Estado Edó: un esplendoroso legado cultural.

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El Imperio de Benín nació en el siglo XII y perduró hasta que fue anexionado por el Imperio Británico en 1897. A lo largo de sus 700 años llegó a ser uno de los estados más desarrollados de África, aunque basó su prosperidad en la venta de esclavos a los europeos. En el siglo XVII, en la cumbre de su apogeo, llegó a ocupar unos 90.000 km2.

El Reino de Benín desarrolló el arte escultórico más importante de África, con preciosas figuras de bronce y marfil. Sus murallas llegaron a tener 16.000 km de extensión (es la estructura humana más larga jamás construida por el hombre, cuatro veces mayor que la Gran Muralla China) y protegían un territorio de más de 6.500 km2.

En la actualidad aquel viejo imperio forma parte de Nigeria y su nombre es Estado Edó. Su capital es Benín City (no confundir con la República de Benín). Pese a que Nigeria es una república federal, el Estado Edó es un reino y su monarca es el oba de Benín, un rey muy querido y respetado por el pueblo, y una voz muy autorizada en el país.

Las viejas glorias quedan ya muy lejanas y a día de hoy el Estado Edó es muy pobre, tanto es así que muchos jóvenes emigran a Europa en busca de oportunidades. La gente ansía ganar dinero a toda costa, aunque sea por medios deshonestos. Un refrán local lo dice todo de su forma de ser: «Si el dinero llega a casa, no preguntes de dónde salió».

En el Estado Edó se habla inglés, edó y otras muchas lenguas. El edó es el idioma nacional y su salud es mejor que la de muchas lenguas minoritarias europeas. La gente lo habla más que el inglés y es muy habitual escuchar el edó en radios, televisiones, discos, cantantes, festivales, series y hasta películas. La Biblia se ha traducido a ese idioma.

La sociedad mezcla creencias cristianas y animistas, por lo que los adivinos o babalaos son tan respetados como los pastores. Días antes de Navidad el pueblo celebra el Igué, su fiesta grande, un espectacular festival de música, danzas y llamativos vestidos multicolor. Sin duda, el Estado Edó atesora uno de los mayores legados culturales de África.

¿Sabías que el primer y único museo de medallística de la Península Ibérica está en Nules?

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Agradecimientos a Damià L. Romero (Nules).

Nules cuenta con un museo muy especial: el Museo de Medallística Enric Giner, el único de su especialidad en toda la Península Ibérica. Éste fue creado en 1995 para preservar el legado del escultor y medallista Enric Giner (Nules 1899-Valencia 1995), dentro de la antigua ermita de Sant Miquel, El Fort (El Fuerte, en castellano) del siglo XVIII. El museo dispone de una nutrida colección de más de 2000 medallas desde el siglo XV hasta el presente. Hay obras de Joanis Boldu, Bernini, Roty, Perera, Bianchi, Prieto, Paredes, Drospi, Pallás, Mistruzzi, Bourdelle, Benlliure, Perrini, Marés, Subirachs, Dalí, Chillida, Tàpies… Aunque existen numerosos museos que abordan el campo de  las medallas en alguna de sus secciones, éste es el único de toda la Península Ibérica (quizás el único de Europa) dedicado en exclusiva a la  medallística. Puede que en el futuro se construyan otros,  pero  nunca nadie podrá arrebatarle al Museo Enric Giner de Nules el honor de haber sido el primero, el pionero. Además, en la plaza que rodea el museo -Plaza El Fort– se muestran esculturas de Carmelo Vicent, Octavio Vicent, Gonzalvo, Esteve Edo, Silvestre de  Edeta, Viciano,  Adsuara, Colón, Ferrero, Tusset, Perelló La Cruz, Pallardó, etc.

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