Qatar: la multinacional del gas.

Bajo el sol abrasador del Golfo Pérsico, y en medio de un desierto cruel se erige una pequeña península del tamaño de Jamaica que acapara la atención del mundo. Un liliputiense estado deslumbra a Occidente con su musculatura económica y es un referente en el mundo árabe por su prestigiosa televisión Al-Yazira.

Qatar es una monarquía absolutista sin partidos políticos ni elecciones, aunque algo menos represora que sus vecinos del Golfo Pérsico. Desde 1995, el emir Hamad Al Thani gobierna Qatar, tras arrebatar, de forma incruenta, el poder a su padre, Khalifa Al Thani, mientras éste estaba pasando sus vacaciones en Suiza.

Muchos comparan a Qatar con una plataforma petrolífera o una multinacional del gas. Y es que el 80% de la población del pequeño emirato es inmigrante (y suele trabajar en régimen de semiesclavitud, como sucede en todo el Golfo).  La explotación laboral alcanza unas cotas medievales, al amparo del feudalismo islámico.

Como a todas las naciones pequeñas, a Qatar siempre han tratado de convencerle de que no tendría ningún futuro como estado independiente, que lo mejor sería conformarse con ser la región de un país muy poblado y grande. Así omeyas, abasidas, persas, otomanos, bareníes y británicos trataron de engullir al pequeño emirato.

El emirato se convirtió en un protectorado británico en 1916. En 1968 ingresó en los Emiratos Árabes del Golfo Pérsico (lo que hoy se conoce como Emiratos Árabes Unidos), de los cuales se retiró en 1971 para proclamarse estado soberano. Firmó un tratado de amistad con los británicos, ingresó en la Liga Árabe y también en la ONU.

Qatar es uno de esos ejemplos de que la independencia sienta bien. Pese a ser un país de Liliput, es el tercer estado del globo en reservas de gas natural (el 14% mundial)  y uno de los primeros productores de petróleo. Tercero del mundo en renta per cápita, el país disfruta de una economía en expansión y superávit comercial.

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