Como su propio nombre indica, la República Centroafricana está enclavada en el centro mismo del Continente Negro. Francia la colonizó en 1903 y la llamó Ubangui-Chari. Perteneció al Congo Francés, la unieron a Chad, estuvo dentro del África Ecuatorial Francesa… Al final se independizó en 1960 con el nombre actual.
Su historia como estado independiente es la de una lucha fraticida por el poder. Golpes de estado, guerras civiles, fraudes electorales, tensiones étnicas y religiosas, dictadores… Todo el mundo quiere gobernar esa tierra como si fuera su propio cortijo. En no pocas ocasiones, Francia se ve obligada a intervenir para poner orden.
Es una nación más grande que la Península Ibérica pero con menos habitantes que Israel. Esta patria de clima tropical-ecuatorial se asienta en las cuencas de los ríos Ubangui y Chari. Es casi virgen: tiene sabana, selva y desierto. Hay muchas especies en peligro de extinción por la caza, y la desertización amenaza a la vida vegetal.
El país dispone de enormes recursos minerales: uranio, petróleo, oro, diamantes, madera, energía hidroeléctrica, agricultura… Pese a ello es uno de los más pobres de África y su índice de desarrollo humano uno de los más bajos del planeta. La mitad de la sociedad no sabe leer ni escribir y la esperanza de vida es de sólo 43 años.
El 99% de la ciudadanía es negra. Existen más de 80 etnias, cada una con idioma propio. Las etnias mayoritarias son bava-mandija (50%), banda (40%) y m’baka (7%). El sango y el francés son los dos idiomas nacionales pero el segundo apenas se habla. El 50% de la población es cristiana, el 35% animista y el 15% profesa el islam.
La República Centroafricana casi no es un país. Nada la cohesiona. La influencia cultural francesa es mínima y las raíces bantúes muy fuertes; de ahí procede tanta inestabilidad y caos. El pueblo se divide en pequeñas comunidades locales donde los ancianos hacen de líderes. La gente hace su vida, ajena a un Estado que casi ni existe.
Comentarios recientes