Burkina Faso es un estado sin salida al mar enclavado entre el desierto del Sahel y la sabana sudanesa occidental. Fue colonia de los franceses, incluida dentro de una federación de colonias llamada África Occidental Francesa. Se independizó de París en 1960, bajo la denominación de Alto Volta. Es la mitad de grande que España.
Los mossi impusieron su aristocracia guerrera en el siglo XI en la región donde nacen los ríos Volta, de ahí lo de Alto Volta. En 1984 pasó a llamarse Burkina Faso, que significa «la tierra de los hombres íntegros». Es un mosaico de 60 etnias -destacan los mossi, gurunsi y lobi-. El francés es el idioma oficial aunque pocos lo hablan.
Como estado independiente, ha vivido una calamitosa sucesión de golpes de estado, dictaduras y pucherazos electorales. La corrupción es tan grande que obliga a millones de burkineses a emigrar a Costa de Marfil y Ghana. Las remesas de los emigrantes así como la ayuda internacional sostienen a esta depauperada patria.
El 90% depende de la agricultura de subsistencia, pero la sequía, la desertización y la falta de infraestructuras hídricas han traído la ruina. Es un país paupérrimo con difícil acceso a la luz eléctrica y agua potable. Hay altas tasas de natalidad, Sida, mortalidad infantil y emigración. Apenas el 20% del pueblo sabe leer y escribir.
Es un país rico en costumbres y tradiciones. Hay una mayoría de población islámica suní, e importantes minorías de animistas y cristianos, y también mucho sincretismo. Destacan la artesanía, el cine y la Gran Mezquita de Bobo-Dioulauso. Las casas tienen techo de paja, las rodea un muro y son muy básicas, sin apenas muebles.
Mucha gente vive en Uagadugú, que no sólo es la capital sino también el nombre de un antiguo reino mossi destruido por los franceses. En Burkina cada región tiene su etnia y cada etnia su danza, música y tradiciones. Es una encrucijada de culturas, un pueblo pacífico y tolerante que brinda su hospitalidad al que viene de fuera.
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