Turquía: entre Occidente y el islam.

© CE/EC Flag of Turkey 6/12/2003

El Imperio Otomano fue una potencia imperial entre 1299 y 1923. En la cúspide de su poder, en el siglo XVII, controlaba un territorio de 5,5 millones de km2 (buena parte del norte de África, Europa Oriental y Oriente Próximo). Su mayor éxito fue liquidar al Imperio Bizantino y arrebatarle Constantinopla, llamada hoy Estambul.

Los turcos aterrorizaron a la Cristiandad ya que por donde pasaban no quedaba en pie ni las estatuas. Fue un imperio tan sanguinario que a día de hoy sus excolonias siguen traumatizadas, como en los Balcanes o en Armenia. Incluso en la actualidad, Turquía usa su fuerza para oprimir a Grecia, Chipre y el pueblo kurdo.

La Turquía moderna es una república democrática y secular creada en 1923 por Mustafá Kemal Atatürk, que inspirada en el laicismo de Francia persigue la supremacía del código civil sobre la religión. El idioma turco que antes empleaba caracteres árabes ahora utiliza el alfabeto latino por iniciativa del reformista Atatürk.

Esta patria es, con sus 70 millones de habitantes, su economía en expansión y su numeroso ejército, una potencia regional. El 99% de la sociedad es musulmana. Los militares, como en Egipto, son el verdadero poder en las sombras y quienes más de una vez han impedido una deriva islamista que acabaría con el estado laico.

Turquía está a caballo entre dos mundos: geográficamente se ubica entre Europa y Asia y tres mares (Mar Negro, Egeo y Mediterráneo) y culturalmente se encuentra desgarrada entre el islam y Occidente. Es un país musulmán que quiere ser occidental pero que al final sólo consigue que lo rechacen tanto unos como otros.

Turquía, encrucijada de antiguas civilizaciones, es hoy más que ayer un puente entre Oriente y Occidente. Es un pueblo orgulloso y patriota, consciente de su historia, es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y aspira a la Unión Europea (UE); alta traición para los vecinos países de la media luna.

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