Resulta complicado redactar buenos libros, sobre todo en un país en que abunda (e incluso se premia) la no literatura. Ahora mismo en España hay escritores que saben mucho de crear escándalos y de aprovechar como nadie las correspondientes estrategias de mercadotecnia pero que de libros no saben nada (Lucía Etxebarría). Padecemos también la invasión de un montón de borricardos que como son conocidos por salir en la tele han decidido sacarse un sobresueldo desembarcando en el mundo de la literatura (Carmen Posadas, Andreu Buenafuente, Fernando Schwartz…) De otros da la sensación de que pudiendo parir mejores obras optan por publicar basura porque es más vendible (Arturo Pérez-Reverte). Hay grandes autores a los cuales los medios no hacen demasiado caso (Juan Goytisolo) y otros que como Francisco Umbral gozan de una fama exorbitante en relación a la calidad de sus obras. El dedo acusador del plagio apunta a grandes celebridades (Eduardo Zaplana, Luis Racionero…) y eso por no hablar del escándalo que supone que toda una nación se entere de que eres una negrera (Ana Rosa Quintana). ¿Qué ha sido del idioma de Miguel de Cervantes? Que me lo expliquen porque yo no lo sé.
Aquí concretamente, en el Reino de Valencia, a algunos creadores merecedores de inmortalidad no se les estudia en las escuelas por motivos políticos (Xavier Casp, Miquel Adlert…), los mismos motivos políticos que hacen proponer para el Premio Nobel de Literatura a un autor por escribir una recopilación de rondallas y un diccionario (Enric Valor). Cuando alguien hace una versión actualizada de un clásico lo cambia de tal forma que al final acaba poniendo lo que le viene en gana en esos momentos, aunque eso suponga evidentemente prostituir el original. Recuerdo ahora la versión de Curial y Güelfa de la Editorial Bromera, donde sorprendentemente aparecen nombres de territorios como Francia, Italia, Alemania o Cataluña. La obra original se escribió en el siglo XV, cuando ninguno de estos territorios existía bajo esta denominación, por lo que he de intuir que los ha introducido el versionista Salvador Vendrell. ¿Por qué no está penada por la ley esta clase de atropellos a la obra y memoria de un autor? ¡De los infinitos textos científico-históricos que la Universidad Bananera de Valencia falsea a diario mejor ni hablar! ¡No acabaríamos nunca!.
Algunas obras están tan increíblemente mal traducidas que da la sensación de leer inglés en español: la traducción de Lino Novás Calvo de Santuario de William Faulkner (Espasa) es dura como un puntapié en las partes. Las editoriales funcionan a golpe de superventas (hoy por desgracia llamados best-sellers), los premios literarios se los adjudican presentadores de televisión, periodistas, locutores de radio, famosos que salen por la tele, recomendados de todo tipo… Ninguno de ellos escritor de raza. En las librerías siempre encuentras los típicos superventas (Antonio Gala, Stephen King…) pero si te interesa un clásico o buscas un libro de un autor joven te lo tienen que pedir. Los índices de lectura en el país son alarmantemente bajos (básicamente porque en las escuelas los maestros imponen la lectura, que no la incentivan, y claro, todo lo impuesto entra de mala gana…) mientras que no se para de editar (¡60.000 títulos por año, la mitad de ellos nuevos!) ¿Pero quién lee todo ese montón de obras? Al final será cierto eso que dicen algunos con muchísima sorna de que si en España no lee nadie es porque todo el mundo está escribiendo un libro.
Comentarios recientes