Cabinda: historia de una traición.

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Cabinda es un pequeño exclave de 7000 km2 y 350.000 habitantes situado en África Occidental. Oficialmente es una provincia de Angola pese a estar separada de esta nación y ubicarse justo en medio de los dos Congos. Los portugueses la descubrieron en el siglo XV. Franceses y holandeses también se asentaron en sus costas.

Portugal reclamó la soberanía de Cabinda en el Tratado de Simulambuco de 1885, por el que los reinos de Cacongo, Loango y Ngoio se convertían en protectorados de Lisboa. Tras la Conferencia de Berlín de 1885, Portugal cedió a Bélgica la cabindeña desembocadura del río Congo para que el Congo Belga pudiera salir al mar.

El Tratado de Alvor de enero de 1975 -firmado por lusos y angoleños- integró Cabinda en Angola, pero fue rechazado por los cabindeños, que jamás lo firmaron y lo consideraron ilegal. El 1 de agosto de 1975 Cabinda se independizó de Portugal pero en noviembre fue invadida por las tropas angoleñas apoyadas por Cuba.

El exclave produce 900.000 barriles de petróleo al día (el 60% de la producción angoleña) pero es una de las provincias más pobres del estado. En 1996, un  acuerdo estipuló que al menos el 10% de los impuestos generados por el petróleo de Cabinda debe reinvertirse allí, pero debido a la corrupción esto beneficia a pocos.

Los cabindeños están hartos de que el gobierno comunista no electo de Angola expolie sus riquezas y exigen una república independiente. Las petroleras apoyan su derecho a la autodeterminación. El exclave mantiene un gobierno en el exilio y una lucha armada contra el Estado que le ha costado la vida a más de 30.000 personas.

Cabinda es a Portugal lo que el Sáhara Occidental a España: la mayor canallada de la historia de la política exterior de ese país. Histórica y geográficamente, la Cabinda -heredera de los reinos de Cacongo, Loango y Ngoio- no pertenece a Angola, pese a lo cual Portugal se la regaló en Alvor como si de bananas se tratase.

Angola: la amarga postguerra.

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Angola es un estado del suroeste de África. Su población es bantú. Desde el siglo XV fue una colonia de los portugueses, quienes practicaban intensamente la trata de esclavos, pero en 1975 se independizó de Lisboa. Pese a contar con petróleo, diamantes y grandes recursos naturales, es una de las naciones más pobres del orbe.

Angola libró la Guerra de la Independencia (la más larga de África, 1961 a 1975) contra la metrópolis. Recién independizada, y en el contexto de Guerra Fría, se enfrascó en su propia Guerra Civil (otra vez la más larga de África, de 1975 a 2002). La primera dejó unos 50.000 cadáveres, la segunda más de 1.500.000 muertos.

Cuarenta años de guerras han causado estragos.  La mayoría de la gente vive de una agricultura de subsistencia, que genera el 85% de empleos. Pese a ello, hay muchos campesinos que se niegan a arar sus tierras pues hay millones de minas antipersona diseminadas por doquier listas para explotar en cuanto alguien las pise.

Angola tiene una de las rentas per cápita más bajas del planeta y la esperanza de vida al nacer más baja de la Tierra: sólo 38 años. El 60% de la población vive en la pobreza. Y eso a pesar de que en los últimos años el país ha crecido mucho económicamente pero la omnipresente corrupción ha hecho que se beneficien pocos.

Pese a que existe un gran número de lenguas locales, el idioma nacional es el portugués. En él escribieron grandes literatos como Agostinho Nieto, Pepetela o Luandino Vieira, entre otros. La mayoría de la población es católica, aunque el protestantismo ha crecido mucho. También las religiones animistas están muy presentes.

Desde 1975 hasta hoy siempre ha gobernado el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), un partido marxista que hasta 1992 mantuvo un régimen unipartidista y desde entonces vence en comicios farsa.  José Eduardo dos Santos -apoyado por Cuba- manda desde 1979 y es el último petrodictador de África.

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