que cosa tan curiosa: todos los animales tienen algún mecanismo de defensa. El toro embiste, el gato araña, el perro muerde, el conejo corre, el mono trepa, la tortuga se esconde en su caparazón pero ¿y la oveja qué puede hacer?

Nada. La oveja es débil, es casi ciega (no ve a más de dos o tres metros de distancia) y tan estúpida que cuando se acerca el lobo en lugar de esconderse, lo atrae con sus balidos. Dicho de otro modo: la oveja no puede defenderse a sí misma. Por eso es tan importante que cerca del rebaño haya un pastor que proteja su vida.

Las personas somos iguales que las ovejas: débiles ante el pecado, ciegas ante las trampas del maligno y estúpidas. Por nosotras mismas, no podemos derrotar a un ser mucho más astuto como el diablo. Por eso necesitamos de un pastor en una iglesia que nos guíe, oriente y defienda de la voracidad de un león famélico y fiero.