Falacia atea: Nuestros antepasados aceptaban los milagros por ignorancia.

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Muchos ateos dicen que nuestros antepasados, que daban por supuesto lo sobrenatural y estaban ansiosos de milagros, atribuían carácter milagroso a sucesos que no lo eran realmente. Así, por ejemplo la lluvia o el trueno no eran vistos como fenómenos naturales sino como milagros de los dioses. Cierto. Pero de igual modo en la actualidad -apunta el autor C.S. Lewis– hay predisposición a excluir lo sobrenatural, a considerar que los milagros simplemente no pueden suceder.

Muchos ateos exigen ver para creer. Pero ver no significa necesariamente creer. De hecho, aunque seas testigo de primera mano de un milagro, siempre podrás negarlo diciendo que no ha ocurrido realmente, que ha sido una alucinación o un sueño. O buscar mil explicaciones alternativas, aunque sean disparatadas o risibles. Así, cuando se asiste a una curación literalmente milagrosa se descarta al Señor y se busca cualquier otra interpretación, aunque ésta sea de chiste. Se llama prejuicio.

Muchos ateos afirman que nuestros antepasados creían en los milagros por la ignorancia. Pero como apunta C.S.Lewis, San José sabía bastante biología como para tener claro que una mujer no puede quedarse embarazada sola, por eso repudia a la Virgen María en primera instancia. Y los apóstoles sabían bastante física como para asustarse al ver a Jesús caminar por encima de las aguas. Sin embargo creyeron, no por ignorancia, sino por ser testigos de un milagro del Dios vivo.

Muchos ateos se cierran en banda a lo sobrenatural. «El hombre moderno siente una aversión casi estética por los milagros. Aun admitiendo que Dios pudiera hacerlos, duda que quisiera. […] En segundo lugar, mucha gente confunde las leyes de la naturaleza con las leyes del pensamiento y cree que anularlas o suspenderlas sería una contradicción en los términos, como si la resurrección de entre los muertos fuera del mismo género que dos y dos son cuatro» -concluye Lewis-.

 

FUENTE: Por qué dejé de ser ateo de Josué Ferrer.

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3 comentarios (+¿añadir los tuyos?)

  1. Avatar de Gunderico Gunderico
    Ene 30, 2015 @ 14:57:03

    Los milagros que se narran en la Biblia no pueden ser demostrados, por tanto, es cuestión de fe solamente creer que sucedieron realmente.

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    • Avatar de The Great One The Great One
      Dic 20, 2015 @ 03:09:15

      Equvocado señor! Deberías ver más documentales históricos y leer más historia universal que demuestran y explican los eventos sobrenaturales que vivieron los israelitas en el Antiguo Egipto… ¿Quién dice que no pueden ser demostrados? ¿Tú?

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  2. Avatar de Gobi Gobi
    Oct 01, 2024 @ 19:47:00

    Los ateos, en su mayoría, no se cierran a priori a lo sobrenatural, sino que simplemente siguen el principio de escepticismo científico, que exige evidencia empírica y comprobable para creer en afirmaciones extraordinarias. Esto no es un rechazo por «prejuicio» sino por la falta de pruebas convincentes.

    Carl Sagan expresó este principio con su famosa frase: «Afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias.» Este concepto no está limitado solo a los ateos, sino que también es un estándar científico aplicado en cualquier área del conocimiento.

    La idea de que los ateos «se cierran» a los milagros o lo sobrenatural sin evaluación alguna es una caricatura. Los ateos suelen estar dispuestos a examinar la evidencia, pero esta evidencia debe ser verificable, replicable y coherente con el resto del conocimiento científico. Si un milagro pudiera ser probado de manera objetiva y coherente, la comunidad científica (incluidos los ateos) no tendría razones para negarlo sin más.

    Dice que los ateos «exigen ver para creer» y que aun viendo un milagro, podrían negarlo. Este argumento está basado en la idea de que las personas pueden tener sesgos y prejuicios que les impiden aceptar la evidencia. Sin embargo, este punto no es exclusivo de los ateos. Cualquier persona, independientemente de sus creencias, puede tener sesgos de confirmación que influyen en cómo interpretan la información.

    La afirmación de que los ateos siempre negarán un milagro, incluso si lo presencian, es infundada. Las personas, ya sean ateas o creyentes, pueden reinterpretar experiencias extraordinarias según sus marcos de referencia, pero eso no significa que los ateos nunca aceptarían lo sobrenatural si se les dieran pruebas suficientes. Además, es importante señalar que los sesgos cognitivos afectan a todos, no solo a los ateos. Creyentes y no creyentes pueden rechazar o reinterpretar la evidencia que desafía sus creencias preexistentes.

    Históricamente, muchos fenómenos que antes se consideraban milagrosos o sobrenaturales (como las tormentas, los eclipses, o las enfermedades) hoy tienen explicaciones científicas naturales. El argumento de que los ateos buscan «explicaciones alternativas» se basa en la premisa de que estas explicaciones son inverosímiles, cuando en realidad, muchas veces, la explicación científica resulta mucho más plausible y verificable que una explicación milagrosa.

    En el caso de curaciones milagrosas, por ejemplo, los estudios científicos sobre el efecto placebo, las remisiones espontáneas y las fluctuaciones naturales de ciertas enfermedades han demostrado que hay explicaciones naturales para muchos casos que antes se atribuían a milagros. Negar el papel que la ciencia ha jugado en desmitificar fenómenos «milagrosos» es un error. Por lo tanto, la búsqueda de una explicación natural no es «prejuicio» ni «cerrarse en banda», sino una forma de aplicar el método científico para entender mejor el mundo.

    Sugiere que los antepasados no creían en los milagros por ignorancia, y que figuras como San José o los apóstoles no eran ignorantes porque entendían conceptos básicos de biología y física. Sin embargo, este argumento es una simplificación.

    Durante la época de Jesús, el conocimiento científico tal como lo entendemos hoy era extremadamente limitado. La gente atribuía muchos fenómenos naturales y eventos extraordinarios a causas sobrenaturales, no por una evaluación científica rigurosa, sino porque ese era el marco cultural y explicativo disponible en ese momento.

    Es cierto que San José sabía que las mujeres no podían quedar embarazadas «solas», pero eso no cambia el hecho de que, en ese tiempo, el conocimiento científico sobre el embarazo, la reproducción y la biología en general era extremadamente limitado. En ese contexto, la explicación milagrosa era más fácil de aceptar.

    La afirmación de que los apóstoles o San José «creyeron en los milagros no por ignorancia» carece de sustento, ya que su comprensión del mundo estaba limitada por el conocimiento disponible en su época. Comparar la aceptación de los milagros en tiempos antiguos con el escepticismo moderno es un error de contexto. Hoy sabemos que el embarazo requiere un proceso biológico complejo, y la idea de una concepción inmaculada no tiene base científica.

    C.S. Lewis argumenta que mucha gente confunde las leyes de la naturaleza con las leyes del pensamiento, sugiriendo que los milagros no contradicen las primeras. Sin embargo, las leyes naturales son descriptivas de cómo funciona el universo basado en observaciones repetidas. Las leyes físicas no son inviolables por capricho divino; si lo fueran, no serían leyes en absoluto.

    Las leyes de la naturaleza, como la ley de la gravedad o la conservación de la energía, se basan en observaciones constantes y verificables. Si un fenómeno parece violar estas leyes, como caminar sobre el agua o resucitar de entre los muertos, el enfoque científico busca explicaciones alternativas antes de asumir una violación de las leyes naturales. Si las leyes naturales pudieran ser suspendidas arbitrariamente, el universo sería caótico e impredecible, lo que es contrario a todo lo que hemos aprendido de la ciencia moderna.

    Además, muchos ateos no argumentan que «Dios no puede hacer milagros», sino que no hay evidencia convincente de que lo haya hecho. De nuevo, si se presentaran pruebas verificables y coherentes de un milagro, los científicos (incluidos los ateos) estarían dispuestos a reevaluar sus conclusiones.

    Lewis argumenta que el rechazo moderno de los milagros tiene una base estética, lo cual es una simplificación incorrecta. El rechazo de los milagros no se basa en una preferencia estética, sino en la falta de evidencia empírica que respalde tales afirmaciones.

    La estética puede influir en cómo las personas se sienten sobre ciertas ideas, pero las conclusiones científicas se basan en pruebas y datos verificables, no en lo que es «agradable» o «atractivo» a nivel emocional o estético.

    Los científicos modernos, incluidos los ateos, no rechazan los milagros por una preferencia estética, sino porque no hay evidencia verificable y replicable que los respalde. Si se presentara tal evidencia, no sería rechazada por ser «estéticamente desagradable», sino que sería evaluada de manera crítica y racional.

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